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lunes, 22 de mayo de 2017

Una Historia de las Revoluciones y sus Consecuencias para la Familia

Una Historia de las Revoluciones y sus Consecuencias para la Familia


Por Roberto de Mattei, ex-profesor de la Universidad Europea de Roma y fundador de la Fundación Lepanto


Conferencia dictada el 18 de mayo de 2017 ante el Cuarto Foro de Roma por la Vida, organizado por Voice of The Family


Traducido del inglés por Roberto Hope, de la versión traducida del italiano al inglés por Brandan Young que fue publicada en
http://voiceofthefamily.com/roberto-de-mattei-a-history-of-revolutions-and-their-effects-on-the-family/


Apreciamos lo bueno cuando lo perdemos. Si no queremos perderlo, debemos entonces apreciarlo por lo que que tiene de valioso.


La familia es algo bueno que estamos perdiendo. Ésta es la realidad obvia de la que debemos partir. La familia en Europa y en Occidente está pasando por una profunda crisis. Los sociólogos relativistas no  quieren hablar de una crisis, porque la palabra contiene, según ellos, un juicio moral sobre el fenómeno analizado. Hablan en lugar de ello, de una transformación de los patrones de familia o de una evolución de formas de familia. Pero también estas palabras contienen un juicio moral. Según la perspectiva relativista, todo lo que tiene lugar en la historia y en la sociedad es bueno. El bien absoluto se representa como cambio; el mal como estabilidad y permanencia en el ser. La moral relativista está fundada en una cosmología evolucionaria, que pretende ser científica sin serlo. El evolucionismo es una filosofía falsa que se sustenta en una ciencia falsa, y al mismo tiempo es una pseudo ciencia que está basada en una elección filosófica errada  Debido a eso, un discurso sobre la familia, como todo discurso, debe comenzar con una definición de los términos y conceptos sobre los cuales se quiere hablar.


La familia es una verdadera sociedad moral y jurídica, fundada en el matrimonio que tiene como propósito la transmisión de la vida y la crianza de los hijos. La procreación de los hijos es el fin primario al cual el matrimonio está ordenado por la naturaleza, desde su mismo origen. El origen de la familia y del matrimonio se encuentra en la naturaleza humana. El niño no nace por su propia voluntad y no es autónomo. La ley del nacimiento y crianza del hijo es la dependencia. La dependencia es la ley de la humanidad reunida en sociedad. Todo depende de algo, nada se determina por sí mismo. El principio de causalidad rige el universo.  Esta regla pertenece a los primeros e indemostrables principios que Aristóteles captó de la realidad [1]. Este principio presupone la primera primacía filosófica  del ser, contra la cual la cultura moderna opone la primacía del volver, que es la negación de toda realidad inmutable y permanente.


La Familia en la Historia.
La familia es una sociedad cuyo fin primario es transmitir la vida y criar a los hijos. Por ser la fuente de vida y de nuevas relaciones humanas, constituye la célula fundamental e irreemplazable de la sociedad. Todos los filósofos y pensadores políticos clásicos lo han afirmado, y la historia lo ha confirmado. Mucho antes de que apareciera el cristianismo, en la antigua Roma la familia era la célula de la civitas, y el matrimonio garantizaba la estabilidad social, constituyendo, según la definición precisa de Cicerón, el seminarium rei publicae [2], el semillero de la sociedad, que nace y se expande de la familia.


El cristianismo elevó el matrimonio a un sacramento, y cuando cayó el Imperio Romano, aplastado por los bárbaros, la única entidad que sobrevivió y constituyó la base de la sociedad que de ahí nació fue la familia. El nacimiento de las naciones europeas, de los albores de los años mil, coincidió con el desarrollo de la institución de la familia. La misma etimología de la palabra 'nación', que viene de natus, además, no se refiere a una 'elección' sino al nacimiento, e indica un conjunto de hombres que tienen un origen común y un lazo sanguíneo. El territorio en el cual se ejercían diversas autoridades en la sociedad medieval — refiriéndose a la cabeza de la familia, al barón feudal o al rey — se llamaba en documentos  uniformemente la patria, el dominio del padre [3].


Tal concepción de la familia, que sobrevivió hasta la Revolución Francesa y más, está fundada en la idea de que el hombre nace dentro de una condición histórica que tiene límites insuperables, empezando con la muerte, que existe una naturaleza objetiva e inmutable: que esta naturaleza tiene su origen en Dios, Creador del orden del universo. La Iglesia Católica, en sus enseñanzas, siempre ha confirmado esta concepción del hombre y de la sociedad [4].


Muchos documentos de la Iglesia en los últimos dos siglos reiteran esta enseñanza, pero los más amplios y mejor enunciados son las encíclicas Arcanum, de León XIII del 10 de febrero de 1880 [5], y Casti connubii de Pío XI, del 31 de diciembre de 1930 [6]. Esta enseñanza habría de ser luego re-confirmada en muchos documentos de Pío XII y en la exhortación apostólica Familiaris consortio de Juan Pablo II del 22 de noviembre de 1981 [7].


El Ataque a la Familia
El ataque más violento que jamás ha sufrido la familia en Occidente fue con la Revolución Cultural de 1968, una revolución contra la familia llevada cabo en nombre de la liberación sexual. Pero el odio a la familia caracteriza a todas las sectas heréticas que han surgido a lo largo de la historia y constituye un elemento de apoyo, aunque no siempre uno explícito, de esa Revolución que por más de cinco siglos ha acometido contra la Iglesia y la civilización cristiana.


El acto de procreación es el objeto del odio anticristiano, porque éste afirma que el hombre tiene un fin que lo sobrepasa. La negación de la procreación pone de cabeza a la moral cristiana y afirma un principio metafísico gnóstico: el acto sexual es el fin último del hombre, encerrado en su propia inmanencia.


En la época medieval, una de las sectas más notorias fue la de los Hermanos del Libre Espíritu. Sus adherentes estaban convencidos de haber llegado a tan absoluta perfección que eran incapaces de pecar: “De hecho, uno puede estar tan unido a Dios que ya no peca, independientemente de lo que uno haga.” [9] El centro focal de la ideología del Espíritu Libre no era Dios, sino el hombre divinizado que se ha liberado del sentimiento del pecado personal y se pone al centro de la creación.


En el Siglo XV, los taboritas, una secta pre-luterana, predicaba, como los Hermanos del Libre Espíritu, el retorno a un estado adánico, que se expresaba en el nudismo y la promiscuidad sexual. Basándose en la afirmación de Cristo referente a prostitutas y publicanos (Mateo 21:31) declaraban que los castos no merecían entrar al Reino Mesiánico. El nudismo asumía un valor de “liberación” de todos los frenos de la ley y de la moral: el mismo valor que el “amor libre” tiene en nuestros días. La persona “espiritual” se libera de toda limitación moral: su voluntad lo identifica con la de Dios y el pecado pierde para él todo significado.


Antinomianismo luterano.
Pero el proceso de disolución de la familia tuvo su primer momento decisivo en la Revolución Protestante. En Wittenberg, ciudad donde el 31 de octubre de 1517 Martín Lutero clavó sus famosas tesis en la puerta de la catedral, la Revolución religiosa estalló con toda su virulencia. Mientras Lutero era “protegido” por el elector Federico el Sabio, en el castillo de Wartburgo, sus seguidores pusieron en práctica, al extremo, sus ideas. Entre ellos estaba el padre Andrés Bodenstein (Karlstadt: circa 1480-1541) quien el día de Navidad de 1521 celebró en ropa civil la primera misa evengélica de la Reforma, omitiendo la elevación de la Hostia y toda referencia al sacrificio [10], y también Juan Schneider, conocido también como Agricola (1494-1566), quien proclamó la abolición de la antigua ley mosaica. Martín Lutero combatió a Agricola y acuñó el término “Antinomiano” para describir la negación del nomos, la ley moral. Agricola, sin embargo era su discípulo, quien llevó a cumplimiento el principio luterano de sola fide. Lutero había dicho, de hecho, que el hombre, corrupto totalmente por el pecado, es incapaz de cumplir la ley, y puede ser salvado sólo por la fe, sin las buenas obras. La sentencia pecca fortiter, crede fortius [11] resume la teología moral de Lutero. Lo que cuenta no es el pecado, el cual es inevitable,sino la confianza en la misericordia de Dios, que el pecador debe tener antes, durante y después del pecado. Para los antinomianos, como para los gnósticos de los primeros siglos, el hombre espiritual es incapaz de pecar. Dios actúa en él, y toda acción, buena o mala, se vuelve una acción divina.


Uno pudiera decir que Agricola fue una figura marginal en la Revolución Protestante, pero no puede uno decir lo mismo del Anabaptismo, que es una de las expresiones más famosas de la llamada “ala izquierda” de la Reforma Protestante. Los anabaptistas no se limitaban a expresar ideas antinomianas, las practicaron en los años 1534-35 en Münster [12], la Nueva Jerusalem del Apocalipsis, donde el sastre holandés Juan Bockelson, mejor conocido como Juan de Leiden (1509-1536) llegó al poder, y el tapicero Bernardo Knipperdolling (circa 1500-1536) fue nombrado burgomaestre.


Münster se convirtió en una clase de “ciudad sagrada” para los “hijos de Jacob” que tenían que ayudar a Dios a establecer Su reinado castigando a los “hijos de Esaú”. En una atmósfera de terror, la posesión privada de dinero fue abolida, y se adoptaron medidas dirigidas a instituir la posesión colectiva de los bienes y la poligamia obligatoria. Para simbolizar la ruptura con el pasado, todos los libros de la ciudad, con excepción de la Biblia, fueron llevados a la plaza frente a la catedral y quemados en una hoguera.  Orgías de la peor licencia sexual se presentaban como “bautismo de fuego” que tenía que sustituir al de agua. Juan de Leiden se convirtió en el rey de la “ciudad santa”, en tanto que Knipperdolling, armado con una pesada espada administraba “justicia” decapitando a los recalcitrantes.


La comunidad anabaptista fue reprimida con el hierro y la espada de católicos y luteranos unidos, pero la utopía no desapareció. El protestantismo “moderado” rechaza los métodos extremistas y violentos de los anabaptistas de Münster como una herejía. Sin embargo, lo que se refuta no es la sustancia de la doctrina, sino el trágico fracaso de la experiencia. Münster sigue siendo para muchos protestantes un sueño traicionado, de manera análoga como la Ciudad de París lo fue para los socialistas del Siglo XIX.


Poco después de 1540, en Emden, un centro de Frisia del este, comenzó otra secta anabaptista, la de los “familistas”, fundada por Enrique Niclaes (circa 1502 -1580) [13]. Reunió alrededor suyo a una comunidad, bajo el nombre de Familia charitatis (familia de amor, Huis der Liefde), organizada clandestinamente en la cual se profesaba un panteísmo ecuménico y se practicaba la compartición de los bienes y el amor libre. Niclaes basaba esto en el principio de que la unión mística con Dios significaba la identificación absoluta de la creatura con el Creador, y por este principio metafísico deducía que el pecado no podía existir en los corazones de los regenerados. Se consideraba a sí mismo ser el tercer y último gran profeta, después de Moisés y Jesús. Su misión consistía en revelar la plenitud del amor, la obra del Espíritu.


En Inglaterra la misma visión del mundo fue expresada en las sectas panteístas y libertinas que en el Siglo XVII representaba la extrema izquierda puritana y era conocida como los “ranters”. Contra los ranters, los libertinos y los “blasfemos” el Parlamento Inglés promulgó la famosa 'Blasphemy Act' el 9 de agosto de 1650, por la cual, todos los que sostuvieran que los actos de “homicidio, adulterio, incesto, y sodomía” no eran pecaminosos sino sancionados por Dios mismo, incurrirían en la furia de la ley [15].


La promiscuidad sexual, el nudismo, y el amor libre se volvió en estas sectas, un ritual fundamental. Gracias a su iluminación interna, decían que el hombre se vuelve deificado y recupera la integridad adánica, o sea el estado de inocencia disfrutado por Adán y Eva antes de la caída. En este sentido, la promiscuidad sexual y el compartir mujeres es un punto fundamental de la doctrina anabaptista, como lo observó el teólogo Francisco Vernet [16].


La Revolución Francesa
La utopía pan-sexualista también acompañó al proceso revolucionario en 1789, cuando pasó del nivel religioso al nivel político. El día fatídico de la Revolución Francesa es el 14 de julio de 1789, día en que cayó la Bastilla, fortaleza que los revolucionarios creían que estaba hasta el tope de presos políticos, pero que en vez de ello albergaba sólo a siete criminales comunes, entre los cuales se encontraba el Marqués Alfonso-Francisco de Sade (1740- 1814).


El Marqués de Sade es conocido como el autor de novelas pornográficas, y su nombre está asociado con la perversión sexual. En realidad era un “filósofo” que luego de haber sido liberado, participó activamente en la Revolución. El 1 de julio de 1790 se hizo “ciudadano activo” de la sección Jacobina de la Plaza Vendôme, que pasó a la historia como la “plaza de las Picas” El 3 de septiembre de 1792, mientras comenzaban las famosas “masacres de septiembre”, fue nombrado secretario y un año más tarde, presidente de la sección. El ciudadano Sade compuso numerosos escritos políticos durante la Revolución, de los cuales el más famoso se llama Français, encore un effort si vous voulez etre républicains. (Francés, un esfuerzo adicional si queréis ser republicano) [17]. En este texto invitaba al pueblo francés a poner en práctica todos los principios de 1789, y extirpar las raíces del cristianismo. “Ustedes tienen el hacha en sus manos, den el golpe final al árbol de la superstición” [18] “Europa, espera liberarte del cetro y del Altar” [19]. La ideología es la de 1789. Se reconoce la libertad de conciencia y la de prensa, específicamente para conceder toda libertad de acción. Si todo puede decirse, todo puede permitirse.


De Sade enumeró los siguientes como logros revolucionarios: la blasfemia, el robo, el homicidio y todo tipo de perversión sexual, incesto, violación, sodomía: “Nunca la sensualidad ha sido considerada criminal según los Sabios de la tierra. Todos los filósofos saben bien que sólo han sido los impostores cristianos quienes la han convertido en un crimen” [20]. Se imagina erigir lugares en todas las poblaciones donde: “todos los sexos, todas las edades, todas las creaturas se entreguen a sus deseos sin trabas, y la subordinación absoluta a esos deseos irrestrictos constituirá la regla para el individuo, y el menor rechazo será castigado absolutamente por aquél que lo hubiera intentado” [21]


Uno puede libremente dar rienda suelta a sus impulsos y deseos, incluyendo copular con animales, ya que no hay una diferencia cualitativa entre el hombre y los animales: todos nacen, se reproducen y mueren. Para Sade, la vida no es otra cosa que la materia en movimiento. La muerte es nada más que una “transmutación” en cuyo fundamento está “el movimiento perpetuo, esa es la verdadera esencia de la materia” [22].


De Sade no meramente propone el placer como el objetivo último del individuo, sino va más allá. Quiere convencernos de que el vicio es virtud, que el horror es bello y que el tormento es un placer. En este sentido, su visión del mundo es satánica. El demonio al principio parece un ángel de luz a ser adorado, pero alcanzará su triunfo final cuando sea adorado en todo su horror, haciéndonos creer que los sufrimientos en el infierno son la cúspide del placer. Esta es la filosofía que subyace en los 120 días de Sodoma, donde hombres y mujeres, viejos y niños pequeños, madres y sus hijos, padres y sus hijas, deciden practicar incesto, violación, coprofagia, necrofilia y todo tipo de aberraciones.


Toda diferencia sexual es anulada. La aspiración suprema es abolir toda diferencia y desigualdad a fin de llevar a la sociedad a un caos primordial. Noirceul, un personaje de L'histoire de Juliette dice: “Quiero casarme dos veces el mismo día. A las diez de la mañana, vestido como mujer, deseo casarme con un hombre; a las doce, vestido como hombre, deseo casarme con un homosexual vestido de mujer” [23]. Toda la teoría de género está contenida en estas palabras.


De Sade pasó los últimos años de su vida en un manicomio. Su lúcida insensatez lo hizo un profeta de la Revolución. Erick Kuehnelt-Leddin lo define como el santo patrón de todos los movimientos de izquierda” [24] Los últimos dos siglos han visto sus planes realizarse en un alto grado. Aquéllo que todavía no ha ocurrido es, puede ser, parte de nuestro futuro. Tiene el mérito, a ojos nuestros, de no haber dejado oculto ninguno de los objetivos de la Revolución [25]


En tanto que, con De Sade, se teorizaba el pansexualismo revolucionario, la Revolución Francesa en 1791, con la introducción del divorcio inició un proceso de reforma radical de la institución de la familia, que el Código Napoleónico habría de extender a todo el continente [26]

El socialismo utópico de De Sade y de Carlos Fourier (1772- 1837), quien en su Phalanstere argüía en favor de la libertad desinhibida de las pasiones para alcanzar el punto más alto de la evolución social, fueron luego sobrepasados por el llamado “Socialismo Científico” de Carlos Marx (1818-1863) y Federico Engels (1820-1895).


El etnólogo norteamericano Luis Enrique Morgan (1818-1881), partiendo de las relaciones familiares que existían entre los indios Iroquois de Norte América, concibió una historia fantástica de la familia, rastreando los orígenes en una multitud primitiva, en la cual las relaciones sexuales eran enteramente promiscuas y no sujetas a regla alguna. Marx y Engels se suscribieron entusiastamente a esta concepción materialista, que confirmaba las teorías Darwinianas. El panfleto de Engels sobre El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado (1884), es un ataque a las instituciones fundamentales de la sociedad, para provocar la utópica “sociedad sin clases” que es la muy totalmente igualitaria sociedad, sin propiedad privada, sin Estado, sin Dios.


La Revolución Rusa
La Revolución Rusa llevó a la Revolución Francesa a su término. En el carro sellado que en abril de 1917 llevó de regreso a Petrogrado a los “revolucionarios profesionales”, con Lenin, Zinoviev y Radek viajaba también Inessa Armand (1874-1920), miembro del Comité Ejecutivo del Partido Bolchevique, fundadora de “Zhenotdell”, el departamento de mujeres del partido. Mujer que gozaba de la absoluta confianza de Lenin, de quien era amante. Murió del cólera en 1920 y tuvo el honor de ser enterrada en el “Cementerio Rojo” bajo los muros del Kremlin con los principales protagonistas de la Revolución. Su nombre es menos conocido que el de Alejandra Kollontaj (1872-1952), pero su influencia sobre Lenin fue quizás mayor [27]. Inessa Armand y Alejandra Kollontaj abogaban públicamente por el amor libre y lucharon por la introducción del divorcio y del aborto en Rusia. Estaban convencidas de que la liberación sexual era una premisa necesaria para ocasionar la sociedad socialista. El 17 de diciembre de 1917, pocas semanas después de que los Bolcheviques hubieran tomado el poder, se introdujo el divorcio y, en 1920, se legalizó el aborto; fue la primera vez en el mundo que el procedimiento estaba disponible sin restricción alguna; la prostitución y la homosexualidad fueron des-criminalizados en 1922 [28]. Trotzky escribió en 1923 “El primer período destructivo en la vida de la familia está lejos de concluir. El proceso de desintegración sigue a toda marcha.”


Kollontaj escribió en 1920, en el segundo número de la revista Komunistka: “En lugar de la familia individual y egoísta se desarrollará una gran familia universal de trabajadores, en la cual todos los trabajadores, hombres y mujeres, serán sobre todo camaradas. Esto es como serán las relaciones entre hombres y mujeres en la sociedad comunista. Estas nuevas relaciones lograrán para la humanidad todos los gozos del amor desconocidos en la sociedad comercial, de un amor que sea libre y esté basado en la verdadera igualdad social de las partes. (...) La bandera roja de la revolución social que ondea sobre Rusia y está ahora siendo izada en otros países del mundo proclama el acercamiento del cielo a la tierra al cual la humanidad ha estado aspirando por siglos”. [30]


En Rusia y Alemania, en los 1920's y 1930's, se formuló la transición de la Revolución Política a la Revolución Sexual [31]. En 1922, se tuvo una reunión en el Instituto Marx-Engels de Moscú, dirigida por David Ryazanov (1870-1938), para examinar el concepto de la Revolución Cultural, o Revolución total que implicaría al hombre mismo, su naturaleza, sus costumbres, su ser más profundo.


El Instituto Marx-Engels de Moscú estaba relacionado con instituciones análogas nacidas en esos mismos años. En 1919, el doctor Magnus Hirschfeld (1868-1935) fundó el Institut für Sexualwissenschaft (Instituto pro Sexología) con el objetivo de “normalizar” la homosexualidad [32]. En 1921 Hirschfeld organizó el Primer Congreso por la Reforma Sexual que llevó a la formación de la Liga Mundial por la Reforma Sexual, una liga para coordinar el conocimiento acerca de la intensificación de la actividad sexual. Grigory Batkis, director del Instituto pro Higiene Sexual de Moscú, encabezó la delegación soviética a la Primera Conferencia de la Liga Mundial pro Libertad Sexual.

En 1923, Félix Weil (1898-1975) financió la Erste Marxistische Arbeitswoche (Primera Semana de Trabajo Marxista) en el pueblo alemán de Limenau. El éxito de este evento lo llevó a fundar el Institut für Socialforschung [33] (Instituto para la Investigación Social) en la Universidad de Frankfurt, dirigido de 1930 a 1958 por Max Horkheimer. El instituto de Frankfurt, que fue el origen de la Escuela Marxista-Hegeliana de Frankfurt, colaboró con el Instituto de Moscú en la publicación de las obras de Marx y Engels.


En 1929 los dirigentes políticos soviéticos invitaron a un estudiante de Freud, el psicoanalista austriaco Guillermo Reich (1897-1957) a dar una serie de conferencias que llevaron a la publicación en Moscú de su escrito “Materialismo Dialéctico y Psicoanálisis” que constituye el texto fundacional del llamado “marxofreudismo”. En ésta y sus obras posteriores, Reich presentaba a la familia como la  institución social represiva por excelencia, y afirmaba que el núcleo de la felicidad es la sexualidad. Para él es necesaria la abolición de la familia así como la revolución de una negación del sexo a una afirmación del sexo.


Reich, quien dedica la segunda parte de La Revolución Sexual a La Lucha por la Nueva Vida en la Unión Soviética, fue un gran admirador de la escuela de párvulos de Vera Schmidt (1889-1937), creada en el centro de Moscú en 1921, donde los niños pequeños eran iniciados en la masturbación y la excitación sexual temprana [35]. Afirma que “su trabajo era enteramente en la dirección de afirmar la sexulidad del infante” [36]. Trotzky apoyaba la labor de Vera Schmidt y las ideas de Guillermo Reich. La Revolución Sexual de Reich era una parte esencial de la Revolución Permanente de Trotzky.


Como toda Revolución, también la Bolchevique experimentó una dialéctica interna. Las dos tendencias fueron la de Stalin, quien no cediendo en el Terror, a fin de mantenerse en el poder, fue forzado a moderar el radicalismo revolucionario, y la otra fue la de Trotsky, quien acusó a Stalin de haber traicionado la Revolución [37]. La derrota de Trotsky marcó el final de la Revolución Sexual en Rusia, pero el posterior fracaso del Stalinismo en los cincuentas vio la victoria del Trotzkyismo, que se afirmó en el mundo con la “Revolución del 68”


Las ideas de Reich, renegadas por Stalin, se extendieron en Occidente y se encontraron con las de la Escuela de Frankfurt, cuyos representantes habrían de ocupar posiciones clave en importantes universidades norteamericanas, como Harvard, Berkeley y San Diego. Herbert Marcuse (1898-1979), investigador del Instituto Horkheimer, en sus exitosos libros 'Eros y Civilización' (1955) y 'El Hombre Unidimensional' (1964) reducía la naturaleza humana, al igual que Reich, a la libre complacencia de los impulsos sexuales. Estas ideas fincaron las bases de la Revolución cultural que no transigían con las anteriores, pero conducían a algo peor: las lágrimas de una generación que no sólo perdió sus propios cuerpos sino sus almas. La del 68 fue más devastadora que todas las Revoluciones precedentes porque atacó a la familia y transformó la vida diaria de la sociedad occidental. Hoy en día ha caído la dimensión utópica del 68, y el Relativismo postmoderno ha quedado como su herencia, expresado por intelectuales como Miguel Foucault (1929-1984). Foucault teorizó la importancia del pensamiento de De Sade en su Histoire de la folie (1961) (Historia de la Locura) y en Les Mots et les choses (1966) (El Orden de las Cosas). Su pensamiento, según Thibaud Collin, “constituye la fundación conceptual del lobby gay” [38].


Bajo la influencia de Foucault, la norteamericana Judith Butler fue uno de los primeros autores en desarrollar la “teoría del género” que constituye la última frontera de las ideologías post-modernas. El materialismo evolucionario sigue siendo la filosofía subjetiva que ve al hombre como material mutable, sin una naturaleza propia, que puede ser moldeada a voluntad de acuerdo con los deseos y la voluntad de cualquiera. El horizonte final es el descrito por De Sade y Reich.


El Segundo concilio Vaticano y sus Consecuencias
Una sola fuerza habría podido parar este proceso de disolución moral: la Iglesia Católica. Pero entre 1962 y 1965, la Iglesia Católica también, conoció su propia revolución. Fue el Segundo Concilio Vaticano.


En la víspera del Concilio convocado por Juan XXIII, los mejores teólogos católicos habían compilado un excelente esquema sobre la familia, que fue aprobado por el Papa y presentado en el aula conciliar [39].Este esquema confirmaba con claridad, el fin del matrimonio y el deber de la familia en el mundo moderno, condenando los errores que se habían extendido en el campo de la moral. Pero pocas semanas después del inicio del Concilio, los esquemas presentados por la Comisión Preparatoria fueron desechados por los obispos y teólogos de la Europa Central, la llamada “Alliance européene” [40]. Todo fue rehecho desde el principio y el esquema sobre la familia fue sustituido por un nuevo documento de trabajo. El texto, que acabó siendo Gaudium et Spes estaba dedicado al mundo contemporáneo y estaba interesado en entablar un diálogo con él, en lugar de reafirmar la doctrina de la Iglesia contra él. El nacimiento y educación de los hijos fue puesto en un plano secundario, después de la necesidad del amor entre los cónyuges. Estas necesidades, o impulsos y deseos, según algunos teólogos, no podían encerrarse en una jaula jurídica, pero podían justificar la anticoncepción y la cohabitación extramarital. La idea de la naturaleza fue sustituida por una de la persona como una realidad transformable, en cambio continuo. La fría rigidez empezó a ser contrastada con la calidez y fluidez de la vida: llevando a la realidad la teoría de Antonio Gramsci (1891-1937): la primacía de la praxis sobre la teoría, de la vida sobre la verdad, de la experiencia sobre la doctrina como muchos lo están afirmando en el campo teológico.


No llegamos a la Exhortación Amoris laetitia (2016) del Papa Francisco en un solo día. Se necesitaron cincuenta años, pero las raíces están ahí, en el Segundo Concilio Vaticano. Y el Concilio no hizo nada excepto buscar un compromiso entre la doctrina de la Iglesia y las teorías anti-cristianas de la Revolución Cultural moderna. Hoy lo que está en juego no es sólo la institución de la familia, sino la existencia de una ley moral absoluta e inmutable. Cuatro cardenales han visto esto claramente y le han pedido al Papa Francisco que confirme con claridad el carácter absoluto, universal y obligatorio de las leyes natural y Divina, Si uno permite la transgresión de la moral en un punto, el edificio entero se colapsa. Si la moral se colapsa, De Sade, Reich y los Antinomianos de todos los siglos triunfarán.


Meditar en el modelo divino de la familia
En los últimos 50 años, la crisis de la familia ha asumido dimensiones espantosas. Esta crisis está fundada en la idea de que sólo en la sexualización de la sociedad podrá el proceso revolucionario encontrar su plenitud. Lo que hace la situación más grave es que los ataques a la familia no son sólo externos, sino que vienen desde adentro de la Iglesia. El remedio está indicado en la encíclica Casti connubi de Pío XI: meditar en la idea divina de la familia y el matrimonio, y vivir de conformidad con este modelo.

Meditar en el modelo divino de la familia significa contemplar las verdades que regulan el universo: derrocando la tesis según la cual la praxis genera la teoría, restableciendo la primacía de la doctrina, o sea la primacía Platónico-Aristoteliano-Tomística de la contemplación sobre la acción, viviendo de conformidad con esta verdad. Y contra los nuevos antinomianos, que están esparcidos en toda la Iglesia Católica, debemos recordar que el Magisterio de la Iglesia acoge ya sea toda la Tradición, teológica y moral o no acoge nada de ella.


La tradición incluye la interpretación correcta de la Sagrada Escritura, y la Sagrada Escritura y la Tradición constituyen las dos fuentes de la Revelación de Cristo, de la cual ni una iota puede ser cambiada (Mateo 5, 18), porque todo lo creado cambia pero Dios es siempre igual: Sus palabras no pasarán. Su ley no cambia. Esta ley está grabada en nuestro corazón y debemos pedir a Dios que nuestras palabras sean siempre un eco, débil pero fiel, de Sus propias palabras.


Por encima de todo es necesario que estemos convencidos de que la Tradición es un principio vital, en tanto que el proceso revolucionario está orientado y no puede otra cosa que orientarse hacia su autodestrucción. La negación de la procreación conduce a la extinción biológica, la negación de la crianza de los hijos, de la educación, que constituye el pasar adelante todos los valores tradicionales, lleva a la muerte. Hoy en día Europa está muriendo no sólo porque está matando a sus propios hijos con el aborto y la contra-concepción, sino porque es incapaz de transmitir, de pasar a aquéllos que sí nacen, los valores que desaparecen día con día.


En su libro Dialéctica de la Naturaleza (1883). Engels proclamó el principio: “todo lo que llega a ser merece perecer”; la muerte, no la vida, es para él el secreto del universo. La muerte de la humanidad constituye, según Igor Safarevic el corazón y la meta del socialismo [42]. Sade expresó el mismo pensamiento, celebrando el homicidio y el suicidio. La sexualización de la sociedad es la muerte de la sociedad.


La familia, por el contrario, contiene vida en sí misma. La vida  física contenida en las cunas se multiplica, y la vida espíritual expresada por padres e hijos unidos en oración a Dios que puede hacerlo todo.


En Fátima, Nuestra Señora anunció que Rusia difundiría sus errores en el mundo. El post-Trotzkyismo anarco-libertario que domina hoy en día en Occidente y el post-Stalinismo nacionalista que se ha afirmado en la Rusia de Putin tienen la misma matriz ideológica. El mensaje de Fátima es un mensaje contra toda forma de ideología Gnóstica igualitaria, como el socialismo de los siglos veinte y veintiuno.


La última aparición de Fátima del 13 de octubre de 1917, aquélla de la Sagrada Familia, constituye en este sentido un manifiesto que resume todos nuestros principios y que se opone a todos los errores de nuestro tiempo


Notas:
[1] Aristóteles, Metafísica, lib. I.
[2]  Cicerón, De Officiis, I, 54.
[3] Franz Funck-Brentano, L’Ancien Régime, Fayard, Paris 1926, pp. 12-14.
[4] Moines de Solesmes (bajo la dirección de), Le mariage,Textes du magistère romain, Desclée de Brouwer, Paris 1956
[5] León XIII, Enc.  Arcanum divinae Sapientiae Consilium de febrero 10, 1880, en ASS, 12 (1879-1880), pp. 385-402.
[6] Pio XI, Casti connubii. Enc.  del 31 diciembre 1930 en A.A.S. 1930, pp 539-590.
 [7] Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio de Noviembre 22, 1981 en aS(1981), pp. 81-191. 
[8] Plinio Correa de Oliveira, Rivoluzione e Contro-Rivoluzione, tr. it. Sugarco, Milano 2009.
[9] Ilarino da Milano, Eresie medievali, Maggioli, Rimini 1983, p. 26-27.
[10] George H., Williams, The Radical Reformation, Westminster Press, Philadelphia 1962, p. 40.
[11] “Sed un pecador y pecad atrevidamente, pero creed y regocijaos en Cristo aún más atrevidamente” (Carta a Melanchton de Agosto 1, 1521, en Luther’s Works, vol. 48, Letters, Fortress Press, Philadelphia 1975, p. 282),
[12] Cfr.  Ernest Belfort Bax, Rise and Fall de the Anabaptist, Sonneschein, London 1903; C. G. H. Williams, The Radical Reformation, cit., pp. 362-388.
[13] Acerca de Niclaes and la Family de Amor ver:  Serge Hutin, Les disciples anglais de Jacob Boehme, Denoel, Paris 1960, pp. 58-61; G. H. Williams, The Radical Reformation, pp. 477-482 J. Dietz Moss, “Godded with God”, Hendryck Niclaes and His Family of Love, The American Philosophical Society, Philadelphia 1981; Alistair Hamilton, The Family de Love, The Attic Press, Greenwood (S. C.) 1981.
[14] Cf. Christopher Hill, The World Turned Upside Down, Penguin, London 1991, passim; A. L. Morton, The world of the ranters. Religious radicalism in the English Revolution, Lawrence and Wishart, London 1979 (1970); J. Friedmann, Blasphemy, Immorality and Anarchy. The ranters and the English Revolution, Ohio University Press, London 1987.
[15] An Act against several Atheistical, Blasphemous and Execrables Opinions, derogatory to the honor de God, and destructive to human Society, en Acts and Ordinancy de the Interregnum, ed. by C. H. Firth and  R. S. Rait, Stationery Office, London 1911, pp. 409-412.
[16] François Vernet, Condorments, DTC, vol. III,1 (1938), pp. 815-816.
[17]A. F. de Sade, Français, encore un effort si vous voulez etre républicains, en La Philosophie dans le boudoir, Gallimard, Paris 1976, pp. 187-267.
[18] Sade, op. cit. , p. 188.
[19] Sade op. cit. , p. 190.
[20]  Sade, op. cit. , p. 229.
[21] Sade, op. cit. , p. 221
[22] S ade , op. cit., p. 239.
[23]  Sade,  L’histoire de Juliette (1797) en Oeuvres complètes,Cercle du Livre Precieux, Paris 1967, vol. 9, p. 569.
[24] Erik Kuehnelt-Leddihn, Leftism Revisited. From de Sade and Marx to Hitler and PolPot, Regnery, Washington 1991, p. 67
[25] Ver François Ost, Sade et la loi, Odile Jacob, Paris 2005
[26] Xavier Martin, Nature humaine et révolución française, du siècle des lumières au Code Napoléon, Dominique Martin Morin, Poitiers 2002
[27] Ver Letters to Lenin de Inessa Armand and Aleksandra Kollontaj of March 1917 en V. I. Lenin, Opere complete, tr. It., vol. 35, Editori Runiti, Roma 1952, pp. 210-212.
 [28] Cfr.  Giovanni Codevilla, Dalla Rivoluzione bolscevica alla Federazione Russa, Franco Angeli, Roma 1996.
[29] Leon Trotzkji, Problems of everyday life, Monad Press, New York 1986, p. 37
[30] https://www.marxists.org/archive/kollonta/1920/communism-family.htm
[31] Gregory Carleton,The Sexual Revolution in Russia Pittsburgh, University de Pittsburgh Press, 2005
[32] See Rodolfo de Mattei, Dalla sodomia allaì omosessualità. Storia di una normalizzazione, Solfanelli, Chieti 2016.
[33] Cfr. Rolf Wiggershaus, Die Frankfurter Schule. Geschichte. TheoretischeEntwicklung. PolitischeBedeutung, Carl HanserVerlag, München-Wien 1986; Martin Jay The dialectical imagination. A History of the Frankfurt School and the Institute de Social Research, 1923-1950, Little, Brown and Co. Boston 1973.
[34] Wilhelm Reich, The Sexual Revolution, Peter Nevill- Vision Press, London 1951, p. 163.
[35] Vera Schmidt. Rapporto sull’asilo sperimentale di Mosca, Andromeda 2016.  Sobre psicoanalysis en la Union Soviética, ver Martin A. Miller, Freud and the Bolsheviks, New Haven, Yale University Press, 1998, and Alexander Etkind, Eros of the impossible: the history de psychoanalysis en Russia, Westview Press, Oxford, 1997
 [36] Reich, The Sexual Revolution, p. 241
[37]  Leo Trotzkj, The Revoluton betrayed (1936), Dover Publications, New York 2004.
[38] Thibaud Colin, Le mariage gay. Les enjeux d’une revendication, Eyrolles, Paris 2005, p. 97.
[39] Ver Il primo schema sulla famiglia e sul matrimonio, del Concilio Vaticano II, ed. by R. de Mattei, Edizioni Fiducia, Roma 2015.
[40] Ver R. de Mattei, Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta, Lindau, Torino 2011, pp. 203-210.
[41] Frederick Engels, Dialectics of Nature, Progress Publishers, Moscow, 1976, pp. 37-38
[42] Igor Chafarévitch, Le  phénomène socialiste, Editions du Seuil, Paris 1977, p. 323

domingo, 11 de septiembre de 2016

Malos Teólogos de la Moral (MTM)

Malos Teólogos de la Moral (MTM)


por Kevin Aldrich


  Tomado de: http://www.catholicstand.com/bad-moral-theologians-bmts/
4 de agosto AD2016

Traducido del inglés por Roberto Hope

Hay cosas malas que alguna gente de veras, de veras quiere hacer. Hay alguna gente que no sólo quiere hacer cosas malas, sino que también quiere estar justificado de hacerlas. Quieren que otros digan que sus obras malas son buenas-

Entonces ¿qué hacer si uno es uno de ésos? Llamar a un Mal Teólogo de la Moral, Lo llamaré MTM para abreviar.

Repasemos algunos de los fundamentos:

En la auténtica teología moral católica, para decidir si un acto es bueno o malo, lo examinamos desde tres ángulos. Primero consideramos el objeto, luego la intención, y por último las circunstancias.

El objeto es el acto en sí mismo: cosas como hacer un donativo, decir una oración, hacer una tarea, tomar un bien ajeno, hacer trabajo por un salario, o un billón de cosas más.

Según el Catecismo,”El objeto que se elige especifica moralmente el acto de la voluntad, en la medida en que la razón reconoce y juzga si está en conformidad con el verdadero bien. Las normas objetivas de moral expresan el orden racional del bien y del mal, atestiguadas por la conciencia,” (CIC 1751). Usando nuestra razón, entonces, juzgamos si el acto será objetivamente bueno o malo en sí mismo.

La intención es el motivo para qué se hace el acto, por ejemplo, atenuar el sufrimiento de alguien, evangelizar, poner a alguien en aprietos, saciar el hambre física, lograr un pago, o experimentar placer.

Las circunstancias son las cosas que rodean el acto y que lo afectan. Por ejemplo, robar es malo, pero tomar una libra de arroz de una tienda Whole Foods en San Francisco no es tan malo como tomarlo de una viuda y sus hijos hambrientos en Calcuta. Decir la verdad es bueno, pero decir la verdad aun teniéndose el temor de que eso lo meta a uno en problemas porque uno hizo algo malo, podría ser todavía mejor.

Aquí van dos verdades básicas importantes de la moral:

La primera es una que la mayoría de la gente entiende: un acto cuyo objeto es bueno en sí mismo puede hacerse aun mejor por la intención o las circunstancias, pero también las circunstancias pueden hacer el acto peor o de plano malo.

Por ejemplo, cuando alguien te ha prestado un bien de su propiedad, es bueno devolvérselo, Sin embargo ¿qué pasa si el bien es una escopeta y cuando el propietario te la pide está borracho y furioso? Si se lo devolvieras en esas circunstancias, tu acto sería malo. O si le devolvieras el arma porque crees que el amigo que te la prestó atacará con ella a tu enemigo, tu mala intención haría malo el acto. De hecho para que un acto sea bueno, el objeto, la intención y las circunstancias deben también ser buenas.

Así pues, cuando evaluamos un acto cuyo objeto es bueno en sí mismo, no podremos saber completamente si el acto es moralmente bueno o malo hasta que tomemos en consideración la intención y las circunstancias.

La segunda verdad básica de la moralidad de un acto es algo muy confundido hoy en día y mucha gente lo entiende mal:

Un acto cuyo objeto es malo en sí mismo, no puede volverse bueno por más que se tenga una buena intención o lo rodee cualquier tipo de circunstancias. La intención y las circunstancias pueden hacer el acto menos malo, pero no pueden hacerlo bueno. Esta es la razón por la que matar directamente a una persona inocente, que es el objeto de actos tales como el aborto, el asesinato o la eutanasia, es intrínsecamente inmoral. Ninguna multitud de buenas intenciones o de circunstancias extenuantes pueden excusar el acto, y mucho menos hacerlo bueno.

Entran los MTMs


La razón por la que mucha gente está confundida acerca de esta última verdad es porque muchos sacerdotes y laicos fueron enseñados por los MTMs. en sistemas erróneos de teología moral

Estos MTMs dicen: “Sí, hay normas objetivas de moral que se expresan en los diez mandamientos o en la ley moral natural. Pero esas son recomendaciones, puntos de partida, principios abstractos. Deben ubicarse en las experiencias concretas vividas por la gente.”

Estos MTMs arguyen que las motivaciones y las circunstancias podrían invalidar los principios y hacer que algo malo se convierta en bueno.

Juan Pablo II criticó y condenó estos sistemas en su encíclica Veritatis Splendor (1993)

Crítica de Juan Pablo II

Esto es lo que escribió Juan Pablo II:

Algunos han propuesto una especie de doble estatuto de la verdad moral.  Además del nivel doctrinal y abstracto, sería necesario reconocer la prioridad de una cierta consideración existencial concreta. (VS 56).

Los MTMs dicen que cuando la ley moral objetiva y la situación real de una persona están en conflicto, la situación de la persona tiene “prioridad” sobre la ley moral objetiva.

El Papa pasa a decir, refiriéndose a la situación del individuo:

Ésta, teniendo en cuenta las circunstancias y la situación, podría establecer legítimamente unas excepciones a la regla general y permitir así la realización práctica, con buena conciencia, de lo que está calificado por la ley moral como intrínsecamente malo.

En otras palabras, una persona que se guíe por el consejo de los MTMs podría hacer algo que la ley moral determina ser intrínsicamente malo, como robar, engañar, o utilizar drogas, cuando en realidad esa especie de teología moral errónea usualmente no se aplica para aquellos tipos de pecados. Con frecuencia se usa para acciones que tienen que ver con el sexo, como fornicación, adulterio, sodomía, contraconcepción, aborto, fertilización in vitro, y cosas parecidas.

Siguiendo esa línea de razonamiento engañoso, el papa explica:

De ese modo se establece una separación, o aun una oposición en algunos casos, entre la enseñanza del precepto, que es válida en lo general, y la norma de la conciencia individual, que es la que tomaría la decisión final acerca de lo que es bueno y lo que es malo. (VS 56)

En otras palabras, el MTM diría, “Sí, el adulterio en general es malo, pero no en tu caso” o “Tú eres el único que puede decidir si lo que estás haciendo es bueno o malo”.

¿Qué hay detrás de la línea de pensamiento del MTM? Juan Pablo II lo explica de esta manera:

Sobre esta base se hace un intento de legitimizar las llamadas soluciones 'pastorales' que son contrarias a las enseñanzas del Magisterio, y justificar una hermenéutica 'creativa' según la cual la conciencia moral no está de manera alguna obligada, en todos los casos, a cumplir un precepto negativo particular. (VS 56)

En otras palabras, aun cuando el Sexto Mandamiento (“un precepto negativo particular”) diga “No habrás de cometer adulterio,” el MTM tendrá una manera de interpretarlo en tu caso, que te dejará cometerlo de todos modos.

Es complicado – o no

En realidad, el proceso de razonamiento moral es muy claro y directo en lo que concierne a las cosas que la ley moral no permite.

Digamos que yo quiero hacer el acto sexual con una determinada persona. Primero, traigo a mi mente la ley moral, que es también la Ley de Dios, “de conformidad con el bien verdadero.” Ésta dice que yo puedo hacer el acto sexual sólo con mi legítima esposa. Luego, utilizando mi capacidad de razonar, me hago la pregunta “¿Es esta persona, con la que deseo hacer el acto sexual, mi legítima esposa?”. Finalmente, utilizo mi razón para llegar a una conclusión. Si la respuesta es no, entonces la conclusión será “no debo hacerlo”.

Cuando se trata de preceptos morales negativos ¿por qué se ponen complicadas las cosas? Una razón son los MTMs. Otra es que a la gente le gusta que se le mienta si eso les deja hacer lo que quieren.

Con frecuencia, a la gente le gusta engañarse a sí misma por esa misma razón.
Hay cosa malas que algunas personas de veras, de veras quieren hacer. Hay alguna gente que no sólo quiere hacer malas cosas sino también tener justificación para hacerlas. Quieren que los demás digan que están haciendo bien. Los MTMs son los facilitadores.

lunes, 30 de mayo de 2016

Amoris laetitia

Primeras Reflexiones acerca de un documento catastrófico — Amoris laetitia

Tomado de http://www.cfnews.org/page88/files/7d8edade9700c31473df93d12f2c34dc-566.html
Traducido del inglés por Roberto Hope

Excelente, concisa y amplia respuesta del Profesor Roberto de Mattei publicada por Rorate Caeli.

Que conste que yo he leído todos los documentos que condujeron a los sínodos de 2014 y de 2015 así como la Exhortación Amoris laetitia de Francisco — por farragosos y tediosos que hayan sido. El comentario de De Mattei va al grano. - J. Vennari

La Exhortación Post Sinodal Amoris laetitia: Reflexiones iniciales acerca de un documento catastrófico

Por Roberto de Mattei

Con la Exhortación Apostólica Amoris laetitia publicada el 8 de Abril [de 2016], el Papa Francisco ha dado oficialmente su opinión sobre cuestiones morales maritales que llevan discutiéndose ya dos años.

En el Consistorio del 20 y 21 de febrero de 2014, Francisco había confiado al Cardenal Kasper la tarea de introducir el debate sobre este tema. La tesis del Cardenal Kasper, según la cual la Iglesia debe cambiar su praxis matrimonial, conformaba el leitmotiv de los dos Sínodos de la Familia, del 2014 y del 2015, y ahora constituye la base de la Exhortación del Papa Francisco.

En el curso de estos dos años, ilustres cardenales, obispos, teólogos y filósofos han participado en el debate para demostrar que debe haber una íntima coherencia entre la doctrina de la iglesia y su praxis. De hecho, el cuidado pastoral debe basarse en la doctrina dogmática y moral. “¡No puede haber cuidado pastoral que esté en disonancia con las verdades y la moral de la Iglesia, que contraste con sus leyes y no esté orientado a alcanzar el ideal de la vida cristiana!” reveló el Cardenal Velasio De Paolis, en su discurso de apertura del Tribunal Eclesiástico de Umbria el 27 de marzo de 2014.

En las semanas que precedieron a la Exhortación post-sinodal se intensificaron las intervenciones de cardenales y obispos dirigidas al Papa, con el objetivo de evitar la promulgación de un documento repleto de errores, revelado por el gran número de enmiendas que la Congregación para la Doctrina de la Fe le hizo al borrador original. Francisco no se arredró y parece haberle encargado la corrección final de la Exhortación, o por lo menos algunos de sus pasajes clave, a alguno de sus teólogos de confianza, quienes trataron de re-interpretar a Santo Tomás a la luz de la dialéctica hegeliana.

De esto ha emergido un texto que no es ambiguo, sino claro — en su vaguedad. La teología de la praxis de hecho excluye toda afirmación doctrinal, dejando a la historia la conformación de los actos y de la conducta humana. Para esto, como lo afirma Francisco, “es comprensible” en la cuestión crucial de los divorciados y vueltos a casar, “que ni el Sínodo ni esta Exhortación podía esperarse que diera un nuevo conjunto de reglas generales, de naturaleza canónica y aplicable a todos los casos” (N° 300). Si estuviéramos convencidos de que los cristianos, en su conducta, no necesitan conformarse a principios absolutos, sino escuchar “los signos de los tiempos” sería contradictorio formular reglas de cualquier clase.

Todos estaban esperando la respuesta a una cuestión básica: ¿pueden aquéllos que, después de un primer matrimonio, se han vuelto a casar por lo civil, recibir el Sacramento de la Eucaristía? La Iglesia siempre ha respondido a esta pregunta con un no categórico. Los divorciados y vueltos a casar no pueden recibir la comunión porque su condición de vida contradice objetivamente la verdad natural y cristiana sobre el matrimonio (“la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía”. Familiaris Consortio 84)

La respuesta de la Exhortación post-sinodal es, en cambio, sobre la línea general de — no, pero “en ciertos casos” — sí (N° 305 y nota al calce 351). Los divorciados y vueltos a casar — dice la Exhortación —  de hecho deben ser “integrados” no excluidos (299). Su integración “puede expresarse en distintos servicios eclesiales, lo que necesariamente requiere discernir cuáles de las diversas formas de exclusión que se practican actualmente en el marco litúrgico, pastoral, educacional e institucional, pueden superarse” (N° 299) sin excluir la disciplina sacramental (N° 399).

Lo que es obvio es esto: la prohibición para los divorciados y vueltos a casar de recibir la comunión ya deja de ser absoluta. El Papa no autoriza, como regla general, la comunión para los divorciados, pero tampoco la prohíbe.

En una entrevista con Il Foglio del 15 de marzo de 2014, el Cardenal Caffarra enfatizó, en contra de Kasper: “Aquí se está tocando la doctrina. Inevitablemente. Puede decirse que no es así, pero, al contrario, así es. Se introduce una práctica que, a largo plazo, determinará, no sólo para los cristianos, esta idea: no hay matrimonio que sea absolutamente indisoluble. Y esto, sin duda, va en contra de la voluntad de Dios. Absolutamente no hay duda de eso.” 

Para la teología de la praxis, las reglas no cuentan, sólo los casos concretos. Y lo que no es posible en lo abstracto es posible en lo concreto. Sin embargo, como bien lo observó el Cardenal Burke: “Si la Iglesia permitiera la recepción de los sacramentos (aunque fuera en un solo caso) a una persona que se halla en una unión irregular, significaría que, o el matrimonio no es indisoluble y por lo tanto la persona no está viviendo en un estado de adulterio, o la Sagrada Comunión no es comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo que, por el contrario, requiere la disposición correcta, o sea la contrición por el pecado grave y una firma resolución de no más pecar.” (Entrevista con Alessandro Gnocchi, Il Foglio 14 de octubre de 2014).

Además, la excepción está destinada a convertirse en la regla, ya que los criterios para recibir la comunión se dejan en Amoris laetitia al “discernimiento personal” de los individuos. Este discernimiento tiene lugar mediante una “conversación con el sacerdote, en el fuero interno” (N° 300) “caso por caso”. Sin embargo ¿qué pastores de almas se atreverán a prohibir la recepción de la Eucaristía, si según el documento “el Evangelio mismo nos pide no juzgar ni condenar" (N° 308) y si es necesario “integrar a todos” (N° 297) y “[apreciar] los elementos constructivos en aquellas situaciones que aún no, o ya no, corresponden con las enseñanzas [de la Iglesia] sobre el matrimonio” (N° 292)?

Los pastores que deseen referirse a los mandamientos de la Iglesia no se arriesgarían a actuar — según la Exhortación — "como árbitros de la gracia sino como facilitadores” (N° 310). “Por esta razón, un pastor no puede sentir que basta simplemente con aplicar las leyes morales a aquéllos que viven en situaciones “irregulares”, como si fueran piedras que lanzar a las vidas de la gente. Esto indicaría el corazón cerrado de alguien que se esconde tras las enseñanzas de la Iglesia, sentándose en la silla de Moisés y juzgando, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas.”

Este lenguaje sin precedentes, más duro que la dureza del corazón que reprocha a “los árbitros de la gracia” es el rasgo distintivo de Amoris laetitia, que no coincidentalmente, el Cardenal Schoenborn definió como un “evento lingüístico” en una conferencia de prensa del 8 de abril. “Mi gran alegría por este documento” dijo el Cardenal vienés, radica en el hecho de que “coherentemente va más allá de una división artificial, exterior, nítida entre regular e irregular”. El lenguaje, como siempre, expresa contenido. Las situaciones que la Exhortación post-sinodal define como “las así llamadas irregulares” son aquéllas de adulterio público y cohabitación extramarital. Para Amoris laetitia, "cumplen el ideal del matrimonio cristiano aun haciéndolo de una manera parcial y análoga” (N° 292). “En virtud de formas de condicionamiento y factores mitigantes, es posible que en una situación objetiva de pecado — que pudiera no ser subjetivamente culpable o no enteramente culpable — una persona puede estar viviendo en la gracia de Dios, puede amar y puede también crecer en la vida de la gracia y de la caridad, recibiendo la ayuda de la Iglesia hacia este fin (N° 305).”en ciertos casos, esto puede incluir la ayuda de los sacramentos” (Nota 351)

Según a moral católica, las circunstancias, que comprenden un contexto en el cual se lleva a cabo una acción, no pueden modificar la naturaleza moral de los actos, haciendo de esa manera recta y justa una acción intrínsecamente mala. La doctrina de la moral absoluta y del intrincese malum es neutralizada por Amoris laetitia, que está conformada por la “nueva moral” condenada por Pío XII en múltiples documentos y por Juan Pablo II en Veritatis splendor. La ética situacional permite que las circunstancias y, en último análisis, la conciencia subjetiva del hombre, determinen lo que es bueno y lo que es malo; la unión sexual extramarital no la considera intrínsecamente mala, sino que, en cuanto a que es un acto de amor, es evaluable de acuerdo con las circunstancias. Más generalmente, para la ética situacional el mal no existe en sí mismo, al igual que el pecado mortal no existe. El equiparamiento de la gente que vive en estado de gracia (las situaciones regulares) y la que vive en situación de pecado permanente (situaciones irregulares) no es solo lingüística: parece haberse sometido a la teoría luterana de simul iustus et peccator, condenada por el decreto de justificación del Concilio de Trento (Denziguer-H, Nos 1551-1583).

La Exhortación post-sinodal es mucho peor que el reporte del Cardenal Kasper, contra el cual justamente se han dirigido muchas críticas en libros, artículos y entrevistas. El Cardenal Kasper había planteado algunas preguntas; la Exhortación Amoris laetitia ofrece una respuesta: abran la puerta a los divorciados y vueltos a casar, canonicen la ética situacional e inicien un proceso de normalización de toda cohabitación de hecho.

Considerando que el nuevo documento pertenece al Magisterio ordinario no infalible, es de esperarse que sea objeto de una crítica analítica y profunda por teólogos y pastores de la Iglesia, bajo ninguna ilusión de aplicarle “la hermenéutica de la continuidad”.

Si el texto es catastrófico, aún más catastrófico es el hecho de que haya sido firmado por el Vicario de Cristo. A pesar de eso, para aquéllos que aman a Cristo y a su Iglesia, ésta es una buena razón para hablar y no quedarse callados. Por lo tanto, hagamos nuestras las valientes palabras del obispo Atanasio Schneider:

“Non possumus” no aceptaré un discurso ofuscado ni una puerta trasera hábilmente disfrazada para dejar pasar una profanación de los sacramentos del matrimonio y de la eucaristía. Asímismo, no aceptaré una burla al sexto mandamiento de la Ley de Dios. Prefiero ser ridiculizado y perseguido antes que aceptar textos ambiguos y métodos insinceros. Prefiero la cristalina “imagen de Cristo Verdad, y no la imagen de la zorra engalanada con piedras preciosas” (San Ireneo), pues yo sé a quién le he creido”,Scio, Cui credidi” (2 Tim 1: 12)

domingo, 16 de noviembre de 2014

The Sin Proper of Liberalism

The Sin Proper of Liberalism

From a lecture delivered by Dr. Julián Gil de Sagredo,doctor
in philosophy and law, in Madrid on April 14, 1962.

Taken from: www.statveritas.com.ar

Translated from the Spanish by Roberto Hope


This conference had as an epigraph “liberalism is a sin.” As such statement, though true, is somewhat generic, I have preferred to make it concrete in the title “the sin proper of liberalism” which consists in the defiance or rebellion of reason against God.

This sin, by being of the intellect is essentially Luciferian, and this is why liberalism is the masterwork of Satan, both in its intrinsic malice and in the far-reaching strategy it uses to attain its objectives. It is a clever system of propaganda that astutely manipulates semantics backward. The maneuver of emptying words of their proper sense and filling them with their contrary sense producing unexpected results.

For instance, the term Christianity is ridden of supernatural faith, and filled in turn with free examination, then it turns out that the Christians are the protestants, and to distinguish ourselves from them we have to use the term Catholic. From the term ecumenism, its meaning of universal projection of the Faith in Christ is subtracted and the theory of equality of religions is injected, by which means, an ecumenical church is invented, made up of all kinds of creeds. What once was a distinctive sign of the Catholic Church, now distinguishes and characterizes the General Council of Churches with its seat in Geneve. Additionally, a mortal blow is stricken against the divisions, which have no reason of being if all religions are equal.

From liberty's autonomy, by virtue of free examination derive all other autonomies: the philosophical, the juridical, the political, the social, and the economical autonomies. From the moment in which liberty, by virtue of free examination, is wanting of law, also the person, society and the State are wanting of law. And then liberty attains ideological hegemony as an absolute value, as a supreme category which renders tribute to no other, and thus we arrive at the final outcome.

Such so subtle technique is the means by which the meaning of words is transplanted also to the political and social fields. Socialism, for example, from its etymological meaning could denote a conception derived from natural law which presents society as an organic body and autonomous in a certain sense. Well, social sovereignty is supplanted by a political one and turns to mean the absorption of social activities, i.e. statism and totalitarianism. Exactly the opposite of what is denoted by its etymological meaning.

The term liberalism itself has its origin in the land of nobility which is Spain and this is why liberal was he who in his social relations was characterized by his generosity, by his comprehension, by his magnanimity. Who could have imagined two centuries ago that such generous and noble term would have crossed the borders of all countries as the hooking pennant of what today is called the liberal doctrine?

The stealthy pillaging of words continues today and is now trying to assault the term Catholicism. First, the Catholic adjective is used astutely combined with a noun of a contrary doctrinal sense. That is how the term Catholic liberalism appears. Then they use the Catholicism noun adding to it an adjective that changes its concept. That is how the term liberal Catholicism arises. And lastly, when the religious atmosphere is saturated with Catholic liberalism and liberal Catholicism; that is, when general confusion prevails, they leave the term Catholicism impregnated with liberal errors. If we get a bit careless, Catholicism will end up meaning something confusing, hybrid, haphazard, insufficient to characterize the authentic Church of Christ. And let us not wonder why its audacity has reached the very name of Christ, which in liberation theology is presented as an activist, leader of the Marxist revolution, redeemer of the proletariat.

Such manipulation of terms and concepts reach their culminating point in the confusion of ideas that the term liberalism generates. As this concept starts off from the notion of liberty and the notion of liberty is multiple, variegated, diffuse; so diffuse that each has his own concept of liberty, the term liberalism is consequently likewise multiple, variegated, confusing, multiform. For some, it means democracy, for others political party or universal suffrage, for others free or market economy, for others tolerance, for others equality, and for the majority something vague, uncertain, fluid and vaporous, which can please the taste of all palates.

In such turbulent current of so confusing ideologies, the need to determine with clarity and precision the substratum underlying the liberal doctrine is required, and to achieve it, we can approach liberalism from three angles, the political, the philosophical, and the theological viewpoints. These three approaches are linked with one another as are the effects with respect to their causes.

Politics, in its double aspect, social and economic, depends on the conception we have of personhood, society, and State in their ontological foundations, which is a matter of philosophy. And philosophy, in turn, depends on theology as the ultimate foundation which links man with God and is the determining cause of the political and philosophical order. Since what we now pretend to do is develop the topic of liberalism as the defiance or rebellion of reason against God, essentially a theological topic, we are giving priority to such perspective in this dissertation, from which, on the other hand, we can project with certainty our view on the polítical and philosophical field.

Liberalism saw the public light in 1789 with the French Revolution. But who engendered it was the religious revolution which shook Christendom two centuries earlier. The root of liberalism is theological; it is found in Luther´s free examination of Scripture. He is the true father of liberalism.

Free examination from its very birth generates two currents of thought that contradict each other. On the one hand, it promotes the exaltation of human liberty and on the other its depression and annihilation. The former, through the free interpretation of Sacred Scripture, in an open challenge against religious authority, which will lead to the free interpretation of legal and social norms in an open challenge against political authority, and the latter, i.e. the annihilation of liberty, by eliminating it entirely in the process of justification by grace.

Let us examine both currents at their point of departure, which is the free examination in its double phase: intellectual which determines negation of faith, and volitive, which determines the sin against faith.

Intellectual phase: Understanding and faith.
Human understanding, as work of God, is necessarily subject to His laws. And the law which God put in man's understanding is the law of truth. Intellect by its own nature tends towards truth, rejects contradiction, it cannot rest on error, to the point that, when it rests on it, it believes to be resting on truth,

There are, however, two kinds of truth, some of a natural order which can be reached by reason alone, and others of a supernatural order which can only be reached by Faith. God proposes the latter to man by means of the Sacred Scripture and Tradition – the two sources of Revelation – and to ensure their true knowledge, He places the infallible Magisterium of His Church as a guide.

Faith then, considered in the subject who believes, is an act of the understanding, which aided by grace gives its assent to revealed Truth, and in rendering such assent there is no risk of error because it is guaranteed by the supernatural authority of the Catholic Church, and it could not be otherwise. Keep in mind that any interpretation demands adequate knowledge of its object. If the object is natural, the knowledge is obtained and the interpretation carried out by natural means, but if the object is supernatural it will have to be carried out by supernatural means. The supernatural, which is proper of Revelation, entails a supernatural nature in the agent of interpretation. In other words, Revelation implicates itself in the act of supplication – operari sequitur esse – action follows being. The nature of the action corresponds to the nature of the being. Revelation, being supernatural, its action, i.e. its knowledge and interpretation, has to be supernatural too. It becomes therefore necessary, to count with an agent who, in interpreting the supernatural, will act under supernatural influence. Authority is thus necessary, the authority of the Pope, who can pronounce himself in an infallible manner under the inspiration of the Holy Ghost and there you have, by the way, an argument for the infallibility of the Roman Pontiff.

Human intelligence, consequently, as a purely natural agent, lacks the capacity in itself to know and interpret revealed Truth. If reason, as Luther claims, can, as a sole agent, freely interpret revealed Truth, it can, with the same liberty, interpret the doctrine contained in such revealed truth, from which follows that each may freely believe what his own reason rules.

Then faith disappears in its material object, which is revealed Truth. Truth, being the same for everybody, cannot allow discrepancies or divisions with respect to its contents. Faith also disappears in its formal object, which is the authority of God who reveals it, because revealed Truth is no longer admitted by divine authority but by the rule of the subject's own judgment.

As you can see, Luther disengages reason from any superior norm; he makes it free and autonomous and makes it master of itself. Divests Faith of its supernatural character and transforms it into a simple human conviction. Such is liberalism in its theological-dogmatic root: the rebellion of human intelligence against the vicarial authority established by God, who interprets His revelation, and in consequence implicitly against the authority of God who reveals. An intellectual rebellion which, upon implying in itself volitive rebellion – a rebellion of the will-- it determines the sin against the Faith which we will go on to examine:

Volitive phase: will and Faith.
Faith is operative, and accordingly, descending from the intellect to the will, it brings about virtue. And as its immediate object is God, the virtues it first engenders are those which have God as an immediate object: Charity and Hope.

Of those three virtues, Faith, Charity, and Hope, Saint Paul says that Charity is the main one and brings attached the second, which is Hope. That is why the sin against Charity – hatred of God – and the sin against Hope – contempt of God – are sins so horrendous that they seem to be proper only of reprobates. But the one as much as the other have as their footing the sin against the Faith.

This sin does not lie in the culpable lack of Faith as the fruit of a permanent behavior contrary to it but in the formal negation of the Faith. It is a firm, conscious, and permanent attitude by which individual judgment is put ahead of the authority of God who reveals it. That is why Saint Augustine says that all sins are contained in this sin.  Even the sins against Charity and against Hope. And that is why Saint Thomas Aquinas adds that the sin against Faith is the greatest known sin because it is the one which most separates man from God by attacking the very knowledge of God and eliminating all possibility of getting close to Him.

That immense malice that makes reason to be the judge of God is purely and simply Luther's free examination, which first begets rebellion of human intelligence against God in the order of the intellect and then rebellion of human volition against God in the order of the will and morals. If reason deviates from the Faith as a norm of doctrine, volition will deviate from morality as a norm of conduct. Thus, in the same way, that free examination produces so many sets of beliefs, it also produces as many views as there are minds, quot capita, tot sententiae as our sixteenth-century classics used to say. In the same fashion, by the application of free examination to the field of human actions, as many norms of conduct will be produced as there are subjective consciences. In the same way that the intelligence is free to determine, the will is free to act.

The logic now would be for Luther, in applying such absolute autonomy of human intelligence and will to the order of justification, should follow Pelagius' route and claim with him that justification depends exclusively on man's free will. Luther, however, contradicting himself in his own error, denies the will any sort of intervention in the process of justification, which he attributes exclusively to the operation of grace. Hence, two opposing doctrines, both of which heretical and both engendered from the sin against the Faith. To Pelagius, justification operates only from the will. To Luther, justification operates only from grace, To the Catholic faith, which both of them negate, justification operates from grace as much as from the will. From grace, by preventing; from the will, by cooperating freely with the grace that prevents.

Reproducing a simile to these effects from Donoso Cortés, we could say that, just as the mother who wants to teach her little child to walk extends her hand to him and the child holds onto the hand of his mother and starts walking, in the same way, God extends His hand to man, offering him His grace and man holds onto God's hand, cooperates with the grace and begins walking on the way to salvation. But God extending his hand serves for nothing if man does not want to receive it. And for man to raise his hand would be of no use if God were not to extend His. Both grace and will are thus required.

We can affirm as a summary of what has been said, that the sin against the Faith, which in Pelagius denies the grace and in Luther denies the will, determines the very essence of liberalism in its theological-dogmatic root by negating God as the only source of legality. The root of liberalism, I repeat, is theological. In supplanting Faith for reason it attacks dogma. In supplanting law for will it attacks morals. And the determining cause of this double supplantation is the idea of free examination, which engenders the two currents of thought of which I spoke earlier.

On the one hand, it exalts human liberty to the point of denying God, but on the other, it depresses and nullifies human liberty to an extent such that it gets to the point of negating man.

Let's see now, the consequences of the theological liberalism that we have just examined. When Faith rules over reason, reason rules over law, law rules over politics, and politics rules over the economy. Reason, then, subordinated to Faith does not incur in error. Law subordinated to reason is rational and therefore moral. Politics subordinated to law is legal and, in consequence, just. And economy subordinated to politics is ordered to its own end –the common good– object of politics. From this hierarchy of values required by the natural order derives equilibrium and harmony in society. Well, theological liberalism, in promoting rebellion of reason against the Faith breaks this hierarchy and unleashes the subversion of law against reason; of politics against law and of the economy against politics.

In fact, the subversion of a theological sign which sets up free examination as the arbiter of revealed Truth determines the subversion of a philosophical sign which sets up the intellect as the arbiter of natural truth and this philosophical subversion determines a third subversion of a politico-social type which sets up reason as the arbiter of the laws that should rule society, even if the laws confront the framework and grid developed spontaneously by social forces.

You see, then the rigorous logic which links all of liberalism´s ramifications. In theological liberalism, reason dissociates itself from Faith and creates free examination. In the philosophic liberalism of Descartes and his followers, Kant, Fichte, Shelling, and Hegel, reason dissociates itself from reality and makes up idealism. In Hobbes' legal liberalism, reason dissociates itself from natural law and promotes positivism. In Rousseau's sociopolitical liberalism, reason dissociates itself from man's social nature and invents the social contract. And in Stuart Mill's and his disciples' economic liberalism, reason dissociates itself from the logical hierarchy of values and transforms the economy, which is a means, into an end in itself.

As you see, liberalism entails from its very theological birth, a dissolving and dispersing ideology which, through successive generations of thought, has been destroying, one by one, all of the syntheses which Christendom had been building during sixteen centuries. The synthesis between will and grace, which resolves the problem of predestination. The synthesis between intellect and will through an idea, which resolves the problem of truth. The synthesis between human law and natural law, which determines the value of positive law, The synthesis between authority and liberty, which determines the existence of the State. And the synthesis between the community and its members, which determines the very being of society.

From liberty´s autonomy through free examination, other autonomies are derived: philosophical, juridical, political, social, and economic autonomies. From the moment that liberty, through free examination, is deprived of law, in the same way, the person, society and the State are deprived of law. And then liberty reaches ideological hegemony as an absolute value, as a supreme category which pays homage to no other; and thus we reach the final ending. On the one hand, we reach anthropocentrism, which makes man the center and axis of the Universe, god to himself, and on the other hand, we reach the contradiction in the doctrinal field, because truth subject to liberty would be as shifting as is liberty and therefore would not be true. And in the moral field, because its actions would simultaneously be good and evil, according to the taste of their respective consumers. You can see, then, how reason that rebels against God ends up rebelling against reason itself. And the rebellion of reason against God and against itself acquires its culminating point in the most subtle of all liberalisms, Catholic liberalism.

Error can never negate truth entirely because verum – what is true – is identified with Being. If error negates all truth it negates all Being and if all Being is negated, error negates itself, it would commit suicide. This is why error cannot exist but except when joined with truth and this is why error sticks to truth as a limpet, and the stronger the adhesion the more difficult it is to discover it.

In the political sphere, we can distinguish three classes of liberalisms. One is a kind of liberalism we may call radical, which establishes the dominion of the State over the Church. Another liberalism we may call moderate, which establishes the separation of Church and State, separation which generally ends in the dominion of the State over the Church, and Catholic liberalism, which is the most original of the three.

The latter establishes the union of the State and the Church as a doctrine but the separation of State and Church as a praxis. Catholic liberalism claims to reconcile two antagonical thought systems: the liberal system which proclaims the autonomy of individual and social reason and the Catholic system which proclaims the heteronomy and subjection of both reasons to God. And then, to achieve such reconciliation Catholic liberalism generously attributes jurisdiction over the individual's reason to God but jurisdiction over social reason to the State. And the ideological or doctrinal framework it structures to defend this doctrine is based on what they call thesis and hypothesis in which the hypothesis – what is conditional, circumstantial – is transformed as a butterfly. It acquires absolute value and ends up assuming the validity of a thesis.

You can see this in a concrete case: the confessionality of the State. Thesis: The State must be confessional. This is a Catholic doctrine that Catholic liberalism accepts as a starting point. Hypothesis: if a State, in a given set of circumstances, cannot be confessional, it is not obligated to be so. This statement can be true or false depending on how it is understood. If it is understood in the sense that material impossibility exempts moral responsibility, it is true. But if it is understood that material impossibility determines the nonexistence of the objective moral obligation, it is false. Then, as I said before, what Catholic liberalism does is transform the hypothesis into a thesis; conditional affirmation into absolute affirmation. From a material impossibility and the absence of subjective obligation given such material impossibility, it leaps onto the sphere of principles and defends the nonexistence of the objective moral obligation as a doctrine. Catholic liberalism, which as you see, confuses the material with the formal aspects of the obligation, and the subjective duty with the objective one. This Catholic liberalism constitutes, at the bottom, a sophism in the realm of logic.

And then, Maritain, in a last resort attempt to save this Catholic liberalism, which had been condemned by the Church and entirely discredited, manufactures his theory of integral humanism, which at the bottom is another sophism in the realm of metaphysics. It transforms the conceptual distinction between person and individual into a distinction in reality, and by this artifice establishes in man two realities, diverse and independent of each other. The person, who remains subject to God in his internal forum --deep inside in his conscience--, and the individual, which is bound together with society and the State in his external forum. God and the State apportion their respective fields of action amicably. For God, the man-person; for the State, the man-individual. But since man is indivisible, what the person is is the individual, it results that by Catholics in their internal forum a secular, anti-christian society and State is contrived and built. Such is Christian Democracy. Such is the democracy of Catholic liberalism. Such is the democracy of the hypocrites who adore God in the morning and pass legislation against God in the evening. These are the offspring of the scribes an Pharisees; hypocrites which God anathematized as whitened sepulchers.

If you wish to learn more about the condemnation of Catholic liberalism you need nothing more but to read Papal encyclicals. Mirare vos of Pope Gregory XVI; Libertas and Immortale Dei of Pope Leo XII; Vehementer nos of Saint Pius X; Quas primas of Pius XI, and of Pius XII throughout his entire pontificate but especially in his allocution of December 6, 1953. But pay special attention, above all, to Pius IX in his encyclical Cuanta Qura and its annex, the Syllabus of Errors, and all of his brief allocutions and conferences in which he unmasked liberal Catholics in all their degrees, phases and shades. Even on one occasion, he got to call them 'worse than demons', a phrase that traveled all around the world and became scribed on the forehead of those heretics as a stigma of eternal execration. No wonder he was called the hammer of Catholic liberalism.

At the beginning of this conference, I said that liberalism is an essentially Luciferian sin and that because of that it is Satan´s masterwork. You have been able to prove it in its intrinsic malice in supplanting Faith by reason, through free examination, attacking the supernatural character of the Catholic Church at its root. And you have been able to prove it as well in the pillage of words, in the emptying of concepts, in the transplanting of ideological disguises to accommodate the tastes and preferences of the various historical stages. It was first called philosophism, illustration, and encyclopedia. Then it was called rationalism. Later, modernism, and now it is called democracy, progressivism, ecumenism, conciliarism.

As democratic, progressivist, and conciliar, Catholic liberalism has scaled the highest summits of the Catholic Church, forming within it another, a parallel church of cardinals, bishops, priests, and faithful. Such is the masterwork of liberalism –the liberal Catholic Church which, raised to the heights of ecclesial government, intends to steer the authentic destiny of the Catholic Church. And such liberal Catholic Church is the one which we are unfortunately suffering in Spain, the one which, complying with the liberal postulates, supports the non-confessionality of the State, it distorts the notion of religious liberty and then sponsors it, it favors the implementation of a secular and atheist constitution, recognizes the autonomy of the State to sanction divorce, which is equivalent to recognizing the right of the State to violate the law of God, it does not cry out against abortion or against the screening of a sacrilegious film which very gravely offends the Mother of God,

Such a liberal Catholic Church is the one that has impoverished the beliefs of the Catholic people in Spain. The one which has relaxed its mores. The one which has extirpated its Faith. The one which has compromised with the masonic governments. In a word, the one which has disintegrated the Catholic unity of Spain and, along with it, its political unity.

That liberal Catholic Church is the Church of the great sophists. But behind those sophists, as Donoso Cortés says, the barbarians sent by God always come to cut with their sword the thread of the argument behind that sophisticated, liberal, garrulous and, at the bottom, apostate hierarchy. Behind that liberal Catholic Church which they lead, the red hordes of the hammer and sickle sent by God to dispel their vain sophisms at knifepoint, to bury in the fire their treason and perjury, to vindicate the name of Christ and regenerate our nation anew with torrents of blood until the throne of His Glory is erected again on it.