Obscuridad al Mediodía
Reseña de la novela de Arthur Koestler
Por Christopher Gawley
Tomada de http://christianorder.com/features/features_2017/features_jan17.html
Traducida del inglés por Roberto Hope
“Los más grandes criminales de la historia”, siguió diciendo Ivanov, “no son del tipo de Nerón o de Fouché, sino del tipo de Tolstoy o de Gandhi. La voz interior de Gandhi ha hecho más para evitar la liberación de la India que los fusiles ingleses. Venderse uno por treinta monedas de plata es una transacción honesta, pero venderse uno a su propia conciencia es abandonar a la humanidad. La historia es a priori amoral, carece de conciencia. Querer conducir la historia conforme a las máximas de la escuela dominical significa dejar todo como está. Tú sabes eso tan bien como yo.”
Sólo un lector habitual puede apreciar el auténtico éxtasis de descubrir una obra maestra inesperada. Los “grandes libros” con frecuencia demuestran estar a la altura de su calificativo. Pero hay joyas escondidas en medio de tanta mediocridad que los bibliófilos muchas veces viven más como arqueólogos. Con el mundo inundado de malos libros – mal redactados, con supuestos cuestionables o ideologías ofensivas – la clave del desarrollo intelectual no está en leer por leer, sino leer los libros correctos por las razones correctas.
Cómo proceder en nuestro arte de descubrir grandes libros es asunto de idiosincrasia. Conforme envejezco, hallo más y más importantes las recomendaciones recibidas de fuentes en quienes confío. También me encuentro más dispuesto a apartarme de mis intereses provincianos y leer libros independientemente de su género. Pero una vez que tomo un tema con una actitud intelectual, usualmente busco una serie de libros sobre ese mismo tópico o tema.
Por ejemplo, me pasé varios meses a principios de este año leyendo una serie de libros muy diferentes sobre la Guerra Civil en Norteamérica. Más recientemente, me re-introduje en el mundo de Whittaker Chambers (autor de uno de mis libros favoritos,
Witness) leyendo su biografía, escrita por Sam Tanenhaus. Fue en esa biografía donde descubrí a Arthur Koestler – como autor recomendado por Whittaker Chambers. Tomando la recomendación de Chambers, decidí leer Obscuridad al Mediodía.
El Autor
Arthur Koestler (1905-1983) es un microcosmos del siglo XX. Novelista, periodista y crítico judío, nacido en Hungría, se involucró en muchas de las grandes cuestiones ideológicas de su época: Sionismo, comunismo, fascismo, ocultismo y misticismo. De hecho, Koestler es una personificación de la Babel ideológica en que vivimos. Su genio no radicaba en su síntesis o cohesión, sino en una habilidad para captar la esencia de lo repugnante del Stalinismo en un momento particular. Que no haya migrado él después hacia la Verdad no tiene relevancia para la grandeza literaria y filosófica de su Obscuridad al Mediodía.
La “Gran Purga”
Obscuridad al Mediodía es una crónica imaginaria de los tres Juicios Públicos de Moscú de los años treinta tardíos. Como muchos saben, esos juicios lograron la liquidación física de, entre otros, la Vieja Guardia Bolchevique, que Stalin imaginaba que representaba una amenaza para su gobierno absolutista.
Una descripción tomada del New American:
“El 25 de enero de 1937, el terror generalmente conocido como Los Juicios Públicos de Moscú pasó a su segunda fase. La primera fase había empezado en agosto de 1936, y los enemigos políticos de Stalin a quienes iba dirigida constituía el “Centro Terrorista Trotskyita-Zinovievita”. Ésta fue una purga de la “izquierda” imaginaria dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética. Grigory Zinoviev y Lev Kamenev se contaban entre los miembros más prominentes de esta purga. Zinoviev había sido considerado uno de los teóricos principales del partido. Kamenev había sido jefe del Soviet de Moscú y luego premier sustituto de Lenin. Zinoviev y Kamenev siguieron a Stalin (hacia la izquierda) empujando a Trotsky fuera de la dirección del partido en 1924.
La segunda fase, la que comenzó hace 75 años, incluía a 17 funcionarios del Soviet y del Partido, todos menos cuatro de ellos acabarían siendo ejecutados (los otros cuatro fueron sentenciados al Gulag, donde la tasa de mortandad era generalmente muy alta). Como sucedía con todos los Juicios Públicos, el proceso público comenzaba sólo luego de que los horrores de los Chekistas habían logrado arrancar confesiones mediante coerción; sin embargo había en los juicios algo más que tortura y desesperanza física. Los Bolcheviques en nada creían, salvo en el Partido. Si eran acusados de crímenes contra el Partido, significaba que algo habían de haber hecho mal. Las confesiones arrancadas a los acusados en los Juicios Públicos de 1937 proveyeron de un pretexto a Stalin para sus Juicios Públicos de 1938, que fueron contra el “Bloque Derechista.”
El período final de los Juicios Públicos de Moscú fue en marzo de 1938, y los acusados, que incluían a Rykov (quien había sido premier), Bukharin (ex jefe de la Internacional Comunista), y Yagoda y otros 18, fueron juzgados y condenados. El patrón de estos juicios fue el mismo: los más serviles antiguos seguidores del comunismo confesaban haber cometido los cargos más increíbles que les achacaban, y típicamente pedían la pena de muerte como castigo debido para sus “crímenes.”
Los Juicios Públicos fueron un aspecto del Gran Terror durante la dictadura de Stalin, en la cual los “demoledores” – ingenieros o administradores de proyectos que no funcionaban de la manera como Stalin o el Politburó pensaban que debían funcionar – les eran arrancadas confesiones forzadas y eran luego enviados al Gulag por los cientos de miles.
El Anti-héroe.
Obscuridad al Mediodía captura los Juicios Públicos desde la perspectiva del ficticio Nicolás Salmantovich Rubashov, un jefe de alto rango de la Unión Soviética. Rubashov, me parece claro, está modelado en la imagen de Nikolai Ivanovich Bukharín tanto como en nadie. Él, como Bukharin es un destacado teórico e intelectual de la Revolución – con méritos revolucionarios de toda la vida. Él, como Bukharin, al final, pero con resignación, aceptó su sentencia por el bien del Partido. La ejecución de Rubashov, como la de Bukharin, sirve de condenación literaria del Stalinismo para todos menos los comunistas más intransigentes.
La narración comienza con el arresto de Rubashov y tiene lugar casi solamente dentro de la prisión. Lo que mueve la historia es el deseo de los funcionarios de la prisión, de arrancar de Rubashov su confesión de haber llevado a cabo actividades anti-revolucionarias. Dos temas vienen a centrarse: la desolación y el capricho de la justicia soviética y el conflicto filosófico en la mente de Rubashov con relación al Partido y a la Revolución. Muchos de estos temas son explorados en los pensamientos solitarios de Rubashov.
El arresto de Rubashov no era inesperado: la novela empieza con su recuerdo de las premoniciones de su arresto inminente que le vinieron en forma de sueños. Sin embargo, en su arresto nos damos cuenta inmediatamente de una estupefacción, dado que Rubashov es obviamente un funcionario de alto rango del Soviet, con contacto regular con Stalin (de quien sabemos solamente por su título “N° 1”). En su aprisionamiento inicial, vemos que las nociones convencionales de la justicia, más fundamentalmente la presunción de inocencia, no aplican en el Soviét para el caso de los presuntos crímenes políticos.
Una vez en prisión, esencialmente nos encontramos con dos Rubashovs – el teórico comunista leal, y el disidente del Soviet que lentamente aflora mediante el interrogatorio. Pero con una lógica casi blindada, Rubashov se mueve hacia admitir aun mentiras fantásticas acerca de su actividad anti-revolucionaria, debido a su entrega a la absoluta “severidad” de la historia y de la revolución. Como teórico del partido, su mente no tiene un escape posterior a la misma lógica que en retrospectiva vemos que él articulaba. Por ejemplo, en una anterior conversación con un joven comunista alemán expulsado, que ha sido desalentado por el colapso del Partido durante la toma de poder de los Nazis, Rubashov le enseña acerca de la naturaleza del Partido:
“El partido nunca puede equivocarse,” dijo Rubashov.
“Tú y yo podemos cometer un error. El Partido no. El Partido, camarada, es más que tú y yo y otros mil como tú y como yo. El Partido es la encarnación de la idea revolucionaria en la Historia. La Historia no tiene escrúpulos, y sin vacilaciones, inerte e infalible, avanza hacia su meta. En cada meandro de su curso deja el lodo que arrastra y los cuerpos de los ahogados. La Historia conoce su camino. No comete errores. Aquél que no tenga una fe absoluta en la Historia no cabe en las filas del Partido.
Luego, en prisión, ratifica en su mente su compromiso con el Partido:
Fuimos los primeros en reemplazar la ética liberal del “juego limpio” del siglo XIX con la ética revolucionaria del siglo XX. En eso también estábamos en lo correcto: una revolución desarrollada conforme a las reglas del cricket es un absurdo. La política puede ser relativamente justa en los espacios vitales de la historia; en sus puntos de inflexión críticos, no hay más regla posible que la antigua de que el fin justifica los medios. Nosotros re-introdujimos el maquiavelismo en este país: los otros, las dictaduras contrarrevolucionarias lo han imitado torpemente. Éramos neo-maquiavélicos en nombre de la razón universal – esa fue nuestra grandeza; los otros en nombre de un romanticismo nacional – ese fue su anacronismo. Esa es la razón por la que habremos de ser absueltos por la historia, pero no ellos... “ Sin embargo, por el momento estamos pensando y actuando a crédito. Como hemos tirado por la borda todas las convenciones y reglas de la moralidad del cricket, el único principio que nos guía es aquél de la lógica consecuente. Estamos bajo la terrible obsesión de seguir nuestro pensamiento hasta sus consecuencias finales y actuar en concordancia con ello. Estamos navegando sin lastre; por lo tanto cada golpe de timón es un asunto de vida o muerte.
Contrastemos esta ortodoxia con esas percepciones subversivas acerca de las que Rubashov piensa casi simultáneamente, en un despliegue de disonancia cognitiva:
La causa de los defectos del Partido deben ser encontradas. Todos nuestros principios estaban correctos, pero nuestros resultados fueron incorrectos. Este es un siglo enfermo. Diagnosticamos la enfermedad y sus causas con exactitud microscópica, pero siempre que aplicábamos el bisturí para sanar, una nueva llaga aparecía. Nuestra voluntad era dura y pura, deberíamos haber sido amados por el pueblo. Pero nos odia. ¿Por qué somos tan odiados y detestados? Les trajimos la verdad, y en nuestra boca sonó a mentira. Les trajimos libertad, y en nuestras manos parece un látigo. Les trajimos la voz de vida, y donde se oye nuestra voz los árboles se secan y surge un crujir de hojas secas. Les trajimos la promesa del futuro, pero nuestra lengua trastabilló y gruñó.
Los Antagonistas
Cuatro personajes hacen crecer el dilema de confesar de Rubashov.
El primero es Ivanov, quien como Rubashov, es un funcionario de la cárcel, Bolchevique de la Vieja Guardia, que se mantiene leal a la Revolución – aun en su nueva fase de terror – y discute con Rubashov desde el punto de vista de su historia compartida. La caída de Ivanov y su ejecución por causa de su modesta conmiseración con Rubashov, la que en esencia tiene lugar en tiempo real durante la prisión de Rubashov, muestra que la Revolución no tolerará forma alguna de sentimentalismo (hasta en sus formas más innocuas).
El segundo es Gletnik, un “nuevo” hombre soviético y funcionario de prisión, también asignado para conseguir la confesión de Rubashov – una monstruosa creatura de la Revolución que prueba el adagio de que los más jóvenes se comen a los más viejos. A diferencia de Ivanov, no tiene reparos acerca de la ética revolucionaria, y demuestra haberla internalizado completamente.
El tercero es Arlova, personaje con el que nunca nos encontramos en tiempo real. Por retrospectiva conocemos a la tímida Arlova como su antigua secretaria y amante, a quien Rubashov abandona cuando se le acusa a ella de actividad contra-revolucionaria. Su ejecución persiste como una sombra a lo largo de la historia en la mente de Rubashov – sirviendo de cuándo en cuándo como una sacudida de humanidad y de irracionalidad.
El cuarto es el preso 402 – evidentemente un auténtico contra-rrevolucionario y monarquista. Sus discusiones, su humor y su percepción de la vida en prisión, que son comunicados a Rubashov mediante golpeteos en la pared de la cárcel, sirven como el espectro de la máquina – un recordatorio viviente de la Rusia Zarista que está viendo la Revolución consumirse.
El Interrogatorio
Inicialmente, quizás con Arlova en mente, Rubashov se opone a confesar crímenes que nunca ha cometido – no obstante su ideología revolucionaria, la Verdad todavía tiene valor para él, y los cargos que le hacen no son verdaderos, aun cuando el Partido diga que lo son. Su conciencia es todavía preponderante en su mente y lo absurdo de la regla del N° 1 está clara.
Nos enteramos de uno de los más interesantes intercambios de ideas acerca de la Revolución y del Partido, entre Rubashov y su primer interrogador, Ivanov. Ciertamente, Ivanov es un hombre del Partido pero su traición al Partido radica en su disposición para razonar sobre las herejías de Rubashov – en vez de buscar liquidarlo, Ivanov quiere rehabilitarlo. Este sentimentalismo no declarado, que se contrapone con su teorización del Partido, acaba por condenar a Ivanov cuando su colega más joven, Gletnik, lo denuncia de efectuar actividad contra-revolucionaria, esencialmente por fraternizar con Rubashov.
Pero antes de su caída, Rubashov descarga en él su frustración con respecto al Partido:
“Como ves, estoy separando mi cabeza de mi cuello” dijo, y volteó sonriente hacia arriba, mirando en la pared la mancha descolorida donde estuvo una vez colgada la fotografía de la Vieja Guardia. Esta vez Ivanov no siguió con la mirada. “Bien, dijo Rubashov, “uno más no hace diferencia. Todo ha sido enterrado, los hombres, su sabiduría y sus esperanzas, Ustedes mataron al 'Nosotros'; lo destruyeron. ¿En verdad sostienen que las masas los respaldan? Otros usurpadores en Europa pretenden lo mismo con tanto derecho como ustedes.... “ Tomó otro cigarrillo y lo encendió esta vez él mimo, ya que Ivanov no se movió. “Perdone mi pomposidad,” siguió, "¿pero de veras creen que el pueblo los apoya? Los soporta, mudo y resignado como lo hace con otros en otros países, pero en lo profundo no hay reacción alguna. Las masas se han vuelto sordas y mudas, la gran X silenciosa de la historia, indiferentes como el mar que lleva los barcos. Cualquier luz que pasa se refleja en su superficie, pero por debajo sólo hay silencio y obscuridad. Hace mucho tiempo agitábamos las profundidades, pero eso ya pasó. En otras palabras” – hizo una pausa y se puso sus quevedos – “en aquellos tiempos hacíamos historia; ahora lo que hacen es política. Esa es toda la diferencia.” Ivanov se reclinó en su silla y soltó anillos de humo. “Lo siento, pero la diferencia no está clara para mí;” dijo. “quizás fuera usted tan amable de explicármela.”
“Claro,” dijo Rubashov. “Algún matemático una vez dijo que el álgebra era una ciencia para los perezosos – uno no resuelve la X, sino que opera con ella como si la conociera. En nuestro caso la X representa las masas anónimas, la gente. La política significa operar con esta X sin preocuparse de qué es su verdadera naturaleza. Hacer historia es reconocer a X por lo que es en la ecuación.” “Bello,” dijo Ivanov, "pero desafortunadamente un tanto abstracto. Volviendo a cuestiones más tangibles: quiere usted decir, por lo tanto, que 'nosotros' – específicamente el Partido y el Estado – ya no representamos los intereses de la Revolución, de las masas o, si usted quiere, del progreso de la humanidad.” “Esta vez sí lo ha entendido,” dijo sonriente Rubashov. Ivanov no respondió a su sonrisa.
Ivanov responde y capta la esencia de una ética sin el Evangelio.
“Yo no soy partidario de mezclar ideologías,” siguó diciendo Ivanov. “Sólo hay dos concepciones de la ética humana, y se encuentran en polos opuestos. Una de ellas es cristiana y humana, declara que el individuo es sacrosanto, y afirma que las reglas de la aritmética no deben aplicarse a las unidades humanas. La otra, parte del principio básico de que una meta colectiva justifica todos los medios, y no sólo permite, sino exige, que el individuo esté subordinado en todo apecto a la comunidad y se sacrifique por ella – que puede disponer de él como conejillo de indias o como cordero sacrificial. La primera concepción podría llamarse una moral anti-vivisección, la segunda, una moral de vivisección. Los farsantes y los amateurs siempre han tratado de mezclar las dos concepciones, en la práctica eso es imposible. Quienquiera que cargue con poder y responsabilidad descubre, en la primera ocasión, que tiene que elegir; y es fatalmente llevado a la segunda alternativa. ¿Sabe usted de algún ejemplo, desde que el cristianismo se estableció como religión de estado, de un solo estado que haya seguido verdaderamente una política cristiana? No me podrá señalar uno solo; en tiempos de necesidad – los gobernantes y los políticos siempre están crónicamente en tiempos de necesidad – los gobernantes siempre han podido acogerse a “cirunstancias excepcionales” que exigen medidas de defensa excepcionales. Desde que existen naciones y clases, viven en un estado permanente de mutua auto-defensa, que los forza a diferir la puesta en práctica del humanismo para otra ocasión....”
Todo el tiempo, Ivanov alienta a Rubashov a admitir sus crímenes, ciertos o no, por el bien del partido y con el fin de manejar el sistema y llegar a restaurarle la buena voluntad del Partido. En Ivanov, ya vemos el cinismo que habría de hacerse legendario en la Unión Soviética. Así, no obstante su teorización acerca de la Revolución, Ivanov era esencialmente contra-revolucionario. Parece insinuarle a Ruvashov que todos los juicios públicos son lo que creíamos que eran – una farsa absurda. Llega un momento en que el toque suave de Ivanov en el interrogatorio es denunciado como contra-revolucionario y es ejecutado – luego de que Rubashov ha asentido a la lógica de Ivanov y ya desea confesar.
El Consentimiento
Nos enteramos de la muerte de Ivanov cuando Gletnik lo sustituye en el interrogatorio de Rubashov, y a diferencia de Ivanov, Gletnik es un verdadero creyente, que ha internalizado completamente que, o uno es miembro leal del Partido o es un enemigo del pueblo. La confesión de Rubashov, que de hecho saca los aspectos verdaderos de sus sentimientos contra-revolucionarios, toma un carácter enteramente diferente. Gletnik ve también la confesión de Rubashov como algo necesario para la redención de su Partido – ve que es necesario mayor sacrificio. Afirma:
“La línea del Partido fue definida nítidamente, sus tácticas fueron determinadas por el principio de que el fin justifica los medios – todos los medios, sin excepción. En el espíritu de este principio, el Fiscal Público exigirá su vida, Ciudadano Rubashov.” Y así lo hizo.
En esta vena, Koestler ilustra por qué hombres leales al Partido, como Bukharin confesaban cargos falsos y pedían su propia ejecución – aceptaban la lógica de que la declaración del partido, de que eran contra-revolucionarios, probaba que lo eran. El disputarlo más sería evidencia de seguir realizando actividad contra-revolucionaria. Vemos aquí claramente que para el miembro honesto del Partido, éste se ha vuelto Dios y así como Dios exigía ciertos sacrificios a los israelitas, el miembro del partido debe consentir.
El Precepto
Rubashov consintió. Pero ¿lo hizo? Aun cuando aceptó su condena sin un escrúpulo ni apelación de clemencia, vemos sus pensamientos en los momentos anteriores a su ejecución. Ni está especialmente temeroso ni está impávido. Podría uno decir que a pesar de su crecimiento místico, está lúcido y resuelto al meditar sobre su muerte inmediata, aun cuando está inseguro del valor de su propio sacrificio. Medita así:
Fue un error en el sistema, quizás radique en el precepto que hasta ahora él había tenido por incontestable, en cuyo nombre él había sacrificado a otros y él mismo estaba siendo sacrificado: en el precepto de que el fin justifica los medios. Fue esta oración la que había matado a la gran fraternidad de la Revolución y hecho que todos corrieran descontrolados. ¿Qué había escrito en su diario en una ocasión? “Hemos echado por la borda todos los covencionalismos, el único principio que nos guía es aquél de la lógica consecuente, estamos navegando sin lastre ético alguno” Quizás el núcleo del mal ahí radique. Quizás el navegar sin lastre no se adapta a la humanidad. Y quizás por sí sola la razón es una brújula defectuosa, que guiaba a uno por un curso tan sinuoso y torcido que el objetivo finalmente desapareció en la bruma.
La Izquierda Moderna
Obscuridad al Mediodía es notable. En primer lugar, la prosa, el ritmo y el peso intelectual de Koestler son de primera. En verdad, éste es un libro difícil de dejar, y exige ser leído. Además encaja bien en su momento: es claro que Koestler estaba en la cúspide de sus facultades para entender esta época y las contiendas intelectuales que se estaban disputando. En segundo lugar, Koestler capta la disputa ética entre el comunismo y Dios. La aplicabilidad de esta disputa se extiende más allá del comunismo. Aplica de igual manera a todas las ideologías materialistas y ahí radica la importancia de esta obra. La afirmación de la disputa ética es tan viva ahora como lo era en 1940.
Nota bene: Vemos muchas similitudes entre la teoría ética de la Unión Soviética y las teorías éticas predominantes de la Izquierda Moderna. Estos dogmas son, en parte, que los fines justifican los medios; el individuo está enteramente subordinado al bien de la comunidad; y la mera concepción de Dios es irrevelante para el apuntalamiento de todas las instituciones sociales. Pero debe entenderse una salvedad necesaria: la izquierda está en lo correcto al buscar una teoría de justicia sustantiva. Nuestra sociedad necesita de una noción subyacente de justicia sustantiva, aun si la izquierda materialista malentiende lo que debería ser la sustancia de la justicia. Tanto el izquierdista como el católico desean una sociedad justa. La única diferencia es que el primero la exige sin Dios, cuando sabemos que una sociedad verdaderamente justa debe estár basada en Dios.
La Derecha Moderna
Por lo menos en los Estados Unidos, la Derecha rechaza una perspectiva de justicia corporativa en favor de una justicia y una ética atomística. Ellos rehuyen tóxicamente de todo intento así, que no sea el de consagrar una noción negativa de la libertad: Para los Republicanos en Norteamérica, libertad “de” (por ejemplo, de la interferencia por parte de alguna externalidad que transgrede el derecho del individuo de hacer lo que quiera que sea) tiene prevalencia absoluta sobre cualquier noción de libertad “para” (por ejemplo la libertad para vivir de una manera justa y recta). Ninguna cultura o nación puede sustentarse sobre la base de una libertad negativa; debe tener un sentido colectivo de lo verdadero, lo justo, lo bello y lo moral.
La Respuesta Católica
Los católicos debemos rechazar esta visión de la “Ilustración” Debemos creer que la libertad es más que una cualidad negativa; tenemos libertad para algo, para hacer algo. A diferencia de los izquierdistas, que modelan la justicia sobre nociones materialistas antropocéntricas, nuestrs nociones de libertad y de justicia deben enraigarse en las enseñanzas morales católicas. Los Libertarios y los Izquierdistas concuerdan esencialmente en la licitud del llamado ”matrimonio homosexual;” obviamente sobre fundamentos muy diferentes. Los unos dicen “es justo;” los otros dicen “no es asunto mío”. En este contexto, el romance de los católicos americanos con el Partido Republicano es un grave error.
La Contienda Ética
La contienda ética a final de cuentas se reduce a dos campos opuestos: materialismo y catolicismo. Cada uno de ellos tiene sus concepciones éticas y su naturaleza social. El ingenuo acogimiento del Americanismo, hecho más recientemente por los Padres del Segundo Concilio Vaticano en el documento Dignitatis humanae, es un desastre en cuanto a que anuló la realidad política y temporal del papel correcto de la Iglesia en las instituciones sociales.
No se equivoquen, la noción Hegeliana del fin de la historia como un destino dialéctico es falsa, y la idea de que las democracias liberales representan el sistema definitivo de organización humana – algo que Dignitatis humanae implícitamente parecería apoyar – es igualmente falsa. Este espacio medio – este terreno en el que no predomina una concepción final de la verdad social – no puede durar.
Las democracias liberales están por auto-consumirse en un arranque de narcisismo y de hedonismo; fieles a la vacua naturaleza de sus culturas sin valores y al propio vacío de justicia sustantiva que crean. No están en favor de nada y están podridas de adentro hacia afuera. Tropezarán y caerán. En cuyo momento, la competencia otra vez y necesariamente será para aquéllos que busquen construir una sociedad con su centro en la justicia.
Lo que Está en Juego
Los católicos deben dejar de pretender que nuestra religión es un asunto puramente privado. Nuestra concepción de la justicia debe ser implantada o nuestra religión morirá (como está ahora sufriendo y muriendo bajo la locura de Dignitatis humanae). Si no actuamos, la teoría de justicia de alguien más será implantada. Y como fieles católicos sabemos que en tanto esa teoría (cualquiera que sea) se aparte del catolicismo ortodoxo, será una noción defectuosa de justicia.
Obscuridad al Mediodía es útil porque hace resaltar lo que verdaderamente está en juego.
Que Dios nos dé la determinación y la virtud para reconstruir.