miércoles, 18 de agosto de 2021

Determinismo y negación de la libertad

Determinados a negarle a usted su libertad


por Peter A. Kwasniewski

Tomado de Catholic Answers

Traducido del inglés por Roberto Hope

"Determinismo" no es una palabra de todos los días, pero sufrimos diariamente los efectos de esta perspectiva filosófica — usualmente eso sucede en los supuestos tácitos del periodismo científico popular y en las críticas a la religión. Es útil estar conscientes de lo que implica esta forma de ver las cosas y de por qué es insostenible,

En su sentido más general, el determinismo podría ser descrito como la teoría que dice que la historia del mundo — todos los acontecimientos y el orden de su ocurrencia — está fijo y es unitario. En otras palabras, hay solamente una única historia posible del mundo hasta el más mínimo detalle. Hay varias clases de determinismo: el determinismo lógico, el determinismo teológico, el determinismo biológico, el determinismo científico. En este artículo me concentraré en éste último, que es el más conocido.

El determinismo científico brota de una creencia de que la ciencia moderna, particularmente la física, ha comprobado con éxito que la realidad es material, y que opera de acuerdo con leyes fijas de acción y de reacción. Es la postura filosófica de que todo acontecimiento, cualquiera que sea su tipo, es enteramente explicable (y consecuentemente predecible, en principio), por una cadena preexistente de acontecimientos físicos que lo hace necesario.

En un mundo en donde la ciencia ha sido elevada al estado de una cuasi-religión, y sus divulgadores a la categoría de sumos sacerdotes, habremos de encontrar gente que ocupa este cargo. Vale observar que la actitud o estructura mental que subyace esto, arremete contra la raíz de la religión como tal, impidiendo las conversaciones de cualquier cosa — de Dios y del alma humana, de Cristo y de la Iglesia, del pecado y de la gracia, aun del bien y del mal —  que no sea simplemente empírico o susceptible a ser sometido a análisis de laboratorio.

La Ciencia lo Explica Todo . . .

Esta forma de ver las cosas halló su expresión rudimentaria en los escritos de René Descartes, Francis Bacon, Galileo Galilei, Isaac Newton y sus contemporáneos, pero alcanzó su consistencia dogmática con el cínico materialismo de Thomas Hobbes, de Julien Offray de la Mettrie, de Voltaire, y del Barón Paul-Henri d'Holbach. Estos escritores inflaron el alcance de las ciencias físicas y argumentaron que la física experimental era el modelo para una explicación completa de la realidad. Más adelante, la teoría de Charles Darwin fue alimento de esta poderosa corriente. Su descripción pagana de la diversidad biológica se vio bien adaptada para integrarse en una más extensa filosofía de determinismo científico. El rápido y espectacular avance de la tecnología engendrada del matrimonio de la física moderna con el capitalismo, parecía confirmar fuera de toda duda, la mentalidad materialista que yace detrás de ambos. 

Dado que la gente hoy en día se ha más o menos habituado a aceptar el determinismo científico como un hecho, por obra de libos de texto, profesores y medios noticiosos, el apologista debería comenzar por explicar que esa postura es esencialmente una creencia o dogma. No puede deducirse de conocimoentos empíricos, que siempre han de ser imperfectos (ningún científico se atrevería a argüir que conoce o podría conocer todas las 'leyes de la naturaleza' ni todos los datos necesarios para predecir los aconteciminentos futuros). No puede considerarse evidente en sí misma porque contradice la experiencia de libertad, que tiene mayor peso que cualquie teoría. Quien plantee el determinismo como una explicación universal lo hace a priori; o sea cual si fuera un axioma, y sin evidencia suficiente. La ciencia empírica nunca puede ir más allá de los límites de lo mensurable u observable y, como consecuencia, está simplemente descalificada para emitir juicios sobre la existencia o inexistencia de nada que caiga fuera de su limitado campo.

... O Quizás No

Consideremos estos siete casos donde el determinismo científico fracasa;

No tiene sentido hablar de 'leyes de la naturaleza' universales a menos que éstas hayan sido instituidas por un legislador. La materia, como tal, no es capaz de darse leyes de comportamiento a sí misma. Esto significa que las cosas materiales no son la fuente de esas leyes; más bien, presuponen la existencia de leyes cuando actúan y reaccionan de una manera inteligible.

Además ¿cómo alcanzaron su existencia las cosas materiales, no meramente como materia, sino como materia que funciona dentro de un sistema que conduce a la formación de estructuras estables y ordenadas? ¿'Saben' los átomos misteriosamente a dónde dirigirse con el fin de formar una cierta molécula dentro de un cierto tipo de organismo?

Los materialistas darán, por supuesto, respuestas elaboradas acerca de cómo un sistema da lugar a otro y cómo resulta que este entorno sucede ser el apropiado para producir esa reacción o resultado. Pero oculto dentro de ese lenguaje complicado subsiste el mismo problema de esquivar la pregunta. Presuponen aquello que debe ser demostrado.

Un animal viviente (o uno de sus órganos) es obvia y radicalmente diferente de un animal muerto (u órgano muerto) aun cuando las sustancias materiales de que está hecho parecen ser las mismas. Por lo tanto, algún principio destinto y más grande que las partes materiales que lo constituyen debe existir para explicar la vida del animal vivo. Este principio, según la tradición occidental, es el alma. Tanto Aristóteles como Santo Tomás de Aquino enseñan que las plantas, los animales y las personas humanas son seres animados (de ánima, alma). Es el alma de cada organismo la que le aporta su naturaleza distintiva y controla sus acciones. La presencia de un alma en los seres vivos atestigua contra el materialismo que comúnmente acompaña al determinismo científico.

El intelecto humano tiene un poder singular. Es capaz de conocer simultáneamente cosas que son mutuamente excluyentes. Por ejemplo, calor y frío son propiedades de un cuerpo (objeto físico) y no pueden existir al mismo tiempo en el mismo respecto; un cuerpo puede estar ya sea caliente o ya sea frío, pero no puede al mismo tiempo estar perfectamente caliente y perfectamente frío. El intelecto, sin embargo, en conocer el calor también conoce el frío y, de hecho, conoce el uno en, y a través del, otro. La mente de usted puede ser toda fria y toda caliente ya que usted es capaz de captar al mismo tiempo estos opuestos. Más que eso, el intelecto concibe lo caliente y lo frío, que son más que grados pertenecientes a un cuerpo — son esencias, Estas reflexiones ayudan a demostrar que el intelecto no es un cuerpo, pues algo es visto como cierto de él que no puede ser cierto de cuerpo alguno en absoluto.

Ahora bien, debido a que el intelecto tiene un poder sobre opuestos o contrarios que ningún órgano físico tiene, y porque adquiere un conocimiento de cosas universales que quedan fuera del alcance del poder de cualquier sentido, el intelecto debe de ser inmaterial. Dado que la materia es la propia causa de que una cosa sea corruptible (o sea, capaz de descomponerse o desintegrarse) el intelecto en sí mismo es incorruptible — nunca se descompondrá y desintegrará. Consecuentemente, el alma del hombre, en la medida que es intelecto, es inmortal. Lo que es más, el alma no está sujeta a oposición de, o coerción por, causas materiales. En otras palabras, ningún cuerpo puede hacerle a usted cambiar su parecer, a menos que su mente cambie por sí misma. Ésta es una poderosa indicación de que el intelecto (o mejor dicho, el alma intelectual, que incluye la libre voluntad), tiene sus pies puestos en el mundo material por medio de las potencias de los sentidos, pero mantiene su cabeza en alto en un mundo espiritual donde lo que está en juego son la verdad y la falsedad, el bien y el mal.

El argumento determinista de que la libre volntad es una ilusión se contrapone con nuestra conciencia firme e inmediata sobre las acciones morales.  Socava el elogio y el culpar, el premio y el castigo y la práctica de la justicia que da a cada quien lo que merece. Si el hombre no es la causa libre de sus acciones, cómo puede ser elogiado por defender a su familia contra un crimen o ser castigado por asesinar a otro ser humano como él? Toda la vida social y toda juriprudencia se funda en el hecho de la libertad moral, que conocemos con mayor certidumbre que la que nos ordena cualquier hipótesis científica. Algunas personas usan la expresión 'conocimiento pre-científico' para referirse a la experiencia fundamental del mundo natural y de nosotros mismos, que no solamente debe venir por delante, sino que debe dominar la interpretación de todo conocimiento subsecuente. Algunas teorías científicas hacen recordar al hombre subido en una escalera aserrando los peldaños que lo soportan o al equilibrista listo para cortar la cuerda en que está parado.

Nada es causa a menos de que tenga el poder de causar. Ninguna cosa física se da a sí misma el poder de causar, sino que recibe este poder de algo más. Además, ninguna cosa física es la causal de su propio ser, sino que existe como resultado de seres anteriores. Así, para cada causa debe uno buscar la fuente de su causalidad; para cada ser, uno debe buscar la causa de su existencia. Si no hubiera antes de todas las causas un origen no físico del poder de causalidad, entonces nada podría siquiera comenzar a causar y de hecho nada podría ocurrir. Las causas posteriores dependen de las causas anteriores; si no hay, antes de la existencia de todas las cosas físicas, un origen no físico de su existencia, entonces nada existiría — todo lo cual es absurdo. La existencia y la causalidad de las cosas materiales dependen completamente, por lo tanto, de una causa incausada perfectamente inmaterial tanto de su existencia como de su movimiento — específicamente, Dios. Más que prescindir de Dios, el determinismo científico no tiene ningún sentido para nada sin asumir implícitamente su existencia o más bien sin transferir los atributos divinos arbitrariamente a la materia y al azar.

Quien expone el determinismo científico es culpable de una dramática inconsistencia entre su pensamiento y su vida. Su dogma le dice que no es libre, que no es responsable de sus actos, y de manera semejante, que nadie más es libre ni responsable; sin embargo, en su vida se comporta como una persona libre frente a otras personas libres; exige deberes de sí mismo y de otros, y manifiesta misericordia o demanda justicia cuando se ha provocado un daño. Su dogma le dice que su mujer e hijos son basicemente autómatas; sin embargo, si es un buen hombre los ama y jamás podría pensar que la relación singular que tiene con ellos — las experiencias que han compartido, como cuando conoció a la que habría ser su esposa, su matrimonio con ella, la educación de sus hijos — no son más que átomos que desfilan sin propósito alguno.

Si alguien afirma que el determinismo es verídico ¿ha logrado comprender algo verídico sobre la realidad en conjunto? De ser así ¿cómo puede esta verdad, que es universal, carente de armonía, e independiente de todos los sucesos particulares, ser meramente un efecto de causas materiales? Se llega a un campo ya no sujeto a — y de hecho enteramente fuera de — la estricta cadena de causas y efectos físicos a la cual la teoría apela. En el mundo del determinista no queda espacio para la verdad en sí misma; quien dice 'el determinismo es verídico' se refuta a sí mismo por su propio acto de hablar.

No obstante, el apologista debe tener presente que el determinismo, como dogma cuasi-religioso, al que se aferran apasionada y tercamente sus adeptos, quienes casi siempre tienen ya predeterminado, por así decirlo, el resultado de su disputa antes de que siquiera la discusión se ponga en marcha. Un apologista es más probable que tenga éxito con gente común que ha dado crédito al determinismo sólo porque se le ha repetido hasta el cansancio en los libros de texto y en los medios masivos de comunicación. Su tibia aprobación de la teoría o de algunos aspectos de ella es así movida más fácilmente.

Repasando las débiles teorías que tratan de despojarnos de nuestra libertad, podríamos bien querer clamar nuevamente con San Pablo: "Para la libertad fue que Cristo nos hizo libres. Por lo tanto, mantenéos firmes y no os sometáis nuevamente al yugo de la esclavitud" (Gál. 5:1). "Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad." (2 Cor. 3:17)

Determinismo teológico.

Otra forma de determinismo es el determinismo teológico, que sostiene que Dios, como el supremo ser soberano, es el único agente o causa en el universo, haciendo imposible la existencia de causas o fuentes de acción secundarias fuera de Él mismo.

El determinismo teológico ha tomado varias formas a través de los siglos, siendo la más notoria la teoría de la doble predestinación que caracteriza a Juan Calvino y a otros reformadores; pero también la opinión de la causalidad singular de Dios (el Ser Divino es la única verdadera causa de todo) defendida por algunas escuelas islámicas.

La postura cristiana ortodoxa, por otra parte, hace hincapié en la compatibilidad de la causalidad y libertad dadas por Dios a la criatura racional con la causalidad y gobernación providencial que ejerce Dios como fuente y destino de todo ser. Ciertamente, la teología católica ha siempre entendido que la actividad creadora de Dios es la fuente del ser, de la bondad y de la libertad de las criaturas. Somos lo más libres cuando Dios está obrando más dentro de nosotros; somos lo menos libres cuando Su acción ha sido repudiada u obstruida por nuestros propios egoístas actos.

Es interesante hacer notar que el determinismo teológico — que se contrapone con nuestra innegable experiencia de libertad y evacúa el comportamiento humano de todo significado — nunca ha sobrevivido mucho tiempo en la esfera del cristianismo. Tiende con el tiempo a ser reemplazado ya sea por la creencia ortodoxa o por el ateísmo práctico (con su contraparte ética de nihilismo, que en la práctica equivale al narcisismo). En otras palabras, o debe uno madurar al punto de ver que Dios y el hombre no compiten en una misma cancha, o acaba uno rechazando a Dios como un rival que obstaculiza la auto-realización del hombre.

Lecturas recomendadas

Para los intelectualmente intrépidos, Santo Tomás de Aquino defiende la realidad de la libertad humana en cuatro textos principales. Leer especialmente:

Cuestiones Disputadas sobre el Mal, cuestión 6 ("De si el hombre tiene el libre albedrío sobre sus actos o elige por necesidad"))

Cuestiones Disputadas sobre la Verdad, cuestión 24 art 1. ("¿Está el hombre dotado de libre albedrío?")

Summa Teológica. Parte Primera cuestión 83, art. 1 ("De si el hombre tiene libre albedrío")

Summa Teológica. Primera Parte de la Parte Segunda cuestión 13, art. 6 ("De si el hombre elige por necesidad o libremente")

Para lecturas adicionales releventes a este tema, aunque de manera más general, recomiendo C.S. Lewis para el Tercer Milenio: Seis ensayos sobre la Abolición del Hombre, por Peter Kreeft, y Chance or the Dance; A Critique of Modern Secularism, por Thomas Howard.


El Dr. Peter Kwasniewski es profesor de filosofía y teología en el Wyoming Catholic College en Lander, Wyoming. También es director de del Coro del Colegio y la Schola Gregoriana. Es articulista habitual en publicaciones académicas y revistas católicas. 

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