domingo, 21 de abril de 2019

Las fuerzas de Dios y de los sinDios

Las fuerzas de Dios y de los sinDios


Por Gary Potter

Tomado de https://catholicism.org/forces-of-god-and-ungod.html
Traducido del imglés por Roberto Hope

En estos días oímos incesantememte que la nación está dividida, y de hecho lo está. Sin embargo, nunca oímos de la división que más importa en el largo plazo. No es la división entre conservadores y liberales (mucho menos entre los dos lados de una misma moneda que son los Republicanos y los Demócratas) o entre el capitalismo y el socialismo o entre los blancos y la gente de color. La más importante en nuestra sociedad es la que existe entre los bautizados y los no bautizados. Podemos hablar de estos dos bandos como las fuerzas de Dios y las fuerzas de los sinDios.

No debemos pasar por alto que hay cristianos bautizados que son tibios en su práctica de la religión, o que no hacen esfuerzo alguno por practicarla. porque no es importante para ellos. Siendo el Universalismo la herejía dominante de nuestra época, muchos pueden suponer que estas almas están destinadas al Cielo junto con las que son santas, pero en realidad, el Señor reserva sus palabras más duras en la Sagrada Escritura para los tibios y los indiferentes. "Por cuanto son ustedes tibios, y ni calientes ni fríos, los vomitaré de mi boca" (Apocalipsis 3.16). En la política (no la política electoral sino en el sentido de ser el medio por el cual se gobierna la vida de una sociedad) estos bautizados  — estos ateos en la práctica  — no sirven de nada excepto para los sinDios, de los cuales son propiciadores.

El que los sinDios parezcan llevar la ventaja en estos días no es precisamente una ilusión. Después de todo, los frutos de su activismo  — el aborto legal, el divorcio sin justificación, el matrimonio homosexual legal y otros signos de la falsa noción de "progreso"  — abundan. Ya que ése es el caso, podemos preguntarnos por qué recurren cada vez más a la vigilancia total de la ciudadanía, como cuando la Agencia Nacional de Seguridad monitorea todas las llamadas telefónicas y correos electrónicos; y a limitar el discurso público, como cuando los que luchan por defender a la familia natural son etiquetados de "incitadores de odio," de "homófobos," y de "fascistas", y se les impide dar conferencias en los recintos universitarios. Si uno verdaderamente cree que uno y sus ideas son correctas al grado de ser inatacables ¿por qué recurrir a mecanismos de represión? ¿qué tan grave amenaza es para un gobierno la que puede plantear gente tan irrazonable que sostiene que un pueblerino que vivió en Palestina hace dos mil años es Dios?

De hecho, hay buenas razones para que los sinDios se sientan nerviosos aun cuando todavía sigan completando victoriosamente una nueva vuelta al circuito. Basta con que señalemos una. Y es que su laicismo significa su derrota final. Esto lo sabrían excepto que no son meramente ignorantes de las lecciones de la historia, sino que deliberadamente las rechazan. Todo lo que enseña el pasado está fuera de moda a su parecer.

En verdad, lo que la historia enseña es que las grandes civilizaciones que perduran y las sociedades estables que surgen de ellas tienen en su eje una religión. Eso fue así en la gran civilización greco-romana que fue el semillero de la civilización cristiana — en el Oriente al igual que en el Occidente — que siguió a la Encarnación y duró desde Constantino hasta la Ilustración con su racionalismo científico (y el liberalismo político que manó de ella) y está encarnado ahora en el globalismo laicista liberal de los sinDios.

No es necesario consultar la historia para discernir esta Verdad. El comunismo sinDios se hizo del poder en  Rusia en 1917, y en sólo setenta años — en el tiempo de vida de personas que aún viven y que lo vieron con sus propios ojos — se vino abajo.

No nos explayemos en eso de que, con el fin de probar su pretensión de que era posible crear una civilización duradera sin religión alguna, los soviéticos sinDios estaban dispuestos a ver perecer, o mandar a la muerte, a millones de hombres y mujeres, porque ellos, al igual que los globalistas laicistas sinDios, no los percibían como seres humanos, la cúspide de una Creación terrena, llena de significado y propósito divinos. Para los soviéticos sinDios no eran más que simples engranes en la maquinaria económica de un Plan Quinquenal u otro. Para los globalistas liberales laicistas, son simplemente consumidores.

Más que explayarnos en los horrores perpetrados por los Soviéticos sinDios, o desalentarnos  inquietándonos continuamente sobre los éxitos de los globalistas liberales laicistas, miremos hacia las actuales fuerzas de Dios e inspirémonos en ellas. Podemos, por ejemplo, considerar la maravillosa resurgencia del cristianismo en Rusia, una vez que el dominio de los soviéticos sinDios fue roto. El setenta porciento de los rusos de ahora han manifestado a los encuestadores, que son religiosos o muy religiosos. Noventa y cinco porciento afirma que apoyan y respetan a la Iglesia Ortodoxa Rusa. Más de 35,000 parroquias han sido abiertas en los años desde que Vladimir Putin llegó a la presidencia. Seis mil seminaristas están siendo preparados para ser ordenados. La ley rusa refleja el resurgimiento religioso ruso y lo alienta. En 2013, el Presidente Putin promulgó una ley que establece hasta tres años de prisión por ïnsultar los sentimientos de los creyentes católicos." Ese mismo día se promulgó otra ley que prohibe la "propaganda homosexual" en Rusia. Putin tambén ha firmado legislación que prohibe el aborto después de doce semanas de gestación y está trabajando con la Iglesia Ortodoxa Rusa hacia el día en que todo aborto será ilegal.

Muchos, incluyéndome a mí, quisieran que Moscú y Roma estuvieran unidos, pero una persona tendría que estar loca o ser un sinDios para creer que el mundo no está mejor con una vibrante Rusia Ortodoxa en lugar  de la URSS sinDios. En todo caso, el día de la unión no se acercará mientras las palabras más memorables que se han oído de Roma son "¿Quién soy yo para juzgar?" Además, el catolicismo ha tenido su propio resurgimiento en numerosos países, y esto a pesar de lo que exactamente esté pasando en el bando "progresista" en esos días. Este resurgimiento es notable, especialmente en la intersección de la política y la cultura y la religión en esos países.

Un ejemplo sobresaliente es Polonia. En 2016, los obispos de ese país, en una ceremonia a la que asistió, y en su participación orando, el Presidente Andrez Duda, proclamó solemnemente a Nuestro Señor Jesucristo como Rey de esa nación. Naturalmente, las leyes de Polonia reflejan su reinado. Su constitución prohibe el matrimonio del mismo sexo. Las compras en domingo están siendo eliminadas gradualmente y serán abolidas el año próximo cuando todos los negocios serán cerrados en el Sabbath. Contrariamente a ciertos reportes de noticias falsas, las fronteras de Polonia no están cerradas a la inmigración. El país recibe gente de todas las razas, siempre que los inmigrantes estén dispuestos a cumplir y proteger sus costumbres, tradiciones y cultura fundadas en el cristianismo católico.

Qué lástima que los polacos no hayan podido sacudirse de su enemistad histórica hacia Rusia. Esto pone a los dirigentes del Partido Ley y Justicia, que ahora ocupa el poder, en oposición a sus contrapartes de toda Europa: El primer ministro húngaro, Viktor Orban, que describe a su país como una "democracia cristiana;" Marine Le Pen, presidente del Frente Nacional de Francia, quien actualmente está apareciendo en las encuesta adelante del presidente globalsta Emmanuel Macron; el joven y dinámico Canciller de Austria, Sebastian Kurz; Matteo Salvini, de Italia, quizás la estrella más brillante de todo el creciente número de dirigentes nacionalistas y populistas del continente, y hasta Nigel Farage, de Inglaterra, quien acaba de formar un nuevo partido político, el Partido Brexit, para presentar candidatos para las elecciones del Parlamento Europeo del mes que entra — todos ellos expresan admiración por, y se ufanan de tener amistad con, Vladimir Putin.

Sea como fuere, todos ellos, junto con los polacos y otros, están conduciendo el continente, el corazón del cristianismo, hacia una Primavera Europea. Su florecimiento pleno será una gran victoria de la fuerzas de Dios sobre las de los sinDios.

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