viernes, 22 de septiembre de 2023

 La Iglesia Católica Edificó la Civilización Occidental

Por Thomas E. Woods

The Free Lance-Star (Fredericksburg, Va.) 25 de diciembre de 2011


Traducido del inglés por Roberto Hope

La cosa menos en uso en estos días es decir algo halagador de la Iglesia Católica. La idea de que la iglesia ha sido un obstáculo para el progreso humano ha sido elevada al nivel de algo que todo el mundo cree saber. Pero por el contrario, es a la Iglesia Católica más que a ninguna otra institución a la que le debemos tantos de los tesoros de la civilización occidental. A sabiendas o no, los académicos durante dos siglos se han desempañado bajo un prejuicio de la Ilustración, que presupone que todo progreso ha de venir de escépticos de lo religioso, y que lo que sea que la iglesia toque es retrógrada, supersticioso y hasta bárbaro.

Desde la mitad del siglo  XX , este prejuicio antiacadémico afortunadamente ha comenzado a desaparecer, y profesores de una diversidad de antecedentes religiosos, o careciendo de ellos, reconocen cada vez más las aportaciones que ha hecho la iglesia.

En ninguna parte ha sido más dramática la reevaluación de lo que creíamos saber, que en el estudio de la historia de la ciencia. Todos recordamos lo que aprendimos en el cuarto grado. Mientras los científicos osadamente estaban tratando de descubrir verdades sobre el universo y mejorar nuestra calidad de vida, clérigos bobos que desdeñaban la razón y simplemente querían que los fieles obedecieran y se callaran, ponían una incesante serie de obstáculos en su camino.

Era así como se encontraba la idea generalizada hace poco más de un siglo, con la publicación del libro "Historia de la Guerra entre la Ciencia y la Teología durante la Cristiandad" por Andrew Dickson White en 1896. Y así es como la mayoría de los americanos (y europeos también, por cierto) creen que sigue siendo.

Pero hoy en día difícilmente se encontraría en Estados Unidos un historiador de la ciencia que secundara esta versión de tira cómica de los acontecimientos. Por el contrario, los modernos historiadores de la ciencia abiertamente reconocen las aportaciones de la Iglesia a la Revolución de la Ciencia -- tanto en el aspecto teórico como en el aspecto material. Fue la cosmovisión de la iglesia la que insistía en que el universo tiene un orden y funciona de conformidad con ciertas leyes inmutables. En primer lugar, sólo confiando en esa certidumbre, habría tenido algún sentido molestarse en investigar el mundo físico, o siquiera desarrollar el método científico (que sólo puede funcionar en un mundo ordenado). Así mismo, es algo aventurado afirmar que la iglesia ha sido un enemigo implacable de las ciencias cuando tantos sacerdotes han sido consumados científicos.

La primera persona en medir la aceleración de un cuerpo en caída libre fue el Padre Giambattista Riccioli.. Quien ha sido llamado el padre de la egiptología es el Padre Athanasios Kircher. El Padre Roger Boscovich, quien ha sido llamado el "mayor genio que Yugoslavia haya jamás producido" ha sido llamado con frecuencia el padre de la moderna teoría atómica. En las ciencias, han sido particularmente los jesuitas quienes se han distinguido; de hecho unos 35 cráteres de la luna han sido bautizados con el nombre de científicos y matemáticos jesuitas.

Para el siglo 18, escribe el historiador Jonathan Wright, los jesuitas "habían contribuido al desarrollo de los relojes de péndulo, pantógrafos, barómetros, telescopios de reflexión, y microscopios; a campos científicos tan diversos como el magnetismo, la óptica, y la electricidad. Ellos observaron, en algunos casos antes que nadie, las bandas de colores de la superficie de Júpiter, la nebulosa de Andrómeda, los anillos de Saturno. Teorizaron sobre la circulación de la sangre (independientemente de Harvey), la posibilidad teórica del vuelo, la forma en que la luna afecta a la marea, la naturaleza asemejable a ondas que tiene la luz."

Sus logros, así mismo, incluyen mapas de las estrellas del hemisferio sur, lógica simbólica, medidas de control de inundaciones en los ríos Po y Adigio, la introducción en Italia de los signos de más y de menos en las matemáticas.

¿Eran éstos los grandes opositores del progreso humano?

La sismología, el estudio de los terremotos, ha estado dominada a tal grado por los jesuitas que ha llegado a que se le conozca como la ciencia jesuita. Fue un jesuita, el Padre J.B. Macelwane quien escribió el primer manual de sismología en los Estados Unidos en 1936. Hasta ahora, la Unión Geofísica Americana, que por un tiempo fue dirigida por Macelwane, otorga anualmente una medalla a algún prometedor joven geofísico, la cual lleva el nombre de este brillante sacerdote.

Los jesuitas también fueron los primeros en introducir la ciencia occidental en lugares tan remotos como China e India. En particular en la China del siglo XVII. Los jesuitas introdujeron un volumen substancial de conocimiento científico y un amplio abanico de herramientas mentales para el conocimiento del universo físico, incluyendo la geometría euclidiana que hace comprensible el movimiento de los planetas.

Los jesuitas hicieron aportaciones importantes al conocimiento y la infraestructura científicos en otros países menos desarrollados, no sólo en Asia, sino también en África y Centro y Sudamérica. Comenzando en el siglo XIX, estos continentes vieron la apertura de observatorios astronómicos jesuitas que estudiaban campos tales como astronomía, geomagnetismo, meteorología, sismología y física solar.. Esos observatorios proporcionaban a estas regiones medición precisa del tiempo, pronósticos de clima, (especialmente importantes en los casos de huracanes y tifones), evaluaciones de riesgo de temblores, y cartografía.

La iglesia de los primeros siglos además institucionalizó el cuidado de las viudas, los huérfanos, los enfermos y los pobres, en formas que jamás se vieron en la Grecia o la Roma clásicas. Aun sus críticos más severos, desde el emperador del siglo IV Julián el Apóstata hasta Martín Lutero y Voltaire, reconocieron las enormes aportaciones de la Iglesia a la mitigación de la miseria humana.

El espíritu de la caridad católica - que demos asistencia a los necesitados, no esperando reciprocidad en el trato, sino como un regalo puro; y que ayudemos aun a aquéllos de quienes pudiéramos no ser de su agrado -.no tiene parangón en Grecia o Roma, pero ésta es la idea de caridad a que nos seguimos adhiriendo.

La universidad fue un fenómeno enteramente nuevo en la historia de Europa. Nada parecido había existido en la antigua Grecia o Roma. La institución que reconocemos hoy en día, con sus facultades, cursos de estudio, exámenes, y grados, así como la conocida diferenciación entre los graduados y los no graduados, vienen directamente del mundo medieval.

Para la época de la Reforma, ningún gobierno laico había establecido más universidades que la Iglesia. Eduard Grant, quien ha escrito sobre la ciencia en el Medioevo para Cambridge University Press señala que la vida intelectual era robusta y que el debate era vigoroso en estas universidades - lo opuesto enteramente a lo que popularmente se supone.

No es de sorprenderse que la Iglesia haya hecho tanto por fomentar y proteger el naciente sistema universitario, ya que la iglesia, según el historiador Lowry Daly "era la única institución en Europa que mostraba un interés consistente en la preservación y el cultivo del conocimiento.

Hasta mediados del siglo XX, la historia del pensamiento económico empezaba, más o menos en el siglo XVIII con Adam Smith. Pero comenzando con Joseph Schumpeter, el gran economista e historiador en ese campo, los estudiosos han comenzado a señalar, en cambio, hacia teólogos católicos de la Universidad de Salamanca, en España, como los precursores de la economía moderna.

Y la lista continúa.

Puedo ya oír la queja ¿Pero qué hay de esas horrendas cosas que hizo la Iglesia de las que oí en la escuela? En primera ¿no es algo curioso que en la escuela jamás hayamos visto nada del material que he expuesto aquí? ¿No parece eso ser algo injusto? 

Aun cuando un episodio como la Inquisición medieval ha sido dramáticamente aminorada en cuanto a su extensión y crueldad según estudios recientes - la Universidad de California en Berkeley, no precisamente un bastión de catolicismo tradicional, publicó un libro que corrige la visión popular - ese no es mi tema en este artículo. Mi objetivo es apuntar, como lo hago en mi libro "How the Catholic Church Built Western Civilization,", lo mucho que le debemos, sin darnos cuenta, a una institución que la cultura popular nos enseña a despreciar



Acerca del autor

Thomas E. Woods Jr. (www.TomWoods.com), quien tiene un doctorado en historia de Columbia University, es autor de 11 libros. Puede leerse gratuitamente un capítulo de "How the Catholic Church Built Western Civilization" en CatholicChurchBook.com.


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