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lunes, 27 de diciembre de 2021

La Larga Derrota - Parte 4

La Larga Derrota

La Cristiandad y sus defensores, de 1789 hasta el presente. 

Parte 4: 

El 'Otro' Imperio

 
Por Charles A. Coulombe

Tomado de: https://catholicism.org/the-long-defeat-christendom-and-its-defenders-1789-to-the-present-part-4-the-other-empire.html
Traducido del inglés por Roberto Hope 

Junto con Austria, Eslovenia y Chequia, lo que ahora es Alemania formaba el grueso del Sacro Imperio Romano Germánico, que, como hemos visto, fue gobernado por los Habsburgo durante largo tiempo. A diferencia de sus dominios hereditarios, la mayor parte del Sacro Imperio estaba formado - para 1789, de un tapiz de más de 300 feudos hereditarios, estados eclesiásticos, y ciudades libres, Como hemos visto, la Revolución Francesa puso de cabeza a toda la Europa, y a Alemania en particular. Finalmente, luego de la derrota de Napoleón en Waterloo, parecía que el genio había sido metido nuevamente en la botella.

Al mismo tiempo, la época llamada del Romanticismo, movimiento que - aun cuando con el tiempo habría de asumir diversas versiones en todo el Occidente - comenzó en Alemania. Escritores y artistas tales como Novalis, Achim von Amim, Clemente Brentano, Augusto y Federico Schlegel, José Goerres, Gaspar David Friedrich, los hermanos Grimm, y una multitud de otros, combatieron por igual a la Ilustración y a la Revolución en las esferas intelectual y cultural. Reiniciaron el interés en el folclor germánico y en los cuentos de hadas, en la mítica floresta alemana, y en la mitología nórdica. Al hacer eso, despertaron el interés por la Edad Media y también - en la Alemania protestante, en el catolicismo. Hombres tales como Novalis vieron la unidad europea perturbada por la revuelta protestante, y muchos de sus correligionarios románticos abrazaron el catolicismo. Una multitud de escritores políticos, tales como Gentz, Haller, Mueller y von Baader abogaron por la Iglesia y la Monarquía Católica. Durante el período de la Restauración, el Neo-Goticismo y la reacción política fueron dominantes, en tanto que Prusia voluntariamente tomaba el rol de segundo violín al de Austria en la nueva Confederación Germánica que reemplazó al Sacro Imperio Romano Germánico después de 1815.

Ese orden fue roto por las revoluciones de 1815, cuyo logro más notable fue correr del trono a Carlos X - último rey de Francia legítimamente coronado (los revolucionarios belgas también tuvieron éxito en alcanzar la independencia de su país, los revolucionarios polacos no alcanzaron tal suerte). Pero diez años más tarde, el pro-católico Federico Guillermo IV, el 'Romántico en el Trono' se hizo rey de Prusia. Inmediatamente terminó el conflicto de su padre con la Iglesia y concluyó la Catedral de Colonia (cuya construcción había sido interrumpida por la Revuelta Luterana). El nuevo Rey se rodeó de asesores - a quienes llamaban la 'Camarilla' - algunos de ellos evangélicos devotos, como J.F. Stahl y los hermanos (Leopoldo y Ernesto) von Gerlach, y otros de los cuales eran católicos como Radowitz y Reumont.

El año 1848 vio revoluciones por toda Europa, envolviendo todas las nacionalidades de los Austria así como a muchos de los Estados Alemanes. Un parlamento alemán fue convocado en Francfort, sus miembros estaban divididos acerca de la forma que el nuevo Imperio Alemán habría de tomar. Los Conservadores propugnaban por una entidad Gran Alemana que incluyera a Austria; los liberales querían excluir los dominios de los Habsburgo y darle la corona a Federico Guillermo. Él la rechazó y con el tiempo el status quo volvió a Europa Central.

En la siguiente década, sin embargo, la solución de la 'Pequeña Alemania' encontró oposición entre pensadores nordalemanes protestantes tales como Constantin Franz, Heinrich Leo, y Johann Friedrich Böhmer, y católicos como Franz Johann Joseph Bock - todos los cuales estaban inspirados por la memoria del Sacro Imperio Romano Germánico, y no podían imaginar una Alemania sin los Habsburgo a la cabeza. Al mismo tiempo, el crecimiento del proletariado urbano y la miseria acarreada por la Revolución Industrial trajo al frente a proponentes de soluciones para la cuestión social, tales como Wilhelm von Ketteler, Obispo de Maguncia, quien alentaba la formación de sindicatos obreros católicos y de organizaciones sociales católicas.

Inspirador como era todo esto, la muerte de Federico Guillermo IV en 1861 llevó al trono de Prusia a su hermano menor, Guillermo I. El nuevo Rey, a su vez, estaba enamorado de las ideas del liberal Otto von Bismarck, quien era a la vez anti-Habsburgo y anti-católico. Como canciller de Prusia, Bismarck estaba determinado a expulsar a Austria de Alemania y a hacer de Prusia el poder principal en un nuevo imperio alemán. La Guerra Austro-Prusiana de 1866 vio logrado esto, así como la anexión del Reino de Hanover, del Electorado de Hesse Kassel, del Gran ducado de Nassau (cuyo depuesto gobernante, sin embargo, más tarde habría de heredar Luxemburgo) y de la Ciudad Libre de Francfort - capital nominal de Alemania - a Prusia. Las otras Monarquías Germánicas (Baviera, Sajonia, Württemberg, etc) consintieron a la dominación prusiana. Cinco años más tarde, luego de la derrota francesa en la guerra Franco-Prusiana, Guillermo I fue proclamado Kaiser [César] Alemán, y la mitad del sueño de Bismarck quedaba completado. Él seguiría librando una guerra política contra la Iglesia en la Kulturkampf [guerra cultural.]

Bismarck, sin embargo, no habría de proceder sin oposición. Las organizaciones católicas existentes fueron acompañadas por un partido político católico, el Centro. Alentado por von Ketteler, su fundador, Ludwig von Windthorst, era (no para sorprenderse demasiado) también miembro del partido pro-independentista Hanoveriano, el Welfenbund. Asistiéndole estaban August Reichensperger y Hermann von Mallinckrodt. Hallaron aliados en el Partido Consevador Prusiano, y con éxito combatieron las medidas anti-católicas de Bismarck. Con el tiempo, viendo a sus enemigos como aliados potenciales en la lucha de mayor magnitud contra los Socialistas, Bismarck terminó su ataque y se reconcilió con León XIII - quien, en reciprocidad, lo armó caballero. Pero su estrella se estaba apagando rápidamente. En 1888 murió Guillermo, y fue reemplazado por su hijo, que vivió pocos años, Federico III. La muerte de éste, a su vez, llevó a los tronos de Prusia y de Alemania a su hijo, Guillermo II. Teniendo poca necesidad de Bismarck, el Kaiser lo removió menos de dos años después.

El nuevo gobernante era un hombre muy complejo. Por una parte, era extremadamente pro-Británico; su amada abuela materna, la Reina Victoria, literalmente murió en sus brazos. Pero aborrecía y despreciaba al sucesor de ella, su tío Eduardo VII - quien le hacía recíprocos sus sentimientos. Quería que Alemania emulara en sus logros el éxito británico como Imperio de Ultramar, lo cual puso a los dos países en trayecto de colisión. Guillermo quería a su primo Nicolás II, Zar de Rusia, pero a pesar de todos los ornamentos de supremacía con los cuales estaban envueltos sus respectivos tronos, ambos monarcas gradualmente perdieron el control de la maquinaria de gobierno en favor de sus respectivas clases políticas; cuando concluyeron un tratado de alianza luego de una agradable reunión en 1902, ambos de 'sus' gobiernos anularon el acuerdo, con desastrosas consecuencias trece años más tarde.

Religiosamente, Guillermo era un protestante muy devoto. Si no tan de 'Iglesia Alta' como lo había sido su gran tío Federico Guillermo IV, ciertamente se inclinaba en esa dirección - como lo muestran la arquitectura y los adornos de la nuevamente reconstruida Catedral de Berlín. Para afianzar su relación con sus antiguos súbditos que habían emigrado a los Estados Unidos, distribuyó biblias, campanas y otros presentes a muchas iglesias alemanas en los Estados Unidos - muchos de los cuales siguen atesorados hasta nuestros días. Además donó generosamente al naciente Museo Germánico de Harvard en 1905. También cultivó buenas relaciones con sus súbditos católicos. Así como había fondeado a instituciones protestantes alemanas en Tierra Santa, en 1898, Guillermo hizo una donación a la Abadía de Hagia María en Jerusalén.

Al mismo tiempo, corrientes frescas estaban moviéndose en el alma de Alemania. El Pan-Germanismo buscaba atraer a todos los germano-parlantes - incluyendo a los de Austria-Hungría - al Imperio dominado por Prusia; este movimiento también era anti-católico. Como los demás nacionalismos europeos del período, su cuasi-misticismo hacía de la nacionalidad una religión. En cierto sentido, era rival del Movimiento de Reavivamiento católico, por el alma de los alemanes. Ciertamente, en parte bajo la presión del desarrollo del cientificismo, del misticismo en la poesía y de mucho más, se tornó en un tema central en la cultura germánica en vísperas de la Primera Guerra Mundial.

La guerra arruinó a Alemania, ciertamente. Miles de muertes, la economía en ruinas, las posesiones de ultramar perdidas, y todo aparentemente por nada. Además, el Kaiser y los demás príncipes fueron todos depuestos y huyeron. En su lugar, se estableció la República Weimar. Nacida de la derrota, captó la imaginación y el patriotismo de relativamente pocos alemanes. Unos voltearon a la izquierda y abrazaron la visión comunista de una Utopía - de esto surgieron revueltas sin éxito en Berlín y otros lugares, al igual que la poco duradera República Soviética de Baviera. Estas fueron suprimidas por veteranos desmovilizados y estudiantes de derechas en los llamados 'Freikorps.' Con el tiempo, cierto tipo de orden se restauró, y para 1924, la República Weimar parecía ser un estado en marcha.

Pero satisfizo a pocos. en 1918, el Bund der Aufrechen - 'Liga de los Justos' - fue fundada para reinstalar a los Hohenzollern. El católico bávaro Karl Ludwig Freiherr von und zu Guttemberg estuvo activo organizando la restauración bávara - fuera como parte de o independiente de Alemania. Pero muchos pensadores, católicos y protestantes, pensaban que los males de Alemania requerían más que una reinstalación de la Monarquía Guillermana. Un reino a la vez más a tono con la Edad Media y con el futuro: una construcción no meramente política sino también espiritual y cultural era a lo que aspiraban. Desde luego, había muchas ideas diferentes acerca de cómo proceder, pero en conjunto fueron llamadas la 'Revolución Conservadora.' Entre sus luminarias se encontraban Edgar Julius Jung, Ernst Jünger, Heinrich Brüning, Ernst von Salomon, Arthur Moeller van den Bruck, Stefan Geoge, Hubertus von Loewenstein-Scharffeneck, y los austriacos Othmar Spann y Hugo von Hofmannsthal. Juntos aspiraban a construir una 'Alemania Sacra.'

Pero fue un movimiento de la izquierda cuyos dirigentes supieron bien cómo cubrirse de patriotismo quienes acabarían siendo los amos de Alemania - los Nacional Socialistas. Bien llamados 'Bolcheviques de camisa café,' su carismático dirigente, Adolf Hitler, fue capaz de convencer a unos cuantos Revolucionarios Conservadores así como a una buena parte de la opinión más convencional, que él sería el salvador de la país - especialmente después del colapso de la economía alemana. La destitución de Heirich Brüning por el Presidente Hindenburg pavimentó el camino para la subida al poder de Hitler. La mayoría de los Monárquicos y los Conservadores Revolucionarios se oponían a él - y sus sospechas más sombrías fueron confirmadas por los asesinatos de varios de sus miembros en la 'Noche de los Puñales Largos.' El resto se volvió núcleo de la Resistencia Alemana a Hitler; desde sus filas ideológicas surgió Claus von Stauffenberg, héroe de la conjura de julio contra Hitler en 1944. Él murió clamando '¡Viva la Sacra Alemania!' Muchos más perdieron la vida en las secuelas del fracaso de ese atentado.

Después de la Guerra, lo que quedaba de los partidos del Centro y Conservador, fueron unidos para formar el Partido de la Democracia Cristiana bajo la dirección de Konrad Adenauer. Inicialmente, el ala derecha de ese partido estaba formada por esa gente - en particular del Abendländische Bewegung (Movimiento Occidental). Pero en los años 1950s, fuertemente influenciados tanto por los Estados Unidos como por la Unión Soviética (quienes, por diferentes razones, eran enemigas de la Monarquía y de la Revolución Conservadora) fueron pronto hechos a un lado. La 'revolución de 1968' pareció dar al traste con esas ideas.

A pesar de la caída de la Unión Soviética y del desplazamiento de todo el espectro político hacia la izquierda - así como del colapso de la moral que ya es común en Occidente - hay en estos días, alemanes entusiasmados por explorar, retener o aun restaurar elementos de su legado político y cultural. Además de la revista Corona, Tradition und Leben es quizás el grupo monárquico más grande del país, está dedicado al proyecto de reinstalar a los Hohenzollern a las coronas de Prusia y de Alemania, así como las otras casas a las suyas. El Verband der Koenigstreuen [Asociación de Leales al Rey] en Baviera sigue llevando la estafeta por los Wittelsbach. Los primos Hanoverianos de los Windsor también tienen sus defensores, el Welfenbund. Las diversas otras casas soberanas de antaño siguen estando activas, al igual que la nobleza. También hay un pequeño remanente del antiguo Partido Católico de Centro. El Renovatio Institut busca conservar el bien común, contribuyendo a la preservación y renovación de sus cimientos culturales y hallar en la riqueza del legado del pensamiento cristiano occidental, respuestas a los desafíos que enfrenta este legado y las culturas en él basadas," Con ideas similares están los Conservadores Alemanes. La Sección Alemana de la Unión PanEuropea declara que está "comprometida con el Cristianismo como alma de Europa, en particular la imagen cristiana del hombre. La Unión PanEuropea está luchando contra todas las tendencias que destruyen la fuerza espiritual y moral de Europa, el nihilismo, el ateísmo, y el consumismo inmoral. La unión PanEuropea lucha por una Europa Cristiana, eso es, un continente de dignidad humana y de respeto a Dios y a Su creación."

Religiosamente, la Fraternidad de San Pedro y el Instituto de Cristo Rey operan en el país, en tanto que Berlín tiene su comunidad tradicionalista, el Instituto San Felipe Neri. Pro Missa Tridentina y Una Voce son organizaciones laicas. En el frente cultural, la Asociación de Asociaciones Ciudadanas Alemanas es un grupo paraguas de grupos locales de todo el país, que buscan mantener las tradiciones locales; la Federación de Patria y Entorno en Alemania sirve en una función semejante. La Familienbetriebe Land und Forst representa a terratenientes privados, nobles y plebeyos, cuyas raíces en la tierra muchas veces vienen de siglos atrás.

Sufriendo de la misma secularización y demonización de cualquiera que se ubique a la derecha del socialismo que fastidia al resto de Europa, la moderna Alemania está lejos de ser feliz en su propio pellejo. Por una parte, el localismo siempre ha sido muy fuerte, mientras que por la otra, su conexión con el Sacro Imperio Romano Germánico siempre la obliga a ver más allá de sus fronteras, sea para alcanzar la unidad o para conquistar. El influjo islámico masivo de los años recientes ha agregado dificultades al país, como lo han sido las medidas de mano de hierro anti-COVID de la Canciller Merkel. Recemos mucho por un país que ha producido tantos santos y héroes, que algún día vuelva a ser la Sacra Alemania.

sábado, 25 de diciembre de 2021

La Larga Derrota - Parte 3

La Larga Derrota, La Cristiandad y sus Defensores, 1789 al Presente. 

Parte 3 

El Águila Tiene dos Cabezas

Por Charles A. Coulombe

Tomado de: https://catholicism.org/the-long-defeat-christendom-and-its-defenders-1789-to-the-present-part-3-the-eagle-has-two-heads.html

Traducido por Roberto Hope

 
Como vimos en la parte anterior, la Casa de Austria llevó las tradiciones del Sacro Imperio Romano Germánico hasta el siglo XX a través de la relativamente nueva construcción política llamada Austro-Hungría. Conducida a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial por Francisco José, su último rey-emperador fue el Beato Emperador Carlos, cuya igualmente devota reina-emperatriz es ahora también Sierva de Dios. Después de la prematura muerte del soberano santo, su infatigable esposa guió a sus ocho hijos a través de los horrores de principios del siglo XX. Su hijo mayor, el Archiduque Otto, como vimos, cambió sus esfuerzos, de aquél de restaurar la Monarquía - rota como había sido en trozos étnicos - a el de unificar Europa. La caída de la Unión Soviética permitió, con su ayuda, la entrada de la mayor parte del bloque oriental - incluyendo sus antiguos reinos de Hungría, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia y Croacia - a la Unión Europea. Pero eso permitió también el reavivamiento del sentimiento monárquico, que en Austria nunca había muerto enteramente, ni en sus adyacentes fragmentos Habsburgo del Tirol Meridional y Trieste (italianos desde 1918).
Ciertamente, la impronta institucional de los Habsburgo permanece en toda la extensión de sus antiguos territorios, tanto en la Iglesia como en el Estado. A pesar de las tendencias secularizantes de las décadas pasadas, siguen habiendo capillas que funcionan en varias oficinas de gobierno. Tanto turistas como residentes acuden en masa a las residencias de los Habsbugo tales como los Hofburgs de Viena e Innsbruck, Schönbrunn, Eckartsau, Laxenburg, Brandys, Artstetten. la Kaiservilla de Ischl, el Castillo de Praga, Konopiste, el Castillo de Buda, Godolfo, el Castillo de Bratislava, etcétera - y muchas veces llevan las marcas de sus constructores. En el Parlamento Húngaro, la reavivada Guarda de la Corona protege la Corona Sacra de San Esteban, portada por última vez por el Beato Carlos. Los ejércitos de Austria, Hungría, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia, y aun en cierto grado Polonia, conservan muchas de las tradiciones de la era de los Habsburgo - esto es particularmente cierto entre las unidades de la Guardia Presidencial. Las instituciones culturales y educativas fundadas durante la época de la Dinastía también se regocijan de sus orígenes. Aun en países como Polonia, Ucrania, Rumana, Serbia y Montenegro existe una diferencia significativa en las actitudes políticas y patrones de votación entre las regiones que habían formado parte de Austro-Hungría y aquéllas que no, que los sociólogos han llamado el 'Efecto Habsburgo'.
El Funeral de Estado del Archiduque Otto en 2011, mostró al mundo cuán fuerte permanece el afecto por la Casa de Habsburgo. Como con las exequias de su madre en 1989, el réquiem del Archiduque fue acompañado de diversas unidades militares y guardias civiles restauradas de todo el anterior Imperio (más notables entre las últimas fueron Sankt Veit, la propia Guardia Trabante de Carintia que, agrupadas en sus uniformes alrededor del féretro, traían reminiscencias de la antigua Guardia Imperial). Como suele suceder, esta clase de unidades - como nuestra propia Legión de Comandos Militares Históricos del Centenario en los Estados Unidos - abarcan a horcajadas los campos de la representación y de los ideales del soldado-ciudadano. Hasta hay una Cancillería Militar que sirve de algo parecido a una cámara de compensación entre ellas. Sin duda, muchos de los miembros tienen diferentes grados de lealtad a la Vieja Monarquía; ciertamente están a disposición para cualquier evento que concierna a la Casa Imperial.
Por supuesto, la cabeza de esa Casa y heredero de sus tradiciones es el Archiduque Carlos de Habsburgo. nieto del (hasta ahora) último Emperador. Encabeza varias organizaciones cuyos miembros son más o menos monárquicos: La Orden del Toisón de Oro, un antiguo cuerpo de caballería; la Orden Real y Militar de San Jorge, una organización de caballeros dedicados expresamente a los ideales del Santo; las Fraternidades Estudiantiles Católicas Monárquicas Austriacas; los "Caballeros Europeos del Vino," una asociación de conocedores de las viñas; la Asociación Europea de Tiradores, que comprende grupos de tiradores de arco y de arma de fuego de todo el continente; la rama austriaca de la Unión Paneuropea; el Escudo Azul, que trabaja por defender los tesoros del mundo en tiempos de guerra; la Unión Europea de Paracaidistas (cuyo dirigente refleja su propia rama en el servicio militar); y un número de otras más. El Archiduque tiene un aparato administrativo consistente en un pequeño grupo de personal que sirve para coordinar sus actividades y premiar grupos que él considere meritorios de su patronazgo con el sello "Sub Auspiciis", modelado en su sello personal.
Para marcar su cumpleaños número 60, se celebró un desfile imperial en la ciudad austriaca de Korneuburg (que ese día también se insertó en la ruta cultural 'Vía Habsburg') el 26 de junio de 2021, donde este autor tuvo el gusto de estar presente. Ahí, con la presencia de tantos grupos de reinstauración y los ayudantes, y la participación del Archiduque, el evento se veía y sentía como un acontecimiento oficial en una monarquía. Pero este sentimiento de un 'imperio fantasma' puede experimentarse en cualquier número de eventos por todo lo que fue Austro-Hungría, incluyendo la celebración anual del nacimiento de Francisco José en su pueblo de Ischl, la 'Audiencia con el Emperador Carlos' en Brandys, Chequia, y el Baile del Emperador en Kornueburg mismo. Más que una mera re-creación como las de nuestras Ferias de Renacimiento, estos eventos no solamente invocan el espíritu de la monarquía y recuerdan a los espectadores de lo que habían tenido - también hablan de lo que podría volverse a tener.
Dicho eso, hay ciertamente monárquicos activos tales como Weisse Rose [Rosa Blanca] y la Alianza Negro-Amarilla, que busca reinstalar a Carlos no solamente a su trono austriaco, sino a aquéllos de Hungría, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia y Croacia. Haciendo eco de esos esfuerzos en Austria, están el Grupo 'Regnum' de Hungría, el Koruna Czecia en Chequia, el Concilio Real Croata, y varios otros. Por supuesto, entre estas y todas las demás organizaciones hasta aquí mencionadas hay diferencias de opinión con respecto a objetivos, ideologías específicas y - el flagelo de todo grupo - personalidades. Pero, como habremos de ver en otros países, hay una dificultad dominante y básica de círculo vicioso con el monarquísmo en la Europa Central. Por un lado, el papel tradicional del soberano como padre de todo su pueblo, hay siempre un temor de identificase con un lado- Por otra parte, los monárquicos instintivamente ven en el heredero del trono de su país al dirigente y guía en el esfuerzo de restauración. Es un enigma observado tanto tiempo atrás como en la Revolución Francesa, cuando el exiliado Luis XVIII amonestaba a sus seguidores de no ser "más monárquicos que el Rey". Su dirigente, Georges Cadoudal. respondió bruscamente, "si Su Majestad espera recuperar su corona, más nos vale serlo." Es un dilema que en sí mismo parece insoluble.
Sin embargo, como sucedió entre Luis XVIII y Cadoudal - ninguno de los cuales podían haber previsto al momento de ese intercambio las circunstancias que llevarían a la Restauración en 1814, hay otras fuerzas en juego. La primera, desde luego, es la antes mencionada devoción a la santa última pareja Imperial, cuya intercesión por la causa está sin duda continuando en el Cielo como lo fue en la Tierra. El número de santuarios al beato Emperador en sus antiguos reinos sigue creciendo, igual como ocurre en los Estados Unidos, y uno no puede dejar de pensar que esto está teniendo efecto.
Más allá de esto, se hace más aparente en los países medulares de la Europa Central - Hungría, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia, Polonia y Croacia - tienen más en común uno con el otro en términos de creencias y de buenas costumbres que lo que tienen con la moralmente corrupta dirigencia de Europa Occidental y de Norteamérica. Además, comparten un temor hacia Rusia. Estos dos fenómenos tienen sus raíces en la experiencia compartida que estos países tuvieron del comunismo, no tienen deseo alguno de que se les re-imponga por las activistas elites de Occidente, ni ser dominadas por un vecino oriental no comunista que esté luchando contra el mismo legado (y conserve una parte del mismo personal). Además, también existe el miedo a la inmigración masiva proveniente del mundo islámico. Emprendimientos tales como Visegrad y la Cooperación de Defensa Centro Europea (que incluye a Austria) bien puede ser el inicio de una unidad más cercana ocasionada por la necesidad.
No obstante, estos países siguen poseídos por el odio étnico agitado por el nacionalismo del siglo XIX y exacerbado por las experiencias del siglo XX. Para superarlas, la necesidad mutua no basta - debe haber algo positivo. Aquí es donde la Casa de Habsburgo y la Iglesia tienen mucho que ofrecer. La resurrección de Austria Hungría como había sido antes es imposible; la creación de una Federación Monárquica Centro Europea - suficientemente unida para mantener a raya a los enemigos extranjeros, pero suficientemente suelta para permitir diferencias nacionales - paradójicamente puede pronto no meramente ser posible sino esencial si estas naciones han de sobrevivir en una forma como la actual. Irónicamente, tal escenario se asemeja mucho a las ideas del Archiduque Francisco Fernando y del beato Emperador Carlos, de unos 'Estados Unidos de la Gran Austria' bajo la dirigencia de Habsburgo. ¡Si tan sólo eso hubiera podido hacerse realidad sin la matanza ocurrida en la Primera Guerra Mundial y las revoluciones y conflictos que la sucedieron!  Puede ser que la reconstrucción, el verano pasado, de la Columna Mariana en Praga destruida en 1918 para demostrar la victoria sobre el Altar Católico y el Trono de los Habsburgo) puede presagiar tiempos mejores.
Y ¿qué decir de Austria misma? Bien, su liderazgo político es tan ridículamente activista como cualquiera en Washington o en Bruselas, y ciertamente mucha de su elite desea ser tan imbécil como cualquiera en Occidente. Pero la triste realidad es que Austria siempre será de décima categoría en Europa Occidental; en cambio, en la Europa Central sí tiene cachet. Una Europa Central resurgente sin duda atraerá a Austria hacia ella - ¡y sin duda la dirigencia austriaca afirmará que la idea fue toda de ella! Aquí hay una gran ironía. A fin de alcanzar el principio perenne de la Dinastía de Habsburgo, de una Europa cristiana, unida, pacífica y libre, el Archiduque Otto llegó a pensar que era más importante tratar de alcanzar el ideal Paneuropeo de católicos devotos tales como Adenauer, Schumann y de Gasperi, que laborar en su propia restauración. Pero siendo las condiciones actuales lo que son, bien puede ser que una reinstalación de los Habsburgo en Europa Central es ahora esencial para construir la clase de Continente que ellos visualizaron.
En el desfile del Emperador en Korneuburg, yo traía conmigo a dos amigos - ambos en sus jóvenes 20s-. Uno era Eslovaco, y el otro del Tirol Meridional (ahora en Italia) de habla germánica. Aun cuando suficientemente amigables el uno con el otro desde antes, viendo marchar las unidades frente al heredero de los Emperadores Habsburgo les llevó a decirme que nunca antes se habían percatado de que eran compatriotas. Para el católico creyente, las tierras del antiguo Imperio - bueno, para ser justos, de toda Europa - se parecen al Castillo de la Bella Durmiente. Uno no debe decir  quién debe besar a quién, qué espada debe sacarse de qué piedra, o que desafío fue lanzado a qué Caballero Verde. Pero si los pueblos de la Europa Central han de seguir siendo ellos mismos, los durmientes deben despertar y los huesos vivir; lo que es ahora un sentimiento debe volverse una causa. Ahora, más que nunca, necesitan el lema de los Habsburgo: ¡Viribus Unitis!

 

(Continuará) 

 

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