jueves, 26 de octubre de 2023

Socavado de la Iglesia

 El Socavado de la Iglesia Católica


por Mary Ball Martínez

Tomado de https://ia902908.us.archive.org

Traducido del inglés por Roberto Hope

[Nota del traductor: Ésta es la traducción de sólo el primer capítulo del libro The Undermining of the Catholic Church por Mary Ball Martínez]


I Metamorfosis


A los Tradicionalistas, aquéllos católicos romanos dispersos alrededor del mundo que han estado resistiendo todo esfuerzo que se hace por arrebatarles la fe de sus padres.


En Roma, en las horas que preceden al amanecer nunca hace calor, aun en verano. Era la vigilia de Pentecostés y prácticamente ya era verano (las grandes fiestas movibles llegaron tarde en el año 1971), cuando unas cuatro mil personas, hombres y mujeres de muchas partes del mundo, arrodilladas toda la noche sobre las frías baldosas, abajo de los escalones de la Basílica de San Pedro, en el inmenso círculo de la plaza, tenuemente iluminada por una luna borrosa y unas cuantas bombillas eléctricas ocultas arriba entre las columnas de Bernini que lo abrazan todo, habrían parecido desde arriba, aun en tal número, como pequeñas sombras apretujadas. Enfrente, como si fueran el objeto de sus oraciones, la gran fachada, firme arriba de sus treinta y nueve escalones, inmutable ahora ya por 400 años, sus magníficas piedras, sucesoras de las piedras menores que se dice que cubren los huesos del pescador galileo Simón, llamado Pedro. Aquí estaba el centro de la Cristiandad, la Roca y la señal tangible de la permanencia de la Iglesia. Para los arrodillados peregrinos, la misma obscuridad agregaba dimensión y asombro al muro que constituía la Basílica, un muro que no solamente atajaba la aurora que pronto habría de llegar del este, sino también un muro para atajar todas las falsas doctrinas que existen en la tierra. Difícilmente un puñado de personas de entre esa multitud habrían sabido que, detrás de esa desafiante fachada, ya por más de medio siglo había estado en marcha un proceso de vaciamiento que había ido carcomiendo la fuerza y la sustancia; que la Iglesia Católica había estado siendo minada.

Todos ellos veían que algo andaba mal, de otra manera no se habrían unido a la peregrinación. En Francia, en Alemania, en Inglaterra, en la Argentina, en los Estados Unidos, en Australia, cada uno en su propia parroquia, habían sido sacudidos por un repentino cambio, por las órdenes de dar culto a Dios de una extraña nueva manera. Casi la mitad de los peregrinos provenían de Francia, habiendo llegado en trenes fletados desde París, y todos habían venido a pedirle al Santo Padre que les devolviera la Misa, los Sacramentos y un catecismo para sus hijos.

Si cualquiera de ellos hubiera mirado más allá de las columnas y arriba a su derecha, habrían podido ver las ventanas con postigos cerrados de los apartamentos del papa ¿Estaría el Papa durmiendo? ¿Podría dormir sabiendo que ahí abajo estaban ellos? Desde donde yacía, las Aves y Paters de las quince décadas del rosario no podían haber sonado mucho más fuerte que la caída del agua en la antigua fuente de la plaza.

En latín y en francés un sacerdote francés conducía una década, un abogado del Canadá la segunda, un campesino de Baviera una tercera. A la medianoche, todos se levantaron para dar paso al Vía Crucis. Llevando velas encendidas, dejaban caer su sombra mientras se movían en lenta procesión entre las enormes columnas. Sin imágenes que les recordaran los sufrimientos de Cristo, un joven en uno, luego otro en otro de los idiomas de los principales grupos, leían una descripción de cada estación.

Cuando el viento se tornó más frío, se ofrecieron teteras con café caliente. Alguien llevó tasas a los carabinieri que se hallaban sentados en su Fiat a discreta distancia. Se notaba que los postigos detrás de los cuales Pablo VI dormía, o no dormía, permanecían bien cerrados. Meses más tarde se supo que el obispo que hubiera dado una voz resonante a la súplica de estos peregrinos había dormido profundamente durante esa noche de junio, en una modesta celda de convento, en alguna parte de ese laberinto de callejuelas medievales al otro lado del Tíber. En el verano de 1971, Monseñor Marcel Lefebvre, obispo misionero al África Francesa, ya disidente clericalmente, no estaba todavía preparado para manifestarse públicamente.

No había tales titubeos por parte del Papa Pablo VI. Su inflexible rechazo a recibir a los peregrinos "tradicionalistas" cuando en esa misma semana él, como de costumbre, se hacía disponible para una serie de audiencias privadas, era una manifestación que nadie podría malinterpretar. Había sido seis años antes cuando los más o menos setecientos millones de católicos dispersos por todo el mundo habían experimentado la primera sacudida del cambio. En un cierto domingo en los tardíos años 1960s (la fecha variaba de un país a otro) habían ido a su iglesia para descubrir que el altar, la liturgia, el idioma y el ritual habían sufrido una total metamorfosis. Les habían estado llegando rumores, y virtualmente todo católico, desde los miembros de parroquias en Long Island hasta las capillas techadas de paja en el Congo, sabían que se estaban teniendo reuniones de alto nivel en Roma. Sin embargo, nada de la información que habían captado entre los rumores y ni siquiera algo que hubieran leído en la prensa, los había preparado para lo que encontraron en su iglesia esa mañana de domingo.

En los meses que siguieron, la perplejidad se desvaneció tornándose en resignación, muy ocasionalmente en satisfacción. De cuándo en cuándo surgía una aguda protesta, como cuando el novelista italiano Tito Casini denunció ante su obispo, el Cardenal Lercaro de Bolonia, quien casualmente encabezaba la Comisión Pontificia para la liturgia: "Ustedes han hecho lo que los soldados romanos no se atrevieron a hacer: Ustedes han rasgado la túnica sin costura, el lazo de unión entre los creyentes en Cristo, pasados, presentes y futuros, dejándola hecha jirones."  La carta abierta de Casini corrió alrededor del mundo en una docena de traducciones. En Alemania, el historiador Reinhardt Raffalt escribía: "Aquéllos de otras creencias están viendo con horror cómo la Iglesia Católica ha echado por la borda aquellos antiguos ritos que han revestido de inmortal belleza los misterios del cristianismo." De Inglaterra llegó una súplica apasionada, casi amargada, al Papa Pablo VI de que "trajera de vuelta la Misa como se expresaba tan magníficamente en latín, la misa que inspiró innumerables obras de Misticismo, de pintura, de poesía, de escultura y de música: la misa que pertenece no solamente a la Iglesia Católica y a sus fieles, sino a la cultura del mundo entero." La petición venía firmada por varias veintenas de escritores, artistas filósofos y músicos basados en Londres, que incluían a Yehudi Menuhin, Agatha Christie, Andrés Segovia, Robert Graves, Jorge Luis Borges, Robert Lowell, Iris Murdoch, Vladimir Ashkenazy.

Entre los fieles, la disensión empezó, como era de esperarse, en los círculos intelectuales de Francia, Jean Madiran, que publicaba una pequeña pero efectiva revista, Itineraires, ya estaba recogiendo las desviaciones a la ortodoxia desde las primeras sesiones del Concilio. Escribiendo en la revista de Madiran, el estudioso de economía política Louis Salleron preguntaba si la Iglesia no se estaría volviendo arriana, una referencia a la ola de herejía que ocurrió en el siglo IV. Él percibía una persistente degradación de Cristo implícita en la recién publicada traducción del credo en su versión francesa. Ante lo cual, los filósofos Etienne GIlson y Gustav Thibon se unieron al novelista Francois Mauriac para plantear la cuestión en una carta abierta a los obispos de Francia.

Así pues, antes de que el Vaticano II llegase a su clausura, un público considerable de Francia ya se había percatado del alcance de la transformación. El joven sacerdote Georges de Nantes, había comenzado a publicar una carta de noticias atrevidamente intitulada La Contre-Reforme Catholique. La Herejía del Siglo XX de Madiran y la Subversión de la Liturgia de Salleron salieron a la luz junto con la obra de mayor envergadura del filósofo belga Marcel de Corte. Definiendo la nueva orientación como una "degradación espiritual más profunda que cualquier cosa que la Iglesia haya experimentado en su historia, una enfermedad cancerosa en la que las células se multiplican rápidamente a fin de destruir lo que está sano en la Iglesia Católica" las llamó "un intento de convertir el Reino de Dios en el Reino del Hombre, de sustituir a la Iglesia consagrada al culto a Dios con una iglesia consagrada al culto a la humanidad. Ésta es la más espantosa, la más terrible de todas las herejías." 

Mientras tanto, un cura de aldea en la Borgoña, Lous Coache, que detentaba un grado en derecho canónico, publicaba un periódico agudamente crítico, al que le dio el nombre de Cartas de un Cura Rural, y estaba reviviendo una costumbre que había caído en desuso, la procesión de Corpus Christi en espacios públicos. La gente comenzó a llegar, por los cientos, de toda Francia al poco conocido pueblo de Montjavoult en la fértil campiña de Borgoña, para caminar en procesión solemne detrás de la Hostia Consagrada en su reluciente custodia, cantando y rezando mientras diáconos iban balanceando el incensario y niñas pequeñas esparcían flores a lo largo del camino. Para la tercera procesión de Corpus Christi, el obispo del Padre Coache (como en el caso de Juana de Arco, era el obispo de Beauvais) ya había tenido suficiente de periodismo crítico y de devociones anticuadas. Ordenó un alto a las celebraciones y suspendió al abbé "a divinis". Bajo este interdicto se les prohíbe a los padres ejercer sus funciones sacerdotales. Impertérrito, el Padre Coache no solamente siguió diciendo misa, fundó una casa de retiros en el cercano pueblo de Flavigny. La participación francesa en la peregrinación a Roma de 1971 fue en gran medida debida a los esfuerzos del Padre Coache y fue él quien cinco años después persuadió a Monseñor Ducaud-Bourget y a su grey que emprendieran la dramática ocupación de la iglesia parisina de San Nicolás-du-Chardonnet.

Ya para finales de los 1960s, la revolución, por tanto tiempo en etapa de socavación, ya estaba claramente afianzada. Había sido una operación relativamente tranquila, gracias al hecho de que había sido llevada a cabo no por los enemigos declarados de la Iglesia Católica sino por quienes profesan ser sus devotos. A diferencia de la casi incautación que había ocurrido en el siglo XVI, con su violento clamor de ruptura, el derrumbe ocurrido en el siglo XX había sido logrado con comparativo sigilo en medio de una ordenada combinación de amañados informes de postura, informes de situación, agendas de conferencia, proyectos curriculares, todos los cuales transitaron por comités, comisiones, grupos de trabajo, sesiones de estudio, discusiones y diálogos. Una vez que se inauguró el Concilio Vaticano II el derrumbe fue asiduamente promovido mediante artículos, conferencias de prensa, entrevistas, exhortaciones, encíclicas, y todo ello en una atmósfera de prudencia y discreción eclesiástica,

Habiéndose clausurado el Concilio les tocó el turno a los comentaristas. En rápida sucesión en Europa y en América aparecieron un artículo tras otro, un libro tras otro, tratando de explicar lo que había pasado, Crónicas detalladas admirablemente de cada sesión del Concilio pretendían identificar el momento preciso en el cual se habían efectuado los cambios. Mucho de lo escrito fue hecho por teólogos y laicos liberales que elogiaban lo que llamaban "la gran obra de abrir la Iglesia al mundo." Todavía más fue escrito por conservadores que, aunque aceptando la legitimidad del Vaticano II, trataban de demostrar la manera cómo habían sido distorsionadas sus valiosas intenciones. Estos escritores fueron especialmente rudos con lo que ellos llamaban "el grupo del Rhin", un conjunto de cardenales y obispos de mente liberal y sus peritos, principalmente de Europa del Norte, quienes, se argumentaba, dominaron los debates, monopolizaron la atención de los medios, y acabaron influyendo en la mayoría silenciosa de los Padres del Concilio para que votaran aprobando sus propuestas "progresistas."

Los comentaristas que acabaron siendo llamados "tradicionalistas" se inclinaban por desconocer de plano el Concilio, afirmando ver en él un intento de destruir a la Iglesia. En todos sus escritos, el protagonista era el Concilio Vaticano II ("El concilio del Papa Juan", lo llamaban). Lo que ocurrió en el piso de la Basílica de San Pedro entre octubre de 1962 y diciembre de 1965 era toda la trama. El propio Vaticano impulsó la idea y la sigue impulsando hoy en día, opinando sobre virtualmente todo problema que surja "según el Concilio". En un sentido muy real, los documentos del Vaticano II se han convertido en la nueva Sagrada Escritura.

Es en esta artificiosa magnificación de la importancia del Segundo Concilio Vaticano donde el presente estudio rompe con los escritores de Derecha así como con los de Izquierda y con la pretensión del Vaticano porque, como el buen amigo del Papa Pablo, Jean Guitton, hombre de letras francés, escribió en l'Ossservatore Romano, "Fue mucho tiempo antes del Concilio cuando se comenzaron a proponer nuevas formas de espiritualidad, de misión, de catecismo, de lenguaje litúrgico, de estudio bíblico y de ecumenismo. Fue mucho tiempo antes del Concilio cuando un nuevo espíritu nació en la Iglesia."

Fue mucho tiempo, ciertamente. Por más que el valor de choque de la fisonomía y el sonido de los nuevos tipos de culto, haya sido tan sorprendente tanto para los católicos como para los no católicos a finales de los 1960s, era solamente la marejada en costa lejana producida por una explosión que había detonado un cuarto de siglo antes. Hay teólogos Jesuitas que señalan el 29 de octubre de 1943 como la fecha del "big bang". El padre Virgilio Rotondi, S.J., editorialista de Civilta Cattolica, una voz semi-oficial del Vaticano estaba eufórico. "Todos los hombres honestos y todos los hombres inteligentes que sean honestos, reconocen que la revolución tuvo lugar con la publicación de la encíclica Mystici Corporis de Pío XII. Fue entonces cuando se plantaron las bases para la 'nueva era´, de la cual habría de surgir el Concilio Vaticano Segundo.” 

Como jesuita de nueva era en los años 1970s, el Padre Rotondi estaba naturalmente señalando con orgullo el acontecimiento histórico que él y sus colegas veían como la culminación afortunada de la agitación que durante ya medio siglo había estado ocurriendo al interior de la Compañía, comenzando con el converso del anglicanismo George Tyrrell, y continuada aún más abiertamente con las desconcertantes fantasías de Pierre Teilhard de Chardin. El colega jesuita Avery Dulles explica la naturaleza de la explosión. "El modelo jurídico y societario que la Iglesia había mantenido en pacífica posesión hasta junio de 1943 fue de pronto reemplazado por el concepto del cuerpo místico." La designación no era nueva. Había sido presentada a los Padres de Concilio Vaticano Primero setenta años antes. Lo habían rechazado de plano por razón de ser "confuso, ambiguo, vago e inapropiadamente biológico," 

Ciertamente, había sido la creciente proliferación de todo un conjunto de conceptos teológicos nebulosos lo que en primer lugar había llevado a Pío XI a convocar un concilio. Una vez en sesión, los obispos de 1870 plantearon sus pareceres sobre la naturaleza de la Iglesia en términos nada imprecisos. "Enseñamos y declaramos que la Iglesia posee todas las marcas de una verdadera sociedad. Cristo no dejó esta sociedad sin una forma fija. Más bien Él Mismo le dio existencia y Su voluntad determinó su constitución. La Iglesia no es parte ni miembro de sociedad otra alguna. Es tan perfecta en sí misma que se distingue de todas las demás sociedades y está muy por encima de todas ellas."

Quien estaba gobernando la Iglesia en 1943, estaba usando otro lenguaje muy diferente. No pudo, dijo él, "hallar una expresión más noble y más sublime que 'cuerpo místico de Cristo"'. Los católicos estuvieron de acuerdo. La frase, utilizada en un sentido pastoral, no jurídico, puede encontrarse tan atrás en el tiempo como en San Pablo. Irremediablemente anticuada para los teólogos progresistas de ahora, esa definición sigue siendo apreciada por los católicos conservadores. El que ya haya dejado de ser útil para el Vaticano post-conciliar se ve claramente leyendo la reciente encíclica de Juan Pablo II Ut Unum Sint. Refiriéndose a la Iglesia una o más veces en cada una de las 114 páginas del texto, ni en una sola de ellas utiliza el término "cuerpo místico ̈.

En tanto que, en realidad, la carta encíclica de los 1940´s tendía a degradar a Dios al mismo tiempo que elevaba a Sus criaturas, la concepción actual de que el término es 'excluyente' lo haría de escasa utilidad para promover el principal énfasis de Ut Unum Sint, que es un llamado a los católicos a que unan sus manos a las de los no católicos en lo que llama la "búsqueda de la verdad", como si la Revelación nunca hubiera ocurrido o, por lo menos, que ni el Papa de Roma ni sus cientos de millones de seguidores hubieran jamás oído de ella.

Difícilmente hallado en escritos católicos anteriores a 1943 y de ninguna manera en la imagen de la Iglesia en la liturgia, la frase "cuerpo de Cristo" para San Pablo quería decir simplemente los cristianos de su época. Tres siglos más tarde, San Agustín usó el término paulino agregando al "cuerpo" a todos los justos desde Abel. Para Santo Tomás de Aquino las palabras significaban "los católicos vivientes en estado de gracia".

Aparentemente, lo que inspiró a Pío XII a darle al término un status quasi canónico, elevándolo a "místico", fueron los escritos de su contemporáneo, Emile Mersch. Haciendo caso omiso de las objeciones expresadas en el Concilio Vaticano Primero, este jesuita belga presentaba un nuevo concepto, identificando a la Iglesia con el cuerpo humano, agregándole, como lo haría la encíclica, dos Personas de la Santísima Trinidad. En la analogía, Nuestro Señor es tomado como la cabeza, los papas y los obispos como los huesos y ligamentos, el Espíritu Santo como la fuerza que le da vida. Aun cuando son difíciles de encontrar impresos hoy en día, se sabe que un número considerable de teólogos en 1943 habían hecho eco de las protestas del Vaticano I, señalando un abandono de la realidad en el intento de hacer divina a la Iglesia y lo inapropiado de las referencias biológicas.

Si la jactancia de los neo-jesuitas de Civilta Cattolica al decir que la encíclica de Pacelli abrió el camino al Vaticano II pareciera estar tirada de los pelos, considérese el hecho de que, hasta entonces, el Magisterio había insistido en que Dios es Dios y nosotros somos sus criaturas, siendo los cristianos de entre nosotros el grupo o cuerpo de Cristo. El cuerpo que Pío XII visualizaba debe escribirse con mayúsculas y elevarse a un estado místico, pues él declaró que incluye a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo.

¿Por qué los todavía ortodoxos padres del concilio de 1870 rechazaron esta arbitraria nueva colocación de Dios y el hombre? Porque reduce el Dios trascendente a un Dios inmanente, la antigua herejía. Sin esa reducción como base de nuevas actitudes, la aceptación, veinte años más tarde, de cambios radicales, habría sido impensable. El concepto de cuerpo místico diviniza a los hombres, en línea con la falsa promesa que la Masonería siempre ha ofrecido. Los escritos masónicos están repletos de referencias a "la chispa divina que se encuentra en cada uno de nosotros."

Como lo dijo la satanista masónica Elena Blavatsky, "mientras más pulido esté el espejo, más clara se verá la imagen divina." Y Pablo VI, en la navidad de 1960: "¿Estáis buscando a Dios? ¡Lo encontraréis en el Hombre!" La obra Everyman's Encyclopedia (1958) toma las definiciones precisas de la encíclica Pascendi de Pío X: "Inmanencia es un término filosófico usado para denotar el concepto de que la Divinidad permea el universo, que Su existencia se expresa solamente por el desenvolvimiento del cosmos natural. Su opuesto es el trascendentalismo, que enseña que la Divinidad tiene una existencia aparte del universo, el cual no es más que una expresión subsidiaria de Su actividad."

Manipular la trascendencia del Dios Todopoderoso, aun cuando sea de "un modo noble y sublime", ha llevado a monjas de Chicago a danzar alrededor de un caldero negro, en adoración de la "madre tierra"; y al Cardenal Ratzinger, Prefecto para la Doctrina de la Fe, a llamar 'insensatas' las visitas al Santísimo Sacramento.

El que el sacerdote o laico promedio de los 1940s haya visto algo importante para la Iglesia en la publicación de Mystici Corporis puede ser descartado. En tiempos normales, las encíclicas papales son estudiadas por teólogos, leídas por un número limitado de obispos y sacerdotes y dadas un vistazo por suscriptores a revistas religiosas.

Sin embargo, el año 1943 no fue un año normal. Marcó el período más terrible de la Segunda Guerra Mundial. En todo caso, el énfasis papal en la frase, para el católico promedio que, sí hubiera leído el documento, le habría parecido que naturalmente estaba en línea con designaciones veneradas tales como "Cordero de Dios", "Sagrado Corazón" o cualquiera de la larga lista de títulos exaltados que se le dan a la Virgen María en su letanía. Ciertamente, jamás habría podido entrar en su mente que esas dos palabras habrían de llegar a agitar la milenaria Barca de Pedro.

Para el estudioso serio de teología, sin embargo, quedaba claro que la frase "cuerpo místico" en la mente del Papa Pío XII llegaba más lejos que una simple designación piadosa. Utilizada como él la usó en la encíclica, la frase le arrancaba a la iglesia su carácter institucional de casi dos milenios, haciendo a un lado su añeja identidad para lanzarla hacia el futuro.

Casi inmediatamente, la encíclica del Papa Pacelli dio lugar a una nueva disciplina intelectual. El término eclesiología, que hasta 1943 había significado el estudio de la arquitectura y la arqueología de la Iglesia, fue adoptado para significar el estudio de la manera como la Iglesia se percibe a sí misma. Durante más de 1900 años, no había existido un nombre para un estudio así, porque no existía tal estudio. La Iglesia Católica Romana sabía lo que era, también lo sabían la jerarquía y los fieles. De pronto, confrontados con la nueva imagen definida en la encíclica, parecía urgente cuestionar qué es lo que la Iglesia realmente piensa de sí misma. De la noche a la mañana, tuvo que inventarse un nuevo tipo de teólogo, el eclesiólogo, e instalarse en los seminarios, universidades y consejos de redacción de publicaciones Católicas.

En poco tiempo, estos eruditos se percataron de que tenían mucho por hacer. La transición abrupta de Sociedad Perfecta a Cuerpo Místico resultó ser sólo el inicio. No pasó mucho tiempo para que este cambio de paradigma, por emplear la jerga de los eclesiólogos, dio paso a otro más. "Muy pronto", escribe el P. Dulles, los eclesiólogos se estaban preguntando '¿es el Cuerpo Místico una pura comunión en la gracia o es visible? ¿No sería más apropiado usar Pueblo de Dios? 

Dulles pasa a explicar que, todavía no se había secado la tinta desde que 'Pueblo de Dios' fuera aceptado (era el favorito en el Vaticano II), cuando el influyente dominico francés, Yves Congar, apuntó a su debilidad. "¿No suena egoísta y monopolístico? Qué tal si llamamos a la Iglesia un Misterio?". Fue entonces cuando el Padre (posteriormente cardenal) jesuita De Lubac, de la Universidad Gregoriana, optó por 'Sacramento de Dios'. ¿Su razonamiento? "Si Cristo es el Sacramento de Dios, entonces la Iglesia es el Sacramento de Cristo." Qué importa que desde tiempo inmemorial se les haya enseñado a los católicos que solamente hay siete sacramentos, y ni la Iglesia ni Cristo es uno de ellos.

Los no católicos comenzaron a jugar el juego de los paradigmas. Karl Barth, el calvinista suizo a quien Pío XII había llamado su teólogo favorito, sugirió que los católicos llamaran a su iglesia Heraldo-del-Mundo, en tanto que los protestantes radicales, Harvey Cox y Dietrich Bonhöffer, recomendaron que la Iglesia de Roma se llamara Servidora.

Los usualmente imperturbables jesuitas se alarmaron. Sus eclesiólogos no encontraron precedente alguno de imagen de Servidora en las Sagradas Escrituras. Además objetaron ¿no presenta ciertas ambigüedades esa connotación de servilismo? Ciertamente, de Sociedad Perfecta "muy por encima de todas las demás" a Iglesia como Servidora, los teólogos habían andado un largo camino en el proceso; justo como los Padres del Vaticano I lo habían predicho, habían erosionado la identidad de la Iglesia Católica Romana.

Avery Dulles lo admite, "La Iglesia de nuestros días está convulsionada por cambios de paradigma, de manera que nos encontramos con fenómenos de polarización, incomprensión mutua, inhabilidad de comunicación, frustración y desaliento. Cuando cambia el paradigma la gente de pronto se da cuenta de que el suelo se hunde bajo sus pies. No pueden comenzar a pronunciar el nuevo lenguaje sin comprometerse con un nuevo conjunto de valores que pudiera no ser de su gusto. Se ven gravemente amenazados en su serenidad espiritual”.

Dulles habla como sacerdote dirigiéndose a otros sacerdotes. Aun cuando los detalles de los confusos cambios difícilmente penetran al hombre o a la mujer que va a la iglesia, por lo menos no hasta que llegue el siguiente cambio, los fieles están dolorosamente conscientes de lo que puede pasar con la serenidad espiritual de sus pastores cuando notan la defección generalizada del clero. Se estima que en los Estados Unidos cerca de diez mil sacerdotes y hasta cincuenta mil religiosos masculinos y femeninos han abandonado su vocación. La mitad de los cerca de quinientos seminarios han cerrado sus puertas y la edad promedio del clero está arriba de los sesenta años.

Las defecciones sacerdotales en todo el mundo siguen siendo alrededor de cuatro mil al año. En Francia, antiguamente promediando mil ordenaciones por año, hay ahora menos de cien. Conforme la serenidad va esfumándose del sacerdocio, los fieles se han esfumado de las iglesias. En París, la asistencia a Misa ha bajado a sólo el 12% de la población. Hasta en la tan católica España sólo el 20% de los ciudadanos asisten regularmente a Misa y sólo el 3% de los sacerdotes son menores de 40 años. Según el National Opinion Research Service basado en Chicago, la caída en el número de católicos practicantes entre los años de 1972 y 1973 bien puede haber constituido el colapso de devoción religiosa más dramático de toda la historia de la Iglesia.

El actual periodismo popular dice que los sacerdotes han defeccionado por la insistencia del Vaticano en la regla de celibato, y que los laicos han defeccionado por la prohibición del Vaticano del control artificial de la natalidad. Forzados a reconocer que esas restricciones han sido parte de la forma de vida católica a lo largo de los siglos, esos escritores han argumentado con la tesis de que el hombre moderno, aun el hombre moderno católico ha alcanzado un grado tal de "conciencia de sí mismo" que no puede, ni debe, tolerar control alguno sobre su libertad.

La teoría es espúrea y está divorciada enteramente de la realidad. Los verdaderos creyentes admiten cualquier disciplina. La Historia demuestra que pueden soportar la carencia de iglesias, de sacerdotes y de sacramentos, aguantan fuertes dosis de persecución, y aun de martirio. Lo que no pueden aguantar es la remoción de sus certezas espirituales. Las provocaciones que provienen de fuera pueden fortalecer su fe, pero cuando las provocaciones, las dudas, provienen de adentro, sus creencias y, consecuentemente, su fortaleza, vacilan. A la primera insinuación de duda por parte de sus maestros ¿qué joven no comenzará a preguntarse si posee la categoría de fe necesaria para soportar la vida sacerdotal? Las pruebas que trae el celibato de pronto parecen demasiado difíciles.

Lo que produjo el alterar la tradición en los católicos fue despojarlos de su Iglesia-como-institución, aquella sólida y añeja estructura con la que siempre habían contado para recibir apoyo en la delicada tarea de creer y en la difícil tarea de vivir como católicos. Despojados están, no por las restricciones impuestas, sino por la carencia de ellas.

Los hombres y las mujeres que vinieron a Roma en 1971 para rezar toda la noche frente a la Basílica de San Pedro oraban por que esa estructura se mantuviera firme y que los debilitantes decretos del Vaticano II fueran revocados. Igual que los autores que estaban produciendo libros y artículos en esa época, pensaban que el problema era atribuible al Concilio. La idea de que una encíclica emitida veintiocho años antes pudiera haber sacudido la serenidad espiritual por todo el mundo, que su autor haya sido el Papa que reverenciaban sobre todos los demás, les habría parecido de plano increíble.

Con la esperanza de poder hacer de lo aparentemente increíble no sólo algo creíble sino obvio, este estudio pasará por alto al Segundo Concilio Vaticano como causa y tratarlo como efecto, el inevitable efecto de una decidida línea de acción, iniciada décadas antes de que Juan XXIII convocara a los obispos de todo el mundo a que se reuniesen. Su llamamiento será visto no tanto como una invitación para consultarlos sino como una petición de firmas. Con muchas de las transformaciones ya llevadas a efecto y muchas otras ya bien elaboradas en papel, la bienvenida de Juan a la larga y lenta procesión de altos mitrados esa mañana de octubre de 1962 será vista como el cumplimiento de un proyecto amplio y persistente. En perspectiva, el Concilio parece haber sido el traer a la Jerarquía a Roma a fin de enseñarles lo que ya había estado sucediendo, darles la satisfacción de una muy limitada participación, y luego ejercer presión moral sobre ellos para que pusieran sus nombres en todos y cada uno de los documentos que resultaron de las hábilmente dirigidas deliberaciones. Las firmas eran de la mayor importancia, dando, como lo hicieron, credibilidad a los cambios, haciendo de esa manera más fácil para los obispos el dar la cara a sus feligreses cuando regresaran a sus diócesis cargando una maleta llena de novedades. Que el Segundo Concilio Vaticano sea considerado punto de partida para tantos comentaristas, puede entenderse.

Mientras que una mirada a los acontecimientos de años anteriores podría serles útil para captar el hilo de los cambios, también significaría tener que contender con la figura de Eugenio Pacelli, el Papa Pío XII, prospecto incómodo tanto para liberales como para conservadores. Para la Izquierda, con el paso de los años, si no en vida de él, Pacelli es un archi-conservador, tristemente poco ilustrado, y probablemente anti-semita. Para la derecha, a esta distancia, un santo. En ambos casos su vida y sus obras se han visto revestidas de mitos piadosos e impíos. 

Quizás no haya habido un papa tan incomprendido en la historia. Ha sido reverenciado y menospreciado, amado y odiado por cosas que no hizo jamás ni jamás fue. Ningún papa en la historia hizo tanto por transformar la iglesia; sin embargo los católicos conservadores lo ven como el último pilar firme de la ortodoxia. Ningún papa en la historia hizo tanto por los judíos y, sin embargo, los escritores judíos siguen acusándolo de indiferencia con su suerte. Ningún papa en la historia hizo tanto por complacer a los marxistas; sin embargo, en Occidente es reconocido como un héroe anti-comunista de la Guerra Fría.

En sus largos años como diplomático del Vaticano, cuando fue el primero que aplicó lo que llegó a llamarse Ostpolitik, en sus diez años de fungir como el Secretario de Estado de Pío XI, en sus casi veinte años como Sumo Pontífice, a ser continuados en su extensión durante el pontificado de su protegido y escogido heredero, Gian Battista Montini, la obra de Pío XII abarcó casi un siglo.

Si los hechos de la transformación de la Iglesia han de ser explicados honestamente, entonces los hechos de la contribución de Pacelli a esa transformación tienen que formar parte de esa explicación. Se dispone de material extenso. Con tanto tiempo de haber terminado la Segunda Guerra Mundial, los archivos norteamericanos y alemanes han sido abiertos y se han estado publicando las memorias de figuras importantes de esa época. El sigilo del Vaticano, sin embargo, puede ser, y muchas veces es, pertinaz. Fue sólo la acusación levantada contra Pío XII de su presunta indiferencia con los judíos lo que hizo que una sección limitada de los archivos fuera abierta a cuatro estudiosos jesuitas en los años 1970s. Sin embargo, con o sin la cooperación del Vaticano, hay todavía un cúmulo de material disponible sobre Pacelli, suficiente para dejar sólo a los insensatos, que sigan aferrados a los viejos mitos.

Admitido que Eugenio Pacelli haya sido un gigante entre los papas y que su período de actividad haya sido desusadamente largo, uno puede preguntar qué es lo que un papa tiene que ver con una revolución. En el caso de la Iglesia Católica Romana, todo. Aun cuando sería difícil encontrar un movimiento de guerrilleros, sean las Brigadas Rojas de Italia o el Sendero Luminoso del Perú, que no haya sido inspirado y dirigido por estudiantes y profesores universitarios, en la Iglesia, con su inflexible estructura jerárquica, la cima intelectual, el nivel al que se mueven los teólogos, no es lo suficientemente alto. Cualquier mutación en la doctrina o en la práctica, debe venir de la misma cúspide, del propio papa. No hay otra forma.

Aun cuando Eugenio Pacelli fue la figura dominante en el proceso de socavamiento, no lo hizo solo. Cuatro otros italianos participaron en su empresa. Giacomo Della Chiesa, Angelo Roncalli y Giovanni Battista Montini fueron papas, en tanto que Pietro Gasparri, como Secretario de Estado, condujo su fase de la operación como si lo fuera. Lo que los cinco lograron no fue nada desdeñable, siendo esto la transformación del mayor cuerpo religioso del mundo, un cuerpo que había permanecido virtualmente sin cambio durante casi dos mil años.

Sin cambio alguno había superado la gran escisión de cuatrocientos años antes, aun ganando del golpe una cierta fortaleza mediante la redefinición forzada de su propia identidad. La sacudida protestante había constituido una separación. Lo que ha pasado en nuestros días no ha sido una separación, sino un vuelco provocado desde adentro, algo enteramente más drástico.

Medido contra lo que se había considerado que era la identidad católica durante diecinueve siglos, la Iglesia socavada de ahora es algo bastante nuevo. En tanto que las estructuras exteriores del reducido volumen se han vuelto más rígidas que nunca, ha ocurrido un vaciamiento de casi todas las antiguas verdades que habían sido su vida.. 

Socavamiento, dice el diccionario, se refiere a la remoción de un cimiento por medios clandestinos. En lo que toca al católico promedio, lo que fue removido de su Iglesia fue ciertamente removido en forma clandestina, aun cuando no todo el sigilo haya sido de manera intencional. Los cambios que estaban teniendo lugar bajo la dirección papal entre los clérigos cercanos, simplemente no se compartían o publicitaban, en tanto que los fieles, continuamente privados de enseñanza teológica, tendían a recurrir a su propia piedad, cosa que los transformadores tuvieron cuidado de no perturbar. Como resultado, el católico promedio permaneció ignorante de que había estado ocurriendo una revolución, hasta que los medios de comunicación echaron luz sobre las sesiones del Concilio. Su reacción natural, una vez que la Nueva Misa fue impuesta, fue suponer que fue el Concilio el que había cambiado las cosas.

Los siguientes doce episodios en una cronología de seis décadas tratará, por primera vez, de eslabonar la cadena de maniobras del Vaticano, algunas de ellas clandestinas, algunas otras proclamadas abiertamente, que forjaron el extraño NeoCatólico y la extraña NeoIglesia Católica.


sábado, 7 de octubre de 2023

Socialism

 Socialism, Gnostic Heresy


The idea of the Kingdom of God being brought about on Earth is behind all revolutions since the Puritan one, that intend to modify society.

By Dalmacio Negro


September 16, 2023


Taken from: https://ideas.gaceta.es/el-socialismo-herejia-gnostica/

Translated from the Spanish by Roberto Hope


Ortega y Gasset said «there are times of odium Dei, of great escaping from the divine. The present time is one of those». But the agnostic John N. Gray claims that «politics in the Contemporary Age constitutes one more chapter in the history of religion». [1] And, paradoxically, religions founded on odium Dei have emerged and keep still emerging. Modern forms of gnosis, said Augusto del Noce, for which Creation, the work of God, is defective so that man has to reconstruct matter, to which the gnosis opposes the spirit. [2] Gnostic thinking, said Ortega in Dios a la Vista, springs out of «a deep revulsion towards the world» because it does «not even admit that it was made by God».

Socialism is a form of gnosticism that fosters atheism, and is gaining ground against Christianity and other traditional religions, it heads toward totalitarianism, and ends up in the nihilism prophesied by Nietsche.

Its religious character explains its subsistence in spite of the failures and disasters in all the regimes that espouse such ideology, a mimicry of Christianity.

1.- Gnosticism, strengthened, but not justified, by scientism, has probably never been as intense in Christendom, as it is in our times.  «Faith, wrote Hillaire Beloc in 1938, is now in the presence, not of a particular heresy as in the past ... or in the presence of a generalized heresy ... The enemy that the Faith has to face, which can be called "modern attack", is a massive assault against the foundations of the faith, against the existence of the faith itself ... The duel is to death». [3]

Belloc confessed not to know how to name the regime of heresy under which «we are living today» since «it is only distinguished from the earlier periods, in that the heretical spirit has been generalized». It is so diffuse, that «each person has to give it its own name».

Worried by the growth of statism, [4] and perhaps because of a lack of historical perspective, Belloc would consider socialism a mere political phenomenon — in England, laborism — and Leninism a political revolution. In 1938 it was not easy to interpret, for instance, fascism — politically a reaction against the internationalism of Soviet socialism — or the civil war in Spain, as religious responses, nationalist the former, and national, though Catholic, the latter, to the communist version of Russian religious socialism. The great heresy that Belloc did not know how to name is socialism.

Voegelin did attribute the growing post-war irreligiousness, which spawned from the French Revolution and favored disorder, to eternal gnosticism, which, allied with rationalism, promoted the despotism of reason [5] made actual in the «dictatorship of science» and the scientificist ideologies, practically all of them. But the gnosticism that has accompanied Christianity since the beginning was not the novelty. The novelty was the boom of socialism, certainly a gnosticism practically equal to all Christian heresies. Heresy that could be described as a Christian scientism or scientificist Christianity, since one of its unconscious idea-beliefs is the promise of the Kingdom of God, one of the causes of millennialism, that lends itself to attempts to bring it about in this world by political means when the living faith decays or when emotions, desires, passions or injustices bewilder the sensibility or reason. It constituted the objective of the group of the Fifth Monarchy, quite active in the English Puritan Revolution (1642 - 1649), against which Hobbes recalled Christ's sentence "My kingdom is not of this world" [6]

The idea of the Kingdom of God being brought about on Earth is behind all revolutions since the Puritan one, that intend to modify society. United to the égalite and the fraternité of the French one, it fosters socialist ideas. Peter Watson suggests, according to Habermas, that the Kingdom of God is the successful counterpoint of secular reason, generating the «uneasy» feeling that something is missing, as endorsed by Thomas Nagel or by economicism supporter Ronald Dworkin. [7] One of the missing things, said Hannah Arendt, is the sense of authority,a consequence of the crisis of the Church, upon the auctoritas of which had depended the legitimacy of the political regimes. [8]

3.- The major, most important and most decisive culture war of the present time is actually, a continuation of the war against religion, which began with the Glorious Revolution. A revolution against the Christian revolution, in a certain way the mother of all revolutions in being the religion of liberty — «Truth shall make you free» —, to alter the socio-political order determined by Christianity.

The French Revolution (1789) opposed the radical secularism of the State, to the faith of the Church. An opposition that led to paroxysm in the twentieth century with the triumph of the Marxist-Leninist revolution in Russia that transformed the Jacobin secularist statism into a religious communism that promises Paradise on Earth. Schumpeter said: «Marxist socialism belongs to that subgroup that promises Paradise this side of the gravestone»

4.- The most important manifestation of the great heresy is the Marxist one, about which Simone Weil (1909 - 1943)  in an unfinished manuscript headed 'Is there a Marxist doctrine?' wrote in 1943: «Marxism is fully a religion in the most impure sense of the term. In common with all inferior forms of religious life, it shares the fact of having been used as opium for the people in accordance with Marx's exact expression»

The ideas of Paradise and Fall can be found in all cultures. They are the foundation of the mythical world. And Socialism promises the restoration of Paradise lost by the original sin committed by Adam and Eve in disobeying God's prohibition to eat of the fruit of the tree «of knowledge of good and evil» (Genesis 2 - 3). That promise is the great attraction underlying all socialisms, indebted also to Count Saint Simon (1760-1825) who, fascinated by the power of modern science which at that time was not distinguished from technology, inverted the most ancient myth of the Golden Age, situating it in the future, and conceived a new Christianity, [10] the fundamental principle of which was to «improve as quickly as possible the moral and physical existence of the poorest class of people». The Saint Simonian apostles and the positivist followers of August Comte, former secretary of the Count, who decreed that the ultimate and definitive stage of human history had begun with the science, they divulged the myth of the Golden Age. Carl Marx's thinking, whose point of departure was Hegelian, as Hegel was the first metaphysicist seriously interested in political economics, cannot be well understood without taking into account the Saint Simonian and Comtean ideas.

A myth, said Benito Mussolini, «is faith, passion; it is not necessary that it be a reality». And the myth of the Golden Age is one of the belief-ideas that foster the ideologic way of thinking, that fights to replace traditional religions; the mythical ones because they place the Golden Age in the past. The monotheistic ones, Judaism. Christianity and Islam  — one of those heresies, says Belloc —, because they consider the Golden Age a myth (not so much Islam. though, even when it does not use such an expression).

5.- The cult of the divine is as ancient as humanity. Maybe because of that it is that it is in vogue. The churches, "the deposit of the faith", and the priesthood are in a low tide in the world that can call itself culturally Christian, affected by the influence of progressivism, a clearly gnostic derivative of socialism, the patron saint of which, according to English historian John Lukacs, is Adolph Hitler, a socialist gnostic. [11]

However, religion is fundamental to human life. Not only because of the well-known sentence of Dostoyevski's,«If God does not exist, everything is allowed». As René Girard says, whose Christocentric conception of history has ever more followers, believers and unbelievers, «humankind is the daughter of religiousness», and «religiousness is the mother of everything». Zubiri expressed it this way: «Man has no religion; man is religion». «The two spheres, of systematic religion and of politics, far from being independent of each other, are identical in principle» wrote the Agnostic George Santayana. «A people is dead when its gods are dead» Dostoyevski makes one of his characters say.

Inspired by the historical success of Europe and of European science and technology — made possible thanks to Christianity, that demystifies nature — the utopian way of political thinking that seeks perfection and seems to be exclusive of the culture and the civilization that were molded by Christianity, irrupted in Romanticism, in the atmosphere of which the socialist ideas began to take root. Man, said Ortega, is a utopian being. He dreams and imagines a better reality. And the Industrial Revolution and the social question coincided with the Romantic movement that impregnated the spirit of socialism.

The utopian way of thinking strengthens in turn the ideologic way of thinking — the illusion that human nature and society can be remodeled capriciously — [12], that competes with religions with the purpose of substituting the religious truth founded on faith with ideological truth founded on pure reason which guides practical reason, [13] The philosophy of the praxis is the democratic philosophy, said Gramsci.

6.- Dispensing with antecedents, details and variants of collectivism, it was Marxist scientism what established the ideological way of thinking, inverting Lutheran theologian Hegel, [14] for whom everything depends on God´s will and Christianity. [15]

According to Gray, the major political conflicts of the twentieth century, the consequences of which have not yet disappeared, were religious conflicts induced by the faith in scientism of Marxism-Leninism. Especially Lenin's religious faith in the power of science. Without Lenin, [the world] would not have been «devastated by the demiurgy of totalitarismism, that responded to attempts to transfigurate the human world» [16]

In truth, science should limit itself to recommend religion as a therapy to cure the ever increasing psychopathies due in great measure to the crisis in traditional religions. [17] But facts govern: if the twentieth was the century of socialism, it continues being so in the twenty-first, even when the socialist religiousness strictu sensu is also in decadence. Affected by atheism, of which it is one of the causes, it functions as a pretext for the oligarchies to get hold of power. Nevertheless, it keeps on recruiting followers attracted by its success, as is normal, thanks to propaganda or out of convenience, which is also normal.

As a religious phenomenon, it is a contemporary revival of the very ancient heresy of apocatastasis; close, according to the great theologian von Balthasar, to gnosticism as is not unusual in all heresies. Apocatastasis (restitution to the original condition) to say it this way, hidden, but widely extended, interprets the statement «restore all things in Christ» as a return of everything to their original condition. It includes that everybody will be saved, because hell is not eternal according to Saint Gregory of Nyssa.

7.- Religion is the mother of cultures and civilizations. Inseparable, however, from politics, which presupposes some people command and some others — the majority — obey, the essential infrastructure of the peoples is the degree of power of the religious spirit incorporated in customs, traditions, and institutions. Wer Religion verkennt, erkennt Politik nicht (those who understand religion do not understand politics). [18]

Thus, atheist or unbeliever anarcho capitalist Murray R. Rothbard, recognized that, in every society, a predominant religion has to exist: «If Christianity, for instance, is despised or rejected, some horrendous form of religion will occupy its place: be it Communism, New Age occultism, feminism, or left wing Puritanism»

8.- Thomas Hobbes (1588 - 1679) understood this very well. To end the religious (though mixed with politics) wars of his time, [19] he would relegate religious confessions to people's inner fora of conscience, and postulated a compulsory State religion, neutral deus mortalis like Aristotle's immovable theos. The State's deus mortalis concentrates power, and from that power, which involves religation, source of obedience, emanates civil religiosity, which over time will become that of ideologies, secular religions, the religious nature of which it was Carl Christian Bry (pseudonym of Carl Decke, 1982 - 1926) perhaps the first one to perceive. He called Soviet Communism, Fascism and Nationalsocialism «disguised religions». [20] Raymonf Aron and Jules Monnerot named them secular religions. [21] Other common denominations are:  Voegelin, influenced by Bry, political religions; Emilio Gentile, religions of politics; Marco Revelli, religions of war for «the unforeseen fusion of religion and politics»

Ideologies are immanentisms «nostalgic of the absolute» (G. Steiner), that tend to substitute for Christianity, a transcendent religion. By elevating temporal values into metaphysical dogmas, as straightjackets they constrain free thinking and common sense, which is based on traditional beliefs and life experience. A. de Murat proposed this definition of ideology: «set of ideas organically linked in an apparently necessary discursive progress, which represent human passional aspirations, to rationality and truth on the one hand, and to peace, happiness, and security on the other» [22]

9.- Today, the socialisms of Marx and Lenín are indistinguishable from each other. But there are differences. To Marx, die Religion ist das Opium des Volkes (religion is the opium of the people); a myth. Lenin was more categorical. Since he was Russian and in Russia, as Walter Schubart testified, everything is religious; atheism is not indifferentism but reproach, opposition and hatred of God. «Every thought dedicated to God is an unspeakable vileness» is Lenin's phrase akin to that of the cosmopolitan German. Socialist ideology has the advantage, in being atheist, of not being affected by the question of legitimacy nor of the right to resist, because, as Dostoyevsky said, everything is permitted. Whence, according to some, the absolute lack of morality characterizing socialism, which assigns no importance to corruption or to the crimes of its followers. 

Marxism is an inversion of Hegelian Lutheranism. Leninism is an inversion of Orthodox Christianity supported by the myth of a Third Rome: «Listen to me, pious Tsar, had written Monk Philoteus in 1511: all Christian kingdoms have converged in yours ... Bizance is the second Rome; the third will be Moscow. When the latter falls there will be no more» [23]

Robespierre had said: «Half of the world revolution has been carried out already; the other half is yet to be done». And Jacobin Marechall, in the Manifesto of the Equals (1794): «The French Revolution is nothing but the precursor of another revolution, much greater, much more solemn, and which will be the last one». Lenin, religious spirit admirer of the Jacobins, imposed upon himself the duty to carry out the half that was still uncompleted. He evoked Robespierre and Marechall when he proclaimed malgré tout, the last and definitive translatio imperii with the myth of Moscow as the Third Rome in arrière pensée: «Russia is but a stage in world domination». His objective was to instaurate the sole empire wished by God. For the gods, would men in antiquity say, although Marx and his disciple would say for History, the great trickster, God's Ersatz in Marxism and Leninism. It has not been that way, but the socialist churches have an impossible-to-pay debt with Lenin. If Marx was Moses, then Lenin was Joshua, who demolished the obstacles to make out of socialism, in their intention, a world religion. Paradoxically, socialist missionaries have spread Christian ideas all over the world, such as those that all men are free and equal. It is a cause of current confusion over what liberty and equality consist of and how they are to be guaranteed.

Of Bolshevik socialism, Schubart said that it has left its mark on all socialisms: «It is a battle against religion and for religion» ... «it is a pseudomorphosis, a parody, of religion. A new doctrine of salvation (Heilslehre) without a god. It pretends to be the political religion, and the State to be the church. This is why it combats the Church and religion, but this struggle against the faith does not destroy it but enlivens (aufrüttelt) it»

10.- There have always been and will always be tribalist and collectivist ideas. Socialism, which today is the true opium of the people, fosters tribalism and collectivism.

It began configuring itself as a mythical religion after the Glorious Revolution, and today it is a veiled religion, the secular, political religion, the religion of politics or the religion of war, dominant in the world of a culture and a civilization determined by a demythification religion of liberty. Not only does It compete with Christianity but it is defeating it due to the Christian churches' intellectual incapacity to confront it or to their worldlyfication that leads them to become interested in matters foreign to religion, for instance, the social justice and climate change myths. Will Pope Francis end up establishing a Church of Climatology? It could be said that, while socialism and its idol, the State, continue being religious, the churches, the priesthood and the Christians, are disengaging themselves from religion.

Donoso Cortés noted the religious character of socialism almost two centuries ago. «Socialism is not strong but only because it is a satanic theology. Socialist schools will prevail on account of what they have of theological, over the liberal ones because of what they have of anti-theological and skeptical». [26] More recently, the famous Russian mathematician Igor R. Shafarevich (1923 - 2017), who lived uder the Soviet system, in his great book, The Socialist Phenomenon, [27] published clandestinely, insisted on the religious character of socialism: «Socialist ideas often played, in one form or another, a role in the movements and sects that emerged around the nascent Christianity» [28]

11.- The gnostic faith in the primacy of knowledge over and above the religious faith connatural to human beings, apparently confirmed by modern science and technology, which are impossible without the demystification of Nature achieved by Christianity, invigorates the «impure» religiosity of today's socialism, as referred by Weil, of which the guiding belief-idea is the faith in the earthly self-redemption of humankind. It is a secularization or politicization of the Christian belief in life eternal and in the Kingdom of God of the Our Father and of other teachings. Secularization or politicization done by means of revolution in the case of communism or radical socialism, or by means of the revoutionarism referred to by Monnerot, transforming the structures by means of the law.

Revolutionary mentality is anti-historic: it intends to change history, to stop it once its objective has been attained (or once the revolutionaries have gotten comfortably settled). Antihistoricism is a typically gnostic attitude, said J. Ratzinger: «A faith that leaves the historic aside actually converts itself into 'gnosticism'» [20]

12. - The metaphysical foundation of the socialist faith is the absolutization of the principle of immanence by subjectivist rationalism, influenced by protestantism, which eliminates the spirituality inherent to transcendence, substituting it with gnostic spirituality. [30] In the USSR, the religious spirit of the Russians, described by Walter Schubart in Europe and the Soul of the East (1938) [31] explains that convinced communists ordered by Stalin to be executed, died crying «Long live Stalin!». An attitude shared by many communists — the 'rigid' ones would Pope Francis say — and socialists of times gone, as the living faith of today´s socialist priests is faltering. Naturally, there are many in good faith, but the majority, and even those in good faith, when they inadvertently let themselves be swayed by the dominant trend, are demagogues — demagogue, by the way, is not a synonym of populist although a demagogue can be a populist — [32] that, proclaiming themselves democrats, today a conditio sine qua non for anything — «tell me what you brag about and I´ll tell you what you lack» — they profit from the credulity of the believers in the wahre Demokratie, the true or authentic democracy promised by Marx. In purity, real socialism benefits, partly out of necessity, only those who command, their close associates, the bureaucracy and their clientele..They characterize themselves by the use of eristic, the rhetoric of untruth. The only thing they do well, their detractors say, many with good reason, is propaganda. Whence their zeal to control the information media, most of which are today disinformation media, and education.

Socialist religiosity is kept most pure and sincere among the popular masses that follow, vote for, and support the gurus. Whether out of tradition or habit or out of resentment because of abuse received from non-socialist leaders in the oligarchies — generally statist — [33], because of discontent with their social status — the egalitarian envy —, because of education and propaganda, or other motives. The mass of moderate and radical socialist believers, among which Christian socialists and socialist Christians abound, sincerely believe, consciously or unconsciously, that die wahre Demokratie, an inversion of Hegel's der wahre Geist, the authentic or true Spirit or way of thinking, is Paradise lost and recovered, «whose kingdom will never end» as the Christian [Nicene] creed puts it.

13. Socialism is a political myth based on egalitarian envy «the reactionary social sentiment par excellence», as put by Gonzalo Fernández de la Mora. [34] Envy free from a sentiment of guilt, that tends to be the cause of resentment, being it collective. Envy «the root of infinite evil and corroder of virtues», said Cervantes, is a part of the human condition. Virtues control it usually by relegating it to private life, and there is a healthy envy that moves to emulate those who are better. In the economy, competence, criticized by many socialists, stimulates, when not contaminated, Schumpeter's creative innovation. And as Pedro Schwartz says, it is very important to limit the power of the rich, [35]

The mentality or spirit of the heresy of Apocatastasis, combined with those of the irenicist, almost normal more or less conscientiously — the hedonist at all costs pacifism — and the gallican or regalist of the absolute monarchies founded on their mythic droit divine des rois (Bossuet), a divine right to reign, of protestant origin, attributed to dynasties, Rousseau transferred it to the volunté générale of the people, preparing inadvertently the collectivist mentality of socialism, the gnosticism of which rejects, however with good reason, the mythical divine right of kings —the only justification of hereditary Monarchy, Jouvenel would say — invented by James I of England and IV of Scotland (1566 - 1625).[36]

14.- The religious character of socialism explains perhaps attitudes such as  that of philosopher Alexander Zinoviev (1922-2006), oscillating between Soviet Russia and the capitalist free world. Formed in orthodoxy, in the socialist environment, but opposed to totalitarianism, he was very critical of Gorbachev's (1931-2022) attempt to save the Soviet Union, which was in a comma, with the perestroika (restructuring) and the glasnost (transparency) — Fidel Castro commented that «sad things were happening» in the Central and Eastern European countries —, because a certain degree of capitalism or free initiative was being admitted in the economy. Zinoviev [37] believed that the capitalist world also tended toward totalitarianism and supported the Communist Party against Gorbachev.  Solzhhenitzyn and other Russian anti-communist dissidents shared his opinion on the West. Bukowski said about Europe that it was the new Soviet Union. To tell the truth, they were not mistaken.


[1] Misa negra. La religión apocalíptica y la muerte de la utopía. Barcelona, Paidós 2008. Gray takes into consideration the 1957 book by N. Cohn, En pos del milenio: revolucionarios, milenaristas y anarquistas místicos de la Edad Media. Barcelona, Barral 1972.

[2] The origin of gnosis, to which the manichæism combated by Saint Augustine is not foreign, are mythical Perian and Greek ideas. The key idea is that spirit and matter are the two uncreated principles that eternally struggle to determine the order of the world. The spirit is the good and luminous principle; matter, the principle of evil, is the cause of the physical world, of the body, of sexual activity, etc., that, on account of this, are evil. On gnosticism: E. Voegelin's Nueva Ciencia de la Política (Buenos Aires, Katz, 2006) and Los Movimientos de masas gnósticas como sucedáneos de la religión (Madrid Rialp 1966); H. Jonas' La gnosis y el espíritu de la antigüedad tardía, de la mitología a la filosofía mística, (Valencia, Alfons el Magnánim 2000); of the same author, La religión gnóstica: el mensaje del Dios extraño y los comienzos del cristianismo (Madrid, Siruela 2000); Ch. Markschies', La gnosis (Barcelona, Herder 2007).

[3] Las grandes herejías )Buenos Aires, Sudamericana 1946) Pp. 216 y 219.

[4] See El Estado servil (1911). Madrid, El buey mudo 2010.

[5] A. Adam. Despotie der Vernunft? Hobbes, Rousseau, Kant, Hegel. (Freiburg/Munich, Karl Albert Verlag 2002).

[6] «My kingdom is not of his world. If my kingdom were of this world, my servants would have been fighting, that I might not be delivered over to the Jews. But my kingdom is not from the world.”» (Jn 18, 36-37). See M Walzer La revolución de los santos, Estudio sobre los orígenes de la política radical (Buenos Aires, Katz 2008)

[7] La edad de la nada. El mundo después de la muerte de Dios (Barcelona, Crítica 2014) Intr. p. 15.

[8] R. Lazu Kmita, «Hannah Arendt y la desaparición de la autoridad». eldebate.com (9. X. 2023).

[9] In Internet. Printed in S. Weil, Opresión y Libertad (Buenos Aires,Editorial Sudamericana 1957).

[10] El nuevo cristianismo. Diálogos entre un conservador y un innovador. (Madrid, Instituto de Estudios Políticos 1981). The history of ideas gives little importance to the thinking of Saint Simon, because Marx and Engels classified him as «utopian socialist». But Marx and Engels would likely be unknown without Saint Simon. And without his discíple August Comte, Inventor off the Religion of Humanity, which is the backdrop of the humanitarian ideology in vogue, that now justifies what in the past was unjustifiable. For instance, abortion, euthanasia, woke hysteria, etc.

[11] Cinco días en Londres, mayo de 1940. Churchill solo frente a Hitler. (Madrid, Fondo de Cultura 2002) VII, p. 218. On gnosticism and national socialism: Abbé Alain René Arbez', «Hitler, el ocultismo y el nazismo». dreuz.info.com (11. IX. 2023).

[12] See M. Desmet, Psychology of Totalitarianism. Vermont, Chelsea Green Publishing 2022.

[13] If, as Comte and Picavet said, it was Hobbes the first of the great grandes ideólogues, Marx was right in saying that the State is a superstructure. According to Michael Walzer, it was Calvin who made theology deriv toward ideology, and modern polítical thinking carries his mark.

[14] G. A. Wetter, Die Umkehrung Hegels. Grundzüge und Ursprünge der Sowjetphilosophie. (Cologne, Wissenschaft u. Politik 1963)

[15] On this myth, a Slavophilic version of the theology of history: O. Novikova's, La Tercera Roma. Antología del pensamiento político ruso de los siglos XI al XVIII. (Madrid, Tecnos 2000.)

[16] Ch. Delsol, La haine du monde. Totalitarismes et modernité. (Paris, Le Cerf 2016) at the beginning.

[17] Religion as a democrátic, scientificist, moralizing therapy that has reached Europe, is replacing North America's religious faith according to B. S. Gregory´s, The Unintended Revolution. How a Religious Revolution Secularized Society (Harvard U. Press 2012). R. A. Rappaport in Ritual y religión en la formación de la humanidad (Madrid, Akal 2016) does not expressly recommend religion as a therapy, but it can be inferred from his study. This function underlies also in the syncretist religión in vogue. An ideology that intends to replace religión with ideological education of conscience. Its backdrop would be the «New age» el movement, that aims to create «a new conscience».

[18] Títle of the collective book edited by C.-E. Bärsch, ‎P. Berghoff, ‎R. Sonnenschmidt, subtitled Perspektiven der Religionspolitologie. Würzburg, Königshausen & Neumann 2005. The book responds to the need to understand religión without confusing it with polítical theology to be able to understand polítics. Since «the Polítical proceeded originally 'from the spirit of religion', the religious implications of politics and the implicatio política of religion» are obvious..

[19] See W. T. Cavanaugh, El mito de la violencia religiosa. (Granada, Nuevo Inicio 2010).

[20] Verkappte Religionen. Kritik des kollektiven Wahns (1924). (Munich, Ehrenwirth Verlag 1984). Bry militated in NSDAP and abandoned it upon Hitler's muniqués Putsch, of whom he was one of the first critics. The book is a «masterwork»  says Sloterdijk.

[21] See J. Molina, Raymond Aron, realista político. Del maquiavelismo a la crítica de las religiones seculares. (ICP Ediciones 2021). De Monnerot, Sociología del comunismo (1949).(Madrid, Guadarrama 1968)

[22] La estructura de la filosofía política moderna. Sus orígenes medievales en Escoto, Ockham y Suárez. (Madrid, Istmo 2002) II, p. 131.

[23] See O. Novikova (ed.), La Tercera Roma. Antología del pensamiento ruso de los siglos XI al XVIII. (Madrid, Tecnos 2000).

[24] Dostojewski und Nietzsche. Sowie Aufsätze zum geistigen Verhältnis von Russland und Europa (1939). (BoD Norderstedt 2020) p. 198.

[25] Laymen from the Hispanic American countries have felt the need to form an International Cristero Army to affirm Christ´s social kingdom by means of a cultural counterrevolution. See of Mexican author Raúl Tortolero, one of the drivers of the movement, La Nueva Derecha: El Retorno de Dios a la Cultura ante el Supremacismo Progresista, (México, Ed. Kabod 2023).

[26] Quoted by A. de Villalmonte, «El pensamiento político de Donoso Cortés y el dogma del pecado original». (Cauriensia, Vol. IV 2009). Villamonte referenced E. Pagels' «La política del paraíso» (Adán, Eva y la serpiente, Barcelona, Crítica 1990)

[27] Málaga, Sepha 2015. Chap. I, p. 66.

[28] The sect of the nicolaítes o nicolaitans mentioned in the Apocalypse (first century AD), was, according to Shafarevich, the first manifestation of socialism. (Chap. I, p. 66). Shafarevich, agreed, however, with Popper in —erroneous{y—  considering Plato one of the precursors of totalitarian socialism. In Greece, Rome and ancient civilizations in general the rulers respected customs, they would not intrude in family life, even though clientelism did exist, it cannot be called socialism in the current sense of the word. On  clientelism: C. Yarvin, «Tanto el socialismo como el capitalismo son falsos». (La Gaceta de la Iberosfera.com 5. VIII. 2023).

[29] Jesús de Nazaret.(Madrid, Encuentro 2011). 8, 1, p 272.

[30] On the rise of immanence and the devaluation of transcendence, W. Weier, Die Grundlegung der Neuzeit. Typologie der Philosophiegeschichte. (Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft 1988) 7-9, pp. 109ss.

[31] Tarragona, Ed. Fides 2018.

[32] The first known populism was that of the Roman plebe, when in year 448 BC., retired to mount Aventino, that controlled commercial traffic on the Tíber, to threaten the senate oligarchy that ruled the Roman Repúblic. The senators had to yield, and granted the people the right to participate in government of the  res publica. It is the origin of the Roman Empire's SPQR emblem, senatus populusque romanus. Erriguel distinguishes left wing populism, false populisms of the postmodern social democrat tendency, from right wing populisms. The latter follow the Roman model.

[33] Statismo is not necessarily socialist, though it tends to become so, and frequently prepares the terrain for it. Marx and Lenin were antistatists, but especially Lenin, considered the State necessary to achieve Paradise. It would be extinguished afterwards. Statist was Ferdinand Lassalle, Marx's social democratic rival in Germany. His phrase der Staat ist Gott, the State is God, is famous.

[34]  La envidia igualitaria (1984). (Madrid, Áltera 2011).Also, H. Schoeck, La envidia y la sociedad (1968). (Madrid, Unión Editorial 1999). J.-P. Dupuy, El  sacrificio  y  la  envidia.  El  liberalismo  frente  a  la  justicia  social. (Barcelona, Gedisa 1998).

[35] En busca de Montesquieu. (Madrid, Encuentro 2007).

[36] According to the Bible, Yahwéh resisted giving the Jews a king. See Samuel's first book. Rémi Brague comments: «The Bible is the only ancient text we conserve containing a similar crítique of monarchy; not of this or that concrete king but as opposed to other polítical system. The only legitimate domination considered is God's direct reigning», that admits free discussion with Him, being liberty the object of redemption. Brague quotes Saint Paul: «Christ has liberated us for us to be free» (Galatians 5, 1). Sur la religion. (París, Flammarion 2018). 7, pp. 184ss. The tendency of European civilization from its Greco-Roman orígins is toward democracy, of which the form of government is the Republic. It was deviated by absolute Monarchy. See P. Manent, Cours familier de philosophie politique. (París, Fayard, 2001). IV.

[37] In Spanish:  La caída del Imperio del mal. Ensayo sobre la tragedia de Rusia. (Barcelona, Bellaterra 1999). Interesting prologue by F. Fernández Buey.