domingo, 31 de octubre de 2021

Cristeros

 Valor y Traición -- Los Antecedentes Históricos y la Historia de los Cristeros


Por Gary Potter

Traducido del inglés por Roberto Hope, de artículo publicado por Gary Potter en

www./catholicism.org/valor-betrayal-cristeros.html


1a Parte

Además de haber realmente alcanzado el poder en casi todo el mundo dos siglos después de haber estallado en Francia en 1789, la siempre creciente Revolución1 ha prosperado de distintas maneras. Quizás su mayor éxito sea el grado en que ha podido persuadir a la gran masa de la humanidad de que el movimiento es de ellos, una lucha de la mayoría por su liberación y por conseguir oportunidades, contra las elites que antiguamente las habían oprimido y que volverán a hacerlo a menos que se mantengan vigilantes. Sin duda el éxito de la Revolución a este respecto ayuda a explicar el hecho de que ahora haya adquirido un poder enorme casi en todas partes, aunque ya raras veces lo ejerce a su propio nombre. Hoy día suele presentarse con el nombre de "democracia."

Aun cuando su poder se extiende a casi todo el mundo, lo que más le importa a la propia Revolución es, primero que nada, que su poder se extienda a los territorios de aquellos países que en un tiempo constituyeron la Cristiandad. Su existencia surgió, después de todo, para derrocar las creencias, leyes, costumbres y prácticas que distinguían a la Cristiandad del resto del mundo. En lo que respecta a ese "resto del mundo," la mayor parte ya había sido colonizado o de alguna otra forma ya imitaba a los países de la Cristiandad, para cuando la Revolución suplantó las enseñanzas de la Fe con su propia falsa filosofía. Así, la transformación de la Cristiandad en el Occidente liberal, inevitablemente dio como resultado la hegemonía de la Revolución sobre las demás tierras de Asia, África y el resto del mundo.

El que la Revolución siempre haya buscado suplantar la Fe con sus propios principios ha llevado a muchos comentaristas cristianos a identificar a este o a aquel grupo u organización no cristianos como la verdadera fuerza o poder que está "detrás" del movimiento. Ningún hombre razonable puede dudar que las "fuerzas del naturalismo organizado", como las llamó el formidable Padre Dennis Fahey, han jugado su papel en la historia de los últimos dos siglos. Sin embargo, el punto de vista aquí — como también creemos que era el del Padre Fahey si lo hemos leído correctamente — es que el casi universal dominio de la Revolución hoy en día se debe más a nuestra naturaleza caída que a ninguna otra cosa. O sea, el hombre se ha inclinado siempre desde la Caída, a vivir conforme a su propia voluntad en vez de la de Dios. Empezando hace dos siglos, los hombres comenzaron finalmente a derrocar las instituciones políticas y sociales que acotaban esa inclinación. Durante algún tiempo, la Iglesia fue capaz de evitar que esa transformación se hiciera casi completa, de la misma manera como anteriormente había podido evitarla plenamente. En el Concilio Vaticano II, sin embargo, se repudió el que sus enseñanzas jugaran un papel o tuvieran influencia en los asuntos políticos. (Nos referimos a política en el sentido en que constituye el medio por el cual se regula la vida en sociedad). De entonces para acá, poco ha sido lo que a la Revolución se le ha interpuesto en su camino,

Decir que haya sido poco lo que se ha interpuesto en su camino no quiere decir que no haya sido nada. Aquí y alla, grupos e individuos luchan por mantener viva la idea del orden social cristiano. Su mera existencia impide al casi universal dominio de la Revolución volverse absoluto. Eso por una parte. Por la otra, manteniendo viva la idea ahora, también hace posible que el orden social cristiano sea revivido cuando Dios decida que la hora de restablecerlo ha llegado.

La labor de estos individuos y grupos ha sido gravosa, pues no es fácil mantenerse siempre en el lado perdedor de la historia. Las cosas pueden ser aún más descorazonantes para aquéllos que no están ocupados directamente en esa labor pero que la apoyan. ¿Llegará algún día un tiempo más luminoso? se preguntan.

Un Ejemplo Alentador

La historia que sigue puede darnos algún aliento. Es la historia — narrada de manera demasiado breve — de los Cristeros Mexicanos, campesinos católicos que no aceptaron que la Revolución fuera un movimiento suyo. Se levantaron en armas contra su propia nación; y por su misma lucha y muerte en el número en que lo hicieron, dieron el mentís — como lo hicieran los Vendeanos en Francia y los Carlistas en España — a la idea de que el enemigo le debe su exito pasado y presente a "el pueblo."

La historia de los Cristeros, empero, no es una de victoria. Eso no la hace menos inspiradora, sin embargo, pues si al final depusieron las armas, no fue realmente para rendirse a la Revolución contra la cual lucharon. Militarmente tuvieron éxitos brillantes, y el que ellos pudieran haber prevalecido finalmente en el campo de batalla era posible, y en mayo de 1929, hasta se veía probable. Sin embargo, carecían del apoyo que merecían. Esto no se refiere al apoyo popular, pues el de ellos fue un levantamiento genuinamente popular. Lo que faltaba, excepto al mero inicio (y que aun entonces no era de una naturaleza práctica) era el apoyo de los obispos de la Iglesia en México. Faltaba también el apoyo de la Santa Sede, que alguna vez había tronado contra el régimen de la Ciudad de México, pero eso había sido antes de llegar a un arreglo con el mismo gobierno, arreglo que fue fatal para los Cristeros. En lo que atañe a que los obispos y la Santa Sede hayan seguido el camino que siguieron, podría decirse que en vez de apoyar a los Cristeros, los campesinos-guerreros fueron traicionados por los mismos hombres por quienes ellos luchaban.

Y traicionados fueron. En última instancia, sin embargo, lucharon por ellos mismos, por sus familias por su forma de vida, por sus creencias. Si fueron compelidos a dejar de luchar no lejos de alcanzar la victoria, su causa no fue derrotada, y ciertamente no fue una causa perdida. Permanece viva en las mentes y corazones de muchos mexicanos que todavía creen como creyeron los Cristeros. Permanece viva de manera parecida a la que la causa de los Estados del Sur (la causa de una sociedad ordenada jerárquicamente y arraigada en la tierra, fiel a las costumbres y a las tradiciones, aferrándose al honor, y desdeñosa del pragmatismo político) no se ha perdido para muchos norteamericanos, aun cuando la guerra de secesión que se luchó para formar una nación independiente que encarnara esa causa cesó en 1865.

Como pasa con todo lo que tiene una escala épica, como es la historia de la Cristiada, lo que sucedió no puede entenderse sin una comprensión de los antecedentes historicos. (Los Cristeros, los hombres que se alzaron en la Cristiada, no se llamaban a sí mismos Cristeros, ni su lucha se llamaba la rebelión Cristera. La palabra "Cristero" fue acuñada y aplicada a ellos por sus enemigos, los Masónico-Socialistas que gobernaban México, por razón de su consigna y verdadero grito de guerra "¡Viva Cristo Rey!")

Fuentes

Antes de que veamos los antecedentes históricos, vienen al caso unas palabras concernientes a las fuentes. Existen en inglés crónicas confiables de La Cristiada: La más completa — de hecho la obra definitiva sobre el tema — es The Cristero Rebellion; The Mexican People Between Church and State, 1926-1929 , por Jean A. Meyer (Cambridge University Press, 1976) [N del Tr: en español se publicó como: La Cristiada:Guerra de los Cristeros. Ciudad de México: Siglo XXI Editores, 1978]. Otra obra que puede recomendarse es Viva Cristo Rey! The Cristero Rebellion and the Church-State Conflict in Mexico, por David C. Bailey (University of Texas Press, 1974).

Esos dos libros y algunas otras cosas, pero principalmente esos dos libros, son la fuente de la mayoría de los hechos que se narran aquí, aunque la interpretación de muchos datos nace de nuestro imperturbable punto de vista católico y de nuestras convicciones personales que emanan de él. Debe mencionarse de la obra de Bailey, sin embargo, que le atribuye a dos organizaciones una parte mucho mayor de la dirección o mando de la rebelión Cristera que la que ellas realmente ejercieron. (Las memorias escritas por algunos veteranos de las batallas, así como el libro de Meyer, lo dejan claro.) Esas organizaciones fueron la ACJM (Asociación Católica de la Juventud Mexicana) y, especialmente, la LNDLR (Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa.)

Es cierto que, en 1926, los hombres que formaban el núcleo de la LNDLR decidieron, habiéndose agotado otros medios, que no había manera de terminar la opresión de la Iglesia en México excepto mediante la insurrección armada contra el gobierno, con el objetivo final de reemplazarlo por uno católico. Sin embargo, para cuando la decisión fue tomada, ya habían ocurrido alzamientos campesinos en numerosas localidades, y aquí y allá habían comenzado a surgir paladines campesinos y estaban empezando a combinar esfuerzos. En otras palabras, el movimiento estaba en marcha. Los abogados, doctores, ingenieros, pequeños comerciantes e intelectuales de la clase media de la LNDLR tuvieron que correr como locos para ponerse al frente. Además, una vez que llegaban, simplemente sólo estaban ahí. Algunos habrían de pagar un alto precio por su "dirigencia" de los Cristeros, incluyendo el precio extremo, pero pocos jamás vieron acción en el terreno de combate. Los Cristeros en gran medida fueron sus propios mandos. Habrían seguido su lucha con o sin la LNDLR. De hecho, la siguieron. El último guerrero Cristero que murió en batalla cayó en 1941, doce años después de que la traición dejó totalmente impotente a la LNDLR y a la ACJM. (La LNDLR pronto se dispersó. La ACJM fue fundida en la organización juvenil oficial del episcopado).

Quiénes fueron

La verdadera naturaleza de la rebelión se ve por los hombres que al final se volvieron sus verdaderos dirigentes Como los campesinos de La Vendée en Francia, fueron comandados mayormente por otros campesinos y artesanos, que demostraron un don sorprendente para dirigir militarmente, especialmente en acciones de tipo guerrilla, los Cristeros hallaron su general más brillante, en un hombre que había sido vendedor viajero de productos farmacéuticos antes de que comenzara la insurgencia. Su nombre, aún honrado por los patriotas católicos de México, era Jesús Degollado Guízar. Dos de los más altos generales eran simples sacerdotes (ambos étnicamente indios) de parroquias rurales, los padres Aristeo Pedroza y José Reyes. Otros hombres sin experiencia militar ascendieron a puestos de mando en un ejército que tenía 50,000 hombres cuando parecía estar al borde del triunfo.

Unos pocos soldados profesionales habrían de pelear del lado de los Cristeros. El más ilustre, un artillero que fue hecho general en el ejército regular de México a la edad de 40 años, era Enrique Goroztieta. Por increíble que parezca, él era agnóstico, hasta masón. Por qué exactamente había dejado el ejército antes de que comenzara la revuelta y luego se unió a ella, no está claro. Era un hombre ambicioso y pudo haber soñado en una carrera militar exitosa que lo llevara a alcanzar el poder político. ¿Dejó el ejército regular porque su carrera ahí no lo estaba llevando en esa dirección? ¿Se imaginaría que una victoria cristera sí lo llevaría? Eso apenas si tiene importancia. Lo que sí la tiene es que su servicio con los Cristeros lo volvió católico y lo llevó a sufrir una muerte heróica.

Fue el comportamiento de sus hombres fuera del campo de batalla pero especialmente bajo fuego, lo que convirtió al militar profesional. Específicamente, el comandante estaba lleno de admiración por los hombres que él comandaba. Esto puede sacarse de numerosos comentarios que a lo largo del tiempo les daba a sus subordinados y a sus compañeros oficiales. ¿Qué hacía a los Cristeros ser los hombres que eran? Era su Fe, fue lo que él concluyó. Y, así, la abrigó él mismo.

Dejemos que Jean Meyer describa lo que Gorosztieta atestiguó cuando veía a los Cristeros en acción. "Soldados en huaraches y vestidos de algodón blanco, henchidos todavía del espíritu comunitario de su aldea, de su parcela, de sus proyectos privados [que] se mantenían firmes bajo el fuego, no titubeaban para responder a exigencias supremas, y frente a sus ojos cruzaron aquélla raya más allá de la cual uno ya no se ama a sí mismo, más allá de la cual uno ya no piensa en preservar su propia vida. Los veía levantarse y marchar calmadamente al combate, lanzarse machete en mano sobre las ametralladoras federales y escalar alturas en cuya cima los simples campesinos comienzan a parecernos grandes guerreros."

El 2 de junio de 1929, en una hacienda de Michoacán, separado de sus hombres, herido, enterado de que los obispos estaban vendiendo la causa, atrapado en una casa rodeada por tropas del gobierno, pero rehusando a rendirse, Goroztieta se lanzó fuera y murió con pistolas disparando en ambas manos, evidentemente determinado a llevarse consigo a tantos federales como le fuera posible.

Aun cuando la LNDLR le había conferido el título de "Jefe Supremo" de lo que llamaba la Guardia Nacional, debe enfatizarse que Goroztieta, no más que Jesús Degollado, que el Padre Pedroza, que el Padre Reyes o que nadie más, jamás fue visto por los Cristeros mismos como su Supremo Comandante o Dirigente. La rebelión no tuvo un Pancho Villa, un Emiliano Zapata o un caudillo. En el contexto de la historia de México esto era tan inusitado que el agregado militar de la embajada de los Estados Unidos, el Coronel Gordon Johnston, informó al Departamento de Guerra en Washington que esa era la característica más sobresaliente de la rebelión.

¿Podría habérsele ocurrido a Johnston, quien casi ciertamente era protestante (y probablemente masón si llegó a ser coronel en el ejército de los Estados Unidos en esa época), que los hombres, con Cristo Rey a la cabeza, no tenían necesidad de un solo dirigente humano a quién seguir?

Beato Miguel Pro

Decir que la rebelión no fue realmente encabezada por la LNDLR o la ACJM no es para menospreciar a los hombres de esas organizaciones. Ya hemos dicho que algunos de ellos pagaron, aun con su vida, su fidelidad a la Fe, y así lo hicieron otros por estar vinculados con ellos por parentesco o amistad. Consideremos el martirio del Padre Pro — muchos lectores habrán visto fotografías de su fusilamiento — muerto por un pelotón de fusilamiento en el cuartel de la policía en la Ciudad de México el 23 de noviembre de 1927.

Aun cuando él no era un miembro activo de la LNDLR, sus dos hermanos, Humberto y Roberto, sí lo eran. (Durante los meses que pasó en la clandestinidad en la Ciudad de México, el Beato Pro condujo una especie de bolsa de conferencistas para la Liga.) El 13 de noviembre de 1927 hubo un intento de asesinar al Gral. Álvaro Obregón. (Él y el presidente en turno, Plutarco Elías Calles, eran los dos personajes que dominaban la vida política de México en los años 20's, alternando el poder entre ellos en una diarquía que en algo se asemejaba al gobierno de los co-emperadores que se dió en el Imperio Romano.) Los disparos lanzados contra Obregón provenían de un auto prestado, cuya propiedad pudo con facilidad rastrearse a la LNDLR. Uno de los presuntos asesinos frustrados era un ingeniero electricista de 24 años, llamado Luis Segura Vilchis, miembro activo de la ACJM. Los dirigentes de la LNDLR y de la ACJM ignoraban totalmente lo que Vilchis y sus compañeros se habían propuesto hacer, pero cuando finalmente fue arrestado, la policía tendió una redada para prender a otros miembros de la ACJM y de la LNDLR. Prendidos en la redada cuando catearon la casa en donde vivían juntos, fueron Humberto y su hermano sacerdote. De ninguno se cree que haya tenido nada que ver con el intento de asesinato. Como ya se dijo, el Beato Miguel ni siquiera era miembro de la LNDLR. Eso no le importó al tirano Calles. Tal era lo profundo de su anti-catolicismo, que estaba seguro de que el Beato Miguel tenía que haber sido el autor intelectual del intento de asesinato contra Obregón. Así, ordenó entonces la ejecución sin juicio previo de Vilchis, de los dos hermanos Pro, y de una cuarta persona, Juan Tirado. La policía había estado buscando al Beato Pro durante meses, pero si lo hubieran encontrado antes del 13 de noviembre, su peor destino habría sido la expulsión del país. Fue el intento de asesinato de Obregón y la relación del Beato Miguel con la LNDLR a través de su hermano, lo que hizo que fuera fusilado.

Dirigencia

Hemos mostrado cómo los miembros de la LNDLR corrían un verdadero riesgo, aun cuando no anduvieran en los montes con los Cristeros. Debe decirse también — y debe ser obvio — que si los campesinos-guerreros hubieran prevalecido militarmente, ni su valor como guerreros ni la pureza de sus corazones como católicos los hubiera equipado para formar y encabezar un gobierno nacional.

¿Quién entre ellos hubiera siquiera estado interesado en intentarlo? Una conciencia limpia, no arredrarse en la lucha, amar a sus mujeres y a sus hijos, levantar sus cosechas y quizás tener algo de beber y fumarse un cigarro al final del día — tales habrían sido los intereses de los Cristeros cuando no eran guerreros. Hombres como esos, hombres serios, conocen sus límitaciones. Estos campesinos no eran como tantos de los americanos de ahora, a quienes se les ha enseñado desde niños que "Tú puedes ser lo que tú quieras" y que se vuelven amargamente resentidos, y muchas veces una amenaza, cuando aprenden la verdad.

Cuando en el curso de su rebelión, los Cristeros tomaban pueblos, luego regiones más extensas y eventualmente la totalidad de varios estados, no intentaron ellos mismos proveer el gobierno necesario para mantener los servicios básicos para los habitantes, como el mantener las escuelas abiertas, los alimentos disponibles, los transportes funcionando o cosas de ese tipo. Alistaban a otros para administrar lo necesario: sacerdotes simpatizantes, oficiales de bajo nivel que eran amigos, pequeños propietarios, profesores de escuela, empleados — esos hombres y otros como ellos — hombres con alguna educación o con preparación profesional. La formación de un gobierno nacional habría requerido hombres como los de la LNDLR.

Hay un punto más que asentar antes de pasar a los antecedentes históricos de la Cristiada.

Intenso Anti-Catolicismo

En algunos párrafos anteriores hemos hecho referencia al profundo anti-catolicismo del presidente Calles. El anti-catolicismo de que hablamos no es el tipo contra el cual la mayoría de nuestros lectores se topa en su vida cotidiana. Es el anti-catolicismo revelado por la Revolución (o "democracia") como inherente a ella, cuando insiste en que los hombres deben vivir conforme a su propia voluntad en vez de la de Dios, cual si Él no existiera. El anti-catolicismo de todos los días simplemente considera la Fe como algo malo o simplemente demasiado controladora de la vida de quienes nos adherimos a ella. La Revolución no ve la Fe como algo simplemente malo sino como algo expresamente antagónico a ella. Es antagónica a la Revolución, pero eso es irrelevante para el punto que queremos hacer. El revolucionario, cuando es leal a sí mismo, no simplemente rechaza la fe, la odia, desea destruirla. "Ecrazes l'infame" gritó Voltaire. "Aplastad a la infame" refiriéndose de esa manera a la Iglesia.

Para medir lo profundo del odio de la Revolución, para ver contra qué luchaban los Cristeros, aquí van algunas líneas extraídas de un discurso dado por uno de los generales del Gobierno, J.B. Vargas en el pueblo de Valparaíso, Zacatecas:

"El perverso clero, conformado por traidores a la patria, y recibiendo órdenes de un dirigente extranjero que siempre está conspirando para provocar la intervención extranjera en México a fin de asegurar su dominio y sus privilegios, es dañino porque su misión es la de embrutecer a la gente ignorante para explotarla y hacerla fanática al punto de la idiotez, y la engañan haciéndole creer que el clero es el representante de Dios, a fin de vivir a costa de las masas indolentes e iletradas, que es donde el Fraile ejerce su dominio. Basta con tener alguna idea de la terrible historia de la inquisición, para darse cuenta de que los frailes y las sotanas apestan a prostitución y a crimen."

En cuanto a Calles mismo, conviene tener una idea precisa de lo que lo motivaba, ya que él era la verdadera encarnación de la Revolución en México. (Efectivamente, luego de que Obregón hubiera sido eliminado, la referencia oficial a Calles se tornó en "Jefe Supremo de la Revolución.") El hombre fue descrito resumidamente por Ernest Lagarde, encargado de negocios en la Legación Francesa en la Ciudad de México en la época de la Cristiada. Según David Bailey, el embajador de los Estados Unidos, Dwight Morrow, "consideraba a Lagarde como el hombre mejor informado en el tema [de relaciones Iglesia-Estado] en México." Lagarde escribió acerca del Presidente de la República:

"Calles era un adversario violento y apasionado de la Iglesia Romana, no porque deseara evitar que ésta extendiera su influencia y poder, sino porque él había decidido extirpar la Fe Católica del territorio mexicano. Lo que era tan fundamental de su carácter consistía en que era un hombre de principios, poseído de una energía que no se detenía en la obstinación y la crueldad, y estaba dispuesta a atacar, no sólo personas sino también principios, y aun la institución misma, y estaba también dispuesto a que el sistema de gobierno que él apoyaba como resultado de sus convicciones filosóficas, condenara la misma existencia de la iglesia como algo económica y políticamente desastroso."

Algunos antecedentes

Ahora pasemos al antecedente histórico que prometimos presentar

Los americanos que no estén familiarizados con la historia de Europa y de su propio Hemisferio, excepto en términos muy generales, supondrán que cuando Hernán Cortés llegó a México en 1519 con su pequeña banda de compañeros conquistadores, era bajo la égida de la corona española. Eso así fue, pero había más que eso. El que el penacho de Moctezuma esté ahora en un museo de Viena y no en Madrid muestra el panorama completo. El soberano de Cortés era el Emperador Carlos V. Carlos gobernaba España, ya que esa tierra era parte del imperio, pero no fue hasta 1556 cuando el país se volviera una nación por separado como la conocemos ahora. Fue en 1556 cuando Carlos, deseando pasar los últimos años de su vida en un monasterio, dividió el imperio renunciando a la dignidad imperial. Su hermano Fernando asumió dicha dignidad. España y sus nuevos dominios en el Hemisferio Occidental, incluyendo México, fueron asignados a su hijo Felipe, conocido en la historia como Felipe II, un muy gran monarca por su propio derecho.

La teoría del Imperio era que la Iglesia y el Estado, Papa y Emperador, obrarían conjunta y armónicamente por la paz y la prosperidad, con el objeto de que sus súbditos pudieran permanecer tan cerca de Dios como fuera posible. Los escritores han tratado de describir esta armonía de diversas maneras. Por ejemplo, el Imperio ha sido comparado con un tren sobre su vía, la vía siendo la Iglesia y sus enseñanzas, la cual establece el curso del tren. Yo prefiero ver el Imperio como un barco. El Emperador estaría al timón. El Papa sería el vigía2 cuidando de que la nave no se aproximara a los arrecifes, y listo para lanzar una advertencia cuando él divisara uno. En toda la historia no se ha intentado un gobierno más ideal.

Desafortunadamente, varias veces a lo largo de los siglos, el Emperador o el Papa, uno u otro, trataron de actuar tanto de timoneles como de vigías, creando una tensión entre la Iglesia y el Estado. En ocasiones, la tensión se convertía en conflicto. A ese punto se llegó en 1527 cuando las tropas de Carlos V saquearon Roma (Carlos no tenía intención de que ocurriera un saqueo, y sus generales fueron incapaces de pararlo,)

Felipe II y los reyes de España que le sucedieron habrían de conocer épocas de tensión y de franco conflicto entre la Iglesia y el Estado, como había ocurrido y habría de ocurrir con varios otros emperadores. A final de cuentas, el estado fue el que habría de prevalecer en España, aun cuando no a tal grado extremo como en algunas otras naciones. España no era como Francia, con el desastre del galicanismo, o como el Imperio bajo José II. Mucho menos se asemejaba a Inglaterra, donde un monarca, Enrique VIII, simplemente se declaró Cabeza de la Iglesia de ese reino.

Todo esto nos es de interés porque, como resultado de ello, durante los tres siglos en que México fue español, la Iglesia en México estaba generalmente sometida a la Corona, aun cuando su situación no se presentara en esos términos. Más bien se presentaba que la Iglesia gozaba de la protección o del "patronazgo real" (término que realmente se usaba) de la Corona. Debe mencionarse que, por su parte, la Iglesia no hallaba su situación demasiado objetable, ya que el Real Patronato le garantizaba derechos de los cuales no goza en parte alguna del mundo en estos días. El rey podía, ciertamente, nombrar obispos, pero a ninguna secta se le permitía ejercer en púbico lo que era derecho exclusivo de la Iglesia hacer, hablando objetivamente: declarar qué enseñanza religiosa es Cristiana y qué otra no lo es. El tiempo llegaría cuando la Revolución en México, consciente de la historia pasada, pero ignorando la enorme diferencia entre la corona católica y el estado puramente laico y anti-religioso que ella estaba estableciendo, intentaría, primero, hacer a la Iglesia subordinada del estado, para luego de plano suprimirla.

Monarquía independiente

Ese intento no comenzó inmediatamente de que al país alcanzara su independencia de España en 1821. Eso fue porque los revolucionarios no estaban entonces al mando. De hecho, los hombres que encabezaron inicialmente el México independiente eran bastante conservadores y, casi todos ellos, monarquistas. Fue en la propia España donde los liberales llegaron al poder. Los mexicanos, con el apoyo de los obispos del país, buscaron la independencia precisamente por esa razón. Lográndola, cuando no encontraron algún príncipe extranjero que reinara sobre ellos, voltearon hacia un hombre de sus propias filas, Agustín de Iturbide, proclamándolo emperador. Así pues, el primer gobernante del México independiente fue un monarca católico. (Los libros de historia que llegan a mencionar este episodio, hablan de Agustín I — nombre que él tomó — declarándose a sí mismo emperador cual un segundo Bonaparte. Por el contrario, fue ungido canónicamente por el Obispo de Guadalajara,)

Debe recordarse en este punto que, en esa época, México era el doble del tamaño del que ha subsistido desde 1848: Texas, California y todo el resto de lo que en los Estados Unidos llamamos el 'Southwest' — todo eso era parte de México. El tener una monarquía católica ocupando gran parte de la América del Norte hacía incomodarse mucho a los protestantes que dominaban los Estados Unidos, una república liberal. Aun un México independiente que hubiera nacido como una república, pero una que fuera católica de carácter y no liberal, habría sido inaceptable para ellos. La visión católica de lo que debiera ser una sociedad era demasiado diferente de la de ellos. Con el tiempo, ellos habrían de actuar para eliminar la amenaza percibida de un poder católico que desafiara el suyo, arrebatando por la fuerza de las armas la mitad de México, y luego apuntalando la Revolución una vez que se hubiera instalado en lo que quedaba del país. Por lo pronto, maquinar la caída del Emperador Agustín era el primer punto del orden del día.

Traición masónica

Esto no fue difícil, dada la fragilidad que siempre ha caracterizado las instituciones de una nación cuando llega a su existencia por vez primera — y esto no fue menos para México que para otros. En 1823, Agustín viajó al exilio en Italia, y en México se proclamó una república. (Al año siguiente, creyendo poder seguir siendo útil al servicio de su país, e ignorante de que había sido sentenciado a muerte, Agustín regresó. Fue arrestado al llegar, y luego fusilado.) Fue entonces cuando el vecino de México al norte se pondría a trabajar en serio. Si el objetivo era socavar el país como nación católica; la antigua Catholic Encyclopedia de 1913 explica sucintamente cómo habría de comenzar la empresa:

"La masonería, promovida tan activamente por el primer embajador de los Estados Unidos, Joel R. Poinsett, comenzó a reducir gradualmente la lealtad que los gobernantes y el gobierno habían manifestado tener hacia la iglesia. Poco a poco, fueron promulgándose leyes contra la Iglesia, restringiendo sus derechos como, por ejemplo, en 1933, la exclusión del clero de las escuelas públicas, a pesar del hecho de que el presidente en esa época, Don Valentín Gómez Farías. exigía para el gobierno todos los privilegios del patronazgo real, con el poder de llenar sedes vacantes y otros beneficios eclesiásticos."

Aun con el riesgo de asignarle demasiado espacio a este bosquejo de antecedente histórico de La Cristiada, la referencia a la masonería que hace la enciclopedia apunta a la necesidad de hacer algunos comentarios sobre el papel que jugó en México esta fuerza particular del naturalismo organizado, especialmente porque, como dice claramente la referencia, éste ha sido un papel central.

Conceder esta centralidad parecería contradecir el pensamiento expresado al inicio: ése de que el éxito de la Revolución se debe más a nuestra propia naturaleza caída, que a las artimañas de este o aquel grupo u organización. Sin embargo, sí dejamos que las fuerzas del naturalismo organizado, incluyendo a la masonería, hayan tenido un papel importante que jugar en facilitar el avance de la Revolución. Eso en ninguna parte ha sido más visible que en México. Usualmente, la masonería puede entreverse tras los bastidores: En Francia en 1789, en la fundación de nuestra propia república liberal, y en Rusia en 1917. Por contra, en México ha estado al frente y al centro.

Para dar un ejemplo: Tan recientemente como en 1979, cuando el Papa Juan Pablo II visitó México en su primer viaje a cualquier lugar del extranjero como Sumo Pontífice, varias logias de todo el país pusieron anuncios de página completo en periódicos de la Ciudad de México, todas ellas a su propio nombre, protestando por la visita, y pronosticando consecuencias funestas.

Sea el que sea el alcance de su poder e influencia en los Estados Unidos, los masones de este país nunca han sido así de abiertos al mostrarse a sí mismos o de lo que esa organización se trata.

(Desde el punto de vista masónico, los acontecimientos ocurridos desde la primera visita del Papa a México han sido funestos. No solamente es ahora legal que los sacerdotes lleven puesto el alzacuellos en público, se les ha dado el derecho de votar. Todavía peor, el país tiene ahora a un católico practicante como presidente, Vicente Fox. Más aún, ha hecho constar que, en su juventud, él fue inspirado por historias del valor Cristero.)

Si la masonería empezó a ser una fuerza en la vida política de México tan pronto como el primer enviado de los Estados Unidos llegó al país, para los años 1920s era una fuerza mucho mayor. Esto fue reconocido por Emilio Portes Gil, escogido por Calles para ser su sucesor, cuando llegó a Presidente en 1929 y declaró: "En México, el Estado y la masonería se han vuelto una y la misma cosa en los años recientes."

Si así era el caso en el estado mexicano, era inevitable que fuera casi lo mismo en el ejército mexicano. Típico de sus oficiales fue el General Joaquín Amaro, Ministro de Guerra en la época de la Cristiada. Hubo una ocasión infame en sus años de ministro cuando sus colegas oficiales y masones le hicieron una fiesta en la Iglesia de San Joaquín en la Ciudad de México el día de su santo. La fiesta incluyó la actuación de una parodia sacrílega de la Santa Misa, con todo y champaña tomada en los cálices.

(No tan típico fue el que el General Amaro se hubiese convertido a la Fe Católica hacia el final de su vida. Algunos dirán ahora probablemente, que fue muy a propósito el que haya legado su muy extensa biblioteca de literatura anti-católica a los jesuitas.)

Protestantes americanos

Además de la masonería, aunque nunca en tanto grado, otra fuerza que activamente buscaba socavar México como país católico fue el protestantismo. Tuvo un éxito considerable, especialmente en el norte — la parte del país que tiene frontera con los Estados Unidos.

El norte es lo que algunos americanos se imaginan que es todo México: principalmente desértico y cálido. Antes de que la llegada del aire acondicionado hiciera posible para algunas poblaciones, como Monterrey, desarrollarse como grandes ciudades y centros manufactureros, el norte estaba escasamente poblado. No por coincidencia, los mexicanos se refieren a los dirigentes históricos de la Revolución de su país como "los hombres del norte" porque de ahí es de donde provenía la mayor parte de ellos, incluyendo a Obregón y a Calles. Estos fueron hombres que crecieron fuera del centro hispánico e indígena de México. Sus años formativos fueron pasados figurativa y literalmente más cerca de los Estados Unidos que del centro. Como consecuencia, muchas veces atribuían el "retraso" de su país al catolicismo. Veían el protestantismo del otro lado de la frontera como aquéllo que explicaba la riqueza y el progreso de los Estados Unidos.

Sin duda, hay algo de cierto en esa noción. Los católicos creen, o deberían creer, que hay algunas cosas más importantes que la de alcanzar riqueza. Adquirir virtudes es una de ellas. Los protestantes, especialmente si son de índole calvinista, ven la riqueza como un premio de Dios por su abstemia y su ética del trabajo, que ellos valoran como constituyentes de la virtud que verdaderamente cuenta. Esta diferencia en perspectiva entre los católicos y los protestantes produce estilos de vida diferentes. "El tiempo es dinero" es un aforisma norteamericano con raíces tan antiguas como la admonición de Benjamín Franklin de que "un centavo ahorrado es un centavo ganado". El tiempo no debe desperdiciarse. En los países católicos, especialmente los latinos de Europa y del Hemisferio Occidental, los hombre están dados a 'desperdiciar' el tiempo pasando largas horas en terrazas de cafés o en cantinas o en largas siestas. El protestante observará que ésta no es la forma de hacerse de dinero o de 'progresar'. Tenemos una observación nuestra: Es notable ver cuántos protestantes ricos eligen pasar sus vacaciones, o aun retirarse, en lugares como la Provenza o la Toscana o en Cuernavaca, para probar un poco de la vida que el despreciado católico disfruta todo el tiempo. Nunca se oye que alguno de ellos contrate a un arquitecto para que renueve la casa de una antigua granja en Kansas.

En todo caso, cuando los hombres del norte llegaron al poder a principios del siglo veinte, abrieron el país, como asunto de política, a la penetración protestante. Siendo ése el caso, los protestantes americanos en general apoyaban de todo corazón la Revolución en México. Como uno de ellos, S.G. Inman, del Comité de la Liga de Naciones Libres, lo habría de atestiguar ante un comité del Senado de los Estados Unidos en 1919: "Cuando comenzó la Revolución Mexicana, las iglesias protestantes se lanzaron a ella casi unánimemente, porque creían que el avance de la Revolución representaba lo que estas iglesias habían estado predicando a lo largo de los años, y que el triunfo de la Revolución significaba el triunfo del Evangelio. Había congregaciones enteras que, dirigidas por pastores, se pasaron de voluntarios al servicio del Ejército Revolucionario. Muchos pastores protestantes ocupan ahora puestos prominentes en el gobierno mexicano."

Para 1922, había 261 misioneros americanos colaborando con pastores protestantes mexicanos en 703 lugares de adoración, cuyas congregaciones en conjunto ascendían a 22,000 miembros. Para 1926, los metodistas operaban 200 escuelas en México. La YMCA estaba en todas partes. El Obispo Episcopaliano de México, Moisés Sáenz, era hermano del Secretario de Relaciones Exteriores, Aarón Sáenz. Esa relación en sí misma garantizaba que las misiones protestantes gozaran de cooperación gubernamental. Los protestantes también controlaban la Secretaría de Educación.

Descatolización

Jean Meyer narra la penetración protestante contra la creciente resistencia católica a la Revolución, resistencia que finalmente habría de producir la rebelión Cristera: "El proselitismo, siempre basado en los temas gemelos de la inmoralidad de los sacerdotes célibes y la rapacidad del alto clero, fue bastante efectiva en el norte y en las zonas despobladas de tierra caliente, pero en el resto del país produjo reacciones que muchas veces eran violentas, y que se hicieron cada vez más frecuentes después de 1926, conforme el protestantismo fue ganando fuerza. A los católicos les era evidente que el gobierno estaba colaborando cercanamente con las misiones yanquis, y que estaba obrando por la gran descatolización anhelada por Theodore Roosevelt como preludio para la anexión. Los políticos católicos habrían dado mucho por haber podido publicar este telegrama enviado por las iglesias episcopalianas de Toledo, Ohio, y de Taylor, Pennsylvania, al Presidente Obregón: "Millones de Norteamericanos están con usted y rezan por usted mientras usted lucha por soltar el yugo que la Iglesia Católica Romana ejerce sobre su gran nación."

De hecho, abrir el país a la penetración protestante y promover las sectas como cuestión de política empezó con el acceso de los hombres del norte al poder, pero ellos no eran los primeros en aspirar a la 'descatolización' de México. Ya no era el caso de que la Revolución en México hubiere empezado con ellos, no obstante que fue con ellos que se llamó a sí misma La Revolución. Ya hemos oído que la lealtad, tanto de los gobernantes como de los gobernados, hacia la Iglesia, comenzó a menguar — que fue llevado a que así sucediera — tan pronto como el primer enviado de los Estados Unidos hubiera llegado al país, poco tiempo después de que México hubiera alcanzado su independencia.

El paso de avance de la Revolución, y con ello el de la 'descatolización' que es la verdadera definición de lo que se busca, se aceleró en los años 1850s. Entre 1855 y 1857, cuando se adoptó una nueva constitución, se pusieron en vigor una serie de medidas promulgadas por el gobierno. Una exigía que la Iglesia se deshiciera de sus bienes raíces con excepción de las iglesias. Otra, requería el registro civil de los nacimientos, matrimonios y defunciones. Otra más, ponía los cementerios bajo el control del estado. Una rebelión apoyada por dirigentes católicos estalló contra la nueva constitución. La lucha entre los rebeldes y las fuerzas del gobierno duró tres años.

El gobierno de esa época estaba encabezado por Benito Juárez. Era considerado tan altamente en los Estados Unidos, que sigue siendo probablemente el único presidente de México que muchos americanos pueden nombrar. Desde Veracruz, la ciudad en la costa del Golfo donde estableció una capital temporal durante la guerra de 1858-60, expidió numerosos edictos, conocidos colectivamente en la historia de México como las Leyes de Reforma. El primero, decretó la separación absoluta de la Iglesia y el Estado. Otros, nacionalizaban todas las tierras de la Iglesia, prohibían a los funcionarios públicos asistir a celebraciones religiosas, hacían ilegal dar diezmo a la Iglesia, abolían las órdenes monásticas3; prohibían a las ordenes femeninas admitir novicias, hacían el matrimonio por la vía civil obligatorio, y legalizaban el divorcio.

Su ejército, suministrado abundantemente de armas por los Estados Unidos, finalmente prevaleció en el campo de batalla, y Juárez re-estableció la capital en la Ciudad de México. Los dirigentes conservadores, sin embargo, se rehusaron a conceder la derrota, y buscaron ayuda en Europa. Napoleón III, Emperador de Francia, estuvo dispuesto a proporcionarla.

Emperador Maximiliano

Los conservadores deseaban revivir la forma de gobierno que México había disfrutado cuando se hizo independiente: la monarquía. Buscaron un príncipe que los gobernase. Hallaron uno en un descendiente de Carlos V. Era el Archiduque Maximiliano de Habsburgo, cuya ambiciosa esposa, Carlota, era hija de Leopoldo, Rey de los Belgas.

Reticente, al principio, de aceptar la corona de México que se le proponía, ya que su aceptación implicaba deponer todos sus derechos en el Imperio Austro Húngaro, pero presionado por Carlota y, sobre todo, por Napoleón III, Maximiliano finalmente aceptó. Tantas insensateces sentimentales se han escrito sobre él, que convendría escribir unas cuantas líneas sobre la cruda realidad de este interludio en la historia de México.

Explicar el por qué Napoleón eligió involucrarse está más allá de nuestro alcance. (En parte, México le debía una gran cantidad de dinero a Francia; en parte, los franceses siempre han estado fascinados por el país.) Sin embargo, el esfuerzo de restablecer la monarquía en México 45 años después del primer intento no hubiera sido posible sin antes guarnecer el país con una muy grande fuerza expedicionaria de miles de hombres. Fue bajo su protección, que Maximiliano y Carlota llegaron a México en mayo de 1864, para reinar como el Emperador Maximiliano y la Emperatriz Carlota.

Si la salvaguarda de los derechos de Cristo como Rey de la Sociedad debe ser la ocupación primordial del gobierno, era ciertamente más probable que esos derechos no fueran ignorados por completo bajo Maximiliano que bajo Benito Juárez (o bajo cualquiera de los que le sucedieron como presidente). De este modo, indudablemente habría sido mejor para México y aun para el mundo, si la empresa de Napoleón y Maximiliano hubiera prosperado. Sin embargo, desde su inicio, estaba condenada al fracaso. Eso es porque Maximiliano simplemente no estaba a la altura de la situación. El hombre era un romántico, un soñador. Puede haber tenido buenas intenciones, pero casi nada hizo bien, excepto morir virilmente cuando el momento de ello llegó. La peor cosa que hizo en particular fue rehusarse a restituir a la Iglesia y a otros terratenientes todas las propiedades que Juárez les había expropiado con las leyes de Reforma. Es un hecho que la Iglesia había llegado a poseer quizás hasta un 50% de la tierra cultivable del país, y que eso podría haber sido demasiado pero, haciendo a un lado la cuestión de justicia, con su reticencia se distanció de los propios sectores que deberían haber constituido su base de poder. Era insensato decidir para nada en contra de la restitución, y no había razón de ello excepto que Maximiliano se imaginaba que esa postura le ganaría "el amor del pueblo," que él anhelaba.

Mientras tanto, Juárez nunca dejó el país. Estaba en el norte, siguiendo llamándose a sí mismo Presidente, y todavía reconocido como tal por el gobierno de los Estados Unidos. Más aún, luego de que cesó la Guerra entre los Estados en abril de 1865, Washington pudo proveerle de armas una vez más, al mismo tiempo que, por la vía diplomática, hacía saber a Francia y a otras potencias Europeas, que no estaba más contento en los años 1860s que cuatro décadas antes, con el prospecto de tener una monarquía católica por vecina.

Más Revolución

El resultado era virtualmente inevitable. Cuando Napoleón, sintiendo la presión de los Estados Unidos y previendo una guerra con Prusia, retiró sus tropas de México, Maximiliano se quedó solo para luchar contra los republicanos que habían comenzado a moverse hacia el Sur. Sin base sólida sobre la cual estabilizarse, gracias a su propia miopía, su trono estaba por derrumbarse. Despachó a Carlota a tratar de que consiguiera apoyo en las cortes de Europa, pero esa misión probó ser tan fútil como la suya propia cuando cabalgó al campo de batalla a tomar mando personal del mermado número de hombres que seguían siéndole leales y seguían luchando contra los juaristas equipados por los Estados Unidos.

Fue capturado en la ciudad de Querétaro el 15 de mayo de 1867, y ejecutado por un pelotón de fusilamiento el 19 de junio siguiente: Igual como lo hizo el Beato Padre Miguel Pro 60 años más tarde, dio la frente a sus ejecutores sin venda en los ojos ni la menor señal visible de miedo. (Hemos dicho que su muerte, si no otra cosa, fue acorde con su dignidad. En cuanto a Carlota, vivió en uno de los palacios de su familia en Bélgica, hundida en la locura, creyendo seguir siendo una emperatriz en funciones, hasta 1927.)

Así como nuestra guerra de 1861-65 determinó de una vez y para siempre si los Estados Unidos continuarían como una federación de estados soberanos, como era la intención de la mayoría de los Padres Fundadores, o como una nación unitaria con el poder político centralizado en Washington DC, de igual manera, la caída de Maximiliano determinó de una vez por todas si México habría de existir como una monarquía o como una república. Había todavía, sin embargo, cierta cuestión sobre qué clase de república habría de ser.

Eso no se determinó completamente en los años de la presidencia de Juárez, ni siquiera cuando, en 1873, su sucesor, Sebastián Lerdo de Tejada, incorporó las Leyes de Reforma a la Constitución. Ese año, y varias veces durante los siguientes cuatro, campesinos en una media docena de estados, alentados por el clero local, se rebelaron contra el gobierno. Luego, en 1877, el General Porfirio Díaz tomó el poder. De ninguna parte toleraba él desorden alguno; no en 1877 ni en cualquier otro momento durante los 34 años que gobernó México con mano de hierro.

Tolerancia Republicana

Díaz fue otro masón, y las restricciones anti católicas, para entonces ya incorporadas en la Constitución, permanecieron ahí. Sin embargo, él fue un dirigente digno de ser llamado estadista. Más al caso, con el propósito de mantener la estabilidad y el orden, seguía consistentemente una política de conciliación hacia la Iglesia. Eso significaba que muchas de las restricciones constitucionales simplemente no se hacían cumplir. Para los años 1890s, podían establecerse diócesis nuevas, y hasta había escuelas católicas en muchas partes del país. Además, luego de que el Papa León XIII publicara para todo el mundo su gran encíclica social, Rerum Novarum, quizás el documento papal individual más influyente de los pasados dos siglos, los dirigentes católicos de México, igual que en muchas otras partes, comenzaron a promover una reforma social. Porfirio Díaz les dio libertad de hacerlo, y eso en una cada vez mayor medida. 

No es éste el lugar para hacer una evaluación del catolicismo en México a la vuelta del siglo veinte, pero en 1903 se convocó a un congreso de fieles en Puebla. Fue seguido de otros congresos organizados en otras ciudades en 1904, 1905 y 1908. Se discutía la organización de sindicatos, el establecimiento de escuelas de agricultura, la mejora de la salud pública, las condiciones de vida de la extensa población indígena, se hizo campaña contra contratos de trabajo injustos y fraudulentos — todos éstos y muchos otros temas, fueron discutidos y debatidos en esos congresos.

Aquí, de nuevo, Díaz lo toleró. Lo que no permitía es que los católicos se hicieran activos como católicos en la política. No podía existir un partido católico (o un partido de cualquier otra coloración). Luego, en 1910 se levantó una revuelta contra él, dirigida por Francisco I. Madero, mejor descrito como una clase de Kerensky mexicano. En 1911, pocas semanas antes de que Díaz fuera derrocado y enviado al exilio, el Arzobispo de la Ciudad de México, temiendo que el viejo autoritario pudiera reunir católicos para la defensa de su régimen, convocó una reunión de dirigentes laicos que, de ahí, fundaron un Partido Católico Nacional.

El nuevo partido comenzó a florecer en dos estados, Jalisco y Zacatecas, y llegó a ganar control sobre las legislaturas. Aprobaron leyes que proveían de seguros de accidentes para trabajadores, que eximían de impuestos estatales y locales a las cooperativas de crédito, y que exigía que los patrones concedieran el día libre en domingos.

Un giro indecoroso

Madero era un liberal, pero personalmente era una persona decente. Dado todo lo que siguió, fue desafortunado el que hubiera sido derrocado y asesinado junto con su vicepresidente, por el General Victoriano Huerta en Febrero de 1913. Fue entonces cuando la Revolución, como La Revolución, verdaderamente tuvo su inicio en México.

Huerta fue pronto opuesto con éxito por otra facción de revolucionarios que se llamaban a sí mismos constitucionalistas. Su dirigente, un gobernador de estado de nombre Venustiano Carranza, estaba dispuesto a permitir a la iglesia ejercer algunos derechos, como seguir manteniendo su sistema escolar, pero fue superado en número, en la dirección de su grupo, por hombres determinados no simplemente a eliminar la influencia católica en la vida pública de México, sino a "librar" a los mexicanos aun de la práctica privada de la religión. Para mediados de 1914, los elementos radicales estaban confiscando edificios de iglesias y encarcelando o exiliando a obispos, sacerdotes y monjas. Sus actividades culminaron en 1917 con la promulgación de todavía otra constitución más.

Muchas de sus disposiciones estaban ideadas para eliminar a la Iglesia como fuerza en la vida de la nación y, en última instancia, eliminarla por completo. El Artículo 3° exigía que toda la educación primaria, fuera ella pública o privada, tuviera un carácter exclusivamente laico, el clero tenía prohibido establecer o dirigir escuelas primarias. El Artículo 5° hacía ilegales los votos monásticos, así como las órdenes monásticas. El artículo 24 impedía el culto público y cualquier otro tipo de acto público (como las procesiones) fuera de las iglesias. Esas iglesias y todas las edificaciones propiedad de la Iglesia (residencias de obispos; seminarios, conventos, hospitales, orfelinatos, etc.) fueron declarados propiedad del Estado por el Artículo 27. Todo eso era bastante malo, pero fue el Artículo 130 el que más importaba. Daba poder al gobierno federal de "ejercer en asuntos de culto religioso y disciplina externa tal intervención que la ley autorice." (¿Qué es lo que eso exactamente significaba? Cualquier cosa que al gobierno se le viniera en gana.)

El mismo artículo prohibía toda publicación que se considerara religiosa por su título, por su política, o "meramente por sus tendencias generales," que comentaran sobre asuntos públicos, declaraba a los clérigos ser miembros de una profesión y, por consiguiente, sujeta a reglamentación civil (a las legislaturas de los estados les daba la autoridad de determinar el número de clérigos que podían permitirse que ejercieran en sus estados), y muchas cosas más, incluyendo la negación de ser enjuiciados por un jurado por violaciones al Artículo 130.

La nueva constitución fue promulgada el 5 de febrero de 1917. La mayoría de los obispos del país estaban exilados en Estados Unidos en esa época. Desde ahí emitieron una protesta en abril pero no fue mucho lo que protestaron. Afirmando que también ellos deseaban que la democracia se estableciera en México, apelaron a la tolerancia para que la Iglesia pudiera ejercer su autoridad moral para asistir al gobierno "en su tarea de promover el bienestar nacional."

La protesta de Sus Excelencias no fue exactamente un llamado a la resistencia. En los años siguientes hasta mediados de los años 20s se vio, en palabras de David Bailey, "un constante crecimiento de la oposición católica a la Revolución." No puedo narrar aquí la crónica de los hechos, pero fue durante ese período que fueron fundadas tanto la ACJM como la LNDR. Para cuando estalló la rebelión Cristera, la LNDR ya tenía 800,000 miembros, lo cual suena impresionante hasta que uno se entera de que la mayoría era de clase media y, de hecho, mujeres. Estos miembros pensaron que tenían demasiado que perder, y se esfumaron como "oposición" tan pronto como comenzó la rebelión, y los dirigentes de la LNDR tuvieron que pasar a la clandestinidad.

Una Iglesia Nacional

La siguiente fecha importante para nosotros es el 21 de febrero de 1925. Era sábado. Poco antes de las ocho de la mañana de ese día, cien hombres armados que se hacían llamar "Caballeros de la Orden de Guadalupe" entraron a la Iglesia de la Soledad en un vecindario de clase trabajadora en la Ciudad de México. Pronto echaron fuera al pastor, a sus dos ayudantes, y a los fieles que habían ido a oír misa a esa hora. Pocos minutos después, un sacerdote de 73 años llamado Joaquín Pérez llegó escoltado por otro grupo armado, y se proclamó a sí mismo "Patriarca de la Iglesia Católica Mexicana." Pérez era un ex-masón que se había suspendido a sí mismo para servir en el Ejército Revolucionario. Pronto se le unió otro sacerdote, Manuel Monge, quien tenía una ficha policiaca en su España natal y que en ese tiempo vivía con una mujer.

Todo estaba quieto en La Soledad el domingo, pero cuando Monge se apareció en la iglesia para decir la misa de las once de la mañana del lunes, los feligreses lo agredieron. Huyó a la sacristía y estalló una revuelta general en la que participaron por lo menos mil personas. Fue necesaria la policía montada y los bomberos empleando mangueras de alta presión, para desbaratarla. Muchos feligreses fueron heridos y uno fue muerto.

Quién estaba verdaderamente detrás de los "Caballeros" se hizo obvio cuando el gobierno emitió un comunicado: "Los miembros de la Iglesia Mexicana [o sea, el grupúsculo de Pérez] no deben recurrir a métodos censurables para obtener lo que las autoridades están dispuestas a otorgarles, siempre que lo busquen de manera pacífica y cumplan con los requisitos de la ley." Más aún, luego de que Pérez y Monge fueron echados de la Soledad, Calles ordenó que se cerrara la iglesia y se convirtiera en biblioteca pública. A Pérez le asignaron otra iglesia ubicada más centralmente, una que había estado vacante durante un número de años.

Aun en su época, Benito Juárez había tenido correspondencia con obispos episcopalianos de los Estados Unidos, sondeándolos acerca de su disposición de establecer una Iglesia Nacional en México. Un par de veces más ha habido intentos reales de establecer tal tipo de entidad cismática, comparable con la así llamada Iglesia Patriótica que existe en la Republica Popular Comunista de China. De manera que el incidente de La Soledad no representaba una novedad, sino que eran los antecedentes inmediatos, a la luz de los cuales los católicos de México veían los acontecimientos que habrían de ocurrir en los meses siguientes. Por ejemplo, el culto católico fue efectivamente suprimido en Tabasco cuando el gobernador de ese estado ordenó que se hiciera cumplir una ley que ordenaba que todos los sacerdotes estuvieran casados y fueran mayores de 40 años para poder ejercer su ministerio. En Hidalgo, la legislatura limitó el número de sacerdotes en ese estado a sólo sesenta. Funcionarios del gobierno cerraron todos los seminarios y otras escuelas católicas en Jalisco y Colima. A finales de febrero de 1926, Calles envió un mensaje a todos los gobernadores de los estados, urgiéndoles que tomaran medidas inmediatas para hacer cumplir los artículos constitucionales sobre el tema religioso. En un discurso pocos días después, declaró: "Mientras yo sea Presidente de la República, la Constitución de 1917 va a ser obedecida." En abril, el Papa Pío XI ordenó oraciones públicas por México en las iglesias de Roma. En junio, dirigió una carta a la jerarquía mexicana urgiendo paciencia, pero también firmeza. Luego llegó el 2 de julio de 1926.

La Gota que Derramó el Vaso

Esto sucedió cuando el gobierno publicó un decreto con 33 artículos que habría de ser conocido como la Ley Calles. Su efecto fue exigir el cumplimiento uniforme en toda la nación, de todas las disposiciones anticatólicas contenidas en la Constitución, y estipulaba penas para los funcionarios públicos que omitieran hacer cumplir esa ley, así como para los particulares. Lo más preocupante para los obispos era una disposición que exigía que todos los pastores se registraran ante el gobierno. Claramente, el control episcopal sobre la Iglesia de México quedaba así amenazado. El gobierno se estaba preparando para arrogarse el poder de nombrar y remover sacerdotes.

¿Qué hacer? ¿Desafiar simplemente al gobierno y ordenarles a los sacerdotes no registrarse? Los obispos carecían de las agallas necesarias para eso. Pendiente de la aprobación del Vaticano, que pronto habría de llegar, decidieron tomar una acción sin precedente en nación alguna en toda la historia de la iglesia. Se anunció en una carta pastoral del 24 de julio, que los sacerdotes serían retirados de todas las iglesias del país; no habría culto público por un período indefinido. La carta hacía énfasis en que el país no estaba siendo puesto en interdicto. De todas maneras, el momento no podía ser más dramático. Como lo escribe David Bailey, el domingo 1° de agosto de 1926, el día en que surtió efectos la medida, "Por primera vez en más de cuatro siglos, ningún sacerdote subió al altar de iglesia alguna en México para decir la misa del domingo."

Algunos miembros del gabinete estaban seguros de que la Revolución había conseguido una gran victoria. Ya que ellos no eran creyentes, suponían que, con los sacramentos ya no fácilmente disponibles, los católicos dejarían de seguir siendo creyentes. Varios de ellos hacían diferentes predicciones acerca de cuántos católicos abandonarían la fe cada mes que la misa dejara de ser celebrada en iglesia alguna.

Los funcionarios estaban equivocados. Ciertamente, la gran mayoría de los católicos mexicanos, como la gran mayoría de los de cualquier país, pudieran no ser lo que se dice muy devotos. Mientras no fueran afectados personalmente, podrían hasta ver con indiferencia lo que estaba haciendo el gobierno. Para muchos, sin embargo, la situación cambió cuando, como en La Soledad, fue una cuestión de que su iglesia fuese cerrada y su sacerdote estar indisponible para oír confesiones, bautizar bebés, enterrar a los muertos y, por encima de todo, decir misa. En las ciudades y las poblaciones grandes, un fiel católico podría hallar misa en algún lado (usualmente en una casa particular). No era así en las aldeas y rancherías del campo y, al igual que los fieles de La Soledad, los católicos se sublevaron cuando su misa fue amenazada directamente; y así comenzó la rebelión Cristera, y se lucharía en el campo.

(Continuará)

domingo, 17 de octubre de 2021

The Oral Style in the Gospels

Six Unpublished Conferences 

Second Conference -- The Oral Style

By Father Leonardo Castellani

Translated from the Spanish by Roberto Hope

The Holy Books are written in an oral style — that is, they were first quoted from memory and later transcribed in writing. This is a quite important discovery for the study of Scripture made by Jesuit Father Marcel Jousse (my teacher in Paris) in 1932, that has been slowly penetrating in Germany and England, very little in France, and almost not in Spain.

In this lesson, I will present what I omitted saying in the Introduction to my Comments on the Gospel; that is, the scientific foundation of the oral style. As support, I will take a question once made to me by a young sales clerk in a bookstore.

How did Jesus Christ write?

Jesus Christ did not write,

How is it, then, that we now have a written Gospel?

Transcribed, rather than written.

And I informed him that the Gospels were recited first.

Then, Christianity in its entirety is up in the air — said he.

We will leave it in the air for the time being and settle it again later, explaining how the Gospels came about, with which their authenticity, rather than being ruined as the young man said, gets strengthened.

Christ did not write the Gospel, neither did he dictate it to Matthew, Mark and Luke; He did not dictate it, except in a very special sense. The first Gospel, that of Matthew, was transcribed some seven years after Christ having died; perhaps a bit more, but not more than 18 years; the last Gospel, that of John, took some 40 or 50 years. And in the meanwhile? In the meanwhile it was transmitted by 'oral tradition'.

Does that mean they were being learned by memory by some persons from others?

In a certain sense, yes.

But that is quite unverifiable; really, if the Christian faith about Christ being God is based on those four pamphlets...

Indeed, this faith is based on those four pamphlets; we have no other documents on the sayings and deeds of Jesus of Nazareth. But they are not the least unverifiable: quite the contrary.

How have those unique pamphlets which so much noise have caused and so great effect have had in the world? What has the form of their composition been? And how do you prove all that? Marcel Jousse proved his discovery, in a strictly scientific manner, in a quite hard to read paper titled "Le Style oral rythmique et mnémotechnique chez les Verbo-Moteurs" (The rhythmic and mnemonic oral style among the verbomotor people).

Let's stretch out the objection of the young bookstore sales clerk with an example: let´s suppose that a biography of Hipólito Irigoyen were written today by an author who does not even put his last name on the work, he just signs it Gabriel or Robustiano; there is no reference in it to any document, all of it is conversations of Irigoyen with the author; in it, utterly extraordinary acts by Irigoyen are narrated, let's say that he once stopped the rain with a single word, or paralized General Uriburu's soldiers with just one cry.

Let's suppose, moreover, that all documents dealing with Irigoyen had been annihilated, his certificate of baptism, his law degree, the collection of "La Época" daily, and any and all journals which make any single mention of Irigoyen.

Even more, let's suppose that the biography is not written seven, but fifty years after his death; and everyone who reads that book is obligated to believe it, to pay a 60% tax on all his belongings to the People´s Radical Party, and to die for that party should it become necessary.

This is what appears to the eyes of the bookstore sales clerk in considering the Gospel. Evidently, such a book on Irigoyen would not be believed, it would have no authority. And what would he think if half the world believed it? That half the world or more had become crazy. This is how Catholics appear in the eyes of the sales clerk.

He lives, just as all of us, in the world of the written style; but ... a different world has existed, the world of the oral style, of which traces and examples remain, even in the language of children, of drunkards, and of madmen; and also of the great orators and the great poets. By means of science — by means of very profuse and accomplished scientific investigations, we can exit this world to which we are accustomed, and move for a moment to the Palestine world of 2,000 years ago, the world of Rabbi Jeshuª ben Nazareth, who pretended the title represented by his name, Savior, "Jeshuª" . 

Let's imagine ourselves standing on the hill called "the horns of Hattin", at a break in the mountains surrounding the lake of Genezareth, in the year 31 or 32 of our age. There is a man dressed in white on one of the small rocky "Horns" or hillocks, who can be seen by the crowd located at the foot, in the "Valley of the Dove". The man has at his back, the lake and the smooth hills that surround it; at his front is the snow-capped crest of Mount Hermon; at his left, Nazareth and Mount Tabor, at his right, the town of Bethsaida Julia

Those who followed him were standing or sitting, as they could, on the roughness of the rocks; they could have been 5,000 men, maybe more, maybe less, but not less than 1,000: 'turba multa', that is, a large crowd, coming from everywhere in Judea or from outside Judea. Having seen the photographs we have of the area, it is impossible for a man, even if he were a stentor yelling, to make himself heard by the people at the foot of the hill as believed by José María Bover; and there is no place in all of Judea more suited for one to make himself heard, other than this kind of natural pulpit. The question: "How did Christ preach to those large crowds that the Gospel describes?" Up to now, that had been an unanswered question, it was simply incomprehensible. How did he preach? Yelling? Using a megaphone?

The man dressed in white with a red headband on his temples over his turban, stood up and gave a signal to indicate that the 'Sermon of the Mount', that we now quote, would begin; in actuality, his Oral-Improvised-Recitation. "He opened his mouth (άνοιξαν τα στόμα) says the Gospel, and if he spoke, he naturally opened his mouth; but that expression represents the conventional signal with which the reciter would indicate his starting to talk, or demanded attention, and slowly moving himself rhythmically, uttered this balad:

Blessed are the poor in spirit:
for theirs is the kingdom of heaven.
Blessed are they that mourn:
for they shall be comforted.
Blessed are the meek:
for they shall possess the land.
Blessed are they that hunger and thirst after justice:
for they shall have their fill.
Blessed are the merciful:
for they shall obtain mercy.
Blessed are the clean of heart:
for they shall see God.
Blessed are the peacemakers:
for they shall be called children of God.
Blessed are they that suffer persecution for justice' sake: 
for theirs is the kingdom of heaven.
Blessed are ye when they persecute you
and revile you
and speak all that is evil against you untruly, 
for my sake
Be glad and rejoice then
for your reward is very great in heaven
For so they persecuted the prophets
that were before you.

These are the eight beatitudes, the opening or overture of the Sermon of the Mount. Those who heard them for the first time — since we are tired of hearing it — did not need interpreters, because they were the ones referred to, the poor, the sweet, the persecuted: they heard a kind of simple little poem that opens and closes with the same word, the “Malkûtha”, magic word to the Hebrews : the kingdom of the Messiah; small poem inside of which is a kind of play of words — "sons of peace / sons of God" — of repetitions, of antithesis, a delicate rhythm and a delicate artifice which makes it quite easy to keep in memory.

Jesus sat again, and the Twelve stood up and repeated the Recitation word by word before the master, and then. climbing down from the summit, dispersed themselves among the groups, and then one or two from each group — the chiefs of the groups — repeated the recitation before the apostles and in turn dispersed themselves among the other groups. After a while the recitation had been memorized by hundreds and hundreds of hearers. This was the "printing press" of the ancient peoples of oral style.

The Apostles having come back, Jesus stood up again and pronounced another recitation.

"You have heard what was told to your parents:
Thou shalt not kill
And whosoever shall kill shall be in danger of the judgment.
But I say unto you
Whosoever shall say thou fool ...

And so forth: the recitation of the "Amplification of the law° or "Magnification of the law", seeped from top to bottom with the word 'say': 'it was said', 'I say', 'he who says',,,

The Sermon of the Mount was delivered that way, in an entire day or over several days — which was summarized in Matthew's Gospel, and put in writing some 8 or 9 years later. The Apostles had memorized in their heads — in their laryngeal and mouth muscles — the Recitations of the Master, and they would quote them to the groups of people that would ask them to; such was the task of the 'Apostolate' — quite different from that of the 'apostolates' of today. Apostle means 'envoy'; that is, depository of an inviolable message and authorized by the author of the message,

How can it be proven that this was so?

As I said, this system still exists nowadays, even though it exists in an imperfect form. Putting together the various imperfect forms, the entire system became clear. This system was a full blown institution in all peoples before the introduction of writing, of the document and the book. The experimental tests had been made by ethnologists, explorers, missionaries, linguists; with many languages and in many places, whose testimonies were compiled by Father Jousse in his 'Account'; but science does not want to know only the facts, but mainly the wherefore; and then arose a brilliant theory regarding human language, which Jousse called 'the psychology of the gesture'.

Human languages are the product of an evolution of human natural expression (which is not animal only, but animal-intellectual); evolution which has three stages: the manual style, the oral style and the written style. And the principle of such evolution is the 'gesture'.

What gesture?

The gesture taken in its most general sense.

If you study philosophy at the Instituto Nacional del Profesorado, in the first year you will be taught the origin of language in the following manner:

"The Traditionalists such as the Count De Maistre, pretend that language was taught by God to men.
The Positivists teach that language comes from a convention or agreement.
Max Müller says the language comes from an onomatopoeia or imitation,
Darwinists say that language is a transformation of the bestial screams and chatter of our symian ancestors..."

 And so forth.

The language comes from Gesture. In the beginning it was the Gesture. the gestures of the face are called 'grimaces', the gestures of the hand are called 'gesticulations', the gestures of the entire body 'attitudes', and additionally there are phonetic gestures of the bucal chords, larynx, tongue, palate, teeth, the 'voice'. All this we designate with the general name of 'gesture'; etymologically, the word has that meaning; from the verbs gésere and gestare: in Latin, gesture is the entire human comportment, including the features of the face; in old Spanish the face was called 'gesto' — a man could be 'agestado', 'malgestado', 'biengestado'...

"Virginibus tiriis mos est gestare pharetram”

says Queen Dido in Virgil: "The Tyrian maidens are used to get the quiver" — to carry the bow and the quiver on the back.

In summary, gesture means the face, the gesticulations, the attitude, the movement and the comportment — and by extension also the accomplishments of men: gesta Dei per francos, God´s accomplishments achieved through the Francs; 'chansons de geste´, songs of noble and heroic deeds; the geste of the independence; gestation, gesticulation, gestic, gerund — the word has been ramifying; in Spanish to "gestor" or "gerente", the manager of the English, one who handles, directs, controls.

But there is much more. There are internal gestures that express our emotions and are at the same time their material cause or support: he was fuming — he had a stiff face — I tremble just of thinking of it — my blood curdled — I got goosebumps — I went weak at the knees — my mind went blank — made my mouth water — my hair stood on end — he gnashed his teeth in anger — seeing him makes me sick — I can't stand that woman — I just can't stomach that kind of books — I was left speechless — it was shocking to me .... all these are internal gestures.

"My entire body was in shock". If I hear an unexpected door slam, or a fire gun shot, my entire body is shaken. Are you sure of that? You are wrong. The entire body vibrates the same, but so faintly that it does not reach the level of consciousness. This was proven by psychologist Feré through Mosso's balance, and it had been discovered earlier by Maine de Biran. Any sensation, no matter how faint it is, is a vibration; that is, a gesture. It was thought that eyesight was an exception to this, vision appears to be static, something like a mirage or a photograph. No. Dr. Nuel has proven that vision is supported by very delicate muscular and nervous movements, a “bundle of brain reflexes”, as they say today; but not only of the brain — also muscular ones. Do we think with the brain? No: we think with the entire body, and we say that some people think only with their heart — or with their stomach. “There is not a single drachma in man´s body that does not think the same way that he lives”. Uncultured people have a 'somatic' religion; that means, it has no religious sentiment other than by means of movements; for example, walking on their knees from the door of the Cathedral in Cajamarca to the image of the Virgin of the Valley, practice that some priests forbid. Religious sentiment has also three stages, somatic, psychic, and pneumatic.

Experimental psychology has come to confirm what the ancient people said, that "life is movement": vita in motu Aristotle had said; That is, it is gesture. Pleasure, for example, is the conscience of a harmonious dynamogenesis — pain is the conscience of an inharmonic dynamogenesis; and the language is a directed and significant dynamogenesis: some women cannot think without talking, and some men too. A kind of continuous and marvelous dance is what we call life; and the drum is the heart. This is why dance is the first of the fine arts and the origin from which all the rest came; and the origin of language is a manual rhythmic and imitative state. 

The vital human gesture is comprised of energetic explosion, imitation and rhythm. If we inquire how the body comes about to produce movements, the method is always the same. It consists of using certain substances that could be called explosives, and like gunpowder do not await but a spark to explode. I speak of food. especially of the carbohydrates (mainly sugar) and fats- We have a sum of energy stored, ready to produce movement. This energy has been gradually, imperceptibly obtained from the sun by plants; and an animal that feeds on a plant or of another animal that has fed from a plant (as when we eat chicken) simply makes pass through his body an explosive that life manufactured by storing solar energy. When it makes a movement, it releases stored energy ... This is what biological chemistry tells us. This is the body of the gesture, what we call "energetic explosion". The soul is its sense or signification; and man from his intellect is capable of perceiving that sense: and so, instead of saying 'I was scared' he says 'my hair stood on end'

Man is capable of more: he is capable of intentionally giving a sense to his movements in order to say things; that is, he is capable of representing, of mimicking. Man is the most imitating animal in existence, says Aristotle; and from that — he says obscurely — poetry was born. All his gestures are subject to an absolutely universal law, which rules everything from the movement of the stars to the beats of the heart, which we call rhythm; which we cannot define unless with the word 'measure', a certain measure, and man is capable of becoming aware of the rhythm and seek it on purpose, and again from it is born poetry, music, song, and dance, which is a combination of the first three (like the South American 'pericón con relaciones' folk dance) and afterwards the oral style, which is also a combination of the three. Thus, scientifically, the expressive movements of man (and all are so in some way), that is 'his gestures' comprise four elements, two of them essential. body and soul, energetic explosion and sense; and two properties, rhythm, property of the body, and mimesis, property of the soul.

Theoretically, the manual and corporal style was first; I say theoretically because phonation, the phonic gesture existed always at the same time, and the purely manual style never existed, except in the deaf-mute. It belongs to language prehistory, it no longer exists, even though its traces exist everywhere. In fact, there are redskin tribes (Father Jousse traveled to North America to study them) that cannot speak at night if they don't light a fire: their language is a mixture of gesticulations and sounds, and I am about to believe that the same happens with the Napolitans and the Jews. But why go so far? Have you not seen an orator such as Mussolini, Father Golia, German Dominican Gozzano? The extraordinary force of their word, that sort of magic or magnetism, comes from the fact that their body accompany it in everything, as if it were a single thing, as full expression is, or should be, knowledge and emotion at the same time. The great orator dances his discourse. Mussolini used to move himself little, but he moved as a lion. In contrast, Hitler literally danced, he seemed to be Italian. The bad orator, the orator of written style, moves his arms or his head haphazardly, his gestures are nothing more than discharges of excessive nervousness and his words do not incarnate those movements, stiff, conceited, sometimes ridicule. I saw a great preacher in Mendoza who, to note that his sermon was well done, it was necessary to close your eyes,

Children are a bundle of natural gestures, which have to be directed and not repress too much; bad teachers repress too much.

"What's that, you crying? Boys do not cry."

"Aren't you going to sit still at the table?

"Oh, Monica behaves quite well, she behaves as a young lady."

"Please, Johnny, do not point the finger at people"

"Charlie, don't laugh so noisily"

"Fred, it is not necessary for you to jump to say you are glad you got a bicycle"

"Susan, don't run like that, you are not a small child anymore"

"Lucy, don't hug just anyone in the street, you're seven already"

Repressing the gestures is good, since the way to repress emotions, which form one thing with them, are the internal gestures that produce the external ones, and that leads to self-control; but caution, not too much nor too early. Our education takes the child and submerges him into the written style: read and write; what things, dear God! The book: I am not going to talk against the book; it would mean ruining my business, I write books, but books aren't everything and before the book there are other things. Sports: they are very good, but it is too little; much better to direct the gestures of children are games, song and dance, manual work and pure mimesis or theatrical representation, which the goold schools of old used to have: At Stonyhurst College (which I visited in 1933) boys study latin and greek, but they frequently present Shakespeare plays (and there is a teacher in charge of theater exclusively) and every boy has to learn a manual trade.

Leaving aside the paedagogical applications of the psychology of gesture (which I expounded in another conference) let's go back to our topic, exegesis. The Apostles, in possession of their Teacher's talks, composed in the same style other recitations, with His acts, His miracles, His Passion and Death. Where? Perhaps in the Cenacle, where they remained shut in with the Virgin for 40 days. It is revealing that the primitive Holy Fathers call the Gospel "The Apostolic Catechesis." Saint Peter would stand up during the supper (which is our 'mass' of today) before Communion and recite a piece of the life of the Teacher, the one he was asked. His interpreter or "meturgeman", Mark, would translate it into Latin or Greek. The faithful in Rome, people of written style, would have asked Mark to put Peter's preaching in writing. Saint Peter may have not been very happy with that, but did not forbid it — says historian Eusebius. That way our Gospel according to Mark came about in year 55 (that is, 22 years after Christ's death), which is in reality the preaching of Saint Peter

Let's put the Gospel of next Sunday as an example.

-A-

Jesus had again crossed over by boat to the other side of the lake

a large crowd gathered around him while he was by the lake

a man approached

he was a leader of the synagogue

-B-

he saw Jesus 

he fell at his feet

He shouted

and pleaded

Rabbi, my daughter is dying

Please come to my house

put your hands on her

and she will be healed and live

-A-

And Jesus stood up

And a large crowd followed him

And a woman was there 

who had been subject to bleeding 

-B-

she heard Jesus

she came up behind him

and touched his cloak

and she thought

If I just touch his clothes,

I will be healed.

Immediately her bleeding stopped

and she was healed.

Our Gospels in Greek keep traces of the oral style everywhere; It suffices to translate a pericope to the Aramean, as Father Jousse has done, for the original lttle poem of the verbomotor peoples to appear in all its purity and with all its ingenious laws: the propositional gesture, the parallelism or repetition of the first gesture in the form of an echo, the word

This discovery of the "oral style" has brought much light to exegesis; it has resolved many difficulties. Allow me to give you some examples: 

1) Maldonado's “superfluous features”. In the Parable of the Great Banquet the king who made the invitation says: “The fat calf has been killed, the chickens have been seasoned". The ancient fathers thought that parables were ‘allegories’ (they are nothing but symbols), they tried to interpret all the features of the narrative and would leap into a sea of the imagination to the point of the outlandish; for example, "the fat calf means the hierarchy, the seasoned chicken means the faithful". Juan de Maldonado in the sixteenth century saw that such interpretations lead to nowhere, saying: "They are ornamental features, superfluous features that signify nothing" — that is, paddings, as if Christ were a bad poet. No. They are simply a cliché of the oral style, as the tail of Tobiah's dog; and within the symbol of the invitation "means my banquet cannot be postponed (on these matters of allegory and symbol we will see more in the next conference).

2) in His 'Eschatological Sermon', Christ said: "Amen I say to you, that this generation shall not pass, till all these things be done." The modern impious raised a serious difficulty against Christ, so much so, that a rationalist school called the 'eschathological school', founded by Julius Wellhausen in 1860 and the present head of that school is that Alsacian Swiss, Sweitzer, to whom so much flattery is given by the newspapers: this school claims that Christ erred by believing that the end of the world would come within 40 years, and that therefore Christ was as son of God and as prophet as you or I — or even less. No. Christ was asked two things at once, the end of times and the destruction of Jerusalem; and Christ answered both together, as all the nabis and reciters — doctors — prophets of an oral style; that is, he described the type and the antitype at the same time, a proximate event and a remote one.

3) The Holy Virgin, on being greeted as Mother of the Messiah by her cousin Isabel, prorupted in a hymn we now call the Magnificat

My soul proclaims the greatness of the Lord
and my spirit rejoices in God my Savior

From this hymn which has nine double propositional gestures, the Germans drew an objection against the authenticity of the Gospel of Luke — that is, against Saint Paul: it is an invention, a literary creation: because it is impossible that a fourteen or fifteen year old girl could have improvised at once such an admirable little poem, which includes 11 or 14 allusions to the Old Testament. But it turns out that that feat is not impossible for a young girl of the oral style who has been educated in the temple of Jerusalem. The holy martyr de Foucauld, who lived as a hermit among the Bedouins and was martyred by them, he found out that a poor arab woman, of the tribe of Imrad, who received charity from a French official, thanked him by improvising a hymn full of cliches of the arab poets from among those she had learned and recited since she was a child:

I go out of my tent before the prayer
A march full of worries
I have left Tekadeit and Lilli there
Starving, extenuated, crying
Locusts are death to the poor
I met the captain that had pity on me
He is a man that strives for the good
he is valiant in war, he is generous
He is blessed with the cries of joy of women
he has merits before God
His defiance no one picks up
He can to all the pagans

And so, many other difficulties. But the main service rendered by Father Jousse's discovery is to have liquidated the famous "synoptic question" once and for all, which had become an unending mess (but still is being taught at the seminaries) and to have corroborated the authenticity of the Four Gospels and the apostolic writings (or recitations) for good.

In summary, Christ "preached", that is, recited in the old rhythmic and mnemonic oral style then common in Palestine: He deposited his message in a number of "living printers" zealously controlled ones by the others. This oral style has the following characteristics:

First: It is not poetry, though at times is very beautiful, more than the poetry of the present time (at least that published in La Nación's Supplement), its primordial end is not aesthetic but mnemonic, to produce compositions that can be easily held in memory by the people, and to conserve that way (without printers or parchments) the great religious, historical, legislative, monuments of a people.

Second: Those compositions are not made with separate words but with set phrases, or with oral clichés, which are the primordial unity of all languages; the which are made up not of the separate words appearing in our dictionaries but by phrases; and this is why such thing called 'syntaxis' exists in them; the law for constructing the phrase.

Third: In those peoples, the institution called 'nabi' (or prophets in Israel) exists, of which a pale reflection are our South American 'payadores', who have as a purpose to conserve and transmit those recitations; and also create them, improvise them; then they are called 'rabbis' or teachers — as Rabbi Jeshoua ben Nazareth, who was not a beggar but had that honorable and important office: although he would recite for free and live on charity.

Fourth: Nabis do not change a word in the recitations of their Teacher; that was strictly prohibited.

Fifth: That way, the recitations have been kept intact, even over entire centuries, as has been proven experimentally; and when they are put in writing it is simply to control the reciters; thus, the tyrant Pisistratos had Homer's rhapsodies put in writing, when it was noted that the rhapsodists or reciters began to diverge slightly from one another.

So here is the answer to my bookseller: "How did Christ write?" To transmit His doctrine (His Revelation) Christ made use of an instrument even safer than if he had written a book, sent it to the printer and proofread the copy. If you open the anthology of my books that has been made by the National Commission of Culture you will meet with the enormous errors which make me say what I never said or thought. Books die or at least become old; many books of the time of Christ have disappeared. The oral, rhythmical, mnemonic transmission lives, and gives sequel to numberless books. The priests who know dead languages have as a mission that of reviving the words of Christ before the faithful in the current language.

So were produced "the Vedas" of the Hindus; the "Alkoran" of the muslims, and even the "Chanson de Roland" and the "Cantar del Mio Cid" in the Middle Ages; and eminently, the Four Gospels of Christ.


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