jueves, 30 de junio de 2022

Cristeros

 Los Cristeros, Soldados Católicos de Cristo 

La sublevación católica del siglo XX en México


Por Olivier LeLibre


Traducido del inglés por Roberto Hope



El siglo XX fue el más sangriento de la historia, el 'siglo de las masacres' {1] el 'siglo infernal' [2] el 'siglo de los mártires' ¿Como todos los demás? No, no igual a todos los demás; fue el gran siglo de los mártires, infinitamente peor que los demás... Nunca había habido tantos mártires en un lapso de cien años; ni siquiera en un lapso de 1000 años [3] Y estas decenas de millones de cristianos, víctimas de un siglo de rebelión abierta contra Dios, permanecen ignorados o repudiados. Hoy me gustaría recordar a los católicos mexicanos que, hace unos setenta años, se sublevaron contra la masonería por el reinado social de nuestro Señor Jesucristo. Se les llamaba Cristeros.

Un Siglo de Persecuciones Religiosas

Desde que su independencia fue declarada en 1821, México ha tenido una historia muy accidentada: guerras civiles, dictaduras, golpes de estado, revoluciones (1876-1911)... El imperio de Maximiliano no fue más que un breve y muy imperfecto paréntesis en las persecuciones sufridas por la iglesia una vez que se fueron los españoles: saqueo de propiedades, aprisionamiento de sacerdotes, asesinatos tramados, obispos expulsados... ¿Por qué tantos infortunios? Un proverbio da la respuesta: "Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos"... Los Estados Unidos no querían tener una gran potencia católica a la puerta. En la época de la independencia de México, les preocupaba este rival en potencia cuyo territorio, casi igual que el de ellos, y cuya población, aunque menos numerosa, (6.5 millones de habitantes contra 9,5 millones) se había vuelto una verdadera nación gracias a una muy viva fe católica, en tanto que los Estados Unidos seguían siendo, y aún ahora siguen siendo, una verdadera "ensaladera" [5]

En los años 1830s se desató la guerra. Traicionado por generales masones, México perdió su territorio norte: California, Texas, Nuevo México (1848), y fue sometido a la hegemonía política y económica de los Estados Unidos. [7]

Los peleles hechos presidentes de México sucesivamente fueron todos corruptos masones que inmediatamente hacían cumplir las órdenes emitidas por Washington para 'desfanatizar' al país, o sea, destruir el catolicismo que venía del siglo XVI cuando los españoles (los franciscanos especialmente [8]) evangelizaron México: la orden también exigía ensuciar la memoria de su legado europeo, exaltando la era pre-colombina [9] y la 'maravillosa' civilización Azteca, en la que no se conocía ni la rueda ni la bóveda, pero en la que la esclavitud, el sacrificio humano y el canibalismo eran practicados en gran escala ¡aun en el siglo XVI!

Aquí van sólo dos ejemplos de esta política: El primer acto oficial del Presidente Juárez fue transformar la iglesia de San Francisco de la Ciudad de México en templo protestante (1867) [11], y la publicación de la Encíclica Humanum Genus (de 1884, que condena la masonería) fue prohibida hasta en los seminarios.

En 1914, el Presidente Carranza, impuesto por los Estados Unidos, inauguró un período de persecución abierta: los sacerdotes eran masacrados (160 fueron muertos en México en febrero de 1915). John Lind, uno de los consejeros de Woodrow Wilson, se regocijó de oír la noticia; "¡Magnífica noticia! mientras más sacerdotes maten en México, más feliz voy a estar!" Un pastor americano, indignado por las atrocidades contra monjas en Veracruz, recibió una respuesta del representante personal de Wilson: "Después de la prostitución, lo peor que hay en México es la Iglesia Católica. ¡Ambas deben desaparecer!"

La Ofensiva de Calles

En 1924, Plutarco Elías Calles fue nombrado presidente. Para este descendiente de judíos sefarditas [14], masón del grado 33. "la Iglesia es la causa principal de todos los infortunios de México." Para él, también, tenía que desaparecer. [15] Con la complicidad de un sacerdote masón, el Padre Pérez, proclamado por el gobierno "Patriarca de la Iglesia Católica Mexicana," Calles fundó una Iglesia patriótica cismática, igual como los comunistas lo harían después en China. [16] El vino que se utiliza en la misa era reemplazado con mezcal. Pero la maniobra se topó con un extenso desacato. El gobierno podía financiar la apertura de 200 escuelas protestantes y Calles podía pavimentar el camino para la entrada de sectas herejes (para entonces bien financiadas por los Estados Unidos), pero el pueblo mexicano seguía tenazmente unido a Roma.

En 1926, el presidente y su camarilla lanzaron una nueva ofensiva que esperaban que fuera definitiva: "Ahora la revolución debe ser psicológica," declaró Calles. "Debemos penetrar y posesionarnos de las mentes de los niños y de los jóvenes porque deben pertenecer a la revolución." Las escuelas católicas fueron clausuradas; las congregaciones, expulsadas; los sindicatos cristianos, prohibidos; numerosas iglesias, confiscadas y profanadas (convertidas en establos o salones) o destruidas. La asistencia de los niños a escuelas públicas se hizo obligatoria; la enseñanza del ateísmo se hizo oficial, y los símbolos religiosos (medallas, crucifijos, estatuas y cuadros) fueron prohibidos, aun en los hogares. ¡Hasta Dios fue expulsado del lenguaje!  Expresiones tales como 'Adiós', 'Si Dios quiere" o "Dios no lo mande" estaban sujetas a una multa. Por último, los sacerdotes tenían que "registrarse"; algunos estados (México es una república federal) exigían que juraran no hacer proselitismo, ¡otros trataron de obligarlos a casarse si querían seguir en funciones! Monseñor Carvana, el Nuncio Apostólico, protestó; el 12 de mayo de 1926 fue expulsado. Por todo el país, figuras públicas católicas fueron asesinadas; niñas saliendo de la iglesia eran secuestradas, apresadas, violadas. Monseñor Curley, Arzobispo de Baltimore ventiló su indignación: "Calles persigue a la Iglesia porque sabe que cuenta con la aprobación de Roma. Nuestro gobierno ha armado a los asesinos que usa Calles. Nuestra amistad lo ha alentado en esta abominable empresa; destruir la idea de Dios en las mentes y en los corazones de millones de mexicanos." [17]

El 28 de mayo, Calles recibió la medalla al mérito masónico de manos del Gran Comendador del Rito Escocés en México. El 12 de julio apareció el siguiente comunicado en la prensa: "La Masonería Internacional acepta la responsabilidad por todo lo que está pasando en México, y está preparándose para movilizar todas sus fuerzas para la aplicación metódica e integral del programa acordado para este país." [18]

El 26 de julio, un tendero de edad avanzada fue vapuleado a sangre fría por dos policías vestidos de civiles. ¿Su crimen? En su tienda había puesto un letrero que decía ¡Viva Cristo Rey! Los mexicanos reaccionaron pacíficamente a la persecución: boicotearon las empresas propiedad del estado (las compras de tabaco y el tráfico por ferrocarril se redujeron en un 74%, y en tan solo unas semanas el banco nacional sufrió una pérdida de 7 millones de pesos), y también hicieron circular una protesta firmada por 2 millones de personas (de una población de 15 millones).

Pero los cristianos tienen algo mejor que eso, tienen la oración, y el país fue atravesado de cabo a rabo por enormes procesiones de penitentes: 10,000, 15,000 fieles, descalzos, sus cabezas ceñidas con coronas de espinas. imploraban a Dios por su país. Los poderes en turno no podían tolerar eso: sus ametralladoras dispersaban las procesiones; y cayeron los primeros mártires.

El culto público es suspendido

El 24 de julio de 1926, el Cardenal Gaspari envió de Roma un telegrama al episcopado mexicano: "Bajo ninguna condición aceptaremos el registro de sacerdotes." Los obispos decidieron suspender el culto público en todo el territorio a partir del 31 de julio: Todos los lugares de culto público permanecerían cerrados, no se dirían misas ni se administrarían sacramentos en todo el país excepto en capillas privadas. Nunca antes se había oído de una decisión así de inexplicable, a menos de que se tuviera la intención de orillar al pueblo a rebelarse, pues la única cosa que no podían tolerar era ser privados de los sacramentos. Durante los últimos días de julio, la gente abarrotó día y noche las iglesias, yendo a confesarse, a ser bautizada, a casarse.

La gente comenzó a poner en regla sus conciencias aun cuando era tiempo de comenzar a labrar el campo. Con cada día que pasaba, más y más campesinos peregrinaban de sus rancherías a los villorrios cercanos, con rostros pálidos y ojos tristes que revelaban su angustia. Había tres sacerdotes en la parroquia de Tlaltenango, no suficientes para oir las confesiones de tanta gente. A pesar de permanecer sentados en el confesionario desde el amanecer hasta el anochecer, sin darse tiempo para comer o descansar, no podían oír las confesiones de todos los que llegaban... Qué sorprendente era ver a alguien alejado de los sacramentos llegar buscando perdón de sus pecados, u otros que estaban viviendo en concubinato venir a buscar al confesor y pedir que los uniera en matrimonio... [19]

Y entonces llegó la terrible hora

Ese día habría misa de media noche y, para cuando terminaran las Vísperas, la iglesia ya no podría seguir alojando a la inmensa multitud de fieles. Uno después del otro, los fieles caminaban de rodillas de la entrada al altar; nadie quería ver llegar este momento tan doloroso, pero Dios hubo de permitir que ocurriera. A las 11:30pm, las campanas, en tono de duelo, llamaron a misa. Los adoradores nocturnos, las asociaciones pías y las organizaciones sociales católicas estaban ahí con sus grupos y sus pendones, como lo estaban todos los fieles. A la medianoche se expuso el Santísimo Sacramento y la misa empezó. Después del evangelio, nuestro querido Padre González subió al púlpito. Apenas hubo acabado de subir, cuando toda la gente arremolinada al pie de Jesús-Eucaristía comenzó a llorar. Las palabras entrecortadas que dijo el Padre, llenas de dolor, eran interrumpidas por sollozos. Después de la Comunión, al final de la misa, nos dieron la bendición con Su Divina Majestad. Finalmente, el padre, removidos sus ornamentos, se hincó al pie del altar, con sus ojos fijos en la imagen de Nuestro Señor de la Misericordia, silenciosamente se despidió de Él, y salió de la iglesia en medio de los fieles. Cristo y su ministro se habían ido [20]

Desde los primeros días de agosto, el pueblo mexicano, privado de sus sacerdotes (sólo 200 permanecieron con sus fieles) y de sus obispos (sólo uno de 38 se quedó) emplearon la fuerza para resistir el inventariado de las iglesias cerradas y los sacrilegios que acompañaban esto. Su grito de batalla fue el mismo del tendero: "¡Viva Cristo Rey!" Para dejar de oírlo, los soldados tenían sólo una solución: cortar la lengua de aquéllos a quienes iban a fusilar, de aquéllos a quienes, por su grito de batalla, llamaron Cristeros. Uno de ellos escribió antes de morir: "Vamos a morir. No veremos la victoria, pero México necesita de toda esta sangre para ser purificado... Cristo recibirá el homenaje que le es debido." La sangre corrió ... Irlanda rompió relaciones con México... Ningún otro estado siguió su ejemplo.

El 18 de septiembre de 1926 Pío XI publicó la Encíclica Iniquis Afflictisque:

Al narrar esto, Venerables Hermanos, con dificultad podemos contener las lágrimas, algunos de estos jóvenes y niños han encontrado la muerte con alegría, con el rosario en la mano, y el nombre de Cristo Rey en sus labios ... ¡Qué hermoso este espectáculo que es dado así al mundo, a los ángeles y a los hombres!

En octubre, el Santo Padre declaró: "La sangre de los mártires siempre ha sido semilla de bendiciones del cielo." ¿Cómo podría uno dejar de comprender que un año después de Quas Primas, los Cristeros estarían firmando con su sangre este texto sobre el reinado social de Nuestro Señor Jesucristo? La francmasonería lo entendió, y en su publicación norteamericana New Age de diciembre de 1926 expresó su postura:

La Iglesia Católica ha pervertido a los mexicanos durante 400 años. El mérito de Calles es haberlos sacado de la ignorancia y de la superstición. Por eso es que él puede contar con nuestra comprensión y con el apoyo de Norteamérica [21]

El levantamiento

En 1927, el México católico se levantó en armas: 20,000 combatientes (30,000 para finales de ese año, y 50,000 para 1929); pocas armas (unos cuantos rifles y carabinas, pero principalmente hachas, machetes o simplemente garrochas); pocos caballos: pero todo el pueblo apoyándolos, ofreciéndoles su dinero y víveres. Un campesino Cristero narra cómo comenzaron con cantos y oraciones en sus labios:

¡Éramos 1,000, luego 5,000, luego más! Todos dispuestos como si fuéramos a la cosecha... Estábamos firmemente dispuestos a morir, enojados o no, pero a morir por Cristo.

Viejos y niños, desarmados, seguían a las tropas esperando recibir el martirio- "Los padres de Nemesio e Isidro López no querían dejarlos partir para la guerra por el temor de que su carne fuera a ser festín para coyotes y águilas, pero contestaron: "Los coyotes pueden ciertamente comerse nuestra carne, pero nuestras almas ascenderán directo al cielo." [22] Contra ellos había 100 columnas móviles de 1,000 hombres cada una, verdaderas "columnas infernales" financiadas por los Estados Unidos (vehículos blindados ligeros, artillería arrastrada por tractores, aviones de combate...) Los primeros choques fueron masacres sangrientas. Un oficial de Calles escribió: "Son más bien peregrinos que soldados. ¡Ésta no es una campaña militar, es una partida de caza!" El propio presidente predijo: "Quedará concluido en menos de dos meses."

¡Pero cuando una peregrinación toma las armas se convierte en una cruzada! Los Cristeros pudieron equiparse a costa de sus mismos adversarios, sacando ventaja de la cobardía y la corrupción de éstos. Los 'Federales' eran salteadores, borrachos de tequila y de marihuana, más bien que soldados dignos de su oficio. El 15 de marzo de 1927 fueron derrotados en San Julián [Jalisco], en Puerto Obristo dejaron 600 muertos. En Noviembre, el agregado militar de los Estados Unidos comenzó a preocuparse de los éxitos de los 'fanáticos', de cuyas tropas el 40% estaba equipado con excelentes Mausers rescatados del enemigo. ¿Cómo era eso posible?

El Milagro

La Cristiada fue una sucesión de milagros. Uno sucedió cuando las hostias consagradas volaron al cielo ante los propios ojos del pelotón que estaba alistándose para dispararles; llevó a la conversión del oficial masón que lo comandaba, y que entró a pelear como general Cristero. Pero hay muchos más. Dios no se deja superar en generosidad. Relataré sólo dos.

Un general cristiano narró cómo llegó con 350 hombres que la habían pasado sin comer durante dos días, a una miserable ranchería de sólo 11 jacales de paja. Se retiró a escribir su informe. Al salir vio a sus soldados comiendo con gusto y a una viejecita que repetía: "Yo sólo traía unos cuantos panes y, sin embargo, lo que sobra es más que con lo que empecé."

Un espía Cristero había hablado con los Federales:

Son brujos, y el que los manda es un general muy valiente montado en un caballo blanco, y va acompañado de una mujer. Cuando les disparamos, no logramos hacerles nada. Comandan a la niebla a ocultar a esos malditos Cristeros.

El espía agregó:

No hay caballo blanco y no hay ninguna mujer en nuestro ejército. En verdad creemos que Santiago y la Santísima Virgen nos acompañan, y si no podemos verlos es porque no lo merecemos.

¡Maravillosos Cristeros! En tanto que el Ejército Federal registró un promedio de 30,000 deserciones al año, ellos no experimentaron un solo caso de traición. Un zapatero que había sido hecho jefe de sector fue abordado por el enemigo quien le ofreció respetarle la vida y nombrarlo coronel, respondió: Yo no estoy peleando por un ascenso. Estoy peleando por la Iglesia y por Cristo Rey. Tan pronto como alcancemos la victoria, volveré a mis zapatos." Fue muerto en combate en marzo de 1928. 

Con una tenacidad diabólica, los hombres de Calles trataban de hacer que sus prisioneros apostataran, pero era en vano. El Padre Reyes fue torturado durante tres días y dos noches. Este pastor de Tololán, que había nacido en circunstancias muy pobres (de niño vendía el periódico en las calles) había decidido quedarse en su puesto. Eso fue suficiente para excitar el odio de los Federales, que lo torturaron con fuego. "Dices que Dios baja a tus manos, bueno ¡haz que baje y te libre de las nuestras!" dijeron sus torturadores. Con balas acabaron con su vida en el atardecer del Miércoles Santo. Uno de ellos testificó: "Ya le habíamos dado tres o cuatro tiros cuando se incorporó para gritar una vez más "¡Viva Cristo Rey!" Sabás Reyes Salazar fue canonizado el 21 de mayo de 2000. [23]

Valencia Gallardo, dirigente Cristero, fue atado a una hoguera y torturado, pero sólo gritaba "Viva Cristo Rey". Le cortaron la lengua; soltó de sus amarres una de sus manos y con ella señalo al cielo . Se la cortaron, y luego le abrieron el cráneo con las culatas de sus rifles.

¡Admirables Cristeros! La Cristiada no fue una contrarrevolución con su parte de exacciones; fue lo opuesto de una revolución. Lea el orden del día de uno de sus generales (muerto en combate en 1927).

Medidas disciplinarias de la división del sur:

Los jefes de división del sur de Jalisco, Colima, Nayarit, y occidente de Michoacán, del Ejército de Liberación Nacional han adoptado las siguientes medidas:

1) Rendir un homenaje oficial, público y solemne al Sagrado Corazón de Jesús, soberano de nuestro ejército, y humilde y amorosamente consagrar a él todas nuestras obras y todas las personas de nuestra división;

2) Jamás omitir, bajo pretexto alguno, el rezar el rosario a la Santísima Virgen María de Guadalupe, y darle a esa observancia igual prioridad que la de una reglamentación estrictamente militar;

3) Siempre que sea posible, organizar las cosas para permitir que todos los comandantes, oficiales y soldados cumplan oficialmente los preceptos de culto dominical, confesión y comunión:

4) Garantizar la protección divina durante las batallas haciendo que el ejército y los católicos se preparen mediante la oración humilde y llena de confianza, y recomendando hacer actos de contrición perfecta. 

Su conciencia del carácter sobrenatural de su lucha no llevaba a los Cristeros a descuidar las realidades temporales: "Pelear y organizar; pelear y moralizar" era una de sus consignas. En los territorios liberados se nombraban 'administradores', se abrían escuelas católicas (más de 200); se suprimían los pecados públicos (embriaguez, prostitución).

Resistencia universal

¿Quiénes eran esos cruzados? Eran el pueblo. Como lo escribió un Federal: "No corremos el riesgo de equivocarnos (masacrando a unos o a todos); todos ofrecen resistencia." Era un 95% gente de campo: labradores, artesanos, mineros, arrieros, o terratenientes rurales. Estaba, por ejemplo, Luis Navarro Origel, con un grado de filosofía y terciario de la orden franciscana: En 1926, tomó el mando de hombres de la aldea de la cual era alcalde. Declaró: "Voy a matar por Cristo a aquéllos que matan a Cristo, y quizás morir por él si fuere necesario; voy a ofrecer la sangre de la redención." Cayó encabezando sus tropas el 10 de agosto de 1928, a la edad de 30 años.

La gente de ciudad que se les unía eran principalmente estudiantes, y mujeres que participaban en las Brigadas Juana de Arco. Algunas de estas 25,000 heroínas no pasaban de los 14 años. Actuaban como agentes de enlace, exploradoras, enfermeras, recaudadoras de fondos o de parque en los arsenales donde se infiltraban como empleadas! Pobres de aquéllas que caían en las manos de los insensibles soldados Federales ... Pero nunca revelaron información alguna.

Hermosa juventud de México, José Sánchez tenía trece años. En febrero de 1928 su grupo fue rodeado por los Federales, Cedió su caballo a su comandante que había sido herido y protegió su retirada. Quedándose sin parque, fue capturado. "Sépanlo bien" dijo, no me estoy rindiendo, simplemente me he quedado sin parque." Fue aniquilado. Se halló una nota en su bolsillo: "Queridísima madre: Estoy aquí cautivo, y me van a matar. Estoy feliz. La única cosa que me preocupa es que vas a llorar. No llores. Nos encontraremos nuevamente" Firmado: José, muerto por Cristo Rey.

Tomasino era un miembro del comité ejecutivo de la ACJM (Asociación Católica de Jóvenes Mexicanos) y prefecto de la Congregación Mariana. Habiendo sido arrestado, se le ofreció su libertad si daba información, "En verdad, estarían cometiendo un error, estando libre, yo seguiría peleando por Cristo Rey. Para nosotros nuestra libertad de culto no es opcional." En agosto de 1927 fue ahorcado. Tenía 17 años.

Manuel Bonilla, estudiante, mantuvo un diario todos los días.

Sé bien que, para hacer cosas grandes, Dios utiliza cosas pequeñas, y esa ayuda no viene de donde la esperábamos ... Confío en la benevolencia Divina: todos estos sacrificios no serán en vano.

Fue fusilado a la edad de 22 años, el Viernes Santo de 1927, a las tres de la tarde. En 1942, su cuerpo fue descubierto perfectamente intacto.

El Misterio de la Iniquidad

El año 1928 fue terrible: las columnas infernales habían recibido la orden de deportar a la población rural a 'campos de concentración' [26] donde el hambre y las epidemias los diezmaron. A la menor señal de resistencia, los Federales los masacraban. Las cosechas y el ganado se les confiscaban. las tierras de pastoreo se quemaban, y las aldeas se destruían por millares. A pesar de esta política de tierra quemada, los Cristeros se mantuvieron firmes como macabeos de nuestros tiempos.

En 1929, el gobierno renunció a su política de gobernar el campo. Tres cuartas partes del México habitable estaba en manos de las tropas de Cristo Rey, la victoria estaba al alcance, especialmente cuando la chusma en México estaba peleándose entre ellos mismos, ¡y en los Estados Unidos, Hoover, que no era masón, fue electo presidente!. Fue entonces que se enteraron de que las negociaciones secretas entre el gobierno mexicano y el Vaticano habían culminado son un arreglo. El 21 de junio, el episcopado mexicano (con la excepción de uno de sus miembros, Su Excelencia José de Jesús Manríquez y Zárate) firmaron una 'resolución' del conflicto con el poder en el gobierno sobre bases 'negociadas' por un jesuita norteamericano, un Padre Walsh. El acuerdo proveía: 1) cese al fuego inmediato e incondicional; 2) reanudación del culto público a partir del día siguiente (22 de junio).

Eso era todo. Los regresaba a la misma situación que había prevalecido en 1926, con todas las leyes anti-católicas que entonces estaban en vigor ¡incluyendo el registro de sacerdotes! En el texto, los Cristeros eran referidos como fanáticos dirigidos por algunos sacerdotes de tercera clase, su revuelta había sido un error, una imprudencia, y hasta un pecado: deben deponer las armas bajo pena de excomunión.

Jesús Degollado, comandante en jefe de los Cristeros, se dirigió a sus tropas, con voz entrecortada de tristeza:

Su Santidad el Papa, por intermediación del más excelente Nuncio Apostólico, ha decidido, por razones que desconocemos, pero que como católicos aceptamos, que el culto público se habrá de reanudar mañana, sin que la ley sea modificada...Este arreglo ... nos ha arrebatado aquello que es más noble y más sagrado de nuestra bandera, en un momento en que la Iglesia ha declarado que se resignará a lo que ha conseguido obtener... Por consiguiente, la Guardia Nacional asume la responsabilidad por el conflicto... En cuanto a nosotros como hombres, tenemos una satisfacción que nadie puede arrebatarnos:¡La Guardia Nacional no desaparece derrotada por sus enemigos, sino más bien abandonada por los mismos que han sido los primeros en recibir los frutos de nuestros sacrificios y abnegación! ¡Ave Cristo! Aquellos que por Vos vamos a la humillación, al exilio y, quizás, a una muerte ingloriosa... con el amor más ferviente Os saludamos, y Os proclamamos una vez más Rey de nuestra patria.

Seis mil Cristeros obedecieron y fueron masacrados de inmediato. ¡En tres años, habían perdido sólo 5,000 hombres en combate! El episcopado mexicano decretó la excomunión de los sacerdotes cristeros, pero aquéllos (180) que no habían sucumbido en la guerra ya habían sido martirizados... Todo estaba perdido.

El nuevo presidente, el abogado masón Portes Gil, se regocijaba. En el banquete del solsticio de verano, reconoció su asombro por la capitulación incondicional de un ejército victorioso, y su intención de continuar la lucha: "La lucha no empezó ayer. La lucha es eterna. La lucha comenzó hace veinte siglos." Ciertamente, pero la novedad era que el Vaticano no estaba en el bando correcto. La masonería, condenada por todos los papas desde el siglo XVIII (Clemente XII en 1738) hasta fines del XIX (en 1892, León XIII equiparó a la masonería con el satanismo), se había infiltrado en la Iglesia a los niveles más altos de la jerarquía. ¿Acaso no fueron G della Chiesa (el futuro Benedicto XV) y A. Ratti (el futuro Pío XI) los 'protegidos' del Cardenal Rampolla? En 1926 ¿no fue Pío XI quien condenó la Acción Francesa conforme lo deseaba la secta? En 1928 ¿no fue expulsado de España el ̈Padre Vallet, y suprimida su obra por una jerarquía que prefirió favorecer al Opus Dei? [28]

Cuando de 1934 a 1937, se levantó una nueva Cristiada. Pío XI dejó que el episcopado mexicano excomunicara a los Cristeros y luego esperó a que todos ellos hubieran muerto para atreverse a escribir (en su carta al episcopado mexicano de 1937):

Cuando el poder se alza contra la justicia y la verdad... uno no ve cómo puede condenar a los ciudadanos que  se unen para defender a la nación y a ellos mismos -- aun con el uso de las armas -- contra aquéllos quienes, con el poder del estado, traman sus infortunios.

En el mismo año, en Divini Redemptoris, culpó al comunismo de las atrocidades perpetradas contra los cristianos de México ... pero se abstuvo de mencionar a la masonería.

Otra Vendée

La epopeya de los Cristeros nos recuerda del famoso levantamiento de la Vendée durante la Revolución Francesa, y las dos tienen muchos aspectos en común;

1) El rechazo de los sacerdotes de hacer un juramento de lealtad al estado.

2) La creación de una iglesia cismática por el estado.

3) Persecución religiosa.

4) La indiferencia de una parte del episcopado al sufrimiento de su grey. [29]

5) Las características de los levantados en armas: campesinos, pobres, sin equipo, sin preparación y sin disciplina y, no obstante eso, valerosos, felices, generosos hasta con el enemigo, y profundamente cristianos.

Esta carta de un coronel a su regimiento entraña este espíritu de los cruzados:

Amados en Cristo:

No es una cuestión meramente de algunos aduladores que pueden ser puestos en duda, sino de una creencia generalizada de que nuestro regimiento es el mejor de la región, ya sea porque sus dirigentes y seguidores están motivados con las intenciones correctas o, considerando el número de que se trata, debido al orden y especialmente a la sólida piedad, responsable de urgir a sus hombres a frecuentar, sin pena, los sacramentos. Para bien o para mal, los de los demás regimientos ven esto.

Le doy gracias a Nuestro Señor por esa hermosa actitud, y creo que vosotros también hacéis lo mismo, y que vosotros tenéis un verdadero deseo de seguir llevando en alto la bandera de vuestro pueblo para la gloria de Cristo Rey, y que vuestro honor sabrá cómo borrar la negra mancha que vuestros compatriotas han impuesto en vuestro pueblo.

Conociendo vuestra sinceridad y miseria humana, os pongo en guardia contra un peligro que os derrotaría sin remedio, el de la vanagloria, la amada hija del orgullo que se manifiesta en sentimientos de amor propio.

Lejos de caer en un mal tal como ese, mis amados en Cristo, recordad siempre, y en todos vuestros actos, que todo lo bueno que está en vosotros pertenece solamente a Dios, y el mal que haya en el regimiento pertenece a vosotros; a Dios toda la gloria, todo el bien, toda victoria, pues vosotros no sois más que viles instrumentos.

Mostraos vosotros, pues, ser siempre fieles a vuestro Rey Jesucristo Nuestro Señor. Jamás olvidéis el rosario, encomendaos a Nuestro Señor al amanecer y al anochecer. Amad a vuestros soldados como a vuestros hijos y sed como padres para los más necesitados. Tratad a todos con caridad, pero no dejéis que la justicia sufra. Jamás hablad bien de vosotros a menos de que haya una buena razón, y entonces hacedlo con modestia. No denigréis a los hombres de los demás regimientos y no critiquéis sus faltas. Mantened una correcta intención. Vivid unidos. jamás dejad que vuestro rango de coronel, mayor, capitán, etc. se suba a vuestras cabezas. Recordad que la muerte vendrá y que seréis sometidos a un juicio riguroso según vuestras obras; tened a Cristo siempre presente e imitadle en todo. Sed fieles hijos de María, vuestra buena madre, la Santísima Virgen de Guadalupe.  No desperdiciéis lo poquito que poseáis, pues vuestras familias viven en la miseria, y recordad a las de los demás. Esto es lo que yo siempre pido a Nuestro Señor para vosotros, y muchas otras cosas también que ya no menciono para no alargar una carta que ya parece un periódico. Que Su Divina Majestad se digne oír nuestras súplicas. [30]

6) El papel de las mujeres: esposas que alientan a sus esposos (y, de ser necesario, despedirlos de vuelta a la guerra con golpes), y madres que han entendido que el martirio es la corona de una educación verdaderamente cristiana. Doña Guadalupe, madre de Luis Navarro Origel, decía: "Ofrecí la vida de mis cuatro hijos por Cristo, pero el Señor se quedó corto. ¡Sólo se llevó a dos!"

7) Las dimensiones apocalípticas del conflicto, de la cual ambos bandos estaban conscientes: El admirable fervor religioso de un bando era correspondido por la manía satánica por el sacrilegio y la destrucción de lo espiritual del otro. (¡Viva el demonio! era el grito de guerra de los Federales).

8) La traición final a las tropas católicas... cometida por las autoridades religiosas.

Estas similitudes no debían, sin embargo, ocultar una diferencia esencial: el único motivo de la Cristiada era religioso. La defensa de la fe no estaba mezclada con causa ajena alguna, fuera ésta política, social, económica o particular (como lo fue el rechazo de la leva en la Vendée).

El ejército los capturó, y el General que estaba al mando de la plaza en Arandas les preguntó por quién habían tomado las armas para crear tal desorden. Le contestaron que no fue para crear desórdenes por lo que habían tomado las armas, sino para defender a Cristo Rey, que ya no estaba en los altares. Fueron fusilados de inmediato.

Esta firmeza explica la notable homogeneidad del movimiento contra-revolucionario mexicano, su pureza y su eficacia. Es una lección sobre la que vale la pena meditar.

El Reinado de Nuestra Señora de Guadalupe

Más de setenta años después de la epopeya ¿qué permanece de los Cristeros? Hasta julio de 2000, México vivió bajo el yugo del PRI (Partido Revolucionario Institucional) fundado por Calles. A pesar del respaldo de los Señores Clinton y Gore, fue derrotado en las elecciones, víctima de escándalos y división entre las distintas obediencias masónicas. Desde principios de los 1990s, las relaciones entre los poderes en turno y el episcopado fueron las mejores: la "tribuna gubernamental" domina el santuario de la nueva basílica de Nuestra Señora de Guadalupe y, en 1995, su rector, el Padre Schulenburg [32] declaró públicamente la falsedad de las apariciones de 1531. El nuevo ‘milagro’ mexicano es que este escándalo hizo a millones de mexicanos (que algunos estiman haber sido una docena de millones)  venir de peregrinos de todas partes, muchos de ellos a pie y a veces de rodillas, a la Basílica en reparación. Vale la pena recordar brevemente los hechos, cuyo carácter sobrenatural fue reconocido por Benedicto XIV en 1754, cuando declaró: "Non fecit taliter omni nationi" No ha hecho cosa igual en otra nación alguna.

El sábado 9 de diciembre de 1531, Juan Diego, un campesino indígena de 57 años de edad, convertido poco tiempo atrás, iba caminando a misa. Al pie del cerro del Tepeyac, una señora de belleza maravillosa se le apareció en una nube de luz: Soy en verdad la perpetua y perfecta Virgen María, santa madre del Dios verdadero... y madre de aquéllos que me tienen confianza," Le pidió que fuera a buscar al obispo y le pidiera que le construyera una capilla. Lo hizo, pero lo mandaron a la calle. Esa misma tarde una nueva aparición reiteró la misma petición. El 10 de diciembre, el obispo, preocupado, pidió que le trajera una señal. El día 12 ocurrió una nueva aparición: "Sube a la cima del cerro y coge las flores." Nada crecía en la cima del cerro ¡especialmente en diciembre! Pero Juan Diego obedeció y llenó su tilma ¡de rosas de Castilla! Rebozando de alegría, corrió a la casa del obispo, abrió ante él su tilma llena de flores, y debajo de ellas se reveló un retrato de la Virgen, ¡el único retrato de Nuestra Señora que no ha sido hecho por manos humanas! El mismo día, la Virgen se le apareció al tío del vidente, que estaba moribundo, y lo sanó y le dijo el nombre con el cual ella deseaba ser honrada: Tequantlaxopeuh, que significa "La que aplasta la serpiente." Los españoles oían este nombre como "Tequastlasupe" y lo asociaban con el de Nuestra Señora de Guadalupe en Extremadura, España (aparecida en 1323). Puede uno imaginarse la devoción que los mexicanos tienen de esta imagen milagrosa que, como el Manto Sagrado, revela sus maravillas de manera progresiva a los eruditos de toda época Aquí van los principales aspectos inexplicables de la imagen:

1) La tela de la tilma (hecha de la fibra del cacto del maguey) debería haberse descompuesto en 20 años; 470 años después de la aparición sigue en condiciones perfectas.

2) La parte de atrás de la tilma es áspera (lo cual es normal) pero el lado de la imagen es suave como la seda.

3) Los colores siguen tan vibrantes ahora como el primer día, a pesar de los efectos del tiempo, de la luz, de las velas, del manejo, de los ataques (ácido, una explosión en 1921)... etc.

4) Los pigmentos son de un origen desconocido (conclusión del Dr. Kuhn, ganador de un premio Nobel en Química.)

5) No es una pintura. La NASA declaró en 1979 que la imagen es 'incomprensible'

6) Por último, la digitalización de la imagen ha permitido a los investigadores escudriñar la imagen de los ojos de Nuestra Señora de Guadalupe y descubrir en ellos la escena que ocurrió el 12 de diciembre de 1531: El obispo, el indio, un criado, y algunos franciscanos que ahí estaban cuando Juan Diego abrió su tilma. Uno puede claramente entender la devoción que los cristianos de Iberoamérica tienen a Nuestra Señora de Guadalupe, Reina de México y Emperatriz de las Américas.

Un Ejército de Mártires

En 1988, Miguel Pro (jesuita) fue el primer Cristero en ser beatificado. Nacido en 1891, fue obligado a refugiarse en Francia a fin de continuar sus estudios. Fue ordenado en Amiens en 1925. Habiendo retornado a México de manera clandestina en julio de 1926, fue fusilado el 23 de noviembre de 1927, junto con su hermano que también era Cristero, gritando "Viva Cristo Rey",

En la fiesta de Cristo Rey de 1992 [33] el Papa Juan Pablo II beatificó a 26 otros Cristeros (22 de los cuales eran sacerdotes). Nombremos a algunos de ellos: Salvador Lara Puente, empleado, muerto en 1926 a la edad de 21 años, Atilano Cruz Alvarado, ordenado sacerdote el 14 de septiembre de 1927 y muerto el 1ª de julio de 1928; Manuel Morales, nacido en 1898, sindicalista católico, casado y padre de tres hijos pequeños, que dijo antes de ser ejecutado: "Yo muero, pero Dios no muere; Él se hará cargo de mi mujer y mis hijos," "Dios no muere..." Esas fueron las palabras que dijo García Moreno, Presidente del Ecuador, asesinado por los masones en 1875.

En octubre de 1997 fue beatificado Mateo Elías del Socorro Nieves. Hijo de campesinos, el joven Mateo escuchó el llamado de Dios temprano en su vida, pero habiendo su padre sido asesinado, tuvo que sustentar a su madre y hermanos; se hizo sacerdote a la edad de 34 años. Pastor de una aldea en las montañas, cerca de Culiacán, se rehusó a refugiarse en la clandestinidad en la ciudad. Pasó 14 meses en una gruta de la cual sólo salía en la noche a ejercer su oficio sacerdotal. Fue fusilado a la edad de 46 años mientras gritaba "Viva Cristo Rey".

El 21 de mayo de 2000, el Papa canonizó a 27 mexicanos, 23 de ellos de la época de la Cristiada (20 sacerdotes y 3 laicos). La Prensa sólo mencionó el nombre de Cristóbal Magallanes, pastor de Totatiche, martirizado en 1927. Documentation Catholique no consideró el texto de la ceremonia noticia digna de publicarse; sin embargo, 20,000 mexicanos convergieron en la Plaza de San Pedro, ya que hasta entonces su país tenía sólo un santo canonizado (San Felipe de Jesús, mártir del Japón), y el recuerdo de la Cristiada sigue fuerte allá.

Cinco de los canonizados habían sufrido martirio por motivos de odio a la fe, pues no habían participado en la resistencia: Cristóbal Magallanes Jara (1869-1927), pastor; Luis Bátiz Sainz (1870-1926), pastor; Agustín Caloca Cortés (1900-1927), vicario. [34]

Los otros sacerdotes canonizados se habían ido a la clandestinidad, y estuvieron llevando vidas dignas de los sacerdotes refractarios de la Vendée.

¡Oh admirables Beatos y Santos Cristeros, conocidos o desconocidos, rogad por México! Vosotros, luminosos ejemplos de humildad, que, sin amargura o repugnancia, aceptasteis la terrible prueba de la persecución en un espíritu de penitencia y expiación por vuestros pecados y los de México. Obtened para nosotros de Dios una fe inquebrantable, ya que ahora, más que nunca, la bestia masónica, para la cual el arrepentimiento es desconocido, hace guerra furiosamente contra Dios.

El gran poder de nuestros enemigos, escribió el Beato Miguel Pro, "está basado en dinero, armas, y mentiras; se desmoronará algún día como la estatua que Daniel vio colapsar bajo el golpe de una piedra caída del cielo"


Esta es la transcripción de una conferencia dictada en 1997 en la Escuela de los Sagrados Corazones de Jesús y de María ubicada en la Vendée. Fue publicada en Francés en Sel de la Terre (del verano de 2001) y de ahí traducida al inglés por Angelus Press. Las citas no identificadas vienen en su mayor parte de Les Cristeros por Hugh Keraly [Grez-en-Boulere: DMM, 1986]. Para los lectores que no estén familiarizados con la historia de la Revolución Francesa y la resistencia de la Vendée, provincia del occidente de Francia, donde el pueblo se sublevó contra los Republicanos regicidas, el libro de Michael Davies For Altar and Throne [que puede conseguirse en Angelus Press al precio de US$13.95] contiene un resumen breve de los acontecimientos y un conmovedor tributo a aquellos héroes y heroínas.

El autor M. Olivier LeLibre es un joven padre de familia y profesor de preparatoria en la región de la Vendée en Francia-


1. Eugenic Corti, La Responsabilite de la culture occidentale dans les grands massacres du XX'' siecle, Atlantide, Europe No. 2, L'Age d'Homme (Lausanne, 1998). Por "Cultura Occidental" el autor se refiere a la "Ilustración."

2. Título en francés del libro de Gustave Corçao, O Seculo do nada.

3. Jean Madiran, prefacio a Siécle de l'Enfer (Ed. Sainte-Madeleine, 1995), p. 5.

4. Maximiliano, quien se hizo masón desde 1864, sin reparos mostró tolerancia hacia el protestantismo y el judaísmo.

5. "Ensaladera": es un símil utilizado por los geógrafos para ilustrar cómo los distintos "ingredientes" de una población se yuxtaponen sin mezclarse. Valdría la pena estudiar el papel del protestantismo en el que se mantenga este estado de cosas.

6. A. Sanders, "La preuve par le Mexique," Présent, Julio 19-22.

7. A. Sanders (artículo citado, Julio 22, 2000) enumera los amos de la economía mexicana en 1914: Rockefeller (caucho), Goblentz (textiles), Guggenheim (minas), Hearst (alias Hirsch) propietario de 3 millones de acres métricos, y el banco Kuhn-Loeb, que financió a Lenin.

8. Comenzando en 1529, los Franciscanos abrieron ocho colegios para muchachos indios, así como escuelas técnicas de nivel superior. Financiada por el rey de España, en 1536 abrieron, para los indios solamente, el Colegio Superior de la Santa Cruz en México (latín, retórica, filosofía, música, medicina). En 1551, se fundó la Universidad de México, abierta a Indios al igual que a españoles. Ver La Vraie controverse de Valladolid por Jean Dumont (Paris: Criterion, 1995), pp. 130-131.

9. Cárdenas, presidente de México de 1934 a 1940, llamó a su hijo Cuauhtémoc, como el nombre del último emperador Azteca. Habiéndose hecho político como su padre, lo llamaban la "Esfinge Azteca" los periódicos de izquierda.

10. Se ofrecían sacrificios humanos casi a diario. El número de víctimas, a quienes se les sacaba el corazón todavía palpitante antes de desmembrarlos y comérselos, ha sido estimado en 20,000 al año en promedio (más de 50 por día). La inauguración del templo mayor en México fue ocasión para masacrar a 20,000 víctimas en cuatro días (algunas fuentes hablan de 80,000). Ver  "Croisades, Inquisition...: Faut-il demander pardon?" Savoir et Servir 60, 73-74.

11. A. Sanders, art. cit. julio 21 y 22 , 2000.

12. Ibid.

13. A. Sanders, art. cit., julio 26, 2000.

14. Ibid.

15. A. Sanders da los nombres del séquito de Calles: Aarón Sáenz, Secretario de Relaciones Exteriores; Moisés Sáenz, Subsecretario de Educación; el asesor norteamericano Robert Haberman (agente del GPU soviético); Hirschfeld, Maestro de la Gran Logia Mexicana (art. cit., julio 27, 2000).

16. Según M. Reboul (Monde et Vie, Oct. 19, 2000), quince sacerdotes y un obispo de la Iglesia "Patriótica" China visitaron seminarios y parroquias en Francia y Bélgica en 1994. Concelebraron misas con sacerdotes y aun obispos de los lugares donde visitaron, sin que se generara la más mínima protesta (p. 14). Se reportó que el Cardenal Etchegaray también concelebró con los funcionarios-sacerdotes de la Iglesia Patriótica el pasado octubre en el Santuario Mariano de Sheshan (Libre journal, Oct. 27, 2000).ºº

17. A. Sanders, art. cit., julio 27, 2000.

18. La Tribuna, julio 12, 1926, citado por F. M. Algoud, "1600 Young Saints, Young Martyrs" 1994.

19. J. Meyer, Apocalypse et Révolution au Mexique, 1926-1926 (Archives Gallimard-Julliard, No. 56, 1974), pp. 54-55.

20. Ibid.

21. A. Sanders, art. cit., julio 28, 2000.

22. J. Meyer, Apocalypse et Révolution, p. 175.

23. La información biográfica sobre los santos mexicanos proviene del sitio de internet  http://www.sanctus.com/Paginas/SantosMexicanos.html

24. J. Meyer, ibid., p. 172.

25. La mayoría de los veinte sacerdotes martirizados en el período (canonizados en 2000) eran de origen rural, y la mitad de ellos crecieron en muy humildes circunstancias (pastores de ganado como San Atilano Cruz Alvarado; vendedores callejeros de periódicos, como San Sabás Reyes)

26.  J. Meyer, "Les Cristeros" L 'Histoire, 86, February 1986.

27. A. Sanders, art. cit., julio 29, 2000.

28. N. Dehan, en Sel de la terre, 11 (1994-1995), 126.

29. La carta de Monseñor de Merci, obispo de Luçon, en el exilio en Italia, merece mencionarse. El 1° de  junio de 1973 escribió: "Durante mucho tiempo esperaba poder recuperar el mobiliario que dejé en Luçon. ¨podría haberlo hecho... pero los disturbios en la Vendée perjudicaron mi causa, aunque no estoy de su lado," citado por X. Martin, Sur les Droits de l'homme et la Vendée (DMM, 1995) p. 75, n. 269. Ausente de su diócesis desde 1789, no retornó del exilio hasta 1802, y fue designado arzobispo de Bourges...

30.   J. Meyer, Apocalypse et Révolution, pp. 173-174.

31. Ibid., p.175.

32. Fue removido de su cargo. Ver el diario ABC de Madrid, Dic. 14, 1996.

33. Jueves, Oct. 22, 1992, fue, por cierto, cerca del domingo de la Fiesta de Cristo Rey (Oct. 25) según el calendario tradicional (pues, en el nuevo rito, es el trigésimo "Domingo Ordinario." El nuevo calendario ha movido la Fiesta de Cristo Rey al domingo "del Fin de los Tiempos," que cierra el año litúrgico, como si con ello se quisiera significar que el Reinado de Cristo es puramente "escatológico."–Ed.)

34. El primero nombrado había llegado a condenar el movimiento Cristero en cuanto a que habían recurrido a las armas; ofreció su vida "por la paz." Uno podría preguntarse ¿por qué exactamente fue seleccionado para encabezar la lista de mártires Cristeros? [nota del Ed.]

35. ¿Sería tal vez debido a su intercesión? El pasado Oct. 1°, el aborto, que había sido tolerado en Mexico en caso de violación, quedó prohibido. La ley dice: "Como legisladores, debemos considerar no sólo el daño y el dolor de la madre que fue violada, sino también el mayor mal constituido por la muerte de un menor inocente" (Faits et Documents, Nov. 15, 2000).


lunes, 20 de junio de 2022

Persistent Lie of the French Revolution

 The Persistent Lie of the French Revolution

By Ricardo de la Cierva

Translated from the Spanish by Roberto Hope

Taken from Misterios de la Historia.. Doce polémicos ensayos de síntesis y divulgación sobre temas muy controvertidos (Mysteries of History. Twelve polemic essays of synthesis and dissemination on very controversial topics.)

On July 14, 1989, all of the television broadcasters in the world met in Paris, where Socialist French President François Mitterrand sang before many rulers and heads of state, and a thousand million credulous spectators all over the world, the glories of the bicentennial of the French Revolution. With all the great regalia of a historical folklore spectacle, Monsieur Mitterrand, as heir and spokesman for the Revolution, exalted the taking of the Bastille by the populace on July 14, 1789, as the beginning of an utterly original historical convulsion that ended the retrograde darkness of the Ancien Régime of the Catholic Monarchy, and inaugurated a happy era ruled by the slogan Liberté, Egalité, Faternité. It commemorated more or less the birth of democracy, public liberties, Western liberalism, recognition of human rights, universal and solidary progress of the peoples, the first victory of secularization, the political wellspring of modernity. Faithful to France's call, the presumed heirs of the French Revolution all over the world also set the bells tolling. Books on the French Revolution, that is, those extolling it, inundated the bookstores in all languages. The network of Western newspapers that claim the monopoly of progressivism in action, among them Spain´s El País, Italy's La Repubblica, as well as the French left's weekly, Le Nouvel Observateur had called an international seminar in Paris to give universal cultural splendor to the great commemoration, and then chronicled the series of most solemn topics stringed together, on the French side, by Prime Minister Michel Rocard, the former enfant terrible Régis Debray, and some centrist scab politician, task that was surprisingly designated by the United Kingdom to Lord Hugh Thomas, the now conservative historian who advised the North Americans there on the understanding of Robespierre. On the Spanish side, naturally, by the Minister of Culture Jorge Semprún, heading a band of reddish intellectuals with the special collaboration of another surprising scab, Doctor Federico Mayor Zaragoza, who strived to keep himself at the front of UNESCO by means of granting cheap concessions to world progressivism. Also attending the seminar were some obscure Germans, some soviet oppositionists, and a scatterbrained Polish, all of them absolutely ignorant that four months later, just four months, the Berlin wall was destined to be demolished, impelled by forces not precisely born from the French Revolution, although some still think they were.

The only happy and generally discordant note in this celebration was the one given by Mrs. Margaret Thatcher, UK’s Prime Minister and direct heir of the first great European intellectual who wrote on the Revolution in France when it was still in full steam, Edmund Burke, the first great critic and demythifier of said revolution. Thatcher, smiling, responded to the journalist who asked her opinion on the birth of Human Rights in the French Revolution: "I thought those human rights had been already proclaimed. in theory and, above all, in practice, in my country, at least one century earlier". And it is, indeed, that Locke's works and the British revolutionary convulsion had inspired, as the vulgar journalist was unaware of, the French instigators of the great Revolution. And with greater effectiveness had inspired the British reformers.

Jacobine History, Critical History.

The historical process of the Revolution was consequently still being encouraged, when everybody was busily seeking its interpretations. After the genial Burke, source of the new liberal-conservative movement of the following centuries, the French traditionalist school headed by Joseph de Maistre and the monarchyc school in the same country, confronted the French Revolution harshly from a historical perspective that at times have attained notable academic heights, such as those of Pierre Gaxotte and Jacques Bainville in our time. But in the combats of History in favor of the Revolution, two very powerful divisions that until recently seemed to dominate the battlefield, have aligned themselves: the Jacobin historians of the Third Republic, elevated to the rank of official and untouchable interpreters by the republican and anti-monarchic propaganda of the end of the century, and the group of Marxist historians of the revolution, headed personally by Karl Marx himself who, as is well known, recognized in the French Revolution his main source of historical and social inspíration. The apparent predominance of the Marxist school of historians consolidated in mid-twentieth century from also French models seemed to ensure a new Jacobin victory in the intellectual commemorations of the bicentennial.

It has not been so. A good portion of the university professors and authors of world history in Spain and Hispanic America, as well as in many other parts of the world, continue sympathizing with that interpretation, Jacobin and progressivist, of the French Revolution, and have let the bicentennial pass without criticism of any kind. The cultural direction the Socialist International has taken with this motive is a clearly Marxist orientation, just when the theoretical, economic and political sinking of Marxism was incubating, as I have just suggested. But if the Jacobins dominated the historiographic scene in the First Centenary in 1889, they encountered an unexpected opposition and in a terrain they had considered to be their own, for the 1989 commemoration.

For that which the Jacobin camp, sunk in its routines and paralized, has not offered any interesting contribution, all serious and deep innovations have come from the critical camp, but not in a reactionary and anti-liberal sense, but, quite on the contrary, from liberal mentalities that want to be truly liberal.

Professor Jacques Godechot had begun those positive and critical contributions with his two very clear textbooks 'Les Révolutions, 1770–1799', Paris: Presses universitaires de France, 1963. Translated by Herbert H. Rowen as 'France and the Atlantic revolution of the eighteenth century, 1770-1799', 1965. and 'L'Europe et l'Amérique à l'époque napoléonienne (1800-1815)', Paris: Presses universitaires de France, 1967. Anything but reactionary are François Furet and Denis Richet in their 1988 extensive analysis 'The French Revolution' (Abe Books) and the utopic revolutionary Gracchus Babeuf whose study on the genocide of La Vendéw has been updated by R. Secher and J.J.Brégeon (Paris, Tallandier, 1987). This overpowering book is dedicated to France's foremost university historian, Professor Pierre Chaunu, author of the most important historical contribution to the bicentennial: 'Le grand déclassement' (París, Robert Laffont, 1989) which, just as the former work, has not been published in Spanish, of course, and has been the object of a very tenacious campaign of silence by the Jacobin band of History, forced to resort to these mean procedures on account of the penury of their arguments and the exhaustion of their routines. How interesting it is to establish that these two historians critical of the Revolution, Godechot and Chaunu, are also distinguished Hispanists! In this scientific and critical current, entirely at the margin of the Jacobin tedium, we offer this summary, which we presented at a conference closing the cycle organized by the Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, started in 1989, because it is convenient to recount with clarity to the general public what really happened in the French Revolution under the light of the new critical contributions which we believe to be definitive.

Nothing began on July 14, 1789.

To begin with, (Godechot is entirely right) the Revolution did not begin in 1789 and much less with the taking of the Bastille on July 14, just as our [Spanish] War of Independence did not begin on May 2 but, much more clearly, on the last week of May 1808 with the proclamations of the first patriotic Juntas and the pronouncements of the Armed Forces around the feast of San Fernando. One and the other dates were "invented" afterwards for very diverse reasons. Neither was the French Revolution something primordial or original, but should be inscribed historically in which has rightly been called the Atlantic Revolution, in which it is possible to delimit three stages: The American Revolution that formally breaks out on April 18, 1775, in the Battle of Concord, and was ratified in the Declaration of Independence of July 4, 1776, the French Revolution, and the Spanish American Revolution, the first sparks of it happening in 1810 as a result of the fall of Seville, the Capital of Spanish America, at the hands of Napoleon. These three phases of the same Atlantic revolution are interconnected and depend on the current of ideas and principles illumined by the Enlightenment movement of the eighteenth century

The French Revolution, of which we now occupy ourselves, has as an essential antecedent the American Revolution, with which it is connected through the figure of General Marquis of Lafayette, an important actor in one and the other, and relevant member of the Assembly of Notables of 1787, which is the authentic historical beginning of the Revolution.

The Assembly of Notables, taken place toward the end of February 1787, caused the destitution of Finance Minister, Calonne, who proposed the equality of Frenchmen regarding taxes, from which the two privileged estates, clergy and nobility, were exempted, for which reason the burden fell mostly on the bourgeoisie or plain people who were far removed from government by the monopoly of public positions exercised by the French nobility. Bourbonic reformism in eighteenth century Spain, from Phillip V to Charles IV, with its apogee during the reign of Charles III who died on the eve of the French Revolution had allowed much better the access of the bourgeoisie to public positions (gown nobility, "golilla" party of the count of Floridablanca, José Moñino) vis a vis the monopolist pretensions of the military-noble party, headed by the count of Aranda and fed by the 'manteísta' university students, rich students from noble ranks. The bourgeoisie or plain estate in Spain did not feel itself marginalized or vexed by the Crown; in France, it did, and for this reason revolutionarily demanded power as well as the abolition of privileges. At the end of the eighteenth century, Spain was much more monarchist than France; in that same year 1789, in which the Revolution broke out in France, the Spanish Cortes, assembled in the church of San Jerónimo el Real, swore as prince of Asturias the heir of Charles IV, the infant Ferdinand, with all of the deputies kneeled on the entrance of the king, and not out of servility but of respect and conviction.

In the Assembly of Notables, General Lafayette, "heroe of two worlds", demanded calling the Estates General, gathering representatives of the three estates that voted separately (nobility, clergy and plain people), with which the privileged would always win by two general votes against one. Everybody thought in the France of 1787 (as it would be thought in the Spain of 1810), that the calling of the Estates General (in Spain the Cortes Estamentales) would be the panacea of France's ills that was not precisely in a bad economic situation (France was the richest and most powerful nation in Europe) but it was beset by a great social discontent especially in the bourgeois order, more numerous and influential, of course, than in Spain, which was decades away from flaunting an authentic middle class. However, in France in 1787 (and in 1789, the Revolution being in full swing) nobody would put the Crown in question by far. Initially, the French Revolution had nothing republican in its aims.

The pressure exercised by the committees of correspondence was so intense that Brienne put off the convocation of the Estates General for May 1, 1789, for the King to sign. An impassioned political turn drew the universal attention of the French, although it fades away from our perspective today; from the Assembly of Notables an utopian hero of the plain estate, Necker, had replaced the former Finance Minister; Calonne, but the French economy, thriving, though unbalanced from the privileges, would not straighten itself with Necker's magic spells, and some bad crops turned out to complicate everything and stirred up the general discontent.

First falsities, first Utopies.

The summoning of the Estates General, that allowed a great freedom of expression and publishing, generated rivers of ink that centered on the forty thousand Cahiers de doléances, or records of grievances in which never was the abolition of the Crown demanded, but the suppression of the privileges, especially those most abused, fiscal equality, and the just ordering of the administration were indeed demanded. However, the most famous publication at that feverish and distinctly pre revolutionary time was a pamphlet by the enlightened Abbe de Sieyés, 'What is the third estate', which claimed that the third estate was everything, that the rest of the estates would be nothing without it and that, consequently, if the third was practically identified with the nation, on it should the power of the State be invested. From that moment on, this Sieyes' thesis became the gospel of the Revolution. 

On the fifth of May, 1789, King Louis XVI, still serene and in no way feeling overpowered, inaugurated the sessions of the Estates General in Versailles. The polemic broke off right away; the third estate demanded the vote count to be by individual, which would give it a majority because its representatives voted in block and some groups of the nobility and of the clergy were willing to vote in favor of the bourgeoisie. That is why the other two estates resisted the vote by individual and strived to maintain the vote count by estate, until the representatives of the third estate assembled separately and constituted themselves in a National Assembly, the name that the representative and legislative Parliament in France still has today. Three days later, king Louis XVI ordered the dissolution of the Assembly and then the representatives occupied the king’s indoor tennis court. There they swore an oath under which they agreed not to separate until a Kingdom’s Constitution was established. A week later the King apparently gave in, but he called troops to gather around Paris 

Having failed, the utopian Necker was dismissed on July 11, action that stirred up the revolutionary excitedness. On July 14, popular masses in Paris, aroused by activists of the third estate and the petty bourgeoisie, took the fortress of the Bastille, where they were able to free only a few common convicts, but exhibited in the assault a tricolor ribbon (the current French flag, with the white of the Bourbons at the center) and forced Necker's recall. All of France lived with great tension that summer; the more resolute peasants assaulted the castles of the landed nobility, with great concern of the National Assembly, determined to direct the rebellion in the countryside in their favor. The grande peur broke out, the great fear in all of France, foreboding a bloodbath. Then, the progressive deputies of the nobility and of the clergy, headed by the Marquis of Lafayette and the cynical bishop of Autun, Monsignor Talleyrand, promoted a utopian fantasy on the night of August 4: the solemn abolition of privileges, the triumph of equality. And before the month was over, the Declaration of the Rights of Man and Citizens, a fundamental document for the theoretical establishment of the bourgeois liberties, but which at the same time stressed the right to private property and the preservation of public order by means of an efficacious police force. The American Revolution, more than a decade before, had offered equally liberal declarations but much more efficacious because they were complied with, while the French Revolution applied those liberties only to its followers; but the French declaration was made not only for domestic use as the American one was, but with universal vocation for revolutionary export to the rest of the world. This is the way it was understood by the numerous imitators that already in all of Europe yearned to follow the example of the French revolutionary bourgeoisie. In addition to the liberty and equality, the Declaration turned the subjects into citizens; established the national sovereignty although it did not suppress the crown; it dictated that the general will of the Enlightenment was the fount of the law and of communal living; it established the separation of powers that Montesquieu had detected in the unwritten English constitution, and referred to God vaguely as the Supreme Being. The Declaration was the clearest heritage of the Enlightenment. Its main defect is that it was never complied with.

The clubs, already openly revolutionary versions of the committees of correspondence, began proliferating in Paris and in all of France. The most famous and radical of them all was that of the Jacobins, named after the convent in which they held their meetings, and the masonic lodges were their main recruitment sources even when the Jacobin revolution soon turned against many moderate members of the masonic order. From July 1789 through September 1791, the supreme power in France rested on the Assembly, which called itself Constituent because its main objective was to give France a Constitution, resulting in the one of 1791, in which a regime of limited monarchy, that is, a constitutional one, was established. In actual practice, equality turned out to be relative; the bourgeoisie substituted the nobility in the positions of power. Noblemens' rights were abolished but with the possibility of recovering the tributes, whereby the lot of the peasants did not improve too much. The Assembly nationalized the property of the Church, but the wealthy classes turned out to be benefited with this, more than the peasants. Legislation in the social sphere was inspired by capitalist liberalism much more than on the improvement of the lower classes. The territory was divided into 83 departments, the National Guard was created as an armed guarantee of the Revolution, and the royal army, on a mercenary basis, was transformed into one of citizens. The alleged 'social pact' of the Constituent Assembly did not establish a democratic republic and much less universal suffrage. Citizens were in fact divided into active and passive; despite the claims of equality only a little more than four million citizens out of 25 million had, on account of their income, capacity to vote. The group of representatives spontaneously seated in the Assembly saw that situation symbolized with a political label: Right and Left.

The Assembly did not suppress religion nor did it yet establish the secular State, but it promoted the secularization in conformity with the Illustration heritage, by means of the civil constitution of the clergy, that demanded the popular election of bishops and parish priests (on whom the obligation to marry would very soon be imposed), as well as requiring the clerics to swear an oath of loyalty to the Constitution. Pope Pius VI condemned these measures (including the simultaneous stripping away of ecclesiastical and religious property), causing a serious schism among the clergy in France. The King's flight away from the country, stopped at Varennes as a result of treason, had been attempted precisely because of the religious problem. The Assembly, even then, restored the King in his functions (to whom the Constitution granted very ample powers with his faculty to name and dismiss ministers) after having suspended him in his functions on account of his flight. At the end of September 1791, having fulfilled its mission, the Constituent Assembly was dissolved.

Convention, Regicide and Terror.

But if the American Revolution had achieved certain political repercussions in Europe, the revolutionary transformation in France (which up to then had rather consisted of an intense reformation without irreparable traumas) had produced very deep reactions everywhere. Correspondence societies were formed in England but the revolution did not go through because the bourgeoisie had participated in government since more than a century earlier. Revolts occurred in Belgium, Holland, and Germany, where personalities such as Kant and Goethe looked at the changes in France with sympathy, while in Spain, the government of Charles IV tried to isolate possible Illustrated imitators from France with the laying of a border 'cordon sanitaire' which naturally intensified the contacts and the avalanche of propaganda publications. The emperor of Austria, Francis II, sent France an ultimatum on April 20, 1792, for the revolutionary expansion and aggression in Alsace and Belgium, at that time subjected to Austrian domination; in Avignon, fiefdom of the Pope, and in Savoy, included in the Kingdom of Sardinia. This hostile attitude of Austria, shared by the rest of the crowns in Europe, encouraged the intimidated king Louis XVI, married to Marie Antoinette archduchess of Austria, and advised him to veto some of the provisions of the Legislative Assembly which had been the successor of the Constituent one, since the royal veto was perfectly constitutional. Then the revolutionary masses (always agitated by activists; this type of manifestations are never spontaneous) launched a humiliating assault against the Palace of the Tuileries, followed by an anti-revolutionary proclamation by the Prussian general, Duke of Brunswick.

Almost at the same time, the internal and the external war in France broke out. Brunswick's pronouncement was sent on August 1, 1792; on the 10th, Danton and Robespierre lead the masses to a definitive assault on the Tuileries after which they took the king of France to prison at the Tour du Temple, surrounded by imprecations cried by the parisian populace, the sans-culottes, used by the Jacobins for their radical purposes. The Assembly and the revolutionary government were successful in identifying French patriotism, which had been the great making of the French kings, with the revolutionary mystique, and described him as an enemy of France and allied with the enemies of France. The French people responded by incorporating into a great national and revolutionary army composed of chiefs and officers of the former royal army, in which the artillery had been traditionally the most cared for and better trained arm. On September 20, 1792, the French artillery and the citizens' army, at the cry of Long live the Nation! prevented the conjoining of the too confident armies of Austria and Prussia and attained a formidable victory that altered the sign of future wars, where national participation, as opposed to the mercenary conception of recruiting, would be the key to victory, The day after the cannonade of Valmy, a new Constituent Assembly in war, which was called Convention, begins to function. Dominated by Girondin and Jacobin lawyers and bankers, with only two workmen among its 750 members. the Convention abolished the monarchy and, in consequence, the Constitution of 1791; proclaimed the republic, presumably democratic (although it had very little of that), and showed itself thoroughly bourgeois and hostile to any shade of socialism; approved an expansive decree to "assist" those peoples that wished to recover their liberty, and consequently aspired to widen the territory of France to its "natural borders", and with a minimal margin voted for the execution of the king Louis XVI and the queen Marie Antoinette with the infernal machine that had been invented by a revolutionary deputy: the guillotine.

The king of France succumbed under the ominous shear on January 21, 1793. A prince of the same blood, the Duke of Orleans, and an apostate bishop, Talleyrand, were among the regicide deputies.

The legal assassination of the king of France on the great esplanade next to the Seine, in front of his own profaned palace, shocked the people of France and the European crowns, who unchained a great militery coalition against the regicide revolution Austria, Prussia, Sardinia, and the United Kingdom arranged their strategy against the Revolution, and Spain, ruled by the Bourbon dynasty, closely related in blood to the French one, convoked from the pulpits a formal crusade against the Convention.

At a moment, allied armies invaded French territory from everywhere; two Spanish armies took Hendaya and got close to Perpignan, while sixty departments rose against the revoñutionaries and a civil war broke out in La Vendée, Catholic region in the west of France, where the people in mass sublevated for throne and altar. On June 2, the sans-culottes and the montagnards, radical deputies situated in the high seats of the Assembly, radical and Jacobin, imposed themselves over the girondins in the convention and handed over the authentic power to a Public Health Committee headed in a dictatorial manner by an illumined madman freemason, Robespierre.

The Convention gave birth to a new constitution, that of 1793, which established a democratic republic with an insistence on social improvements, but with the inconvenience that it was never put in practice. To respond to the internal civil war and the external menace, the Convention and the Committee unleashed a wave of totalitarian utopianisn and bloodshed known in the history of the great human tragedies as the Terror, the victims of which exceeded forty thousand (not counting the genocide of La Vendée), among them about one third were workmen and artisans, and almost another one third were peasants; many noblemen who hade been unable to emigrate and many ecclesiastics who refused to apostatize also fell. Such is the way this first democratic republic born in the European continent would apply its ideal of liberty and fraternity. Their spokesmen justified the hecatomb also in a very democratic way: 'there is no liberty for those who oppose liberty.'

The empire, totalitarian prolongation of the Revolution.

The Public Health Committee decreed a general mobilization and, by means of the cadre of officers who had served the crown, organized a national army of a million men that victoriously repelled the invading European armies, until they achieved military victory in all fronts and forced the allied crowns to sign the Peace of Basel of 1795 with France. In the Pyrenees, the revolutionary troops had occupied a great portion of the Basque Country, but when they invaded the north of Catalonia they were forced back across the border by an uprising of the Catalonian people that, with their free corps, flanked the units of the Spanish army. This made it easier to the government of Charles IV, led by Queen María Luisa´s favorite, Don Manuel Godoy, to attain favorable conditions in Basel, for which Godoy, generalissimo of the national armies, was distinguished with the title of Prince of Peace. But by that time, the French people were already sick of blood and terror, and an unstoppable opinion movement eliminated the montagnards (Robespierre deservedly died by guillotine) and approved the moderated evolution of the Convention, which was named termidorian or moderated, and improvised the moderate Constitution of 1795, similar to the one of 1791 but without the monarchy, The universal suffrage, which had never been put in practice, was again suppressed; two assemblies should be elected, one of the Five hundred and the Council of Elders or Senate, with the executive power in the hands of a directory of five members. It was, evidently, about an institutional system very apt for the provocation of coups d'état, which would follow one after the other in that regime of bourgeois republic which lasted from 1795 to 1799. During that time, the artillery general Napoleon Bonaparte, a Corsican of unlimited ambition whose ideas were reduced to an absolutely anachronic illustrated despotism varnished with the symbolism of the revolution, distinguished himself by his resounding victories at the front over the Italian Army 

Those victories left the United Kingdom alone on a war footing against the moderated revolutionary regime, in which firmament, unstoppably, rose Bonaparte's star. France occupied the Pontifical States in 1798, created in Italy a constellation of satellite republics, and sent Napoleon to the pre-romantic Egyptian campaign, where he defeated the Mamluks in the Battle of the Pyramids, where his archaeologists discovered the Rosetta Stone that contained the keys to the hieroglyphic writing, and lost his squadron to British admiral Horatio Nelson in the Bay of Aboukir. But Napoleon´s horizon was not in the Egyptian adventure.

Bonaparte abandoned his troops, presented himself in France where the new Jacobin directory had discredited itself by its defeats before a new European coalition, incited, as always, by Great Britain, and was determined not to let the upper hand be gained by other young generals, like Massena, defeater of the powerful Russian Army in Zurich. On October 9, 1799, Bonaparte disembarked in the South of France after having evaded the British blockade in the Mediterranean, and was acclaimed as savior by the moderates who sought peace above all else. On November 9 that year, Bonaparte, named general in chief of the army of Paris, burst into the assembly of the Five hundred, guided by his brother Lucienne, who was its president, threw out the deputies by force and established a Consulate that covered his personal dictatorship with the historical names of Sieyés and Ducos as members of a triumvirate. It was 18 Brumaire according to the pedantic and ridiculous calendar of the Revolution, and Napoleon Bonaparte announced "The Revolution has ended!".

It was a new and enormous lie, in which many keep on believing. The Napoleonic era, from 1799 to 1815, is nothing more than the Bonapartist, dictatorial (still more dictatorial) and imperial era of the French Revolution. The Napoleonic armies took control of all of Continental Europe from 1799 (they had begun two years before) through 1812, in the name of liberty, that is, the subjection and enslavement of the peoples, but everywhere wielding the slogan of liberty, equality and fraternity. To Europe, Napoleon and his soldiers were the flag bearers of the Revolution, the sowers of the new ideas that they imposed wherever they dominated on satellite and servile dynasties, under a French imperial regime which turned the illustrated despotism into a paternal and benevolent monarchy. Historians have not agreed on the number of millions of deaths caused by Napoleon in Europe after those caused by the Revolution in France itself. This is not the moment for detailing the history of the Napoleonic era, which carried the "patriotic" Terror to all corners of Europe and almost everywhere (Austria, Prussia, the Netherlands, Germany) gave rise to a sheepish conformism that reached extremes of abjectness in genial Europeans such as philosopher Hegel (who saluted the "victory of liberty" in Jena in 1806) as "the end of history", and composer Beethoven who dedicated his Heroica Symphony to Napoleon). The enthusiasm did not last long: Hegel transferred his transcendental praises to the new totalitarian Prussia, and Beethoven withdrew the dedication and wrote a splendid overture in honor of the Duque of Wellington for his triumph in the Battle of Vitoria in 1813.

Spain and Russia, victors of the Revolution.

Because two great peoples in Europe, with a national sentiment not inferior to that of the French revolutionaries, had risen against the Revolution and against Bonaparte, who incarnated it tyrannically: Spain since 1808 and Russia since 1812, in addition to the strategic coordination of Great Britain, were the victors over the Revolution and Napoleon. In Spain, the people, the Church, and the armed forces united themselves under the evocation of an imprisoned monarchy, that had abdicated abjectly in Bayonne — when the Spaniards started to die for it in Madrid in early May 1808 — not only the Crown in favor of the usurper and his brother, but also surrendered the history, the dignity and the honor of Spain.

This was a shameful episode, which the Spaniards preferred to ignore in rising against the French Revolution in the name of a felon king, Ferdinand VII, who had betrayed them in Bayonne an act proper of whom a short time before had deposed his own father, Charles IV, and had publicly called prostitute his mother, María Luisa. The military pronouncement around the feast of Saint Ferdinand, at the end of May 1808, and the popular pronouncement of the provincial Juntas began the war of independence, which combined the popular will of resistance, the crusade proclaimed by the Church, the provincial juntas of notables and plebeians, the military units, that attained trascendental victories as that of Bailén, which was a quite appropriate plan of the general staff, and the incredible land and naval defense of Cádiz; the military and strategic coordination of Great Britain, which at the end achieved for the Duke of Wellington the sole command in Spain, and the very efficacious collaboration of the people in arms, the guerilla, in close communication with the military units; These were the the causes of the Spanish victory against Napoleon between 1808 and 1814, until his troops were expelled from Spain. And all Spaniards knew they had expelled not only a tyrant but also the Revolution of which he was the standard bearer. At the price of more than a million Spanish deaths and perhaps two hundred thousand French; at the price of a long-lasting division of the two Spains, one of them traditional and the other one modern, which already showed itself clearly within the general and anti-Napoleonic patriotism of the Cortes assembled in Cádiz, never taken by a French siege, between 1810 and 1813.

Chaunu's implacable demythification.

The above is a basic synthesis of the French Revolution, adapted to the average Spanish-speaking reader, but it is not enough to end with a condensed chronicle of the events, but we need to deepen into the entrails of the Revolution according to the most recent investigations. And supporting ourselves on the fantastic book by Chaunu, which I finally found and could buy in a bookstore in Geneva in 1989, since the Jacobin band had also laid against it a cordon sanitaire similar to the one laid by Floridablanca in 1789, despite it having been breached by a young and brilliant French hispanist, Arnaud Imatz, with a captivating presentation of that book in number 36 (July-August) of the great journal Razón Española. In the following, we take advantage of the book and the very instructive book review; in both of them is a very thorough reference to the magnificent historical production of the bicentennial, with a critical perspective which, as we have said above, has nullified almost entirely the stubborn residues of the Jacobin, and not to say Marxist, historiography.

"Let us ask — says Chaunu — the Belgian, German, Spanish peasants, all the peoples and territories invaded, scorched, and depopulated, the victims of the locally aggressive and belicist politics, what they think of their "liberators" and plunderers, of the return of an army rabble unknown in the West since the Thirty Years War. They will tell us what they thought of the French model identified with the Revolution."

Imatz summarizes sharply the manipulation of the main revolutionary dates from various angles."To the right, to the orleanists, the Bonapartists, and soon thereafter the nationalists, 1789 is a sacred year while 1793 is damned ... The right choses 1793 and denies alleged human rights which it stigmatizes as individualist and bourgeois. Many fascists of the twentieth century follow that same line. Did not Drieu La Rochell explain that hitlerists and mussolinists wanted to break with the legacy of 1789, which was liberal, but not with that of 1793 which was Jacobin and totalitarian. All this having been said, we have to point out that since the beginning of this century (the twentieth) except for a marginal current, the Revolution was taboo. In spite of its concrete and immediate manifestations having been at times "disagreeable", it was considered the necessary step to attain universal equality, liberty and prosperity. The basis of consensus consisted in the expression "let us forget and not revise what has already been admitted". Chaunu is a republican investigator and lives in the pole opposite to reactionary-ism. However, in studying the Ancien Régime, the defects of which he does not ignore, he cannot suppress a certain nostalgia as a Frenchman free of prejudices. In 1789, France was the foremost nation and the foremost European state in almost any aspect. Its literacy percentage was greater than that of Great Britain. The number of persons in France — the illustrated France of the eighteenth century — who could read and write were as many as in all of the rest of Europe combined. And that number of lettered persons had tripled from 1710 to 1780 under the crown. France had almost thirty million people in 1789, with 16 percent of them living in cities, three times as much as in Spain. Land was relatively well distributed: two million families owned forty percent of the land; the rest was divided one fourth among the nobility, another fourth among the bourgeoisie, and ten percent was owned by the Church. In Spain the distribution of the land was much more unbalanced in favor of the privileged class. Thus, in France, the third estate combined owned sixty percent of the land, and the properties of the Church were devoted, in their most part, to beneficence, to the support of schools and hospitals.

It is true that the nobility enjoyed lordly privileges that, rather than effective, were degrading to the rest. The Revolution did little to improve things for the poor.

The Revolution raised the taxes in the countryside, where the fiscal burden in 1815 was equivalent to that of 1789. After the bloodshed.

"The social changes — Imatz summarizes — did not affect even one tenth of the population. The only thing the Revolution did was to distribute a good portion of the land to a minority of officers and minions at a price from one fifth to one tenth of its actual value and, consequently, wealth and prestige.

Fiscal burden in the France of 1789 was one half of that in Great Britain. France was a tax haven. For Chaunu, the Ancien Régime in France was very respectful of private property, of customs and of rights. Security among the peasants and citizens was much greater than that in the nineteenth century, when the "crime neighborhoods'' began to appear. Louis XVI made a mistake in restoring the prerogatives of the parliaments, monopolized by the privileged classes, that reactionarily blocked the administration and forced the advent of the Revolution. Since 1709, nobody had starved to death in France, until the temporary penury of 1794 which brought about a galloping inflation, perfectly remediable by a live and growing society, although not by an anemic state, paralized and turned over by the utopian mirage, awaiting a miracle-worker minister who would reorganize everything as by an act of magic, and not by means of the reforms that the Assembly of Notables had reactionarily rejected in 1787. To remedy the economy, the Revolution resorted to a shallow expedient: stealing the property of the Church. Chaunu is categorical in this chapter, from which the Jacobin historians flee like a cat from embers.

A brutal religious persecution.

"In 1789 most of the French were practicing Catholics — says Chaunu, who is a Christian but not a Catholic —. 97% to 98% of the population believe in God, and over 80% are tied to their (Catholic) Church. With respect to the intellectual and moral quality of the clergy and on their generosity that distributes one half of its rents to the poor and a part to hospital and school assistance, there are no true criticisms, just false pamphlets. What is more, the almost unanimous concession demanded in the Cahiers de doléances is that the priests, who are appreciated, be given more funds, as they know the use they make of them."

Despite this actual situation, says Chaunu, "the Revolution began by stealing the easiest, the goods put at the service of everyone, without knowing they were for everyone, that is, the property of the Church. Before the need to extend the basis of coverage of paper money would lengthen the list of the proscribed indefinitely, and declare the war against the entire world and to plunder and ransack the territories momentarily occupied, supposedly liberated". Indeed, the elimination of the tithing in the egalitarian optimism of August 1789, as if the tithing were a privilege, suppressed the sources of popular education, beneficence, and social security that then existed; action that Chaunu describes as stupid and suicidal, and that was intended to demolish the power of the Church, as had demanded insistently the illustrated and masonic front.

"Soon was the monastic France sold." This arbitrary suppression of the religious orders, that infringed upon the right of association and religious liberty, is described pathetically in Chaunu's book. "The most beautiful monuments of romanic and gothic art were destroyed, These are moved away, dismantled, closed, demolished, plundered. The artistic sacking is immense. No modern war has annihilated so many treasures. Functionaries created by the new regime seem to be like the generation of the authentic barbarians of the third century; they are the ones that transformed the romanic abbies into quarries, demolished the churches, wrapped fish in incunable manuscripts stolen from libraries. Good topic for a Minister of Culture to exalt the Revolution nowadays. But he immediately points out something that is essential: "These iconoclasts represent only 2% of the population. The Revolution is not the phenomenon of the masses they want us to believe. There were fifty thousand Parisian revolutionaries, eighty thousand beneficiaries of the national properties (stolen from the Church), and two hundred thousand vagrants. But to win it is necessary to convince the minority".

The Church was so inserted in the social fabric of France, that the persecution against it undertaken already by the Constituent Assembly, continued by the legislative one, and propelled to paroxism by the Convention by means of the Terror, were authentic aggressions not only against the liberties, but directly against the people of France. "when the Civil Constitution of the Clergy was adopted on July 12, 1790, only four bishops out of 136 and only 44% of the clergy swore the oath, from which some points should be subtracted when many retracted. Not to take the oath was equivalent to losing employment, without any recourse, to losing life and liberty, and to facing the menace of misery, to being proscribed from the community. Talleyrand, ('a bunch of shit the size of a woolen sock", as Napoleon used to call him) gave himself to the task of swearing the oath and taking the oath of two other bishops. He is the only one of the four bishops who accepted to proceed with the new consecrations. Those poor priests who took the oath, some of whom intended to encounter the simplicity and rigor of the primitive church, by the end of the winter of 1791 learned what worth the word of the deputies had: a step to the guillotine". and thousands of them died in the worst persecution in History including those in Rome and in the twentieth century in Mexico and in Spain.

The human rights dragged

The religious consideration leads Chaunu to make documented fun of the Declaration of the Rights of Man and Citizen of 1789. It has nothing to do with the American Declaration promoted by Jefferson, nor with the Habeas Corpus Act of the United Kingdom, preceding the French declaration as Margaret Thatcher was to point out at the bicentennial commemoration. The overblown utopia must be contrasted with the bestial practice. "In reality, during the entire revolutionary period, the law, incapable of performing its mediating function between politics and morals — Imatz summarizes — was only the expression of brute force at the service of the ruling minority. The young poet Andrè Chenier, who had adhered himself to the 1789 utopia before taking sides against the Terror, lived the sad experience of being guillotined at thirty two years of age"

Chaunu extends himself in the criticism of the revolutionary economy that caused the ruin and the terrible falling behind of France, an argument against which nothing can be said by the spokesmen of the Jacobin historiography. The paper money issued by the Revolution in 1794-1795 to defray the immense costs of war is, according to Chaunu, "a criminal madness that stimulated the dilapidation of assets and the destruction of the artistic patrimony, caused distrust of the modern capitalist methods and finally caused the great famine of 1795 with its tens of thousands of deaths. The government, deprived entirely of resources because of its errors, has not but one solution: the paper, the ink, and the plates to manufacture bills. In 1790-1791, revenues fluctuated between one fourth and one eighth of expenditures. In times of peace, without productive investments (more schools have been closed than opened, more hospital beds have disappeared than added, and the roads have not been maintained), to get financing of 78% to 79% of ordinary expenses by withholdings on capital is an achievement that ought to be commemorated. To pay its promises, feed its fantasies, and finance an aggressive war against a pacific Europe, the Revolution has no other recourse but to resort to inflation, the most unjust of all taxes.

An aggressive and criminal war.

Chaunu attacks the Revolution very bitterly for having undertaken an aggressive war in the name of liberty, against peoples that in immense majority did not wish to be liberated nor saved by France

"The mortal sin of the Revolution is, next to the religious persecution, the unjust war. The war will permit murdering, since all opposition is associated with the exterior enemy. The idea of unanimous terror and of the external desire to take down the revolutionary France is entirely preposterous. What interested Berlin and Vienna then was not Paris but Warsaw. The mediocrity of the Austrian and Prussian forces in the West is evident proof that the neighbors of revolutionary France lacked aggressive intentions with respect to her. Everything else is falsification, excuses, lies and propaganda. The war was the deliberate election that the dominant revolutionary faction has made up to cover up the political failure." After this precise summary by Imatz, Chaunu himself says: "Without the war, neither the bloody coup d'etat of August 10, nor the condemnation to death of the faithful Catholic priests, nor the famous elections for the Convention of September (all this in 1792) in which one in every twelve Frenchmen took part, nor the juridical assassination of the king, nor the genocide of the Catholic peasants in la Vendée, nor the persecution of all religious expression (be it Catholic, Schismatic, Protestant or Jew) would have been possible.

Imatz summarizes the tragic consequences of the war unleashed by the Revolution.

Between 1792 and 1797 half a million people died from the war, and from illnesses and penury derived from the war, three or four times as much. The genocide of la Vendée, analized by the utopian socialist Babeuf, as a succession of sadism and torture that initially had not rebelled against the Revolution, and that rose up mainly against the indiscriminate draft for war, against religious persecution and in protest for the murdering of the king, and that heroically resisted the revolutionary armies from March to December 1793, resulted in a terrible figure: 350,000 deaths, approximately equal to those suffered in the Spanish Civil War in the two bands, for all different causes, from 1936 to 1939. Therefore, in the revolutionary phase through 1799, a million Frenchmen perished, an additional million during the Napoleonic era; and in all of Europe 150 million (another million in the invaded Spain). "All responsibility for the unleashing of the continental war, lies on the revolutionary power, that deliberately chose the arms, provoked, attacked and invaded.

A tragic and absurd balance.

The balance of the revolution in its initial phase is catastrophic. "All the graphs — says Chaunu — have fallen sharply from 1790 to 1800. The Consulate and the Empire have filled the gaps, but nothing more. From their actual beginning in the eleventh and thirteenth centuries, France and England stand out at the same time. If a global improvement is perceptible in the English space, it is barely per individual during the XVII century. But in the eighteenth, England was not able to leave its competitor behind. It is then, France and England the nations that take off with growth rates higher than 1%. All is to be decided between 1789 and 1800. But the war interrupted the growth of France, which decelerated in all of Europe. Even in England, where that slowdown only affected consumption. From its equal level with England, France passes to a lag of from 10% to 6%. France had catched up with England by 1789 in per capita income, but by 1799 that ratio became 65 to 100. Ten years of paper money and of terrible carnage definitely degraded France: the gap would never be overcome." As regards Spain, we could add, the naval defeat against England in Trafalgar in 1805, and the Napoleonic aggression of 1808 cut off our communication with America, provoked the insurrection that began in 1810 in viceroyalties and captaincies, against Napoleon who had invaded Spain much more than against Spain itself; irreversibly accelerated the loss of its Empire and thrust Spain from the situation of great power it had displayed since the end of the fifteenth century to that of a secondary power which it had throughout the nineteenth century and sadly continues to our days. The French Revolution, that additionally sowed the mortal division of the two Spains, was a catastrophe to Spain, that directly suffers its consequences until today.

A terrible reduction in natality is added to the intimate catastrophes suffered from the Revolution of 1789. Chaunu's lapidary conclusion is majestic as the expression of a tragedy: "By 1815, France has definitely descended in category. Mediocrity may be preferred but nothing justifies the apology of crime". An apology of crime that on the bicentennial has been uncritically, awkwardly sponsored by Mr. Mitterrand, the Socialist International and the epigones of European and Atlantic Jacobinism. Chaunu wraps up in a genial manner: "The demythified history establishes that the chaotic process engendered by the revolutionary hurricane is a random effect, but September 1792, the public accuser of the revolutionary tribunal, the ruin from the paper money and the war, the destruction of the artistic, cultural and religious patrimony, the depopulation, the interruption of the demographic impulse, the genocide of la Vendée, the mass killings of the people in Lyon, Toulon and other places, all this implacably proceeds from the most coherent revolutionary logic. Once more, the Revolution has been born and kills because death is its vocation and annihilation its objective" In their long-gone graves, Jaime Balmis and Donoso Cortés perhaps are able to feel the great relief of seeing how their doctrinal positions against the great Revolution are proven right at the end of the twentieth century by the best representatives of the authentic, unbiased and liberal History, who have in that way destroyed the stubbornness of the Jacobin history and of Marxist history that seemed to dominate the interpretation of the French Revolution for over a century and forever. We now know that such domination was nothing but fear, cowardice, manipulation and political propaganda, now happily hamstrung under the light of true History. And not, as old accusations used to repeat, from the reaction and the darkness, but from the most refined liberty.