lunes, 29 de julio de 2019

El Hiperpapalismo y la Mutación Litúrgica. 2

El Hiperpapalismo y la Mutación Litúrgica.


Un planteamiento contra la misa Novus Ordo



Por Peter A. Kwasniewski

Tomado de: roratecaeli.

Traducido por Roberto Hope


 Parte 2

El peligro del Hiperpapalismo

Ese extraño escenario, que (hasta donde yo sé) nunca ha tenido lugar en Oriente, [7] es, trágicamente, lo que estamos enfrentando en Occidente. No hay forma de sostener que el Misal de Pablo VI sea una "forma" del Rito Romano. Es un rito nuevo y diferente que tiene alguna tenue conexión con el Rito Romano. Por esto es que Klaus Gamber lo llamó el "rito romano papal"
 

¿Debe esto preocuparnos? ¡Absolutamente!  Desde luego, si la liturgia fuera simplemente un servicio confeccionado por un grupo de personas y posteriormente hecho válido por el trazo de la pluma del papa, no debería importarnos porque, bajo esa perspectiva, la liturgia sería una simple construcción, una simple creación artística enteramente sujeta a nuestras teorías y caprichos, siempre y cuando las palabras intocables de la consagración se mantengan invioladas.[8] En las inquietantes palabras de Charles de Koninck, hablando del ansia constructivista de la filosofía moderna: "Todos los originales imitables habrán de presentarse ante el genio del hombre y ser reducidos a la condición de material operable," [9]
 

Esto jamás ha sido y jamás podrá ser la opinión de cristianos ortodoxos. Expresa un positivismo legal hiperpapalista neo-ultramontano que hace al Papa creador de tradición ex nihilo en vez de guardián de la continuidad cristiana de paradosis, o transmisión de lo que hemos recibido, como ha llegado realmente a nosotros, no como debería o podría o ´pudiera haber haber existido en un pasado lejano o como podría o pudiera existir en un futuro lejano. La perspectiva hiperpapalista, popular desde la época del Primer Concilio Vaticano, más o menos, transformó al Papa en "una combinación de oráculo de Delfos, super-estrella vagamundos, dinamo del desarrollo de doctrina y norma métrica de ortodoxia," [10] cuya mente y voluntad son, en y por sí mismas, siempre correctas, verdaderas, santas y laudables. Esta perspectiva acerca del papado se contradice no sólo con la enseñanza real del Vaticano I mismo, sino también y más obviamente, por los pecados, ofensas y negligencias de los papas post-conciliares. Bastará con citar sólo algunas palabras: Ostpolitik, Bugnini, Asís, Corán, Kasper, Maciel, McCarrick.[11]
 

La opinión sobre la liturgia que se deriva del hiperpapalismo — específicamente que la forma y contenido de la liturgia está sujeta totalmente a la voluntad del Papa — no es menos errónea. De la misma manera como recibimos la doctrina católica de nuestros ancestros, así recibimos nuestro culto, y en tanto podemos mejorar o aumentar nuestro culto incluso cuando nosotros exponemos la doctrina católica en sermones, catecismos, y tratados, no podemos modificarla en forma tal que deje de ser reconocible como la misma. Como diría San Vicente de Lérins, podemos tener perfectus, acrecentamiento, pero no permutatio, mutación. La tradición eclesiástica es aumentativa o aditiva: conforme se desarrolla nuestro culto, su significado se articula y manifiesta más claramente. El desarrollo litúrgico auténtico en la era del Espíritu Santo — o sea desde Pentecostés hasta la Parusía — es teleológica: alcanza una expresión más plena, más impactante, más adecuada de los misterios.

En pocas palabras, la liturgia se perfecciona con el tiempo y, a menos de que queramos decir que Nuestro Señor habló con falsedad cuando nos prometió permanecer siempre con Su Iglesia hasta el fin del mundo, o a menos de que queramos decir que el Espíritu Santo no dirigió a la Iglesia hacia la plenitud de la verdad sino que, por el contrario, la dejó extraviarse y confundirse seriamente durante siglos, no nos atreveremos a abolir o a alterar radicalmente la liturgia. Una abolición o alteración radical así, se pondría en contradicción con el significado que la Iglesia ha venido a entender y expresar en estos ritos, en toda su particularidad. [12] La expresión litúrgica de la fe no es, en otras palabras, como un juego de fichas prefabricadas Lego que pueda re-configurarse de infinitas maneras de acuerdo con las ideas o gustos de cada uno de los que juegan con ellos. Como el Credo que recitamos, es algo fijo y estable; y aun cuando podamos expandir el Credo (como el de Nicea fue expandido por el de Constantinopla), no podemos reducirlo ni abolirlo.
 

Diez años después del motu proprio Ecclesia Dei, el Cardenal Ratzinger hizo esta acertada observación en un discurso que dio a los obispos de Chile:


Es bueno aquí recordar lo que observó el Cardenal Newman, de que la Iglesia, a lo largo de su historia, jamás ha abolido o prohibido las formas litúrgicas ortodoxas, lo cual sería muy ajeno al Espíritu de la Iglesia. Una liturgia ortodoxa, o sea, una que exprese la verdadera fe, nunca es una compilación elaborada según los criterios pragmáticos de ceremonias diferentes, manejados de una manera positivista y arbitraria, hoy de una manera y mañana de otra. Las formas ortodoxas de un rito son realidades vivientes, nacidas del diálogo de amor entre la Iglesia y su Señor. Son expresiones de la vida de la Iglesia, en las cuales se destilan la fe, la oración, y la vida misma de generaciones enteras, y que hacen encarnar en formas específicas tanto la acción de Dios como la respuesta del hombre.[13]

¿Pudieran las leyes de la lógica y de la metafísica permitirnos invertir estos juicios de Newman y de Ratzinger? ¿Pudiéramos decir que, si una forma litúrgica ortodoxa es abolida o prohibida, entonces no puede ser la Iglesia quien lo hace sino más bien hombres de iglesia abusando de su autoridad? ¿Pudiéramos decir que una liturgia que representa una "compilación elaborada según los criterios pragmáticos ... manejados de una manera positivista y arbitraria no es, por esa razón, una liturgia ortodoxa? ¿Pudiéramos decir que cualquier liturgia que no "nace del diálogo de amor entre la Iglesia y su Señor," sino que más bien es confeccionada por expertos académicos y obispos avant garde en docenas de grupos de estudio dirigidos por un secretario con pareceres decididamente anti-tradicionalistas, no es una "realidad viviente," no es una "expresión de la vida de la Iglesia" que "destile la fe, la oración y la vida misma de generaciones enteras"? [14] ¿Pudiéramos decir, en fin, que esta nueva forma de culto, cualquiera otra cosa que pudiera ser, está muy lejos de ser una "encarnación de la acción de Dios y de la respuesta del hombre"?
 

Si, podemos decir todas estas cosas. Esto sólo demuestra la magnitud de nuestro problema. No podemos, de muchas partes doctas pegadas entre sí, armar un entero viviente. No se puede asignar una historia compleja, sutil, con siglos de formación a una "fabricación en sitio," con sólo desear que así sea, como tampoco puede uno producir mágicamente una nación llamada Esperance, patria de una raza de Esperantos, para la cual el Esperanto haya sido su lengua nativa durante siglos. La Misa Novus Ordo es como el Esperanto: una organización perfectamente racional de funciones de lenguaje, lengua materna de nadie, y careciente de toda historia o cultura, excepto aquélla de su comunidad internacional de especialistas. Mientras tanto, la verdaderamente bella, irregular y rica lengua latina con su incomparable canto gregoriano, fue hecha a un lado. Nunca se ha probado con mayor certitud, que los expertos son como los pozos — profundos en un punto, pero estrechos y obscuros — mientras que la tradición, patria del hombre común, es como un océano — irresolublemente vasto, incomparablemente profundo, temible, sublime, abundante en fecundidad y nutrimientos, incitando a viajes sin fin.
 

En su discurso ante el Parlamento Alemán en el Reichstag de Berlín el 22 de septiembre de 2011, el Papa Benedicto XVI distingue entre el mero éxito, que la técnica puede adquirir, y la sabiduría, que viene sólo de la asimilación de la tradición. El papa cita a San Agustín en su descripción de que un gobierno sin justicia es "una banda de ladrones altamente organizada," en la que el poder se separa del bien. El mismo juicio puede hacerse de Bugnini y el Consilium: reunieron mucha experiencia técnica, y su producto final fue aprobado por el poder del papa reinante; pero carecían — y de hecho, repudiaron — la sabiduría de la tradición, y de esa manera perdieron su derecho de manejar la sagrada liturgia de la Iglesia. A final de cuentas, el Consilium acabó siendo una banda de ladrones altamente organizada.
 

Sanando el Cuerpo Herido

Como lo ha dicho de manera elocuente el Obispo Athanasius Schneider, el Cuerpo Místico de Cristo en la Tierra está sufriendo de heridas auto-infligidas. ¿Cómo restañar esas heridas? ¿Pueden ser sanadas? La única manera de hacerlo es atacando la condición que las causa. Las heridas pueden ser vendadas pero no sanarán hasta que el cuerpo esté otra vez sano. Dado que la vida misma del Cuerpo Místico se expresa y se desarrolla en la liturgia, la salud no es posible hasta (y en el grado en que) la propia liturgia esté sana — cuando el santo sacrificio de la misa, las alabanzas del Oficio Divino, y todos los demás ritos sacramentales y litúrgicos sean como deben ser. ¿Y cómo deben ser? Como eran antes de que la pasión moderna por querer mejorarlo todo dominara las mentes del clero en el siglo veinte.
 

Romano Guardini, en su obra El Espíritu de la Liturgia, de 1918, habla de la importancia de recibir una liturgia objetiva, impersonal, estable de "la Iglesia." En la época en que la escribió, podía dar por hecho que todos sus lectores entenderían de lo que estaba hablando: cuando se va a misa u otra clase de liturgia, siempre se ve al clérigo llevando a cabo los ritos que se le han encomendado y determinado por la Iglesia. Si miramos a la Misa Novus Ordo, podemos ver que lo que nos dio Pablo VI ya no es algo objetivo, impersonal y estable, sino una mezcla artificiosa de elementos objetivos y subjetivos, una clase de fuerzas iguales pero opuestas, impersonales y personalizadas, una liturgia que no puede ser estable porque es prisionera de una opcionitis obligatoria y una inculturación invasiva. [15]

Uno no puede y no debe identificar un papa en particular con "la Iglesia." Pablo VI no es la Iglesia; ciertamente, ni Pío V ni Pío X son la Iglesia. El argumento de Guardini, que concuerda con las realidades de la historia y teología católica, tiene sentido solamente si "la Iglesia" significa el cuerpo de Cristo dotado del depósito de la fe y la plenitud del Espíritu Santo, preservando la Tradición con amor y transmitiéndola con autoridad. Obviamente existe una esfera dentro de la cual los papas pueden moverse, pero no puede extenderse a los miembros y órganos plenamente desarrollados del cuerpo litúrgico. Si llegan a tocar estas partes orgánicas, amputándolas o haciéndoles cirugía plástica, o reemplazándolas con miembros biónicos, su obra será ofensiva a Dios y al hombre, y estará condenada al fracaso.[16]
 

Una vez más, no se puede sobre-enfatizar que el método de reforma adoptado después del concilio, con sus supuestos y sus resultados, se deriva de la praxis de teología modernista como se la describe en la Encíclica Pascendi de Pío X. Este modernismo blando permea la litúrgica reformada y, además, inculca un desprecio inconsciente de la tradición entre los fieles que oran conforme a ella. Así como la gente que bebe del grifo agua contaminada o ingesta partículas de asbesto o pintura a base de plomo, sufre por la ingestión, sépalo o no, así el católico que recibe una lex orandi mutilada sufre de la falta de nutrición y de la presencia de sustancias extrañas.

Así, aun cuando la mayoría de los católicos de hoy en día están en un estado de ignorancia invencible con respecto a la reforma litúrgica, soportan pasivamente el vandalismo que sufre la tradición al rezar con ritos que están deficientes en la transmisión de ésta. Esta es la razón por la cual, cuando Dios concede a un católico la gracia de despertar ante los problemas de la reforma litúrgica, y la gracia de sufrir por causa de ellos, está pidiendo al mismo tiempo a ese mismo católico que vuelva y se reconcilie con la tradición mediante una entrega ejemplar para recuperar y utilizar la liturgia tradicional. El católico que se rehúsa a esa graciosa invitación cesa de ser un adepto pasivo y se vuelve un colaborador activo en la incoherencia y el colapso de la Iglesia Católica. Tal entrega al usus antiquor no tiene que implicar que jamás deba orar con los ritos reformados y deba exclusivamente orar con los ritos preconciliares. Sí implica, sin embargo, que pondría en peligro a su propia alma y dañaría el bien de la Iglesia si no acogiera la liturgia tradicional e hiciera progresar su causa tanto como fuera posible, si está en su poder hacerlo. 


La reforma no necesita una reforma, necesita repudio y arrepentimiento. No basta hacer a un lado los abusos o re-introducir elementos tradicionales atropelladamente — algo de incienso por acá, una casulla tradicional por allá, un introito hoy, ad orientem mañana. Eso sería como encimando vendajes en una herida gangrenada o tratar el cáncer con multivitaminas. No, se requiere de algo mucho más radical.


El relato del vellocino de oro en el Libro del Éxodo termina con un verso muy peculiar: Con frecuencia parafraseado en traducción, el verso realmente dice: "Y el Señor envió una plaga sobre el pueblo porque hicieron el vellocino que hizo Aarón" (Ex 32.35). Este verso ilumina una verdad acerca de la complicidad, aun cuando Aarón fue el responsable de darle forma al vellocino, el pueblo consintió con lo que hizo, y por lo tanto comparten la culpa. De manera semejante, los laicos que se adhieren al Novus Ordo que hizo Montini están, en mayor o menor grado, dando su aprobación a sus deficiencias. Ciertamente la gran mayoría no se da cuenta de que que existe una alternativa, pero tampoco los no creyentes que jamás han oído hablar de Cristo y no obstante, los no creyentes ciertamente sufren la carencia de las gracias que habrían recibido si fueran miembros del Cuerpo Místico. De forma semejante, la generalidad de los católicos sufren la carencia  de muchas cosas muy importantes de que los ha privado la reforma litúrgica. Cuando un seglar se percata de estas buenas cosas, tiene la obligación de buscarlas, obligación análoga a la del no creyente de buscar su membresía en la Iglesia. Pues ciertamente la misma Iglesia se halla en su forma más concentrada en la sacre liturgia.


Durante los últimos cincuenta años o más, ha habido voces que claman en el desierto acerca de les defectos y desviaciones de la reforma. No ha habido mucho de escusa por ignorancia por parte de los educados. Pero ahora estamos en una nueva fase de lo que Louis Bouyer se refirió en una ocasión como "la descomposición del catolicismo," específicamente el pontificado del Papa Francisco, que ha tenido el efecto de las sirenas que alarmaban de los ataques aéreos alemanes en Londres, alertando a los ciudadanos para que corrieran a buscar refugio y esconderse en un lugar seguro. La Iglesia está siendo bombardeada por muchos de sus dirigentes y debemos también correr a buscar refugio y escondernos en un lugar seguro — la doctrina, la moral y la liturgia tradicional de la Iglesia Católica, la cual ningún hombre, ni siquiera un papa puede con derecho quitarnos. Esa es la razón por la cual este pontificado es verdaderamente un momento de gracia, un momento para despertar, un momento para reconocer lo que hemos hecho con el legado que hemos recibido, de arrepentirnos de nuestra estupidez, y de tomar la acción pertinente.


Conclusión
El error fundamental del hombre moderno es su concepción de sí mismo de ser tan diferente de lo que el hombre ha sido en otros períodos de su vida que se considera incapaz de someterse con humildad a la tradición. Por suscribirse a este error, el católico moderno se otorga a sí mismo un 'pase' para zafarse del legado común de la Iglesia creando sus propias peculiares estructuras que siempre adulan su ego y satisfacen sus pasiones. Su jactanciosa indiferencia, que por cierto no es otra cosa que una carencia de conocimiento de sí mismo apuntalada por un andamiaje de eslóganes, que con el tiempo se vuelve un estado de enajenación y aislamiento ocasionado por indulgir habitualmente en una concupiscencia desordenada. Convencernos de nuestra inmutable naturaleza humana, caída pero redimida, requiere de un esfuerzo sostenido de control de uno mismo, meditación silenciosa y sometimiento a la oración ritual — en otras palabras, exactamente lo que la Liturgia Latina Tradicional nos provee con abundancia. Así, nos enfrentamos a la paradoja inevitable de que la Misa Novus Ordo, a pesar de haber sido creada para el hombre moderno, no se enfrenta a su vanidad e Hybris, en tanto que la antigua liturgia, tan remota ciertamente en su origen y desarrollo, provoca en los hombres modernos a confrontarse con Dios a través de su régimen disciplinado de oración, gesto, canto y símbolo. Su misma densidad, opacidad e indiferencia solemne provocan una respuesta en aquellos que están hastiados del entretenimiento y de la educación.[17]


Los jóvenes hoy en día pueden estar confundidos acerca de muchas cosas. Pero aquéllos que deseen ser católicos serios tienen clara una cosa: no hay futuro para un una religión futurista que desde ahora se ve pasada de moda y aburrida. Esto es por lo que quieren la antigua, bella, coherente liturgia de la Iglesia. En un mundo donde nada parece ser cierto, esta liturgia es una roca estable, de hecho una montaña coronada con un templo, sobre la cual uno debe construir su vida espiritual, su vida social y su vida familiar. Es una roca en el desierto de la cual siempre fluyen frescas aguas espirituales.


Vista histórica y teológicamente, la así llamada 'Forma Ordinaria de la Misa' es el indulto, la excepción que ha sido permitida que ocupe territorio que en derecho es propiedad de otra. La así llamada 'Forma Extraordinaria' es, en realidad, la costumbre ininterrumpida que jamás fue abrogada y nunca podría ser abrogada. La una es una advenediza con un tenue agarre en su estatus; la otra es un rito inmemorial, con un firme dominio sobre nuestra lealtad. Qué privilegio, qué bendición que hayamos sido conducidos por la inescrutable Providencia hacia el conocimiento y el amor de este tesoro inestimable, gracias a ningún mérito de nuestra parte, sino solamente 'para la alabanza de Su gloria' (Efesus 1:12). "A Él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén."(Efesus 3:21).

Gracias por su amable atención


Notas:
[1] “Ich bin überzeugt, daß die Kirchenkrise, die wir heute erleben, weitgehend auf dem Zerfall der Liturgie beruht.” Milestones, Memoirs 1927–1977 (San Francisco: Ignatius Press, 1998), 148.
[2] Mi crítica es más fundamental que la cuestión de los "abusos litúrgicos", pero de hecho esos abusos siguen ocurriendo en gran número hoy en día y en una amplia distribución por todo el mundo católico. Muchos abusos recientemente documentados se describen en el artículo “The ‘Other’ Abuse Crisis in the Catholic Church that No One is Talking About,” publicado en el sitio de Internet Medim el 29 de febrero de 2019.
[3] Tal opcionalismo está en perfecta concordancia con, por una parte, el pluralismo religioso de Abu Dhabi, por el cual nos enteramos de que Dios todo el tiempo ha querido que hayan muchas religiones, y por otro lado, con el movimiento homosexual/transsexual que hace de la actividad sexual un asunto de preferencias personales y de inclinación subjetiva. La reforma litúrgica pavimentó el camino para el triunfo de estas ideologías antinaturales e irracionales entre los católicos.
[4] So pena de que alguien me acuse de exagerar el problema, podemos leer en un artículo publicado en el National Catholic Register intitulado “St. Paul VI’s ‘Missale Romanum’ Turns 50”  (El Missale Romanum de San Pablo VI cumple 50 años), una perfecta expresión de la mentalidad que aquí estoy criticando: "Las partes opcionales expandidas de la misa que se mencionan en el Missale Romanum también han permitido mayor latitud en la celebración de la liturgia.  El Padre Samuel Martin ... dijo al Register que las variaciones de la anáfora le permiten adaptar la liturgia a las necesidades de sus parroquias, 'Por ejemplo, utilizo la Plegaria Eucarística N° 2 entre semana' dijo 'La N° 3 para funerales y casamientos, y la N° 1 para los fines de semana... ' A pesar de la diversidad, dijo el Padre Martin que la continuidad entre la Misa y el rico patrimonio de fe y de tradición de la Iglesia se deja ver, especialmente cuando reza la Primera Plegaria Eucarística, el canon de la misa.  'Algunas personas se excitan y disfrutan oír el canon' dijo 'Les gusta oír todos esos nombres de los antiguos santos y mártires de la Iglesia. Esa es una de las veces que retenemos continuidad — estas oraciones han sido rezadas por siglos, y va a haber alguien ante el altar de la iglesia de San Juan o de Cristo Rey que estará rezando estas mismas oraciones en los próximos siglos."  Observen las palabras utilizadas: ' se excitan y disfrutan... ' Esa es una de las veces que retenemos continuidad' — ¿en comparación con otras veces en que no la retenemos? difícilmente podríamos inventar una insensatez tal. Es como si el catolicismo de ahora estuviera atrapado en las páginas de Calvin & Hobbes o Dilbert
[5] Ver del Padre Zuhlsdorf en http://wdtprs.com/blog/2019/01/wdtprs-2nd-sunday-after-epiphany-liturgical-unicorn/: “Aun cuando los padres conciliares del Vaticano II dijeron que en la reforma litúrgica que ellos mandaron, nada debiera cambiarse que no fuera verdaderamente para el bien del pueblo y que los cambios debían fluir orgánicamente de lo que venía de antes (SC 23), el re-fraseo, el re-acomodo, la transformación y la creación al mayoreo de nuevas oraciones fue de una magnitud de grado tectónico. El Misal Romano tradicional tiene 1,182 oraciones, de las cuales el 36% llegó al nuevo misal y de ésas, la mitad fue alterada. Solamente el 17% de las oraciones permaneció sin cambio. Además, muchas fueron movidas a otras temporadas del año." ¿Significa esto que el 83% de las oraciones eran defectuosas o necesitadas de actualizarse? El hombre verdaderamente religioso nunca piensa de esta manera, es el proceso de pensamiento de una persona irreligiosa.
[6] Un aspecto moral de esta cuestión es cómo "gastamos" nuestros recursos personales. Siguiendo el principio de nihil operi Dei praeponatur, deberíamos dar lo mejor de nosotros y de nuestro día a Dios en la liturgia, como en una época lo hacían los sacerdotes y los religiosos (y lo siguen haciendo si se adhieren a los ritos tradicionales). En vez de eso, el hombre post-conciliar ha reservado para sí mismo el grueso de su tiempo, de su trabajo, de su energía en un frenesí de activismo antropocéntrico o, francamente, para una perezosa auto-indulgencia, que priva a Dios del sacrificio que le debemos por derecho divino.
[7] Con excepción de los maronitas que tontamente dieron vuelta a sus altares y a sus sacerdotes.
[8] De hecho, realmente ni siquiera estas palabras quedaron invioladas por Pablo VI, quien quitó la frase mysterium fidei de la fórmula que se sigue sobre el cáliz, y la hizo un fragmento aislado al cual los fieles responden con una así llamada 'aclamación memorial' — una falsa invención con sabor protestante.
[9] Charles de Koninck, On the Primacy of the Common Good; (Sobre la Primacía del bien Común) véase la  página 79 de  la versión en línea del texto en inglés.
[10] “Cuándo despertarán los católicos para ver el desbarajuste que ha hecho el Papa Francisco?”
[11] El Padre Hunwicke ha comentado en forma experta sobre estas cosas..
[12] La abolición por el Papa San Pío V de las Secuencias que habían sido incorporadas a la liturgia romana en época relativamente reciente está en un plano totalmente diferente de los cambios radicales introducido en los 1960s y 1970s.
[13] Joseph Ratzinger, "Diez años del Motu Proprio Ecclesia Dei," dictada el 24 de octubre de 1998 en el Palacio Ergrife en Roma. Ratzinger continúa: "Esos ritos pueden morir, si aquéllos que los han usado en una época en particular desaparecieran, o si la situación de esa misma gente cambiara. La autoridad de la Iglesia tiene la facultad de definir y limitar el uso de esos ritos en situaciones históricas diferentes, pero nunca los prohíbe pura y simplemente! Así, el concilio ordenó una reforma de los libros litúrgicos, pero no prohibió los libros anteriores". Por cierto, sigo preguntándome por qué este discurso, que contiene una abundancia de reflexiones sobre la liturgia, fue omitido del Tomo XI de la Colección de Obras de Ratzinger, editado por el Cardenal Müller y publicado en inglés por Ignatius Press. Es una omisión peculiar, como cualquiera puede darse cuenta si estudia el texto, que está disponible en línea. Uno observa, además, el énfasis que Ratzinger pone en "el diálogo de amor entre la Iglesia y su Señor." Éste es lenguaje de novia, de esposa; no es homosexual. El vicio de sodomía invierte y pervierte la eclesiología desde sus cimientos; por lo tanto no puede dejar de invertir y pervertir la liturgia, que es eclesiología en movimiento, la palabra hecha carne.
[14] "En los tiempos confusos que estamos viviendo, toda la competencia y sabiduría teológica científica de aquél que debe hacer los las decisiones finales me parecen de importancia vital. Por ejemplo, creo que las cosas se habrían desarrollado de otra manera en la Reforma Litúrgica si las de los expertos no hubieran sido la última palabra, sino que, además de ellos, una sabiduría capaz de reconocer los límites de un simple "enfoque erudito lo hubiera juzgado" Benedicto XVI al Cardenal  Müller. https://rorate-caeli.blogspot.com/2018/01/for-record-benedict-xvis-letter-to.html#more.
[15] Quizás la causa más poderosa de la naturaleza atomizadora y desestabilizadora de los nuevos ritos es su vernaculización polimorfa en cientos de lenguas modernas. Esto, en y por sí mismo le ha dado el golpe de muerte al Rito Romano como tal,con deferencia a la fantasía de la 'hermenéutica de continuidad"  de Liturgium Authenticam. Sea lo que fuere el caso de las liturgias orientales, la sagrada liturgia es latina, y su latinidad, después de 1600 años no es un mero accidente, sino una propiedad de su ser. No puede haber un rito latino en lengua vernácula más que pueda haber un rito bizantino sin las letanías, el pan con levadura, y "las puertas! las puertas!"
[16] Podríamos parafrasear para nuestros propósitos el anuncio de Southwest Airlines: "Una liturgia sin corazón es sólo una máquina!
[17] Como lo he argumentado en mi libro Noble Beauty, Transcendent Holiness, especialmente en el capítulo 1.


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martes, 16 de julio de 2019

El Hiperpapalismo y la Mutación Litúrgica. 1

El Hiperpapalismo y la Mutación Litúrgica.

Un planteamiento contra la misa Novus Ordo



Por Peter A. Kwasniewski

Tomado de: roratecaeli.
Traducido por Roberto Hope

Parte I


Hace poco más de cincuenta años, ocurrió uno de los más cruciales y funestos acontecimientos de la historia de la Iglesia Católica — la promulgación de la Misa del Nuevo Orden, o Novus Ordo Missae, por Pablo VI en su Constitución Apostólica Missale Romanum del 3 de abril de 1969. Medio siglo después, es muy común oír a los clérigos conservadores decir algo como lo siguiente: "La reforma de la liturgia no es lo que impulsó la crisis post-conciliar en la Iglesia; más bien fue un relativismo doctrinal y moral lo que llevó a un caos litúrgico. La liturgia está hecha una ruina porque la doctrina y la moral están hechas una ruina. Puesto de manera coloquial, no se culpe al automóvil, cúlpese al chofer borracho. La Misa del Nuevo Orden y, además, todos los ritos sacramentales reformados: las bendiciones, los exorcismos, la Liturgia de las Horas — todo está bien en sí mismo, y si lo tratamos con la actitud apropiada y seguimos las 'mejores prácticas' podremos llevar una vida litúrgica verdaderamente católica, quitando las aberraciones doctrinales y morales que todos justamente condenamos. En otras palabras, podemos repicar y andar en la procesión. Novus es lo que hacemos, Vetus es como lo hacemos,

A mí me parece esto un caso de ingenuidad severa. Es fama que Joseph Ratzinger comentó que "la crisis que estamos experimentando en la Iglesia en estos días es debida en gran medida a la desintegración de la liturgia." [1] Y esta nueva crisis se deriva directamente de varias características problemáticas de la propia reforma litúrgica, y de los resultados que se han producido de ella.


El Costo de un Repentino Cambio Importante

El simple hecho de que, después de más de un milenio de estabilidad en la forma litúrgica, hayan ocurrido cambios repentinos e importantes en todos los aspectos de la liturgia, transmitió un mensaje: "Aun las cosas más importantes del catolicismo — las cosas que parecían ser permanentes y sólidas como una roca — pueden cambiar en cualquier momento siempre y cuando el Papa así lo desee."

Así es, la liturgia siempre se ha desarrollado lentamente y en aspectos pequeños, pero nunca en toda la historia del cristianismo oriental u occidental ha habido nada que remotamente se compare con la cantidad y calidad de los cambios que se vieron más o menos entre el 1963 y el 1973. Esto, en y por sí mismo, y muy independientemente de que pudiera  mantenerse que algunos de esos cambios hayan sido buenos o malos, tuvo un efecto desestabilizador catastrófico en la mentalidad de los católicos. Unos abandonaron la Iglesia para siempre, escandalizados, desmoralizados, desilusionados. Otros se mordieron los labios y aguantaron toda clase de insensateces. Otros más se quitaron el hábito (de manera figurada) y acogieron toda clase de experimentación litúrgica, de pluralismo y de subjetivismo con descabellado abandono. Todos los católicos fueron lastimados profundamente — un daño que es acumulativo y duradero como las heridas profundas que afectan a familias por generaciones, o como los defectos genéticos que se transmiten a la descendencia. Debido a la velocidad y escala de los cambios, la reforma litúrgica desató turbulencia, confusión y anarquía. Una fractura u herida se introdujo en el Cuerpo Místico, que no sólo no ha sanado, sino que se pone peor con cada década que pasa.

Nuestra facultad de razonar, mirando a través de los lentes de la filosofía, la psicología y la sociología, nos dice que un cambio colosal en la manera como los católicos rinden culto puede tener un, y sólo un, significado — específicamente, que lo que veníamos haciendo anteriormente era defectuoso, incorrecto, y hasta desagradable a Dios. Esto, de hecho, sigue siendo la postura de aquéllos que se oponen a la liturgia latina: ellos la consideran una forma inherentemente mala de culto, y no tienen miramientos para decirlo públicamente. Creo que los que amamos el Rito Romano clásico les debemos la cortesía de total transparencia, reconociendo con el mismo candor, que consideramos que el Novus Ordo es una forma inherentemente desarreglada de culto.

He oído a no pocas personas decir: "Ya dejamos atrás la temporada boba y ahora, décadas después, estamos alcanzando el correcto equilibrio. El Novus Ordo ya ha sido aceptado por la mayoría de los católicos, y llegó para quedarse, en tanto que los males del caótico post-Concilio han sido dejados atrás por un clero más joven y con mejor preparación teológica."

Esto es un hablar ingenuo y candoroso. Nada puede estar bien en el Cuerpo de Cristo en tanto la liturgia predominante de la Iglesia Occidental exista en un estado de ruptura ideológica, arqueologística, y cargada de innovaciones con respecto a la tradición latina que fue desenvolviéndose durante los primeros dos milenios del cristianismo. No se trata de "alcanzar el correcto equilibrio" — esa es una manera de hablar Newtoniana. Se trata de la diferencia entre un organismo y un mecanismo. No es sólo que la ruptura haya tenido lugar; es que estamos viviendo en un estado de ruptura. Es como la diferencia entre la Revolución Francesa, que tuvo lugar durante cierto número de años en el pasado, y el liberalismo y el laicismo, que nos ha perseguido y perjudicado desde entonces.

Algunos pudieran objetar: Si cambiamos de nuevo al culto tradicional católico romano ahora en 2019 ¿no seríamos culpables del mismo crimen, infligiendo un cambio repentino y trascendente en el Pueblo de Dios? ¿No tendrá esto también el efecto desestabilizador, de confusión y de anarquía? Mi respuesta es que los dos casos son enteramente diferentes. No niego que la grandeza de la liturgia católica heredada era obscurecida o marginada de mucha maneras antes del Concilio, y que el Movimiento Litúrgico original tenía unas propuestas legítimas para restaurar la grandeza, tales como la de privilegiar la misa cantada sobre la misa recitada, y alentar a los fieles a cantar las respuestas en la Misa. Sin embargo, la violencia infligida en la liturgia con las reformas de Pío XII y especialmente con las de Pablo VI, marcaron una transición de un estado de salud a uno de enfermedad, de uno de riqueza a uno de pobreza. Conforme la liturgia romana auténtica se re-descubra y se re-introduzca, pasaremos de dolencia a bienestar, de penuria a abundancia. Ambas transiciones sólo pueden calificarse como cambios enormes,  pero uno de ellos fracturó y lastimó, en tanto que el otro une y sana. El movimiento tradicional desea, en imitación de Cristo, "buscar y salvar aquello que se perdió." Por incómodo y difícil que pudiera ser para algunos, la recuperación de la tradición católica es saludable, inevitable, necesaria para la paz en la Iglesia, y hasta, diría yo, para su salvación.

¿Sobre qué base hago yo tan aventuradas afirmaciones? Dado que mi tiempo es limitado y estos son temas gigantescos, enfocaré mi crítica de hoy a tres áreas problemáticas — los males de la arbitrariedad, el hecho del contenido diluido y vuelto soso, y los peligros del hiperpapalismo  — para luego hablar de lo que podemos hacer para sanar el cuerpo lastimado.


Los Males de la Arbitrariedad

Todas las tradiciones litúrgicas, conforme se desarrollaron bajo la influencia del Espíritu Santo, adquirieron una fijeza de lenguaje y de ritual. Cual haya sido la improvisación una característica de la liturgia cristiana inicial, rápidamente cedió lugar, por obvias razones teológicas y pastorales, a formas definitivas expresadas en lenguaje sagrado, transmitido de generación en generación y venerado como la personificación de la sabiduría apostólica y patrística. Lea la historia de todo rito litúrgico y verá que no hay excepción a esta regla. 

La decisión, por lo tanto, de re-introducir una amplia latitud y variedad de opciones en la neo-liturgia romana fue un golpe dirigido contra la práctica y la conciencia tradicional de la liturgia, un golpe contra la oración pública, formal, objetiva de la Iglesia, y una confirmación del voluntarioso y del liberalismo modernos. [3]  En otras palabras, no desafió la arrogancia del hombre moderno, sino que capituló con sus proclividades. No es solamente una liturgia ideada para el "hombre moderno," visto como objeto exótico de evangelización que tiene poco en común con sus predecesores, es también una liturgia para la modernidad, permeada de los principios de Modernismo que fueron condenados por San Pío X en la Encíclica Pascendi Dominici Gregis. Estos principios condenados incluyen los siguientes: que la religión es primariamente un asunto de sentimiento individual, una intuición del corazón, una efusión inmanente o "necesidad" de lo divino; que cada época debe descubrir por sí misma el significado de la religión, lo cual reflejará la evolución en la conciencia del hombre; que la idea de doctrinas, reglas de comportamiento, y acciones litúrgicas fijas y estables no puede conciliarse con el progreso de la ciencia y de la filosofía; que lo milagroso y lo sobrenatural tiene que ser expurgado o, al menos, des-enfatizado; que el propósito de la Sagrada Escritura es provocar nuevas experiencias en nosotros de ser tocados por Dios, y que el propósito de los sacramentos es recordarnos de una cosmovisión ética y animar una conciencia de nuestro valor personal. Estos principios no sólo son diferentes de los principios del catolicismo sino que se oponen a él.

¿Cómo se representa el voluntarismo litúrgico en la práctica? En lunes puede uno rezar la Plegaria Eucarística II, porque el lunes es un día ajetreado; en martes tomemos la Plegaria Eucarística III,  a manera de que podamos mencionar en voz alta un par de santos conmemorados opcionalmente; en miércoles ¿por qué no nos la jugamos con la avant garde Plegaria Eucarística IV?, y si a uno le da por eso, en jueves podríamos ir con el viejo Canon Romano, que posee un raro encanto en sí mismo. 

De esta manera, la liturgia reformada eleva la voluntad y los sentimientos arbitrarios del celebrante al nivel de principio de culto público. Digo 'arbitrario' en el sentido estricto de la palabra, cualesquiera que puedan ser sus buenas o malas razones para elegir esta o aquella opción, no dejan de venir de él, y en ese grado socava la liturgia como obra de Dios y de la Iglesia, cuyo humilde ministro está el sacerdote llamado a ser. La paradoja surge de una lex orandi que obliga a quien la usa a desvincularse de una ley de movimiento y de dicción que le exige no obligarse a actuar o hablar de una o de otra manera,  que lo compele a ejercer una libertad inapropiada, en un campo en el que el alma y el cuerpo deben estar sujetos más obviamente a su Señor Celestial. [4]

En el Este Cristiano, los días en que se usan las diferentes anáforas están labrados en roca, no hay opciones. La misma práctica predominaba en Occidente: no obstante la variante regional particular de la liturgia latina que uno estuviese usando, siempre regía una regla de culto fija que todos los creyentes, lo mismo el clero que los fieles, habían recibido con reverencia de la tradición. De esta manera reflejaba la doctrina de la fe, recibida de Cristo, de los Apóstoles y de la Iglesia, no fabricada ni modificada para acomodarse a la conveniencia, los caprichos, o las teorías de persona, lugar o época alguna.

Así pues, de la misma manera como aceptamos de Nuestro Señor Jesucristo que tomar otra pareja cuando el cónyuge sigue vivo es adulterio, y de San Pablo, que los adúlteros no pueden sin culpa acercarse al Santísimo Sacramento ni heredar el reino de los cielos, también aceptamos que el Sacrificio de la Cruz nos fue transmitido en el misterio de la Sagrada Eucaristía, y que los apóstoles fueron los primeros sacerdotes, ordenados para perpetuar este misterio. No tenemos más razón para reverenciar el matrimonio o el don de la vida humana que la que tenemos de reverenciar la Eucaristía o la Misa de la cual es el centro; puesto en sentido opuesto, alguien que considere la liturgia como un artificio humano al que podemos hacerle remiendos en el taller, tarde o temprano va a tratar la moral como una construcción social que podemos manipular a voluntad. En este sentido, Amoris Laetitia del Papa Francisco es perfectamente consistente con el Missale Romanum de Pablo VI; y la abolición de la pena de muerte es consistente con la abolición de los exorcismos en el rito del bautismo.

Para aquéllos que tengan ojos para ver y oídos para oír, durante el último medio siglo, la Divina Providencia ha estado poniendo delante de nosotros la prueba más dramática jamás dada en la historia de la iglesia, de la verdad del axioma lex orandi, lex credendi, lex vivendi. El curso de nuestra oración no puede sino afectar el curso de nuestra doctrina, y el curso de nuestra doctrina necesariamente se derramará al campo de nuestro comportamiento. No es por nada que los profetas del antiguo Israel comparaban la idolatría y la violación del templo con la fornicación y el adulterio. Un cambio masivo en la lex orandi anunció al mundo la posibilidad, y de hecho la probabilidad de un cambio en la lex credendi, seguida de un cambio masivo en la lex vivendi.


Contenido Diluido y Vuelto Soso.

Además, está el hecho notorio de que mucho del contenido del nuevo misal sólo puede describirse como doctrina, música y ceremonial diluidos y, en comparación con el antiguo, como plato ligero, como el de una barra de ensaladas limitada.

La obra de Lauren Pristas ha demostrado con penoso detalle que las Colectas del misal fueron reescritas para atenuar o aun eliminar elementos dogmáticos, morales y ascéticos que se consideraban de mal gusto para el "hombre moderno", y para inculcar nuevos principios más al día. Así, las referencias al ayuno, a las mortificaciones del cuerpo, al desprecio del mundo, fueron eliminadas y reemplazadas con generalidades inofensivas. Es como si los reformadores, quizás cansados de la creciente des-armonía entre la tradición y la modernidad, hayan querido reemplazar el ayuno y la abstinencia literal con un ayuno metafórico del banquete del ceremonial católico y una abstinencia de la carne de las oraciones tradicionales.

Considérese por un momento esta sorprendente estadística: de 1832 oraciones en el Misal Romano tradicional, el 36% pasó al nuevo misal, y la mitad de éstas fueron alteradas después. El resultado es que sólo el 17% de las antiguas oraciones permanecieron intactas del misal de 1962 al de 1969. [5] Cómo puede esto ser considerado aceptable por cualquier conciencia católica está más allá de lo que yo alcanzo a comprender.

Lo que el Profesor Pristas demostró en lo concerniente a las Colectas de los domingos en los Tiempos de los Propios puede y ha sido demostrado con respecto a toda otra área de la liturgia. Uno podría ver el ciclo de los Evangelios en el usus antiquor, en las cuales tenemos homilías de San Gregorio el Grande y otros del primer milenio, da fe de su gran antigüedad y universalidad. Este ciclo nos fue quitado por los reformadores, para ser reemplazado con algo de su propia cosecha. El prefacio de los apóstoles fue transformado de un texto deprecatorio a un texto declarativo: en tanto que antes la Iglesia rogaba que el Señor, por intercesión de los Apóstoles, no desertara a su iglesia, ahora ella presume arrogantemente que Él no lo hará, independientemente de cuán mal se comporten sus pastores. El rito del bautismo, y por cierto, los ritos de todos los sacramentos, fueron modificados casi más allá de lo reconocible. Y la lista sigue. A todas partes donde uno mire, vemos la tradición suprimida, el desarrollo rechazado, lo novedoso buscado con alborozo. Cómo puede alguien, confrontado con este Everest de evidencia, argüir que no ha habido una ruptura.

Nuestro mundo está obsesionado con esto de poca grasa, aquello de bajas calorías; Pablo VI previendo aparentemente el Zeitgeist, nos dio una dieta litúrgica de poca grasa y bajas calorías. Casi todo cambio significativo en la liturgia fue en la dirección de simplificar, suprimir, abreviar, amputar. 

Pero Dios Todopoderoso piensa de una manera muy diferente acerca del tipo de culto que debemos darle y el tipo de sustento que Él quiere proporcionarnos. En el libro de Ezequiel nos dice: "Los sacerdotes y levitas ... han de acercárseme, para atenderme, y se levantarán ante mí para ofrecerme la manteca y la sangre" (Eze 44:15). En el Levítico sucintamente Omnis adeps, Domini erit (Lev 3:16), “toda la manteca es del Señor” Deo optimo maximo, “Para Dios lo más bueno, lo más grande" nada debe ofrecerse excepto lo que es más grande y mejor. El Salmista dice: "Que se acuerde de todas tus ofrendas, y que todo el holocausto quemado se haga manteca,° holocaustum tuum pingue fiat (Salmo 19:4), y nuevamente en el libro de Daniel: "Como en el holocausto de carneros y de terneros y de miles de corderos cebados, así sea hecho ante tu vista nuestro sacrificio en este día, para que te sea agradable (Dan 3:40). Cuando damos a Dios el mejor de los sacrificios, nos alimenta con lo mejor de Sí mismo: "Y los alimentó con la grasa de trigo, y los sació con la miel de la roca" (Salmo 80:17) un salmo que proporciona el Introito de la Misa de Corpus Christi: "Cibavit eos ex ádipe frumenti."  Uno de los grandes salmos cantados en los laudes lo pone de la mejor manera: Sicut adipe et pinguedine repleatur anima mea, et labiis exultationis laudabit os meum "Mi alma quedará saciada de manteca y tuétano, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. (Salmo  63:6)

La manteca del sacrificio no es sólo Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo de María, quien es el mejor y más grande don de Dios, son también nuestros esfuerzos inspirados por Dios y unidos a Cristo, la plenitud de nuestras oraciones y alabanzas, bellas artes y artes serviles, nuestros movimientos físicos y nuestras elevaciones espirituales. El desarrollo de los ritos tradicionales litúrgicos de Oriente y de Occidente es el don más especial otorgado a la Iglesia por la Divina Providencia, porque Él lo amerita, lo demanda, y se deleita en la ofrenda más preciosa que los hombres podemos hacerle, y Él por lo tanto nos proporciona el sacrificio — no sólo de los nudos elementos del pan y el vino, sino del ricamente vestido, regiamente adornado, simbólicamente denso acto de culto que Él causó que apareciera en medio de Su templo a través de una larga historia de concentración y refinamiento cultural. Éste es el holocausto entero. Nuestros ritos litúrgicos deberían ciertamente ser como "miles de corderos cebados." [6]

Cuando la vemos con cariño y con piedad, hallamos que lo que la tradición nos ha dado es mucho mejor que todo lo que hubiéramos podido proponer por nosotros mismos, sin importar cuántos "expertos" pudiéramos reunir en un comité y cuánto músculo papal pudiéramos poner detrás de ello. 

El Oficio Divino — digamos los Laudes y Vísperas — proporciona un ejemplo irrefutable de la magnificencia más que humana de una forma lentamente madurada de cantar las altas alabanzas a Dios. Los versos ondulantes de los salmos, cantados en los ocho tonos gregorianos con sus terminaciones que varían sutilmente, las preciosas antífonas que los enmarcan, la gentil edificación hasta un capítulo, un himno, un versículo, la antífona Benedictus o Magnificat, el cántico del Evangelio, y las oraciones finales... Nada que pudiéramos jamás inventar sentados alrededor de una mesa sería capaz de compararse con ello en su musicalidad cautivadora, su coherencia estructural, lo acertado de su contenido, su saturación bíblica, y su integración con la misa. Y obsérvese que ni siquiera he comenzado a hablar de la indescriptible riqueza de los innumerables arreglos polifónicos del Oficio, la Misa y los textos devocionales de toda descripción, la sublime arquitectura de los edificios construidos para albergar estos rituales y reverberar con su música, los frescos, las esculturas y los vitrales que los llenan de compañeros silenciosos, y narrativas silenciosas; las innumerables vestimentas, vasijas, y accesorios hechos para el altar del sacrificio, donde el Rey y Centro de todos los Corazones reina victorioso en su cruz.

La liturgia latina asimiló y absorbió la riqueza intelectual y artística que encontró en su curso triunfal por el mundo, dominando toda cultura con su propia atractiva gravitas. La reforma litúrgica, por el contrario, a nombre de la accesibilidad y adaptabilidad a las varias culturas, indonesia o polinesia, californiana o nebraskana, despojó a la liturgia de su vestimenta propia, de sus ornamentos, y de sus símbolos de autoridad, y la dejó desnuda como una esclava, expuesta a cualquier agenda para ponerla a su servicio. Bien pudiéramos llamar a esto un ejercicio de exculturación, ya que su resultado no fue un enriquecimiento ni una renovación, sino una destitución, una evacuación. En palabras del profeta Jeremías: "¿Puede una doncella olvidar sus ornamentos, o una novia su vestido? Sin embargo, mi pueblo me ha olvidado por días sin número" (Jer 2:32). Cualesquiera que hayan sido los problemas antes del Concilio, cuando esta sala de culto público fue barrida y puesta racionalmente en orden, fue infestada con siete demonios peores que el primero (cf. Mateo 12:43-45).

Tales maniobras representan nada menos que un asalto frontal contra la verdad de la tradición cristiana y su confiabilidad para hombres de toda condición y época. Habría sido diferente si el misal romano hubiera sido aumentado con algunos nuevos propios para nuevos santos, o lecturas feriadas para el Advierto. pero los reformadores desmantelaron y re-configuraron la totalidad del misal, del breviario, del Rituale, y del Pontificale, reteniendo, re-escribiendo o descartando material ad libitum de conformidad con sus opiniones teológicas privadas. El extremado uso de parches y remiendos, o la re-configuración de viejos textos en oraciones nuevas, se volvió un deporte desafiante de la muerte, al cual los reformadores se abandonaron con alborozo.

Considerando las nuevas lecturas, las nuevas antífonas,  el uso de la Oración Eucarística distinta del Canon Romano, etc. la divergencia entre el rito clásico y el moderno es tan grande que es posible celebrar la Misa del Nuevo Orden de una manera que comprendería sólo un 10% de coincidencia con respecto a la del rito antiguo.

Hagamos por un momento este experimento de reflexión: Imaginemos la Liturgia Divina de San Juan Crisóstomo como nuestro punto de partida. Ahora, eliminemos la mayor parte de las letanías; sustituyamos una anáfora recién compuesta (con sólo las palabras de la consagración quedando igual); cambiemos la kontakia, la prokeimena, la troparia, y las lecturas; reduzcamos grandemente las oraciones sacerdotales, las incensaciones, y los signos de reverencia y, ya que estamos en eso, demos el cáliz y la cuchara a los laicos, para que puedan comer como adultos.

¿Podría alguien en sus cinco sentidos decir que ésta sigue siendo la Divina Liturgia Bizantina, en sentido significativo alguno del término? Sí, podría ser "válido," pero sería un rito diferente, una liturgia diferente. Sólo por si acaso, digamos que también eliminamos el iconostasis, le damos vuelta al sacerdote, le quitamos alguna de su vestimenta y la reemplazamos con una fea, y reemplazamos todos los tonos comunes de los cantos ordinarios con nuevas melodías que recuerdan a la de las comedias musicales de Broadway o a canciones de protesta anti-Vietnam. Así, no sólo tendríamos un rito diferente, sino una experiencia enteramente distinta. No es el mismo fenómeno; no es la misma idea (en el sentido en que el Cardenal Newman da a la palabra "idea"); no es una expresión de la misma cosmovisión; ciertamente no es la misma religión, ya que religión es la virtud por la cual damos culto a Dios con palabras, acciones y signos exteriores.

(Continuará)

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