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domingo, 24 de diciembre de 2017

Por qué Occidente Abandonó las Reglas Normales de Conducta.

Por qué Occidente Abandonó las Reglas Normales de Conducta.


Por A. James Gregor

Nuestra civilización ha observado orden y regla en nuestro universo y esto nos da toda razón para buscar un orden y una regla en nuestro comportamiento

Tomado de New Oxford Review
de mayo de 2017
Traducido del inglés por Roberto Hope



Desde por lo menos la vuelta del milenio, Occidente ha entrado en una época singular de tribulación. Más que un asunto de seguridad amenazada o de des-ubicación económica, por todas partes aparecen señales de una decadencia moral. Más que una simple cuestión de delitos contra la propiedad o de actos de violencia, hay una indiferencia general y sin remordimiento a la constante mengua de lo que habían sido las normas tradicionales de conducta pública y privada. Una de las evidencias más obvias e ineludibles de esta decadencia es la prevalencia del más ofensivo material pornográfico que se nos expone día con día; ninguna cantidad de objeciones parece librarnos de ella. Ahora se le considera “expresión protegida” y una parte supuestamente preciada de nuestra “diversidad” — una diversidad que de alguna manera incrementa nuestra “fortaleza.” La misma lógica inescrutable se utiliza para proteger situaciones de expresión vulgar y blasfema. Cuando en el no tan lejano pasado, la común decencia, habría impedido la exhibición pública de expresiones lascivas visuales y verbales, esas situaciones ahora se han vuelto lugar común, no sólo para ser vistas y oídas en todas partes, sino celebradas como evidencia de nuestra libertad personal. 

Lo que comúnmente llamamos la civilización occidental se ha caracterizado, desde sus inicios, por una norma más o menos común de moral pública y privada. Desde la época de los griegos pre-Socráticos, cuatrocientos o quinientos años antes del nacimiento de Jesucristo, los pensadores occidentales han tratado de elucidar las reglas que gobiernan nuestra conducta individual y colectiva, así como el razonamiento que las sustenta. En el curso de esa empresa, los pre-Socráticos hicieron toda clase esfuerzos por entender el mundo en que se encontraban. Ellos percibían un orden y una regularidad que indican fuertemente la existencia de cualidades de la consciencia. El mundo exhibe esas cualidades, y la mera reflexión sobre ellas podía desentrañar algunos de los patrones inherentes a él. La propia consciencia de esos filósofos podía generar números, y esos números podían trasladarse al universo visible. Podían usar matemáticas y con ello prever el futuro. Podían trazar las trayectorias de los cuerpos celestiales y predecir su curso. En un sentido perfectamente obvio, la mente humana formaba parte del orden de las cosas, y las cosas parecían participar de las cualidades de la consciencia. Nuestros antepasados intelectuales entendían que la realidad era más que una sustancia compleja de cosas materiales. En cierto sentido, ella formaba parte de la consciencia. Ellos veían todo como una parte de la realidad “espiritual”, la cual la razón aducía que podía ser sólo parte de una consciencia todavía más plena.

Una vez concedido esto, siguió la convicción de que la realidad observada requiere de una causa iniciadora consciente para explicar su existencia. La noción de un Creador como “causa primera” se convirtió en una característica del pensamiento griego más antiguo. Sin embargo, ni Platón ni Aristóteles arguyeron que esa Primera Causa mostrara interés aparente alguno en la cosa creada. De alguna manera, el mundo había sido puesto en movimiento como consecuencia de la voluntad del Creador, pero luego, el mundo había procedido con la total indiferencia de Éste. A pesar de todo, había, no obstante, una cualidad importante en las regularidades que gobernaban la creación. En esas regularidades, los griegos veían implicaciones para el comportamiento humano. Consideraban que la manera como se comportaban las cosas indicaba cómo debían comportarse. De una descripción de cómo se conduce el mundo, los primeros filósofos sacaron conclusiones sobre el orden apropiado de las cosas. Ellos argüían que mediante la observación, uno podía descubrir una lista de comportamientos, tanto prescritos como prohibidos, así como su justificación.

Así pues, aunque los filósofos de la antigüedad no estaban preparados para argüir que la evidencia del universo nos diera el fundamento para sostener que el Creador, como Causa Primera, nos provee de las reglas para tener una conducta correcta, sostenían que la misma regularidad ordenada de las cosas nos da el fundamento para la recta regularidad de la conducta humana. Hay orden y regla en nuestro universo y esto nos da razón para buscar un orden y una regla en nuestro comportamiento. Los filósofos argumentaban que los hombres prosperan cuando siguen reglas ordenadas de consideración, camaradería y ayuda mutua. Como el orden en la naturaleza, el orden entre los hombres tiene consecuencias discernibles y esto nos da el razonamiento para una conducta que mejora la vida. Así, aun cuando los filósofos no veían en el Creador de las cosas, al que nos provee de una lista específica de comportamientos prescritos o proscritos, ellos concluyeron que cualquiera que gozara de un buen sentido de razón, podría desentrañar tales reglas observando la naturaleza. Todo lo que se requería era buena voluntad y observación sistemática. Nuestros antepasados sostenían que este proceso, accesible a todos, podía establecer reglas generales de conducta correcta así como su razón justificante.
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Sólo con la venida de la Edad Media, los sabios cristianos lograron unir la “teología natural” de los pensadores pre-cristianos con la verdad revelada del Decálogo — para proveer de su defensa mediante la razón y la revelación. Antes de que la verdad revelada se hiciera parte de la doctrina religiosa, la moralidad razonada del platonismo y del aristotelismo proporcionaban el fundamento natural para el comportamiento público y privado, una justificación basada en evidencia observable por muchos sujetos. Aun cuando los cristianos argumentaban que la conducta humana es gobernada en última instancia por mandato divino, concedían, sin embargo, que es posible, no obstante, llevar una vida moral sin más conocimiento de lo divino que el saber que existe un Creador, la Primera Causa del ser. En efecto, los cristianos del siglo XIII argumentaban que los hombres pueden gobernar su conducta moral con las prescripciones y proscripciones que se derivan de la observación del orden del universo.

En el siglo XVIII, esas eran las convicciones que abrigaban muchos de los fundadores de los revolucionarios Estados Unidos (Thomas Jefferson prominente entre ellos). Como deístas, estaban preparados para argumentar que ese sistema ético por sí solo proveería el núcleo sustancial de una “religión civil” (“Tenemos estas verdades por auto evidentes”) que habrían de guiar el mando del comportamiento de los ciudadanos — sin la necesidad de establecer una religión sancionada y hecha cumplir por el estado. De esa manera se permitió la libertad de religión sin abandonar el fundamento para un orden moral sustentable.

En la misma época, sofistas y escépticos contemporáneos en Europa, tomando el hilo de argumentos arrastrados desde tiempos tan anteriores como el Renacimiento, se dieron a argumentar que no podemos estar más seguros de los descubrimientos empíricos acerca del mundo a nuestro alrededor que lo que podemos estar seguros de la existencia de un Creador. Llegaron a presentar argumentos que descartaban la infalibilidad de la verdad matemática, afirmando que las “verdades” matemáticas son meramente una función del lenguaje. Argumentaban que nuestras favorecidas proposiciones matemáticas no serían verdad en algún otro lenguaje hipotético. Como consecuencia, estos pensadores sostenían que las proposiciones empíricas acerca del mundo son siempre inevitablemente inciertas — y las verdades lógico-matemáticas eran simples subproductos culturales de nuestro lenguaje heredado. No podíamos depositar confianza en aserción de verdad alguna. Una verdad objetiva no puede hallarse en ninguna parte.

Si se concede todo eso, no hay base, sea empírica o divina, para sistema ético alguno. Más y más pensadores en el siglo diecinueve comenzaron a argumentar que la moral no es más que una invención y una cuestión de elección personal. Aun peor, argumentaban que, sistemas tan demandantes y restrictivos estaban dirigidos a servir los exclusivos intereses de alguna casta privilegiada, así como a suprimir la resistencia de aquéllos que eran explotados por su mando. Los primeros revolucionarios del siglo XX estaban animados por esas convicciones, expresadas por iconoclastas tales como Federico Nietzsche y Carlos Marx. El resultado fue la producción de 'religiones políticas' por los revolucionarios, a fin de fomentar un comportamiento obediente entre sus seguidores. Los revolucionarios crearon sistemas carentes de normas y valores sociales, dirigidos por líderes carismáticos — los sabelotodo autócratas del partido, identificados de diversas maneras como 'estimados líderes' o 'salvadores', que se hacían aparecer como omniscientes. Ellos, y los partidos políticos que ellos movilizaban, procedieron a emitir mandamientos que debían ser obedecidos por todos y castigados con la amenaza de muerte, encarcelación o destierro. Todos sabemos de las terribles consecuencias que siguieron al establecimiento de tales sistemas.
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En Occidente, todo esto ha sido acompañado de una clase de actividad académica inspirada. Comenzando por los pensadores del Círculo de Viena al principio de los 1930s, y después aducidos por un verdadero ejército de intelectuales, hemos sido informados de que nuestras convicciones morales no son más que preferencias personales que no tienen mayor estatus que las de otros. Se nos ha dicho ahora, que la moral no representa nada más que los prejuicios preferidos. Los educadores en nuestras universidades más prominentes nos informan que ninguna aseveración, cualquier que sea su tipo, puede jamás ser “verdadera” (salvo por la aseveración misma). Se nos dice que cualquiera y todas las aseveraciones — empíricas, lógicas o normativas — nada son en principio fuera de expresiones de preferencia basadas en la raza, la cultura la clase social o el género. 

Esto ha llevado a algunas ocurrencias sorprendentes. Recientemente, un antropólogo profesional sostenía que ninguna distinción de lo que es verdad podía hacerse entre la aseveración de la tribu indígena de los Zuni, de que la población aborigen de América del Norte surgió de la tierra espontáneamente, y la aseveración de las ciencias sociales de que los indígenas americanos emigraron caminando sobre el puente de tierra prehistórico que en un tiempo conectaba a Norte América con Asia. Decía que ambas caracterizaciones de los orígenes de los aborígenes americanos eran igualmente verdaderas, cada una desde su perspectiva propia. De manera semejante, algunos médicos occidentales insisten en que su teoría de la transmisión de las enfermedades no es más 'verdadera' que la convicción Hinduista de que la enfermedad se propaga a capricho de una divinidad o de otra. Sostienen que argumentar lo contrario constituiría un caso de 'imperialismo cultural'

El resultado directo de todo esto ha sido el abandono general de todas y cada una de las reglas prescritas de conducta. Las únicas reglas que se permiten son aquéllas que estén endosadas por las minorías raciales, las comunidades culturales históricamente “oprimidas”, o una de una multitud de géneros súbitamente descubiertos — con exclusión de todas las demás reglas. En última instancia, las “verdades”, en particular las verdades morales, se entiende que no pasan de ser elecciones hechas por individuos o por grupos con comportamiento que se conforma a sólo una sentencia: “Sé leal contigo mismo”. Ya que no hay fundamento para justificar una  conducta “apropiada”, el resultado ha sido la proliferación de comportamientos 'alternativos'  que van desde el asesinato en masa de inocentes (v.gr. de civiles no beligerantes, de bebés en el seno materno, de grupos étnicos rivales) hasta la exigencia de que se les permita a adultos “amar” a niños pre-adolescentes. Hasta ha habido exigencias persistentes planteadas de que, a modo semejante, se les permita “amar” a animales — predicado aparentemente sobre el argumento de que, ya que no hay fundamento alguno que justifique reglas públicas de conducta, a cada quien debe permitírsele que “busque la felicidad”  a su manera.

En esencia, Occidente ya no tiene una moral pública o privada que esté preparado para defender con argumentos razonables. Nuestro comportamiento individual y colectivo es sancionado solamente con la fuerza — una fuerza gobernada por ninguna otra cosa que los caprichos del electorado. Lo que es permitido es gobernado más y más frecuentemente por los prejuicios y preferencias de minorías agresivas y bien financiadas.

La actual exoneración identifica como sus enemigos a aquéllos en las iglesias. que estén preparados para defender la moral tradicional, así como a aquéllos a quienes se les han asignado las responsabilidades oficiales de mantener el orden público y de administrar lo que queda de la ley que hemos heredado. Con más y más frecuencia, los tribunales son influidos por un entorno que insistentemente se ha vuelto carente de normas y de valores sociales, una influencia que ha impactado también a nuestros políticos. Conocemos demasiado bien cuáles han sido los resultados de esto.
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En la arena internacional, las entidades políticas organizadas han comenzado simplemente a elegir sus propios enemigos, a los cuales extenúan mediante violencia ilimitada, o aíslan mediante rechazo, encarcelamiento o exilio. En nuestro propio entorno, los enemigos elegidos son destruidos mediante intimidación, mentiras, o represión. El discurso político fácil, de restaurar la seguridad o derrotar a quienes nos podrían causar daño, implica una tarea mucho más compleja y demandante que lo que la mayoría apenas comienza a imaginar. Tal restauración requeriría del restablecimiento de los fundamentos racionales de un sistema ético que sea capaz de propiciar lealtad. Lograr eso será una tarea ardua, que implica la dedicación de las iglesias y de toda la gente de fe. En su desarrollo, tendría que hacer participar a las universidades y a todas las instituciones colaterales que están dedicadas a la educación de los ciudadanos.

En el mejor de los casos, nuestra generación podrá esperar lograr apenas un comienzo — así de amplia y profunda es la decadencia moral. No sería la primera vez que la humanidad fuera levantada en un resurgimiento moral, una exigencia colectiva e incontenible de una restauración de la decencia, del sentido humano y de la buena voluntad. Sólo nos queda esperar su éxito.

domingo, 29 de octubre de 2017

About Christian Progressivism. 2

About Christian Progressivism

Part 2

 
By Father Julio Meinvielle


Translated from the Spanish by Roberto Hope

The false foundation of Christian Progressivism

Up to here, we have explained in which errors Christian progressivism incurs.
Aside from certain theological and philosophical errors and deviations, and wrong attitudes in the Christian practice, Christian progressivism is wrong above all in promoting an alliance of Christianity with modern civilization. This attitude leads it, consequently, to ally itself yesterday with liberalism and today with Communism. A fundamental error lies beneath all this, which consists of assigning a necessarily progressive movement to the course of history and for the same reason to modern history which develops from the Renaissance to our days.


It is well known that those which assign to history a necessary progress are false philosophies; take, for example, Turgot and Condorcet in the eighteenth century; Hegel, with his famous dialectics; Marx, who adopts such dialectics and applies it to social groups to announce the inexorable advent of the triumph of the proletariat. Also, Comte assigns a necessary progress to history which would develop from a religious stage to a metaphysical one and passing from there to a positivist stage.


This takes us to pose the question of whether modern civilization means progress or regression, the perfectioning or the degradation of man. It is clear in modern history, from the Renaissance to our days, that real progress has been achieved in certain aspects of man. There has been undeniable progress especially in the field of positive science and in the application of these sciences to develop industrial techniques for the production of goods and services. There is, without doubt, an immense, extraordinary technological progress. A progression in man´s taking of conscience in the face of certain fears and injustices. I say progress in man's conscience, not effective progress, as we will note later. But the question is posed of whether there is true progress in the fundamental aspect of man, namely, in that which makes man more human, better, more perfect; in short in his moral life through which man gets closer to God. That getting closer to God, the principle and end of man, is what measures true progress. Since man is a participated being, he cannot progress in his substance except to the extent that he participates more strongly in God's Being. We hold that not only is there no progress in the man of modern civilization, but, on the contrary, there is a degradation of values which reaches deeper degrees.


The four values of a normal civilization

To examine that question we have to start with the fact that all civilization is a manifestation of human reality. Now then, in a normal man within the actual order of Providence, in which man has been redeemed by Christ, four fundamental values are to be recognized: Man is a thing, man is a sensitive being, man is an intellectual being, man is a supernatural being. These four dimensions of man are related between one another by a hierarchy, in which the lower is at the service of the higher. Thus, man is a physical and chemical being to sense, he senses to think, and thinks to pray. These four human values have their manifestation in the social groups of a civilization. So, to the reality of things correspond the groups of peasants and artisans, occupied in the inferior tasks of producing economic goods. Above them are the groups of the bourgeois who occupy themselves in the higher tasks of economic life. Above them are those who devote themselves to the culture, philosophy, military life, politics, who have as their mission to ensure the virtuous and cultured cohabitation of civilized life. Above these groups is the priesthood, which has as its mission ensuring the supernatural life to which man is destined in the actual order of Providence.


Well, a normal civilization must enclose these four values with its corresponding social groups in a hierarchy. A hierarchy of values which imports at the same time a hierarchy of services. The more valuable groups ought to use their hierarchical superiority to serve the inferior groups. This is why the Prime Pontiff, who is placed at the peak of all values is called the servant of the serfs because he is placed there to serve all men.


In history, there was a century — the thirteenth century — in which this normal civilization manifests itself within the imperfection of human things. That is why that century's civilization produces a very high philosophy in Saint Thomas Aquinas, an admirable politics in the Saintly Kings and also a marvelous art in saintly artists. The works are still there, the cathedrals, the frescoes, the philosophy, the poetry of that century, to reflect how a normal civilization develops itself. It is not the purpose to make an apology of the Middle Ages, and much less to intend to go back to such past ages. Neither is it the purpose to deny the harshness under which the life of the inferior classes of people in that society was lead. That harshness was due not to unjustness since it had been producing relief and improvement in human relations, which was passing from slavery to serfdom, and from this to complete liberty. Harshness was due above all, to technological deficiencies. Man had not yet invented the means of harnessing energy as steam, gas, electricity, and nuclear, which now move the entire production system without demanding the subjection of man to the strenuous production of energy. There was a harshness in the life of the inferior groups, although real progress in their way of life has to be recognized, and especially the theologians' preoccupation for ensuring a fair price in all human transactions.


What is important to highlight here is that that century produced a normal civilization in which its place was given to each of the human values which should not be missing in a civilization.

The three Great Revolutions

With the Renaissance begins a series of revolutions in civilized life, in which the inferior value rebels against the higher value, and so, in the Renaissance and in the Protestant Reformation, the purely human, the purely rational, the purely natural, rebels against the supreme value, then represented by the priesthood. Thus we see how Philip the Fair, towards the end of the thirteenth century, rebels against Boniface VIII, and, later, how Protestantism rejects the supremacy of the Roman See. A civilization placed no longer under the sign of the Christian values but on purely natural values is then begun. A humanist, naturalist, rationalist civilization begins, in which the supreme value is attained by those groups, the humanists, the politicians, which represent purely cultural values, and thus begins then the absolutism of monarchs and the rule of philosophical rationalism. This civilization fills all of the fifteenth, sixteenth, seventeenth, and eighteenth centuries. But this civilization advances towards its ruin, and this for a very important reason.


Without the supernatural value which in the actual order of Providence ensures the integrity of the natural man, this integrity becomes impossible, and thus we see how rationalism is nothing more than the road to the torture by reason, absolutism torture by monarchs, and naturalism torture by what is human. And also, inevitably, rationalism ends up in the suicide of reason, as in Kant and Nietzsche; in absolutism in the scaffold, as it happened with Louis XVI; in naturalism as in the materialism of the nineteenth century; humanism as in the homo economicus of the bourgeoisie, and in the animal life of humans, as in positivism and in Darwin.


The First Revolution, that of the Reformation against the priesthood, leads to the Second Revolution, the one against the political, philosophical, and human life, of the French Revolution.


The French Revolution is, in substance, the replacement of the nobility by the bourgeoisie, of politics by economism, of the human by the infrahuman, of the rational by the animal, of the classical for the romantic, of absolutism by democracy. Along with the French Revolution began a bourgeois, stupid, animal and positivist world. The homo naturalis no longer functions and the homo animalis takes up his responsibilities. Therefrom the materialism of the nineteenth century. Reasoning having been exhausted, that is, the operation which interprets and unifies the facts, which reflects upon them, nothing is left for man but to restrict himself to prove the facts and collect them.


The French Revolution opens the way to the nineteenth century, which is the century of economism, of capitalism, of the colossal industrial, commercial and financial expansion. But from the fact that it is a century of economism, it does not follow that men attain their economic welfare. Because the economist economy of capitalism is inevitably inverted; in it, consumption has the purpose of producing more, production is increased so as to sell more, sales are increased so as to profit more, while the right ordering of things demands that finance and commerce be at the service of production, and production at the service of consumption, and both at the service of the economy, and the economy at the service of politics, and politics at the service of man, and man at the service of God.


This economy so inverted is implacably disastrous and ends up with the tremendous contemporary catastrophe which we now witness: an immense production apparatus which promotes wealth in the world, along with a humanity of which two-thirds suffer from a lack of roof or shelter, and undergo famine. Just as how the people had to suffer the abuses of politicians in the absolutist era, in the era of economism they become subjected to the yoke of the magnates of wealth.


The French Revolution, which raises the bourgeoisie to the top plane, advances inexorably towards the Third Revolution, the Communist Revolution in which the proletariat, the last of the social groups, which does not represent any value other than the material, takes over the entirety of civilized life. We now find ourselves in the Third Revolution, which is the Communist one, the proletarian revolution, in which the unqualified and marginal laborer wants to displace the bourgeois, the politician, and the priest.


He wants to supplant the bourgeois and repudiates the bourgeois economy of private property, wants to supplant the politician and repudiates the authority of governments to serve the common good, wants to supplant the priest and erects militant atheism as a system.


Communism, extended now to a large portion of the world, signals the last of the possible revolutions in a cultural century, After it, and even with it, nothing is possible but chaos in the authentic human values. A communist is a man from whom his supernatural formality of God's child has been taken away, and so has his natural formality of sensitive animal. The communist becomes a thing, a bolt, a nut in the great machine that is the collective society of the proletariat. What remains of a man from whom these three dimensions have been taken away? Only one thing remains, it is something which advances towards nothing. And thus, communism is, definitely, the deification of the reality which tends to nothing. What is the reality which tends to nothing? What is that which continues being something but is nothing by its pure potentiality? It is Aristotle's raw material, that material which of itself is neither essence nor quality, nor quantity, nor any other thing by which being is determined.


That is why communism is not necessarily materialistic. Communism tends to nothingness, to the purely shapeless, to being anything under the all-powerful hand of the dictatorship of the proletariat. This colossal power grabs the man and converts him into the gearwheel of an equally colossal piece of machinery. Man, individual man loses his condition of God’s child made in the image of God to contemplate God, loses his natural condition of lord and master of nature, he also loses his animal condition to enjoy the sensitive pleasures; man becomes a purely useful thing which is utilized or discarded according to whatever the convenience of the great collective machinery demands: man has lost his destiny.
Note how that process against man’s religious life which started with the Protestant Reformation, reaches its sharpest point in Communism. Man first revolted against the Church in Protestantism, then revolted against Jesus Christ in rationalism, and today the revolt is directly against God in militant atheism. This is why communism must necessarily be atheistic. That is how Marx explains it, finding in religion a frustration for man. To Communism, religion is not only useless, but it is also positively evil because it destroys man. The dialectics of the opposition of God and man is nurturing all of Marx's thinking.


If God exists and is the Creator of man, man cannot exist and much less be his own creator. Since what one has and is, is at the expense of someone else. But since man exists and is the creator of his own history, it follows that God does not exist nor is there a creator of man. The dialectical process leads Communism not only to negate God before man but to affirm that man is god.


Communism also deprives man of his political character, that is, of the relationship of one man with another. Political life, in the noble sense of the word, the relationships of men with other men for their virtuous improvement, does not exist in Communism. Man is nothing but a pure laborer whose value is measured by his relation with the capacity to produce material goods. The political quality consisting of a relationship of man with man for the completion of the sufficiency required for human living, cannot exist in a society that has no reason of being other than using man to produce goods. But there is more, communism is not even interested in the material welfare of man, i.e. the possession of the wealth which supplies a specific animal enjoyment. This enjoyment was sought by the bourgeois in the liberal society.


But Communism does not even come to this. Communism is not interested properly in wealth, it is interested in work, which is the wealth-producing instrument. It does not seek the living of man but the working of man. That is how Marx teaches it clearly in his book “The German Ideology”. For Communism, the supreme and only value is labor producing material goods. Man himself, and even his material welfare, is not of interest. Its only interest is for man to work and produce, even if he does not enjoy what he produces.


Communist man finds himself deprived of enjoying the divine gift of God´s contemplation, deprived of the human enjoyment which political cohabitation affords, deprived of the animal enjoyment produced by the use of economic goods. he is a pure laborer enslaved to the work for the benefit of the collective society.


The convulsive state of modern man

What is the result brought about by modern civilization in which man has been degrading in his human substance? Today's situation reflects the value of this civilization. Man has reached a convulsive state, And we see how man has lived anguished by horrific events happened in the last fifty years. The First World War, the Cold War, the atomic bombing of Hiroshima and Nagasaki, the threat of a nuclear war. Man lives terrified. Therefrom the anguish and terror literature and philosophy. Two-thirds of humankind living in a chronic state of hunger, and many families deprived of shelter.


We are witnesses, after four centuries, of the anti-Christian and anti-human character of the proud Modern civilization. Anti-Christian because of the immense populations of the Communist countries and of the countries who live under a practical, if not militant, atheism, with total ignorance of God the Creator.


Anti-human civilization because of the immense populations in the globe knowing nothing other than hunger, anguish, the horrors of war, and of fratricidal strife, such as the strife between the proletarians and the bourgeois, and being homeless.


Here we note how false is the foundation on which Christian progressivism supports its acceptance of modern civilization. It would be right to accept it if it offered human values that truly perfected man. It should not be accepted to the extent that it exerts a destructive and degrading action on man. True, modern civilization has brought about some partial progress in the techniques of production of material wealth. But in failing to procure the true perfecting of man in his moral and religious aspect, technological advance without a corresponding moral progress turns into a terrible weapon of destruction and degradation of man. It is thus that the paradox comes about that just in the precise moment in which the undeniable advances in technology permit providing well being to the population of the globe, immense multitudes of millions of human beings suffer the penury of a lack of satisfaction of their most elementary needs. What is still much worse, they see themselves threatened in their own physical integrity by nuclear weapons.


This is why it is important for man to make a greater effort to order his moral and religious life without abandoning his effort in the creation of material goods. Herein the prime — absolutely prime — need to recognize the rights of the Church in public life, rights which concretize the higher ones of Christ´s redemption and God's sovereignty. This public recognition of the rights of the Church by nations and by the world order is a fundamental condition for the moral life of the people as well as for their material well being. Here take their place those profound words of Christ ´Seek you first the kingdom of God and His Justice, and the rest will be given to you in addition'.


Christian progressivism, in abandoning this fundamental and primary task of edifying the Kingdom of God in the temporal life, in abandoning the instauration of the Catholic city, of Christian civilization, toils in the edification of the Communist city. This is why Christian progressivism ends up collaborating with communism.


There is no in-between. In refusing to work for the Christian civilization, it labors for the anti-Christian and anti-human civilization.

(To be continued.)
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domingo, 8 de octubre de 2017

La Revolución, Soros, y el Ataque a Occidente

La Revolución, Soros, y el Ataque a Occidente

por Dr. Boyd D. Cathey

Tomado de: http://angelqueen.org/2017/09/23/the-revolution-george-soros-and-the-assault-on-the-west/
22/09/17
Traducido del inglés por Roberto Hope

A veces mi pensamiento me lleva cuatro décadas atrás a mis años de estudiante universitario. Entre una escuela de graduados y otra, trabajé como asistente del escritor conservador y filósofo Russel Kirk en Mecosta, Michigan. Siendo yo un muchacho sureño, lo significativo que recuerdo acerca del clima de allá, es que el suelo se cubría de nieve — ¡y mucha! — desde cerca del Día de Gracias hasta el mes de abril. Así que, fuera de mis deberes secretariales con el Dr. Kirk, tenía yo mucho tiempo para leer (los Kirk no tenían televisión) y con la biblioteca de Russel, de más de 30,000 libros, tenía la cornucopia de un bibliófilo al alcance de mis manos. No sólo eso, sino que, además, él era uno de los “profesores” más ampliamente leídos que un joven estudiante de post-grado podría jamás tener.

Así, más allá de su vasta colección de historias y biografías, pude leer de la gran literatura, incluyendo algunos clásicos de espiritualidad católica. Además de Jonathan Swift, Sir Walter Scott, Robert Louis Stevenson, estaban las obras de G.K. Chesterton, Hilaire Belloc, y los antiguos. Las vidas paralelas de Plutarco, la Metamorfosis de Ovidio, Dante y, de mayor influencia, escritos que alteran la vida, del místico español San Juan de la Cruz. Los menciono no por jactarme de haberlos leído, sino solamente para decir que mi año con el Dr. Kirk fue muy fructífero de diversas maneras, que sólo ahora alcanzo a comprender por completo.

Cuando reflexiono y escribo ensayos en estos días, vuelven a mi mente escenas y citas de muchos de esos clásicos, y muchas veces parecen encajar y apoyar mi narrativa. Preparando este ensayo, recordé una cita del gran primer ministro conservador británico del siglo XIX Benjamín Disraeli, mencionado prominentemente en la famosa obra de Kirk 'The Conservative Mind'. Viene de una de las novelas de Disraeli, Coningsby. Aquí va: “Así ves pues, mi estimado Coningsby, que el mundo está gobernado por personajes muy distintos de los que se imaginan aquéllos que no están tras los bastidores”

Disraeli escribió esas palabras hace más de 170 años. Pero ahora, conforme exploramos los decadentes restos de una cultura que una vez fue orgullosamente el “Occidente Cristiano”, o sea, la civilización europea que heredamos, que ha estado con nosotros y que nos ha formado y templado durante casi dos milenios — conforme contemplamos los ataques sin límites a este legado, queda aparente que la decadencia y decrepitud ha venido no por accidente, ni siquiera por un ataque frontal. Más bien, el gran éxito que ha tenido la Revolución Marxista ha sido el subvertir e influir para transformar desde adentro la cultura de Occidente, casi de una manera clandestina.

Por ahí por la época de la Primera Guerra Mundial, el filósofo comunista, Antonio Gramsci, formuló una teoría que incluía una disquisición de lo que llamó “hegemonía cultural”. El brillante Gramsci, observando el fracaso del “comunismo bélico” para derribar el orden tradicional de Europa por la fuerza militar, comprendió que la Revolución Marxista nunca podría tener éxito en su campaña contra el Occidente Cristiano histórico por medio del conflicto armado abierto. A pesar de la devastación y de los efectos debilitantes del liberalismo del siglo XIX, aún dominaba un patrón tradicionalista, cultural y religioso — una “hegemonía cultural” —  que guiaba gran parte del pensamiento occidental, fijaba normas y gobernaba la conducta. Esa hegemonía cultural, postulaba Gramsci, debe ser derrocada y reemplazada. Occidente solamente podría ser conquistado si su cultura tradicional y sus bases religiosas, fundadas en una fe cristiana ortodoxa, fueran transformadas.

Y era la Iglesia Católica, y sus enseñanzas sociales y políticas, las que constituían el obstáculo principal al, y el enemigo del, Marxismo. Gramsci entonces enfatizó la infiltración y subversión de la Iglesia como el medio supremo para eventualmente llevar a efecto la Revolución. La cultura occidental — la civilización occidental — estaba basada fundamentalmente en y sobre la Fe, en el valioso legado que vino de Jerusalén, de Atenas y de Roma. Cortar esa conección, contaminar y subvertir ese fundamento, y la transformación cultural llegaría inevitablemente.

A fines del siglo XIX el gran escritor tradicionalista Marcelino Menéndez y Pelayo, en su Historia de los Heterodoxos Españoles apercibió a la España Católica: “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio…; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra.”

Como Menéndez y Pelayo, Gramscí entendía esta máxima, esta verdad sobre la Europa y el Occidente. Si se infecta la base de una cultura, se pervierten y llegan a alterarse sus creencias fundamentales, su moral, su concepto del bien y del mal, sus ideas sobre la ley, sus mismos significados lingüísticos  —  si se logran estas cosas, de igual forma se alterará su política y su cultura. Sin la Fe como su “escudo y broquel”, Europa quedaría entonces indefensa ante los asaltos del Marxismo y ante la creación de un Nuevo Orden Mundial, que es uno esencialmente sin Dios, paganizado, y antítesis autoritaria de un orden cristiano que fue establecido con la sangre y devoción de los mártires, los santos y los reyes cristianos.

Este último siglo ha sido testigo de la implantación de esta estrategia por los Marxistas culturales y los revolucionarios entre nosotros. La oposición al Occidente cristiano desplegada por los comunistas soviéticos más conservadores, que desafiaban frontalmente nuestras instituciones y cultura resultaron ser intrascendentes. Pero la subversión interna y la infiltración han sido singularmente exitosas.

La Iglesia, desde el papado de San Pío X, y luego de los de Pío XI y Pío XII, identificó la amenaza apremiante del comunismo y el socialismo. Sin embargo, la estrategia de Gramsci prendió en sus propias filas, primero de manera subrepticia, pero ya en los años 50's y 60's abiertamente con el éxito que tuvo el Personalismo de Teilhard de Chardin y la aceptación de las teorías sobre la Iglesia en la Sociedad propagadas por escritores tales como el Padre John Courtney Murray, y el floreciente 'neo-liberalismo' de Alemania y de los Países Bajos  —  lea 'El Rhin Desemboca en el Tíber' de Ralph Wiltgen. Y con la 'apertura a sinistra' del Concilio Vaticano II  —  esa infame apertura a la izquierda'  —   se le abrieron las puertas de par en par a la Revolución, eclesiástica, política y culturalmente.

En los Estados Unidos, la larga penetración del marxismo 'cultural' en nuestras instituciones comenzó en serio en el medio académico, en nuestras escuelas y universidades. Diversos observadores señalan el tremendamente extendido éxito de la 'Escuela de Frankfurt' de intelectuales marxistas, quienes, siendo judíos fueron expulsados de la Alemania Nacional- Socialista en los años 30´s, y se establecieron luego en los Estados Unidos, en la Universidad de Columbia. Desde ese seguro foro ejercieron una increíble influencia en casi todo aspecto de la vida intelectual estadounidense y europea.

De hecho, como estudiante de post-grado, recuerdo que diversas obras de Herbert Marcuse (en filosofía), Theodor Adorno (en sociología y teoría de la música), Max Horkheimer (en psicología social), Erich Fromm (en psicoanálisis) y Jürgen Habermas (en historia) estaban muy en boga  —  varios de mis profesores nos las imponían a mi y a mis compañeros de la escuela de graduados. De lo que comenzaba a darme cuenta desde entonces, tomado en conjunto, con el soporte ideológico adicional de escritores tan influyentes como Franz Fanon (sobre el colonialismo, el imperialismo y la ‘opresión’ de la raza blanca) y Michel Foucault (sobre la transformación de estructuras políticas y sociales y sobre la teoría crítica), era que estaba ocurriendo el ejercicio de un esfuerzo universal para alterar, no solamente los patrones de pensamiento y los objetivos sociales y políticos, sino nuestro mismo idioma.

Y había muy poca oposición efectiva: la fuerza intelectual dominante en Occidente durante el Siglo XIX y mucha parte del Siglo XX era un blando liberalismo, intelectualmente estéril, incapaz de repeler las desgastantes críticas que se lanzaban contra él por el marxismo cultural. De hecho, podría decirse que el liberalismo preparó el terreno para el éxito marxista.

Aquellos escritores y profesores 'liberales' de antaño habían hecho todo lo posible por desacreditar y desmantelar, política, social y religiosamente, un orden tradicional todavía más antiguo; sin embargo nada tenían con qué reemplazarlo, que fuese mejor o más permanente. Sus teorías acerca de la 'democracia liberal', de la 'igualdad', de los 'derechos civiles' y de la 'liberalización', propugnadas e implantadas para tomar el lugar de la fidelidad a la tradición heredada, de la creencia en una ortodoxia religiosa, de la existencia de órdenes sociales, y del reconocimiento inherente de que la desigualdad es una condición natural de la vida  —  estas panaceas liberales, habiendo debilitado tanto al tejido político como al social de la sociedad occidental histórica, dejaron a Europa y a América abiertas a los atractivos seductores de un marxismo que no era como el soviético, aburrido y cleptocrático.

El futuro del mundo estaba, ya no con esos comisarios septuagenarios que anualmente, el día primero de mayo, se paraban inmóviles en la Plaza Roja para pasar revista al poderío militar soviético. Ahora estaba con los marxistas culturales, quienes durante varias décadas habían estado revolucionando el pensamiento, las aspiraciones, y hasta el mismo lenguaje de Occidente  —  y cuya mentalidad, cuyo patrón, no sólo había revigorizado un marxismo que ya se daba por muerto, sino que había establecido su preeminencia y 'hegemonía cultural' sobre un vasto espectro del pensamiento y de la cultura de todo el Occidente.

Esto, entonces, es con lo que nos enfrentamos aquéllos de nosotros que seguimos siendo fieles a esa mucho más antigua tradición, esa herencia cristiana ortodoxa y occidental. En todo el panorama político y cultural, hasta aquéllos que supuestamente se oponen a este creciente progresismo  —  y a su ataque final a lo que queda del legado que hemos recibido y que peligra severamente  —  esos supuestos opositores, emplean su lenguaje y aceptan tácitamente sus objetivos finales. De esa manera, los así llamados neoconservadores y sus muchos seguidores del bando Republicano, sirven, de su particular y tortuosa manera, tanto para hacer viables como para glorificar las conquistas de los progresistas y los avances marxistas más recientes. De manera semejante, entre la supuesta 'oposición religiosa' a la Revolución, aquéllos que llamamos 'neo-católicos' sancionan y santifican los cambios radicales salidos del Vaticano II y los tratan de defender como conservadores.

Sin embargo, el conflicto universal que parecía que habíamos perdido no ha concluido. El pasado noviembre dio prueba de ello  —  política y culturalmente. El despertar esporádico aquí en los Estados Unidos y el florecimiento de una reacción populista y tradicionalista en Europa, lo ilustran claramente. Y la proliferación de organizaciones y asociaciones dedicadas a la ortodoxia católica y a la defensa de la fe tradicional sigue al compás de la más reciente de las fatuidades que nos llegan de la “Roma ocupada”.

Esa es precisamente la razón por la que vemos la creciente, febril y desenfrenada reacción de polifacéticas fuerzas, tanto las del “Estado Profundo” progresista como las internacionalistas del Nuevo Orden Mundial. Esa reacción toma muchas formas; en los Estados Unidos particularmente, la de una guerra abierta contra el Presidente Trump (y más contra su plan de cambios) librada por los grandes medios de comunicación y sus adeptos de ambos partidos políticos, del medio universitario y de la cultura popular. Y, en el campo religioso, con los intentos de silenciar y marginar a aquel clero católico que se levanta en lucha contra la auto- demolición de la Iglesia.

Entre las 'eminencias grises' que influyen en todo el mundo  — 'padrinos' espirituales y políticos  —  de la ofensiva progresista mundial, está el multimillonario internacional George Soros, cuyos tentáculos alcanzan casi cada rincón del mundo y cuyas Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) laboran sobre el terreno para influenciar y subvertir a toda nación que se resista a incorporarse al Nuevo Orden Mundial, la verdadera y ulterior meta del Estado Profundo, y de esa forma alcanzar la etapa final y el triunfo de la nueva hegemonía cultural concebida por Antonio Gramsci.

La sangrienta visión de Soros coincide, a conveniencia, con los objetivos generales 'globalistas' de la clase dirigente del Estado Profundo. Con su pirámide de fundaciones donadoras escalonadas, sus ONGs y su vinculación estrecha con los dirigentes de la Unión Europea, de Washington, de Wall Street y del Vaticano, impulsa su propio itinerario. Pero en los grandes medios de comunicación jamás va usted a oír o leer una sola palabra acerca de los nefastos tentáculos de influencia de George Soros. Si usted menciona su nombre o hace referencia a su influencia tras bastidores en el campo internacional, inmediatamente lo calificarán de maniático de las “teorías de la conspiración” o de algo peor.

Sin embargo, Soros encaja en la descripción que hizo Disraeli hace 170 años. Si alguna vez ha habido confirmación de esa observación, él la ejemplifica. Él es la epítome de esa cara oculta de la “marea teñida en sangre” de la Revolución contra Dios y el hombre, de la que previno el poeta William Butler Yeats en 1919  —  precisamente en la época en que Antonio Gramsci estaba escribiendo las teorías que habrían de probar ser fatales para Occidente  —  y es la misma época en que San Pío X previno al mundo cristiano del bacilo fatalmente infeccioso del modernismo.

Aquél que conoce la verdad debe actuar conforme a ella. Durante el año pasado, el verdadero carácter, la verdadera cara de la Revolución se ha revelado como quizás nunca antes. Aunque carecemos de muchos de los recursos y de las armas de que goza el Enemigo, aquéllos de nosotros que estemos resueltos no sólo a defender lo que queda de nuestro patrimonio cultural y de nuestra civilización occidental sino, de ser posible, a restaurarlas, debemos ser arrojados y astutos; tan sabios como Robert E. Lee, y tan pacientes y calculadores como nuestros Enemigos, que entienden que, para conquistar lo aparentemente inconquistable, tendrá que tomar tiempo y, sobre todo, persistencia, inteligencia y constancia. Y, para nosotros, el fundamento de todo ello es nuestra Fe.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Los Illuminati y el Council on Foreign Relations. 2

Los Illuminati y el Council on Foreign Relations


Por Myron Fagan
Traducido del inglés por Roberto Hope

Segunda Parte


Ahora regresaré al secuestro de nuestro sistema monetario por Jacob Schiff y a las traicioneras acciones que siguieron. También revelará el control ejercido por Schiff/Rothschild no sólo sobre Karl Marx, sino también sobre Lenin, Trotsky y Stalin, quienes crearon la revolución en Rusia y establecieron el Partido Comunista.
Fue en 1908 cuando Schiff decidió que había llegado el momento para apoderarse de nuestro sistema monetario. Sus principales lugartenientes en esa captura fueron el Coronel Edward Mandell House, cuya carrera había sido enteramente la de ejecutivo en jefe y mandadero de Schiff, como lo demostraré, Bernard Baruch y Herbert Lehman. En el otoño de ese año, se reunieron en un cónclave secreto en el Jekyll Island Hunt Club, propiedad de J.P. Morgan, en la Isla Jekyll del Estado de Georgia. Entre los presentes estaban J.P. Morgan, John B. Rockefeller, el Coronel House, el Senador Nelson Aldrich, Schiff, Stillman y Vanderlip del New York National City Bank, W. y J. Seligman, Eugene Myer, Bernard Baruch, Herbert Lehman, Paul Warburg, o sea, todos los banqueros internacionales de los Estados Unidos. Todos ellos miembros de la gran conspiración de los Iluminati.
Una semana después salieron con lo que llamaron el Sistema de la Reserva Federal. El Senador Aldrich era el títere que habría de presentar la iniciativa de ley y empujarla por el Congreso. Pero aplazaron ese paso por una razón principal; tenían que plantar primero a su hombre y obediente mandadero en la Casa Blanca para que firmara y promulgara el proyecto de la Reserva Federal para que adquiriera vigencia de ley. Sabían que aun cuando el Senado aprobara el proyecto de manera unánime, el recientemente electo Presidente Taft rápidamente lo vetaría. Entonces, esperaron.
En 1912, su hombre, Woodrow Wilson, fue electo presidente. Inmediatamente después de que Wilson asumiera el poder, el Senador Aldrich apresuró el proyecto por las dos cámaras del Congreso, Wilson pronto lo promulgó y la iniciativa se convirtió en Ley. Ese canallesco acto de traición fue realizado el 23 de diciembre de 1913, dos días antes de la Navidad, cuando todos los miembros del Congreso estaban fuera de Washington, salvo por algunos representantes seleccionados con cuidado y tres senadores igualmente seleccionados. ¿Qué tan canallesca fue esa acción?. Les diré: Nuestros padres fundadores sabían perfectamente bien cuánto poder tiene el dinero. Sabían que quienquiera que tuviera ese poder tenía el destino de nuestro país en sus manos. Por lo tanto, cuidadosamente protegieron ese poder cuando en la Constitución establecieron que sólo el Congreso, los representantes elegidos por el pueblo, habría de esgrimir ese poder. El lenguaje constitucional acerca de este punto es breve, conciso y específico, y está contenido en el Artículo I, Sección 8, Párrafo 5, que señala los deberes y poderes del Congreso; lo cito: “de acuñar moneda, regular su valor, y el de la moneda extranjera, y establecer las normas de pesos y medidas.”
Pero en ese trágico e inolvidable día de infamia, el 23 de diciembre de 1913, los hombres que habíamos enviado a Washington para salvaguardar nuestros intereses, los Representantes, los Senadores y Woodrow Wilson entregaron los destinos de nuestra nación en manos de dos extranjeros venidos de Europa Central, Jacob Schiff y Paul Warburg. Warburg era un inmigrante muy reciente que había venido aquí por órdenes de Rothschild con el expreso propósito de diseñar ese maligno proyecto de Ley de la Reserva Federal.
La gran mayoría del pueblo norteamericano cree que el Sistema de la Reserva Federal es una agencia propiedad del Gobierno. Eso es perfectamente falso. Todas las acciones de los bancos de la reserva federal son propiedad de los bancos miembro y las cabezas de esos bancos son todos miembros de la jerarquía de la gran conspiración que ahora es conocida como el CFR.
Los detalles de ese acto de traición, en el que participaron muchos que se dicen americanos son demasiado extensos para este reportaje, pero todos esos detalles pueden encontrarse en un libro intitulado “The Federal Reserve Conspiracy” escrito por Eustace Mullins. En ese libro, Mullins narra la horripilante historia y la sustenta con documentos incuestionables. Además de ser una historia verdaderamente pasmosa y fascinante de la gran traición, todo estadounidense debería leerla como asunto de inteligencia vital para cuando todo el pueblo americano finalmente despierte y destruya toda la conspiración, y con la ayuda de Dios ese despertar seguramente habrá de llegar.
Ahora bien, si ustedes piensan que esos extranjeros y sus confabulados, americanos por accidente de nacimiento, se quedarían contentos sólo con controlar nuestro sistema monetario, están por recibir otra muy triste sacudida. El sistema de la Reserva Federal daba a los conspirados un control completo sobre nuestro sistema monetario, pero de ninguna manera tocaba las ganancias del pueblo, porque nuestra Constitución positivamente prohibía lo que hoy conocemos como el impuesto retenido del 20%. Pero el plan de los Iluminati para la esclavización del mundo bajo un gobierno único planteaba la confiscación de toda propiedad privada y el control sobre los poderes de ganancias de los individuos. Esto, y Karl Marx enfatizó esa característica en su plan, tendría que lograrse por medio de un impuesto sobre la renta graduado progresivamente. Como dije, ese gravamen no podía imponerse sobre el pueblo americano. Está prohibido expresa y sucintamente por nuestra Constitución. Entonces sólo una enmienda de la Constitución podía darle al gobierno federal esos poderes confiscatorios.
Pues bien, eso tampoco constituyó un problema insuperable para nuestros maquiavélicos conspiradores. Los mismos dirigentes electos en ambas cámaras del Congreso y el mismo Señor Woodrow Wilson que firmó la promulgación de la infame Ley de la Reserva Federal, modificaron la Constitución con la Decimosexta Enmienda para hacer del impuesto sobre la renta ley vigente en el país. Ambas son ilegales bajo nuestra Constitución. En pocas palabras los mismos traidores firmaron ambas traiciones, la Ley de la Reserva Federal y la Décimosexta Enmienda. Sin embargo, parece que nadie jamás se dio cuenta de que la Décimosexta Enmienda fue establecida para robar, y ciertamente quiero decir robar, las ganancias de la gente por medio del impuesto sobre la renta.
Los conspiradores no hicieron completo uso de la disposición hasta la Segunda Guerra Mundial cuando ese gran humanista, Franklin Roosevelt, aplicó la retención del 20% a todos los que ganaban salarios bajos y hasta el 90% a los ingresos más altos. Oh, claro, fielmente prometió que sólo sería mientras durara la guerra, pero qué significaba una promesa para ese charlatán que en 1940, cuando contendía por su tercer cuatrienio seguía proclamando “Les digo nuevamente, otra y otra y otra vez, que yo jamás enviaré a muchachos americanos a pelear en tierras extranjeras.” Recuerden, estaba proclamando esa intención al mismo tiempo que estaba ya preparando el lanzarnos a la Segunda Guerra Mundial a través de inducir a los japoneses a que cometieran ese ataque sorpresivo sobre Pearl Harbor para proporcionarle una excusa.
Y antes de que se me olvide, permítanme recordarles que otro charlatán llamado Woodrow Wilson usó exactamente la misma divisa de campaña en 1916. Su divisa fue “Re-elijan al hombre que mantendrá a sus hijos lejos de la guerra”, exactamente la misma fórmula, exactamente las mismas promesas. Pero, esperen, como solía decir Al Jolson “todavía no ha oído nada.” Esa trampa del impuesto sobre la renta de la Decimosexta Enmienda tenía la intención de confiscar y robar las ganancias de la gente común, como usted y como yo. No tenía la intención de siquiera tocar los enormes ingresos de la banda de los Iluminati, los Rockefeller, los Carnegie, los Lehman, y todos los demás confabulados.
Así, junto con esa Decimosexta Enmienda, crearon lo que llamaron las “fundaciones libres de impuestos” que habrían de permitir a los confabulados transformar su inmensa riqueza en las así llamadas “fundaciones” y evitar el pago de virtualmente todo impuesto sobre la renta. La excusa de ello era que lo que ganaran esas “fundaciones libres de impuestos” serían dedicadas a una filantropía humanitaria. De manera que ahora tenemos a las varias fundaciones Rockefeller, el Carnegie Endowment Fund, la Fundación Ford, la Fundación Mellon, y cientos de similares fundaciones libres de impuestos.
Y qué clase de filantropía apoyan estas fundaciones? Bien, ellas financian todos los grupos de derechos civiles (y movimientos de conservación de la naturaleza) que están creando caos y sublevación por todo el país. Ellas financian a los Martin Luther King, la Fundación Ford financia al 'Centro para el Estudio de las Instituciones Democráticas' de Santa Bárbara, California, comúnmente llamado el Moscú de Occidente y que está dirigido por el niño prodigio Hutchens, Walter Ruther, Erwin Cahnam y otros de su calaña,
En pocas palabras, las “fundaciones libres de impuestos” financian a aquéllos que están haciendo la tarea de la gran conspiración de los Iluminati. Y ¿en qué se usan los miles de millones de dólares que ellos confiscan cada año de las ganancias de la gente común, ustedes y yo. Bien; para una cosa, la artimaña de la “ayuda al extranjero” que dio millones al comunista Tito además de la donación de cientos de aviones de propulsión a chorro, muchos de los cuales fueron luego turnados a Castro, además del costo de adiestrar pilotos comunistas para que mejor puedan derribar nuestros propios aviones. Billones a la India. Billones a Sukarno, Billones a otros enemigos de los Estados Unidos. Eso es lo que la pérfida Decimosexta Enmienda le ha hecho a nuestra nación, a nuestro pueblo estadounidense, a ustedes y a mi, a sus hijos y alos hijos de sus hijos.
Nuestro gobierno federal controlado por los Iluminati puede otorgar el estatus de exenta de impuestos a todas las fundaciones pro-comunistas o pro-gobierno mundial único, como el “Fondo para la República”. Pero si usted o alguna organización patriótica es demasiado abiertamente pro-americano, lo pueden aterrorizar e intimidar por hallar una coma mal puesta en su declaración del impuesto sobre la renta y amenazarle con sanciones, multas y hasta la cárcel. Los historiadores del futuro se preguntarán cómo es que el pueblo americano pudo haber sido tan ingenuo y tan tonto como para haber permitido tan audaces e impúdicos actos de traición como la Ley de la Reserva Federal y la Décimosexta Enmienda. Pues bien, ni eran ingenuos ni eran unos tontos. La respuesta es que confiaron en hombres que ellos habían electo para salvaguardar a nuestro país y a nuestro pueblo, y simplemente no tenían la más vaga idea de lo que iría a pasar hasta que ya resultó un hecho consumado. (cierto, salvo que se olvida de mencionar que la gente puso su confianza en los hombres en vez de creer en la Palabra de Cristo)
Son los medios de comunicación controlados por los Iluminati los que han hecho ingenua a nuestra gente y la mantiene atontada e ignorante de la traición que se ha estado cometiendo. Ahora la gran pregunta es ¿cuándo despertará el pueblo y hará con nuestros traidores de hoy lo que George Washington y los fundadores de nuestra nación le habrían hecho a Benedict Arnold? En realidad, Benedict Arnold era un traidorzuelo comparado con los traidores de nuestros días en Washington, DC. Ahora retrocedamos a los acontecimientos que siguieron a la violación de nuestra Constitución por la promulgación de la Ley de la Reserva Federal y la Décimosexta enmienda. ¿Estaba Wilson enteramente bajo su control?
Los cerebros de esta gran conspiración pusieron en marcha sus siguientes y lo que esperaban que fueran finales pasos para lograr su gobierno único mundial. El primero de esos pasos habría de ser la Primera Guerra Mundial. ¿Por qué una guerra? Sencillo, porque la única excusa para un gobierno único es supuestamente asegurar la paz. Lo único que puede hacer a la gente clamar por la paz es la guerra. La guerra trae caos, destrucción, agotamiento, tanto para el ganador como para el perdedor. Les trae ruina económica a los dos. Y lo más importante, destruye la flor de la juventud viril de ambos. Para los tristes y descorazonados mayores (las madres y los padres) que son dejados sin nada más que la memoria de sus hijos queridos, la paz se vuelve valiosa a cualquier precio, y esa es la emoción de la que los conspiradores dependen para el éxito de su plan satánico. (La respuesta a esto es sencilla: no servir en “sus” fuerzas armadas ni hacerse carne de cañón para la auto-nombrada elite. Si ustedes, por su ignorancia, lo hacen o permiten a sus hijos hacerlo, se merecerán lo que les pase a ustedes y a sus hijos)
A lo largo del siglo XIX, de 1814 a 1914, el mundo, en conjunto, estuvo en paz. Esas guerras como la Franco-Prusiana, nuestra propia Guerra Civil, la guerra Ruso-Japonesa, fueron lo que podría llamarse 'disturbios locales' que no afectaron al resto del mundo. Todas las grandes naciones eran prósperas y la gente era fuertemente nacionalista y fieramente orgullosa de su soberanía. Era totalmente inconcebible que el pueblo francés y el alemán quisieran vivir bajo un gobierno único mundial, o los turcos con los rusos o los chinos con los japoneses. Aún más inconcebible era que un Kaiser Guillermo o un Emperador Francisco José o un Zar Nicolás o cualquier monarca fuera voluntaria y dócilmente a ceder su trono en favor de un gobierno único mundial. Pero, tengan presente que los pueblos de todas las naciones constituyen el poder real y que la guerra es lo único que puede hacer a los pueblos desear y clamar la paz, abriendo el camino para un gobierno único mundial. Pero tendría que ser una temible guerra horriblemente devastadora. No bastaría con una guerra local entre sólo dos naciones, tendría que ser una guerra mundial. Ninguna nación importante debe quedar intacta por los horrores y la devastación de esa guerra. El clamor de paz debe hacerse universal.
Se perdieron más vidas en la Primera Guerra Mundial, la llamada guerra que habría de acabar con todas las guerras (¿y por qué se acuñó precisamente esa frase?) que en ninguna otra guerra anterior en la historia. Lo que hasta ahora había parecido una estrategia militar enteramente ilógica ya hace perfecto sentido si lo que se quería era que murieran tantos de tus propios hombres como fuera posible. Una de esas estrategias fue que a los soldados ingleses se les ordenó que avanzaran lentamente hacia las ametralladoras alemanas y no que se lanzaran a la carga contra ellas o se pusieran a cubierto, resultando en una horrible carnicería. Si desobedecían se les paraba frente a un pelotón de fusilamiento formado por sus propios camaradas, por lo tanto de cualquier manera era seguro que habrían de morir.
Tomando esto como ejemplo, debe quedarles claro a ustedes que los Iluminati no tienen absolutamente miramiento alguno de matar a millones de gente que consideran 'comedores inútiles' y consecuentemente no tendrán miramientos para matar a miles de millones pronto.
En realidad, ese fue el formato establecido por los Iluminati y Nathan Rothschild a la vuelta del siglo XIX. Primero manipularon a toda Europa a participar en las Guerras Napoleónicas, luego en el Congreso de Viena ellos y Rothschild en Particular planearon transformarse en una 'Liga de las Naciones' que habría de ser la sede de su gobierno único mundial, exactamente como las actuales Naciones Unidas fueron establecidas para ser la sede del venidero —Dios no lo permita — gobierno único mundial, Sea como sea, ese fue el formato que la Casa Rothschild y Jacob Schiff decidieron emplear para lograr su objetivo en 1914. Por supuesto, sabían que el mismo formato había fallado en 1814, pero teorizaron que eso había sido porque el Zar de Rusia había torpedeado su plan. Bien, los conspiradores de 1914 tendrían que eliminar esa mosca en la sopa de 1814. Se asegurarían de que después de la guerra mundial que estaban conspirando por desatar no hubiera un Zar de Rusia que les echara alicates al engranaje.
Explicaré cómo lograron este primer paso para echar a andar una guerra mundial. La Historia dice que la Primera Guerra Mundial fue precipitada por un incidente trivial, el tipo de incidente que tanto Weishaupt como Pike habían incorporado en sus itinerarios. Ese incidente fue el asesinato de un Archiduque Austriaco organizado por los cerebros Iluminati. De ahí siguió la guerra. Involucró a Alemania, Austria, Hungría y sus aliados, los llamados 'Poderes del Eje', contra Francia, Inglaterra y Rusia, llamados 'los Aliados'. Sólo que los Estados Unidos no participaron durante los primeros dos años.
Para 1917, los conspiradores habían logrado su objetivo primario, toda Europa estaba en un estado de postración. Todos los poderes estaban fatigados por la guerra y clamando paz, y el resultado estaba ya preparado; habría de venir tan pronto como los Estados Unidos fuera lanzado del lado de los Aliados y eso estaba listo para ocurrir inmediatamente después de que Wilson fuera re-electo. Luego de eso, sólo podía haber un resultado: completa victoria para los Aliados. Para confirmar plenamente my aseveración de que mucho antes de 1917, la conspiración, encabezada en América por Jacob Schiff, tenía todo arreglado para lanzar a los Estados Unidos a la guerra, citaré la prueba:
Cuando Wilson estaba en campaña para su re-elección en 1916, su principal consigna era “re-elijan al hombre que mantendrá a sus hijos fuera de la guerra.” Pero durante la misma campaña, el Partido Republicano públicamente argumentó que Wilson desde tiempo atrás se había comprometido a lanzarnos a la guerra. Decían que si fuera derrotado en la campaña, llevaría eso a cabo durante sus pocos meses restantes de gobierno; pero si fuera re-electo, lo post-pondría hasta después de iniciar su nuevo período. Pero en ese entonces, el pueblo americano veía a Wilson como un hombre bueno. Bueno, Wilson fue re-electo y conforme al programa de los conspiradores nos lanzó a la guerra en 1917. Utilizó de excusa el hundimiento del Lusitania hundimiento que había sido previamente arreglado. Roosevelt, también un buen hombre a los ojos del pueblo americano, usó la misma táctica en 1941 cuando utilizó el pre-arreglado ataque a Pearl Harbor como su excusa para lanzarnos a la segunda guerra mundial.
Exactamente como los conspiradores lo habían planeado, la victoria de los aliados eliminó a todos los monarcas de las naciones vencidas y dejó sin dirigentes a sus pueblos, confundidos, ofuscados y perfectamente acondicionados para aceptar el gobierno único mundial que la gran conspiración pretendía que siguiera. Pero todavía habría que vencer un obstáculo, el mismo obstáculo que había frustrado a los Iluminati y a Rothschild en ese Congreso de Viena luego de las Guerras Napoleónicas. Esta vez, Rusia estaba en el lado ganador como lo había estado en 1814, y por consecuencia, el Zar quedaría fuertemente afianzado en su trono. Aquí es pertinente observar que Rusia había sido el único país en el que los Iluminati no habían logrado penetración alguna ni los Rothschild habían podido infiltrar sus intereses bancarios, así pues, sería más difícil que nunca el lidiar con un Zar ganador. Aun si pudiera ser inducido a entrar en la llamada Liga de las Naciones, era una conclusión preestablecida que nunca, pero nunca, aceptaría un gobierno único mundial.
De modo que antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, los conspiradores tenían un plan en preparación, para llevar a efecto el juramento de Nathan Rothschild de destruir al Zar y también asesinar todos los posibles reales herederos del trono, y eso tendría que hacerse antes de que terminara la guerra. Los Bolcheviques rusos habrían de ser sus instrumentos en este complot particular. Desde la vuelta del siglo, los jefes de los Bolcheviques eran Nicolai Lenin, Leon Trotsky y posteriormente Joseph Stalin. Por supuesto, esos no eran sus verdaderos apellidos. Antes del estallido, su refugio había sido Suiza. El cuartel general de Trotsky estaba en el Lower East Side de Nueva York, en gran medida el habitat de los refugiados judíos rusos. Tanto Lenin como Trotsky eran similarmente bigotudos y desaliñados, en esos días, esa era la marca del Bolchevismo. Ambos vivían bien, sin embargo ninguno tenía una ocupación regular. Ninguno de ellos tenía una forma visible de sustento, sin embargo, siempre tenían mucho dinero. Todos estos misterios fueron resueltos en 1917. Desde el principio de la guerra se estaban llevando a cabo movimientos extraños y misteriosos en Nueva York. Noche tras noche, Trotsky entraba y salía sigilosamente de la mansión-palacio de Jacob Schiff, y en lo profundo de la noche se reunían gavillas de criminales en el Lower East Side. Todos ellos eran refugiados rusos y todos ellos estaban siendo sometidos a algún tipo de proceso de adiestramiento que estaba cubierto de misterio. Nadie hablaba, aunque sí se filtró el comentario de que Schiff estaba financiando las actividades de Trotsky.
De pronto, Trotsky se esfumó e igualmente pasó con 300 de sus criminales adiestrados. De hecho estaban en alta mar en un barco fletado por Schiff dirigido a una reunión con Lenin y su banda en Suiza. Y también en ese mismo barco iban veinte millones de dólares en oro. Los veinte millones habían sido proveídos para financiar la toma del gobierno ruso por los bolcheviques En anticipación a la llegada de Trotsky, Lenin había organizado una fiesta en su escondite en Suiza. Gente de los más altos cargos en el mundo habrían de ser invitados a esa fiesta. Entre ellos estaba el misterioso Coronel Edward Mandell-House, mentor y compinche de Woodrow Wilson y, lo que era más importante, mensajero especial y confidencial de Schiff. Otro de los invitados esperados era Warburg, del clan bancario Warburg de Alemania, quien estaba financiando al Kaiser y a quien el Kaiser había premiado haciéndolo jefe de la Policía Secreta de Alemania. Además, estaban ahí los Rothschild de Londres y de París, también estaban Kaganovich, Lithenoth y Stalin (quien entonces era la cabeza de una banda de ladrones de trenes y bancos. También se le conocía como el Jesse James de los Urales)
Y aquí debo recordarles que Inglaterra y Francia estaban entonces en guerra con Alemania por ya largo tiempo y que en Febrero de 1917, Wilson ya había roto toda relación diplomática con Alemania. Por lo tanto, Warburg, el Coronel House, los Rothschild y todos los demás eran enemigos entre sí, pero, por supuesto, Suiza era un país neutral en el que los enemigos podían reunirse y ser amigos, especialmente si tenían algún plan en común. Esa fiesta de Lenin casi se viene abajo por un accidente imprevisto. El barco fletado por Schiff fue interceptado y puesto en custodia por un barco de guerra inglés. Pero Schiff rápidamente envió órdenes a Wilson para que ordenara a los ingleses a dejar ir el barco intacto con los criminales de Trotsky y el oro. Wilson obedeció. Les advirtió a los británicos que si se rehusaban a liberar el barco, los Estados Unidos no entrarían a la guerra en abril como lo había prometido fielmente un año antes. Trotsky llegó a Suiza y la fiesta de Lenin se llevó a cabo como estaba planeada. Pero todavía se enfrentaban con lo que de ordinario habría sido un obstáculo infranqueable, de lograr que la banda de terroristas de Lenin y Trotsky cruzara las fronteras hasta llegar a Rusia.
Bien, ahí fue donde el vino a la mano el Hermano Warburg, jefe de lo policía secreta de Alemania. Cargó a esos bandidos en vagones de carga sellados e hizo todos los arreglos necesarios para su ingreso secreto a Rusia. El resto es historia. La revolución tuvo lugar en Rusia y todos los miembros de la familia real de los Romanov fue asesinada.
Ahora, mi principal objetivo es dejar establecido sin la menor sombra de duda, que el llamado comunismo es una parte integral de la gran conspiración de los Iluminati para la esclavización del mundo entero. Que el así llamado comunismo es simplemente su arma y una palabra espantajo para aterrorizar a los pueblos del mundo entero, y que la conquista de Rusia y la creación del comunismo fue en gran parte organizada por Schiff y otros banqueros internacionales en nuestra propia ciudad de Nueva York. ¿Historia fantástica? Sí. Algunos pudieran rehusarse a creerla. Bien, para beneficio de los que, como Santo Tomás, duden, lo probaré recordándoles que hace apenas uno cuantos años, Charlie Knickerbocker, columnista de la cadena de periódicos Hearst, publicó una entrevista con John Schiff, nieto de Jacob, en la cual el joven Schiff confirmó toda la historia y citó la cifra de veinte millones de dólares en oro, que el viejo Jacob había contribuido.
Por si alguien sigue teniendo la más remota duda de que toda la amenaza del comunismo haya sido creada por los cerebros de la gran conspiración aquí en nuestra propia ciudad de Nueva York, citaré el siguiente hecho histórico. Todos los documentos históricos demuestran que cuando Lenin y Trotsky armaron la captura de Rusia operaban como dirigentes del Partido Bolchevique. Ahora bien, Bolchevismo es una palabra puramente rusa. Los cerebros se dieron cuenta que el Bolchevismo nunca podría ser difundido como ideología fuera de Rusia, de modo que en abril de 1918, Jacob Schiff despachó al Coronel House a Moscú con órdenes para Lenin, Trotsky y Stalin, de cambiar el nombre de su movimiento al de Partido Comunista y que adoptaran el Manifiesto de Karl Marx como la Constitución del Partido Comunista. Lenin, Trotsky y Stalin obedecieron y en ese año, 1918, fue cuando el Partido Comunista y la amenaza del comunismo vieron la luz. Todo esto está confirmado en el Webster's Collegiate Dictionary, quinta edición.
En pocas palabras, el comunismo fue creado por los capitalistas. Así, hasta el 11 de noviembre de 1918, todo el plan maligno de los conspiradores salió a la perfección. Todas las grandes naciones, incluidos los Estados Unidos, estaban fatigados de la guerra devastados y llorando a sus muertos. El gran deseo universal era la paz. Así, cuando Wilson propuso el establecimiento de una Liga de las Naciones para asegurar la paz, todas las grandes naciones, sin un Zar de Rusia que se interpusieran en su camino, se subieron al tren sin siquiera leer la letra chiquita en esa póliza de seguro. Eso es, todas menos una, los Estados Unidos, la misma que Schiff y sus confabulados menos pensaban que fuera a protestar, y ese fue su error fatal en el primer plan. Vean ustedes, cuando Schiff plantó a Woodrow Wilson en la Casa Blanca, los conspiradores supusieron que con eso tenían a loe Estados Unidos en la bolsa. Wilson había sido perfectamente presentado como un gran humanitario. Supuestamente había quedado establecido como un Hombre-Dios entre el pueblo americano,
Había todas las razones para que los conspiradores hubieran pensado que Wilson habría podido fácilmente engatusar al Congreso a que sin reparos aceptaran la Liga de las Naciones, de la misma manera como el Congreso de 1945 compró el proyecto de las Naciones Unidas sin haberlo visto. Pero hubo un hombre en el Senado en 1918 que se dio cuenta de lo que había detrás de ese plan, de la misma manera como lo vio el Zar de Rusia en 1814. Era un hombre de gran estatura política, casi tan grande como Theodore Roosevelt e igual de astuto. Era muy respetado y todos los miembros de ambas cámaras del Congreso y el pueblo americano confiaban en él. El nombre de ese gran patriota americano era Henry Cabot Lodge, no el falsario de nuestros días que se hacía llamar Henry Cabot Lodge Jr. hasta que fue descubierto. Lodge desenmascaró a Wilson por completo y logró mantener a los Estados Unidos fuera de la Liga de las Naciones.-

Poco después, los Iluminati crearon la Décimoséptima Enmienda a la constitución, para eliminar la designación de los senadores por las legislaturas de los distintos estados de la Unión. Antes de eso, los iluminati ya controlaban la prensa, pero con esta enmienda, ahora controlan también la elección de los senadores. Los Iluminati y el CFR tenían poco o ningún poder sobre las legislaturas de los estados individuales o sobre su designación de senadores. Aun cuando la Décimoséptima Enmienda supuestamente modifica el método para poner miembros del Senado de los Estados Unidos, esa enmienda nunca fue ratificada de conformidad con el último enunciado del Artículo V de la Constitución de los Estados Unidos. Dos estados, New Jersey y Utah, votaron en contra de la enmienda y otros nueve estados ni siquiera votaron. En tanto que los estados de New Jersey y Utah expresamente se rehusaron a ceder su sufragio en el Senado, y los otros nueve estados nunca dieron su consentimiento expreso, la propuesta de la Decimoséptima enmienda no obtuvo el voto unánime requerido para su adopción. Más aún, la resolución que creó la propuesta no pasó el Senado con un voto unánime y debido a que los senadores eran designados por sus respectivos estados, esos votos negativos o abstenciones se hicieron a nombre de su respectivo estado.
Es de gran interés saber la verdadera razón del fracaso de la Liga de las Naciones de Wilson. Como ya lo mencioné antes, Schiff fue enviado a los Estados Unidos para llevar a cabo cuatro encomiendas específicas:
La primera y más importante era adquirir control sobre el sistema monetario de los Estados Unidos.
La segunda era encontrar hombres destacados que por un precio estuvieran dispuestos a servir de instrumentos para la gran conspiración y promoverlos a altos cargos en nuestro gobierno federal, nuestro Congreso, la Suprema Corte de los Estados Unidos y todas las agencias federales.
La tercera era destruir la unidad del pueblo americano creando conflictos con los grupos minoritarios en toda la nación, particularmente entre los blancos y los negros.
La cuarta era crear un movimiento para destruir la religión en los Estados Unidos, siendo el cristianismo el principal objetivo.
Adicionalmente, se le recordó con insistencia de la admonición imperativa en el plan de los Iluminati, de adquirir control completo de todos los medios de comunicación masiva para usarlos para indoctrinar a la gente a que crea y acepte todas las maquinaciones de la gran conspiración. Se le apercibió a Schiff que sólo controlando la prensa, que en ese entonces era nuestro único medio de comunicación masiva, le permitiría destruir la unidad del pueblo americano.
Ahora bien, Schiff y sus confabulados sí establecieron la NAACP en 1909 y la Liga Anti—difamación del B'nai B'rith en 1913, ambas de las cuales deberían crear las necesarias discordias, pero en sus primeros años la ADL operaba con mucha timidez, quizás por temor a una reacción tipo pogrom por parte de gente azuzada y molesta; y la NAACP estaba prácticamente dormida porque sus dirigentes blancos no se habían dado cuenta de que tenían que desarrollar dirigentes negros pendencieros, como por ejemplo Martin Luther King, para azuzar a la masa de negros que hasta entonces había estado enteramente satisfecha y complacida.
Adicionalmente, Schff estaba ocupado formando e infiltrando a los lacayos que habrían de servir en altos puestos en nuestro gobierno de Washington, así como en la tarea de obtener el control de nuestro sistema monetario y en la creación de la Décimo Sexta Enmienda. También estaba muy atareado con la organización del complot para la toma de Rusia. En pocas palabras, estaba demasiado ocupado con todas esas tareas que descuidó completamente la tarea suprema de adquirir control completo sobre los medios de comunicación masiva. Ese descuido fue la causa directa del fracaso de Wilson de seducir a los Estados Unidos para que entraran a la Liga de las Naciones, pues cuando Wilson decidió apelar al pueblo, para contrarrestar la oposición del senado, controlado por Lodge, no obstante su falaz reputación de gran humanitario, se encontró enfrentado por un pueblo sólidamente unido y una prensa leal cuya única ideología era el 'americanismo' y el modo de vivir americano. En ese entonces, gracias a la ineptitud e inefectividad de la ADL y de la NAACP, no existían grupos minoritarios organizados, no había problema de negros, ni problemas de así llamado antisemitismo que inclinara el pensamiento de la gente. No había izquierdas y no había derechas ni prejuicios para ser explotados taimadamente.
Así, la convocatoria de Wilson para la Liga de las Naciones cayó en oídos sordos. Ese fue el final de Woodrow Wilson, el gran humanitario de los confabulados. Rápidamente abandonó su cruzada y regresó a Washington, donde pronto después murió hecho un imbécil como consecuencia de la sífilis y ese fue el final de la Liga de las Naciones como conducto para un gobierno mundial único.
Por supuesto,esa debacle fue una decepción terrible para los cerebros de la conspiración Iluminati, pero no se desalentaron.Como lo he enfatizado anteriormente, este enemigo nunca se rinde, simplemente decidieron reorganizarse y comenzar otra vez desde cero, Para entonces, ya Schiff estaba muy viejo, se había vuelto lento y lo sabía. Sabía que la conspiración necesitaba un dirigencia más joven y activa. Entonces por instrucción suya, el Coronel House y Bernard Baruch organizaron y establecieron lo que llamaron el Council on Foreign Relations, el nuevo nombre bajo el cual los Iluminati seguirían operando en los Estados Unidos.
La jerarquía, los funcionarios y los dirigentes del CFR está compuesta principalmente de descendientes de los Iluminati originales, muchos de los cuales habían abandonado su antiguo apellido y tomado nuevos nombres americanizados. Como ejemplo, tenemos a Dillon, quien fue secretario del tesoro de los Estados Unidos, cuyo nombre original había sido Laposky. Otro ejemplo es William Paley, cabezas de la cadena de televisión CBS, cuyo verdadero apellido era Palinsky. Los miembros del CFR son aproximadamente mil e incluyen las cabezas de virtualmente todos los grandes imperios industriales de los Estados Unidos, como Roger Blough, presidente de US Steel Corporation, John Rockefeller, rey de la industria del petróleo, Henry Ford II, etc. Y por supuesto, todos los banqueros internacionales. También las cabezas de las fundaciones libres de impuestos son funcionarios y/o miembros activos de CFR. En pocas palabras, todos los hombres que han proporcionado el dinero y la influencia para seleccionar a los presidentes elegidos por el CFR, a los congresistas y a los senadores, y quienes deciden los nombramientos de nuestros diversos secretarios de estado, del secretario del tesoro y de toda agencia federal importante son miembros del CFR, y por cierto, son miembros muy obedientes.
Ahora, sólo para que quede firme lo dicho, mencionaré los nombres de los presidentes de los Estados Unidos que fueron miembros del CFR: Franklin Roosevelt, Herbert Hoover, Dwight Eisenhower, Jack Kennedy, Richard Nixon y George Bush. Otros que fueron considerados para la presidencia fueron Thomas E. Dewey, Adlai Stevenson y, vicepresidente de una subsidiaria del CFR, Barry Goldwater. Entre los miembros importantes del gabinete de las diversas administraciones tenemos a John Foster Dulles, Allen Dulles, Cordell Hull, John J. MacLeod, Henry Morgenthau, Clarence Dillon, Dean Rusk, Robert Mc Namara, y sólo para enfatizar el color rojo del CFR, tenemos a miembros tales como Alger Hiss, Ralph Bunche, Leo Pasvolsky, Harry Dexter White (verdadero apellido Weiss), Owen Lattimore, Philip Jaffe, etc.etc. Simultáneamente estaban inundando todas las agencias federales de la Casa Blanca para abajo, con miles de homosexuales y otros personajes sombríos y maleables. ¿Recuerdan, por ejemplo a los grandes amigos de Johnson, Jenkins y Bobby Baker?
Ahora bien, había muchas tareas que la nueva CFR tenía que llevar a cabo. Necesitaban de mucha ayuda. Entonces su primera tarea fue establecer varias subsidiarias, Aquí no puedo nombrar a todas las subsidiarias, pero algunas de ellas son las siguientes: la Foreign Policy Association (FPA), el World Affairs Council (WAC), el Business Advisory Council (BAC), Americans for Democratic Action, (ADA), encabezada virtualmente por Walter Ruther), y otros. Barry Goldwater fue y sin duda sigue siendo vice-presidente de un de las subsidiarias del CFR. Adicionalmente, el CFR estableció comités especiales en cada estado de la unión a los cuales les asignaron diversas operaciones en el estado.
Simultáneamente los Rothschild establecieron grupos de control semejantes al CFR en Inglaterra, Francia, Alemania, y otras naciones para controlar las condiciones mundiales y cooperar con el CFR para producir otra guerra mundial. Pero la primera y principal tarea del CFR era la de obtener el control completo de nuestros medios de comunicación masiva. El control de la prensa fue asignado a Rockefeller. Henry Luce, quien murió recientemente, fue financiado para fundar un número de revistas nacionales, entre ellas Time, Life, Fortune y otras. Los Rockefeller también directa o indirectamente financiaron a la revista Look y una cadena de periódicos de los hermanos Coles. También financiaron a un tal Sam Newhouse para que comprara y fundara una cadena de periódicos en todo el país. Y Eugene Myer, ya fallecido, uno de los fundadores del CFR compró el Washington Post, Newsweek, el Weekly Magazine y otras publicaciones. Al mismo tiempo, el CFR comenzó a desarrollar y nutrir una nueva camada de abyectos periodistas y editorialistas tales como Walter Lippman, Drew Parson, los hermanos Alsop, Herbert Mathews, Erwin Canham y otros de su calaña, que se decían liberales y que proclamaban que el americanismo es aislacionismo, que aislacionismo es belicismo, que el anti-comunismo es anti-semitismo y racismo.
Todo eso llevó tiempo, por supuesto, pero ahora nuestros semanarios, publicados por organizaciones patrióticas están controlados por testaferros del CFR y así finalmente consiguieron desunirnos en una nación de facciones que riñen, discuten, se hostigan y se odian entre sí. Si ustedes todavía se preguntan acerca de estas noticias sesgadas y auténticas mentiras que leen ustedes en su periódico, tienen ahora la respuesta
A los Lehman, Goldman-Sachs, Kuhn-Loeb y Warburg, el CFR les asignó la obtención del control de la industria cinematográfica de Hollywood, de las cadenas de radio y de televisión, y créanmelo, lo lograron. Si ustedes se preguntan acerca de la extraña propaganda transmitida por los Ed Morrows y otros de su ralea, ahora tienen la respuesta. Si se preguntan acerca de las parejas de razas mixtas que aparecen en las películas, de la inmoralidad, la sexualidad y la pornografía que se exhiben en las salas de cine y en las pantallas de televisión, que están desmoralizando a nuestras juventudes, ahora ya tienen ustedes la respuesta.
Ahora, para refrescarles la memoria, retrocedamos por un momento. El fracaso de Wilson habían torpedeado toda oportunidad de transformar esa Liga de las Naciones en la sede de lo que los confabulados deseaban para un gobierno único mundial, de manera que el plan de Jacob Schiff tenía que hacerse todo de nuevo, y organizaron a la CFR para llevarlo a cabo. También sabemos lo bien que el CFR hizo la tarea de lavar el cerebro y destruir la unidad del pueblo americano. Pero así como fue el caso con el plan de Schiff, el clímax y la creación de una nueva sede para su gobierno único mundial requería de otra guerra mundial. Una guerra que habría de ser más terrible y más devastadora que la primera guerra mundial a fin de hacer que los pueblos de la tierra clamaran por la paz y un medio para acabar con todas las guerras. Pero el CFR se dio cuenta de que lo que ocurriera después de la guerra tendría que estar mejor planificado a fin de que no hubiera escape alguno de la trampa del nuevo gobierno único — otra Liga de las Naciones que surgiera de la nueva guerra. Esa trampa la conocemos ahora como las Naciones Unidas, y dieron con la estrategia perfecta para asegurarse de que nadie se escapara. Así es como lo hicieron:
En 1943, en medio de la guerra, prepararon el esquema para las Naciones Unidas y fue turnado a Roosevelt y nuestro Departamento de Estado para que fuera gestado por Alger Hiss, Palvosky, Dalton, Trumbull y otros traidores americanos, convirtiendo así todo el proyecto en una criatura de los Estados Unidos. Luego, para afirmar nuestra paternidad, la Ciudad de Nueva York habría de convertirse en la guardería de esa monstruosidad. Después de eso no podíamos dejar abandonada a nuestra propia criatura, o ¿seríamos capaces?. Sea lo que fuere, así fue como los confabulados pensaron que habría de funcionar, y hasta ahora ha funcionado. El liberal Rockefeller donó el terreno para el edificio de las Naciones Unidas.
El estatuto de las naciones unidas fue escrito por Alger Hiss, Palvosky, Dalton, Trumbull y otros testaferros del CFR. Una falsa así llamada Conferencia de las Naciones Unidas fue organizada en San Francisco en 1945. Todos los así llamados representantes de cincuenta y tantos países se reunieron allá y apresuradamente firmaron la Carta de las Naciones Unidas, y el despreciable traidor Alger Hiss voló con ella a Washington y con regocijo lo sometió a nuestro Senado, y el Senado (elegido por nuestro pueblo para salvaguardar nuestra seguridad firmaron la carta sin siquiera leerla. La pregunta es: ¿Cuántos de nuestros senadores eran, ya entonces, testaferros traidores del CFR? Sea como fuera, así fue que nuestro pueblo aceptó las Naciones Unidas como un 'santo de los santos',
Una y otra y otra vez hemos quedado alarmados, estupefactos, perplejos, y horrorizados de sus errores en Berlín, en Corea, en Laos, en Katanga, en Cuba,en Vietnam; errores que siempre han favorecido al enemigo, nunca a los Estados Unidos (bajo la ley de las probabilidades tendrían que haber hecho por lo manos uno o dos errores a favor nuestro, pero nunca fue así. ¿Cuál es la respuesta? La respuesta es el CFR y los papeles desempeñados por sus subsidiarias y sus testaferros en Washington DC, así sabemos que el control total de nuestras relaciones exteriores es la clave para el éxito de todo el complot de un nuevo orden mundial de los Iluminati, Aquí van más pruebas:
Antes les demostré claramente que Schiff y su banda habían financiado la toma de Rusia por Lenin, Trotsky y Stalin y conformado su régimen comunista para volverse su principal instrumento para mantener al mundo en agitación y aterrorizarnos a todos nosotros para buscar la paz en un gobierno mundial único bajo las Naciones Unidas. Pero los confabulados sabían que la Banda de Moscú no podría convertirse en ese instrumento hasta y a menos que el mundo entero aceptara al régimen comunista como como el legítimo gobierno de jure de Rusia. Sólo una cosa podría lograr eso y ello era su reconocimiento por los Estados Unidos. Los conspiradores pensaron que el mundo entero seguiría nuestro ejemplo y eso era su obsesión, inducir a Harding, a Coolidge y Hoover que otorgaran su reconocimiento, pero todos ellos se rehusaron. Como resultado en los 1920s, el régimen de Stalin estaba en serios problemas. A pesar de todas las purgas y los controles de la policía secreta, los rusos se oponían más y más resistencia. Está documentado, reconocido por Lipdenoff, que durante 1931 y 1932, Stalin y todos sus secuaces se mantenían siempre con su equipaje preparado y listos para huir al instante.
Luego en noviembre de 1932, los conspiradores lograron su golpe mayor: pusieron a Roosevelt en la Casa Blanca, taimado, sin escrúpulos, y enteramente sin conciencia. Ese charlatán traidor les hizo la tarea. Sin siquiera pedir el consentimiento del Congreso, proclamó ilegalmente el reconocimiento del régimen de Stalin. Eso fue todo, y exactamente como los conspiradores lo habían pensado, el mundo entero siguió el ejemplo de los Estados Unidos. Eso apagó automáticamente el antes creciente movimiento de resistencia del pueblo ruso. Esto automáticamente echó a andar la mayor amenaza que jamás haya visto el mundo civilizado. El resto es demasiado bien conocido para tener que repetirse.
Sabemos cómo Roosevelt y su traidor Departamento de Estado estuvo erigiendo la amenaza comunista aquí mismo en nuestro país y así en todo el mundo. Sabemos cómo perpetró toda la atrocidad de Pearl Harbor como su excusa para lanzarnos a la Segunda Guerra Mundial. Sabemos todo acerca de sus reuniones secretas con Stalin en Yalta y cómo él, con la ayuda de Eisenhower, entregó los Balcanes y Berlín a Moscú y por último pero no menos importante sabemos que ese Benedict Arnold del siglo veinte no sólo nos arrastró a ese nuevo corredor, las Naciones Unidas hacia el gobierno mundial único sino que en realidad también planificó todos los arreglos para plantarla dentro de nuestro país. En pocas palabras, el día en que Roosevelt entró en la Casa Blanca, los conspiradores del CFR volvieron a tomar control de nuestra maquinaria de relaciones extranjeras y establecieron firmemente a las Naciones Unidas como la sede del gobierno único mundial de los Iluminati.
Quisiera enfatizar otro punto muy vital. Ese fracaso de la Liga de las Naciones de Wilson llevó a Schiff y sus secuaces a percatarse de que el control de sólo el Partido Demócrata no bastaba. Cierto, podían crear una crisis durante una administración Republicana como lo hicieron con el desplome de la Bolsa en 1929 urdido por el Federal Reserve Bank y la consecuente depresión económica que habría de traer a otro testaferro Demócrata de nuevo a la Casa Blanca, pero se dieron cuenta de que una interrupción en su control de nuestras políticas de relaciones exteriores harían trizas del progreso de su conspiración. Hasta podría destrozar toda su estrategia como casi lo hizo antes de que Roosevelt la rescatara con su reconocimiento del régimen de Stalin.
Entonces, luego de la debacle de Wilson, comenzaron a formular planes para lograr el control de ambos de nuestros partidos nacionales. Pero eso les presentaba un problema, necesitaban gente con testaferros en el Partido Republicano y gente adicional para el partido demócrata y debido a que el control de solo una persona en la casa blanca no sería suficiente, tendrían que proveer a ese hombre con testaferros capacitados para todo su gabinete. Hombres que encabezaran el Departamento de Estado, el Departamento de la Tesorería, el Pentágono, la Agencia de Información de los Estados Unidos, etc. Cada miembro de los diversos gabinetes tendría que ser un instrumento seleccionado por el CFR, como Rusk o McNamara, y lo mismo para los subsecretarios y secretarios asistentes. Eso daría a los conspiradores control absoluto de todas nuestras políticas tanto domésticas como, más importante, las exteriores. Ese curso a seguir habría de requerir una fuente de reserva de testaferros capacitados, listos instantáneamente para cubrir cambios administrativos y para todas las demás exigencias.
Todos esos títeres deberían por necesidad ser hombres de reputación nacional, de alta estima entre la gente, pero tendrían que ser hombres sin honor, sin escrúpulos, y sin conciencia. Estos hombres tendrían que ser vulnerables al chantaje. Es innecesario para mí enfatizar lo bien que el CFR logró esto. El inmortal Joe McCarthy reveló por completo que hay miles de esos riesgos de seguridad en todas las agencias federales. Scott MacLeod desenmascaró a miles más y ustedes saben el precio que Ortega tuvo que pagar y sigue pagando por las denuncias de los traidores infiltrados en el Departamento de Estado, que hizo ante un Comité del Senado, y ustedes saben que esos hombres del Departamento de Estado, que le entregaron Cuba a Castro,no sólo han sido protegidos, sino promovidos.
Retornemos ahora al meollo de todo el complot para establecer un gobierno único mundial y las maquinaciones necesarias para crear una nueva Liga de las Naciones que sean la base para tal gobierno. Como ya lo dije, los conspiradores sabían que sólo otra guerra mundial era vital para el éxito de su plan. Tendría que ser una guerra tan horrorosa que los pueblos de todo el mundo clamarían por la creación de algún tipo de organización mundial que pudiera asegurar una paz perdurable. Pero ¿cómo se podría generar esa guerra? Todas las naciones europeas estaban en paz, ninguna tenía disputas con sus naciones vecinas y ciertamente sus títeres en Moscú no se atreverían a iniciar una guerra. Hasta Stalin se daba cuenta de que eso significaría el derrocamiento de su régimen a menos de que el patriotismo uniera al pueblo ruso,
Pero los confabulados tenían que lograr una guerra. Tendrían que hallar algún tipo de incidente para causarla. Lo encontraron en un hombrecillo repulsivo que se llamaba Adolf Hitler. Hitler, un pobre pintor de casas, había sido cabo en el ejército alemán. Hizo de la derrota de Alemania una afrenta personal. Comenzó a alborotar acerca de ella en los alrededores de Munich Comenzó a perorar acerca de restaurar la grandeza del imperio alemán y el poder de la solidaridad alemana. Era partidario de restaurar el viejo ejército alemán para conquistar el mundo entero. Lo curioso es que Hitler, pequeño bufón que era, podía hacer discursos que azuzaban a la gente y poseía un cierto magnetismo. Pero las autoridades de Alemania no querían más guerras, y muy pronto este molesto austriaco, pintor de casas, fue a parar a una celda en la cárcel.
Ajá! Éste es el hombre! decidieron los conspiradores, que, de ser bien dirigido, y financiado apropiadamente, podría ser la clave para otra guerra mundial. De manera que pusieron a Rudolph Hiss y a Göring a escribir un libro que intitularon 'Mein Kampf' y le atribuyeron la autoría a Hitler, exactamente igual como Lipdenoff escribió 'Misión a Moscú' y le atribuyó la autoría a Joseph Davies, entonces nuestro embajador en Rusia y un lacayo del CFR. En 'Mein Kamp'´, el pseudo autor Hitler describió sus agravios y la manera como él iría a restablecer la antigua grandeza del pueblo alemán. Los conspiradores luego hicieron que el libro alcanzara una gran circulación entre los alemanes a fin de generar una masa de adeptos fanáticos de Hitler.
En su salida de la cárcel (también arreglada por los conspiradores) comenzaron a aliñarlo y financiarlo para que viajara a otras partes de Alemania a dar sus atronadores discursos. Pronto reunió un creciente número de seguidores entre los veteranos de la guerra, que pronto se extendió entre las masas, las que empezaron a ver en él a un salvador de su amada Alemania. Luego llegó su dirección de lo que llamó su “ejército de camisas cafés” y la marcha a Berlín. Eso requería de una gran cantidad de financiamiento, pero los Rothschild, los Warburg y otros de los conspiradores proporcionaron todo el dinero que él necesitaba. Gradualmente Hitler se volvió el ídolo del pueblo alemán y luego derrocaron al gobierno de Von Hindenburg, y Hitler se convirtió en el nuevo Führer. Pero eso todavía no era razón para una guerra. El resto del mundo observó el surgimiento de Hitler pero no vio razón para interferir en lo que era una situación claramente doméstica dentro de Alemania. Ciertamente ninguna de las demás naciones sintió que fuera una razón para otra guerra contra Alemania, y el pueblo alemán todavía no había sido incitado a una suficiente excitación para cometer actos contra nación vecina alguna, ni siquiera contra Francia, que pudiera llevar a una guerra. Los conspiradores se dieron cuenta de que tendrían que generar esa excitación, excitación que hiciera al pueblo alemán a lanzar la prudencia por la borda y al mismo tiempo horrorizar al mundo entero. Y por cierto, Mein Kampf era realmente una continuación del libro de Karl Marx 'Un Mundo sin Judíos'
Los conspiradores de pronto recordaron como la gavilla Schiff-Rothschild había maquinado los pogroms en Rusia que mataron a miles y miles de judíos y creó un odio mundial hacia Rusia, y decidieron utilizar esa misma desvergonzada triquiñuela para inflamar en el pueblo alemán, ahora dirigido por Hitler, un odio homicida a los judíos. Cierto que el pueblo alemán nunca tuvo un afecto particular a los judíos, pero tampoco tenían un odio arraigado a ellos. Ese odio tenía que ser generado de manera que Hitler tendría que crearlo. Esta idea más que le agradó. Vio en ella el artilugio espeluznante de convertirlo en un hombre-dios ante el pueblo alemán.
Así, hábilmente inspirado y asesorado por sus asesores financieros, los Warburg, los Rothschild y los demás cerebros Iluminati, culpó a los judíos por el odiado Tratado de Versalles y por la ruina financiera que siguió a la guerra. El resto es historia. Sabemos todo acerca de los campos de concentración de Hitler y de la incineración de cientos de miles de judíos, No los 6 millones, ni siquiera 600 mil, que alegan los conspiradores, pero fue suficiente. Y permítanme reiterar aquí lo poco que los banqueros internacionales, los Rothschilds, Schiffs, Lehmans, Warburgs, Baruchs se preocupaban por sus hermanos de raza que fueron las víctimas de sus nefastas maquinaciones. A sus ojos, la matanza de varios cientos de miles de judíos inocentes por Hitler no les molestaba en lo más mínimo. Lo consideraban un sacrificio necesario para hacer avanzar el plan de gobierno mundial único de los Iluminati, tal como la matanza de los muchos millones en las guerras que siguieron era un sacrificio necesario semejante. Y hay otro detalle espeluznante acerca de esos campos de concentración. Muchos de los soldados-verdugos en esos campos de concentración habían sido enviados previamente a Rusia a adquirir sus artes de tortura y brutalización a fin de acentuar los horrores de las atrocidades.
Todo esto generó una nueva antipatía hacia los alemanes en todo el mundo, pero todavía no daba causa para una guerra. A lo cual Hitler fue incitado a exigir los Sudetes, y ustedes recordarán cómo Chamberlain y luego los diplomáticos de Checoeslovaquia y de Francia cedieron a esa demanda. Esa demanda luego condujo a exigir territorios en Polonia y en el Saar francés y esas exigencias fueron rechazadas. Luego vino su pacto con Stalin. Hitler había estado vociferando contra el comunismo, cuando en realidad el Nacional Socialismo no era otra cosa que una forma de socialismo análoga a la del comunismo. Pero Hitler se olvidó de eso e hizo un pacto con Stalin de atacar y dividirse a Polonia entre ellos. Mientras Stalin invadía una parte de Polonia (de lo cual jamás fue culpado, ya que los cerebros de los Iluminati se encargaron de que eso no pasara), Hitler lanzó una Blitzkrieg contra Polonia desde su frontera. Los conspiradores al fin lograron su nueva guerra mundial y ¡qué horrorosa fue esa guerra!
Y en 1945, los Iluminati finalmente lograron establecer las Naciones Unidas para alojar su gobierno único mundial. Y, lo que es verdaderamente sorprendente, fue que el pueblo americano elogió esta perversa organización como al Santo de los Santos. Aun después de que fueron revelados los hechos verdaderos sobre la manera como fueron creadas las Naciones Unidas, el pueblo americano siguió adorando esa perversa organización. Aun después de que Alger Hiss fue desenmascarado como espía soviético y traidor, la gente seguía creyendo en las Naciones Unidas. Aun después de que yo hubiera revelado el arreglo secreto entre Hiss y Molotov, de que siempre un ruso habría de encabezar el secretariado militar y de esa forma ser el verdadero amo de las Naciones Unidas.
Pero la mayor parte del pueblo americano siguió creyendo que las Naciones Unidas no podían obrar mal. Aun después de que Trig D- Lee, el primer secretario general de la ONU confirmó ese acuerdo secreto Hiss-Molotov en su libro “For the Cause of Peace” (Por la Causa de la Paz), a Vasialia se le dio un permiso de ausentarse de las Naciones Unidas a fin de que pudiera tomar el mando de los Norcoreanos y de los chinos comunistas que estaban en guerra contra la llamada acción policial de la ONU bajo nuestro propio General McArthur quien, por orden de la ONU fue despedido por el pusilánime presidente Truman a fin de evitar que pudiera ganar esa guerra. Nuestro pueblo seguía creyendo en las Naciones Unidas a pesar de los 150,000 de nuestros propios hijos que fueron muertos o lisiados en esa guerra, la gente seguía considerando a la ONU como un medio seguro para alcanzar la paz aún después de que en 1951 fue revelado que la ONU (usando nuestros propios soldados norteamericanos bajo el mando de la ONU, bajo la bandera de la ONU, y en colusión con nuestro traidor Departamento de Estado y el Pentágono) había estado invadiendo muchas ciudades pequeñas en California y Texas a fin de perfeccionar su plan para un total dominio de nuestro país. La mayoría de nuestra gente no le dio importancia y siguió creyendo que la ONU es un Santo de los Santos.
¿Sabían ustedes que la constitución de las Naciones Unidas fue redactada por el traidor Alger Hiss, Molotov y Vyshinsky? ¿Que Hiss y Molotov habían acordado en ese tratado secreto que el jefe militar de las Naciones Unidas siempre tendría que ser un ruso nombrado por Moscú? ¿Sabían ustedes que las reuniones secretas de Roosevelt y Stalin en Yalta, a instancias de los Iluminati operando como el CFR, decidió que la ONU debería establecerse en territorio Estadounidense? ¿Sabían ustedes que la mayor parte de los estatutos de las Naciones Unidas fue copiado intacto, palabra por palabra del Manifiesto de Marx y de la llamada constitución rusa? ¿Sabían ustedes que los dos senadores que votaron en contra de la constitución de las Naciones Unidas fueron los únicos que la habían leído? ¿Sabían ustedes que desde que se fundaron las Naciones Unidas la esclavización comunista ha crecido de 250,000,000 a 1,000.000,000? ¿Sabían ustedes que desde que se fundaron las Naciones Unidas para asegurar la paz, ha habido por lo menos 20 guerras mayores incitadas por las Naciones Unidas, justo como incitaron la guerra contra la pequeña Rhodesia y Kuwait? ¿Sabían ustedes que bajo los arreglos como se constituyó la ONU los contribuyentes estadounidenses han sido forzados a sanear el déficit de muchos millones de dólares de la tesorería de las Naciones Unidas porque Rusia se rehúsa a pagar su parte? ¿Sabían ustedes que la ONU jamás ha pasado una resolución que condene a Rusia o a sus llamados satélites sino que siempre condena a nuestros aliados?
¿Sabían ustedes que J. Edgar Hoover ha dicho que “la gran mayoría de las delegaciones comunistas a las Naciones Unidas son agentes de espionaje y que 66 senadores votaron a favor de un tratado consular que abre a nuestro país entero a espías y saboteadores rusos? ¿Sabían ustedes que la ONU ayuda en la conquista rusa del mundo previniendo que el mundo libre tome medida alguna fuera de debatir cada nueva agresión en la Asamblea General de las Naciones Unidas? ¿Sabían ustedes en la época de la Guerra de Corea la ONU tenía 60 naciones miembros, y sin embargo el 95% de las fuerzas de las Naciones Unidas eran nuestros hijos y prácticamente el 100% del costo fue pagado por los contribuyentes americanos?
Y seguramente saben ustedes que la política de la ONU durante las guerras de Corea y de Vietnam era la de evitar que ganáramos esas guerras? ¿Sabían ustedes que todos los planes de batalla del General McArthur tenían que pasar primero por la ONU para ser transimitidos a Vasialia, comandante de los norcoreanos y de los chinos comunistas, y que toda guerra futura combatida por nuestros hijos bajo la bandera de las Naciones Unidas tendría que ser combatida bajo el control del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas? ¿Sabían ustedes que la ONU nunca ha hecho nada acerca de las tropas de 80,000 rusos y mongoles que ocupan Hungría?
¿Dónde estaban las Naciones Unidas cuando los combatientes por la libertad Húngaros fueron masacrados por los rusos? ¿Sabían que la ONU y su ejército de paz entregó el Congo a los comunistas? ¿Sabían que las llamadas fuerzas de paz de las Naciones Unidas fueron utilizadas para violar y asesinar a los anticomunistas blancos de Katanga? ¿Sabían ustedes que la ONU simplemente no hizo nada mientras la China Comunista invadía Laos y Vietnam? ¿Que no hizo nada mientras Nehru invadía Goa y otros territorios portugueses? Sabían que la ONU fue responsable directamente de ayudar a Castro? ¿Que no hace absolutamente nada acerca de los muchos miles de jóvenes cubanos que son embarcados a Rusia para su indoctrinación comunista?
¿Sabían ustedes que Adlai Stevenson ha dicho: 'el mundo libre debe esperar perder más y más decisiones en la ONU'? ¿Sabían ustedes que la ONU proclama abiertamente que su objetivo principal es un gobierno único mundial que significa unas solas leyes mundiales una sola corte mundial, escuelas mundiales y una iglesia única mundial en la que el cristianismo estaría prohibido?
¿Sabían ustedes que se ha promulgado una ley de las Naciones Unidas para desarmar a todos los ciudadanos americanos y transferir nuestras fuerzas armadas a la ONU? Esa ley fue firmada en secreto por 'san' Jack Kennedy en 1961.¿Se dan cuenta de cómo esto encaja con el Artículo 47, párrafo 3 de la Carta de las Naciones Unidas, que dice, y lo cito: 'el Comité de Personal Militar de la ONU debe ser responsable por medio del Consejo de Seguridad, de la dirección estratégica de todas las fuerzas armadas puestas a disposición del Consejo de Seguridad' y cuando y si todas nuestras fuerzas armadas son transferidas a la ONU sus hijos serán forzados a servir y morir bajo el comando de la ONU en todo el mundo. Esto sucederá a menos de que ustedes luchen por sacar a los Estados Unidos fuera de la ONU.
¿Sabían que el congresista James B. Utt ha sometido una propuesta de ley para sacar a los Estados Unidos fuera de la ONU y una resolución para evitar que nuestro presidente nos fuerce a apoyar los embargos de las Naciones Unidas sobre Rhodesia? Pues lo ha hecho y mucha gente en todo el país ha estado escribiendo a sus diputados para que apoyen la propuesta de Utt y la resolución. Cincuenta congresistas encabezados por Schweiker y Moorhead de Pennsylvania han presentado una propuesta para transferir todas nuestras fuerzas armadas a la ONU. ¿Pueden ustedes imaginarse tan desvergonzada traición?
¿Sabían ustedes que el Consejo Nacional de Iglesias aprobó una resolución en San Francisco que declara que los Estados Unidos pronto tendrán que subordinar su voluntad a la de la ONU y que todos los ciudadanos americanos deberán estar preparados para aceptarlo? ¿Es su iglesia miembro del Consejo Nacional de Iglesias? Con relación a eso tengan en mente que Dios nunca es mencionado en la Carta de las Naciones Unidas y sus reuniones nunca se abren con una oración.
Los creadores de la ONU estipularon por anticipado que no habría de haber mención de Dios o de Jesucristo en su carta constitutiva ni en la sede. ¿Su pastor está de acuerdo con eso? Averígüelo. Además, ¿Sabían que la gran mayoría de las naciones en la ONU son anti-cristianas y que la ONU es una organización enteramente sin Dios por orden de sus creadores, los Iluminati y el CFR. ¿Ya oyeron suficiente de la verdad acerca de las Naciones Unidas de los Iluminati? ¿Quieren dejar a sus hijos y a nuestro valioso país a merced de la ONU de los Iluminati?
Tengo ahora otro mensaje vital que darles. Como les dije, uno de los cuatro encargos específicos que Rothschild le dio a Jacob Schiff fue crear un movimiento para destruir la religión en los Estados Unidos, con el cristianismo como objetivo principal. Por una razón muy obvia, la Liga Anti Difamación no se atrevería a tratar de hacerlo porque tal intento crearía el más terrible baño de sangre en la historia del mundo, no sólo para la ADL y los conspiradores, sino para millones de judíos inocentes. Schiff pasó ese encargo a Rockefeller por otra razón específica. La destrucción del cristianismo podría lograrse únicamente por aquéllos a quienes se les ha confiado el preservarlo. Por los pastores, los hombres de sotana.
Para comenzar, John D. Rockefeller escogió a un joven ministro cristiano llamado Dr. Harry Ward. El Reverendo Ward, si me lo permiten. En ese entonces estaba enseñando religión en el Union Theological Seminary. Rockefeller encontró a un muy dispuesto Judas en este Reverendo y lo financió para que estableciera la 'Fundación Metodista de Servicio Social' y la tarea de Ward era enseñar a jóvenes brillantes a hacerse 'ministros de Cristo' y colocarlos como pastores en iglesias. Mientras les enseñaba para hacerse ministros también les enseñaba cómo sutil y hábilmente predicar a sus congregaciones que toda la historia de Cristo no era más que un mito, para sembrar dudas sobre la divinidad de Cristo, para sembrar dudas acerca de la Virgen María, en pocas palabras, para sembrar dudas sobre el Cristianismo en conjunto.
No habría de ser un ataque directo, sino que mucho de él habría de hacerse mediante hábil insinuación que habría de ser aplicado particularmente a los jóvenes en las escuelas dominicales. Recuerden la declaración de Lenin 'dénme sólo una generación de jóvenes y transformaré a todo el mundo'. Luego en 1908, la Fundación Metodista de servicio Social, que incidentalmente fue la primera organización pro-comunista de América, cambió su nombre al de 'Consejo Federal de Iglesias'. Ya para 1950 el Consejo Federal de Iglesias se había hecho muy sospechoso, así que cambió su nombre al de Consejo Nacional de Iglesias.
¿Debo decirles más acerca de cómo este Consejo Nacional de Iglesias está deliberadamente destruyendo la fe cristiana? No lo creo, pero sí les diré esto: Si usted es miembro de alguna congregación cuyo pastor e iglesia sean miembros de esta organización Judas, usted y sus limosnas están apoyando el complot Iluminati de destruir el cristianismo y su fe en Dios y en Jesucristo, y de esa manera está usted entregando a sus hijos a que sean indoctrinados a no creer en Dios ni en la Iglesia y que puede fácilmente hacerlos ateos. Averigüe inmediatamente si su iglesia es miembro del Consejo Nacional de Iglesias y por el amor de Dios y de sus hijos, si lo es, retírese de ella de inmediato. Sin embargo, permítanme advertirles que el mismo proceso de destrucción de la religión se ha infiltrado en otras sectas. Si ha visto a los negros en Selma, Alabama y otras demostraciones parecidas habrán visto cómo las muchedumbres de negros son soliviantados y alentados por ministros (y hasta por sacerdotes y monjas católicas) que marchan con ellos. Hay muchas iglesias y pastores individuales que son honestos y sinceros, Busquen uno para ustedes y sus hijos
Incidentalmente, este mismo Reverendo Harry Ward fue también uno de los fundadores de la American Civil Liberties Union, notoria organización pro-comunista. De hecho fue su jefe de 1920 a 1940. También fue co-fundador de la Liga Americana contra la Guerra y el Fascismo, la cual, bajo la dirección de Browder, se convirtió en el Partido Comunista de los Estados Unidos. En pocas palabras, todos los antecedentes de Ward apestaban a comunismo y fue identificado como miembro del Partido Comunista. Murió como traidor de su iglesia y de su patria, y éste fue el hombre que John D Rockefeller escogió para destruir la religión cristiana en América de conformidad con las órdenes dadas a Schiff por los Rothschild.
En conclusión tengo esto que decir. Probablemente estén familiarizados con la historia de un Doctor Frankenstein que creó un monstruo para que cumpliera su voluntad de destruir a las víctimas que el doctor escogía, pero en vez de eso, al final el monstruo se volteó contra su propio creador, Franskenstein, y lo destruyó. Bien, los Iluminati han creado un monstruo llamado Naciones Unidas (que está apoyado por sus grupos minoritarios, negros sublevados, los traidores medios de comunicación y los traidores en Washington D.C.) que fue creado para destruir al pueblo Americano. Sabemos de esa hidra de muchas cabezas y sabemos los nombres de quienes crearon ese monstruo. Sabemos todos los nombres y predigo que un buen día el pueblo americano se despertará completamente y causará que ese monstruo destruya a su creador. ¡Cierto! La mayoría de nuestra gente están todavía siendo engañados por nuestra prensa traidora, televisión y radio y por nuestros traidores en Washington DC. Pero seguramente para ahora se sabe lo suficiente de la ONU para sacar ese organismo de nuestro medio como una mortal víbora de cascabel.
Lo único que me pregunto es qué podrá hacer que la gente despierte y se anime con toda la prueba. Quizás estas palabras logren hacerlo. Ruego a Dios que lo haga y que estas palabras les inspiren a todos ustedes a diseminar esta conferencia entre todos los americanos leales de sus comunidades.


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