lunes, 29 de julio de 2019

El Hiperpapalismo y la Mutación Litúrgica. 2

El Hiperpapalismo y la Mutación Litúrgica.


Un planteamiento contra la misa Novus Ordo



Por Peter A. Kwasniewski

Tomado de: roratecaeli.

Traducido por Roberto Hope


 Parte 2

El peligro del Hiperpapalismo

Ese extraño escenario, que (hasta donde yo sé) nunca ha tenido lugar en Oriente, [7] es, trágicamente, lo que estamos enfrentando en Occidente. No hay forma de sostener que el Misal de Pablo VI sea una "forma" del Rito Romano. Es un rito nuevo y diferente que tiene alguna tenue conexión con el Rito Romano. Por esto es que Klaus Gamber lo llamó el "rito romano papal"
 

¿Debe esto preocuparnos? ¡Absolutamente!  Desde luego, si la liturgia fuera simplemente un servicio confeccionado por un grupo de personas y posteriormente hecho válido por el trazo de la pluma del papa, no debería importarnos porque, bajo esa perspectiva, la liturgia sería una simple construcción, una simple creación artística enteramente sujeta a nuestras teorías y caprichos, siempre y cuando las palabras intocables de la consagración se mantengan invioladas.[8] En las inquietantes palabras de Charles de Koninck, hablando del ansia constructivista de la filosofía moderna: "Todos los originales imitables habrán de presentarse ante el genio del hombre y ser reducidos a la condición de material operable," [9]
 

Esto jamás ha sido y jamás podrá ser la opinión de cristianos ortodoxos. Expresa un positivismo legal hiperpapalista neo-ultramontano que hace al Papa creador de tradición ex nihilo en vez de guardián de la continuidad cristiana de paradosis, o transmisión de lo que hemos recibido, como ha llegado realmente a nosotros, no como debería o podría o ´pudiera haber haber existido en un pasado lejano o como podría o pudiera existir en un futuro lejano. La perspectiva hiperpapalista, popular desde la época del Primer Concilio Vaticano, más o menos, transformó al Papa en "una combinación de oráculo de Delfos, super-estrella vagamundos, dinamo del desarrollo de doctrina y norma métrica de ortodoxia," [10] cuya mente y voluntad son, en y por sí mismas, siempre correctas, verdaderas, santas y laudables. Esta perspectiva acerca del papado se contradice no sólo con la enseñanza real del Vaticano I mismo, sino también y más obviamente, por los pecados, ofensas y negligencias de los papas post-conciliares. Bastará con citar sólo algunas palabras: Ostpolitik, Bugnini, Asís, Corán, Kasper, Maciel, McCarrick.[11]
 

La opinión sobre la liturgia que se deriva del hiperpapalismo — específicamente que la forma y contenido de la liturgia está sujeta totalmente a la voluntad del Papa — no es menos errónea. De la misma manera como recibimos la doctrina católica de nuestros ancestros, así recibimos nuestro culto, y en tanto podemos mejorar o aumentar nuestro culto incluso cuando nosotros exponemos la doctrina católica en sermones, catecismos, y tratados, no podemos modificarla en forma tal que deje de ser reconocible como la misma. Como diría San Vicente de Lérins, podemos tener perfectus, acrecentamiento, pero no permutatio, mutación. La tradición eclesiástica es aumentativa o aditiva: conforme se desarrolla nuestro culto, su significado se articula y manifiesta más claramente. El desarrollo litúrgico auténtico en la era del Espíritu Santo — o sea desde Pentecostés hasta la Parusía — es teleológica: alcanza una expresión más plena, más impactante, más adecuada de los misterios.

En pocas palabras, la liturgia se perfecciona con el tiempo y, a menos de que queramos decir que Nuestro Señor habló con falsedad cuando nos prometió permanecer siempre con Su Iglesia hasta el fin del mundo, o a menos de que queramos decir que el Espíritu Santo no dirigió a la Iglesia hacia la plenitud de la verdad sino que, por el contrario, la dejó extraviarse y confundirse seriamente durante siglos, no nos atreveremos a abolir o a alterar radicalmente la liturgia. Una abolición o alteración radical así, se pondría en contradicción con el significado que la Iglesia ha venido a entender y expresar en estos ritos, en toda su particularidad. [12] La expresión litúrgica de la fe no es, en otras palabras, como un juego de fichas prefabricadas Lego que pueda re-configurarse de infinitas maneras de acuerdo con las ideas o gustos de cada uno de los que juegan con ellos. Como el Credo que recitamos, es algo fijo y estable; y aun cuando podamos expandir el Credo (como el de Nicea fue expandido por el de Constantinopla), no podemos reducirlo ni abolirlo.
 

Diez años después del motu proprio Ecclesia Dei, el Cardenal Ratzinger hizo esta acertada observación en un discurso que dio a los obispos de Chile:


Es bueno aquí recordar lo que observó el Cardenal Newman, de que la Iglesia, a lo largo de su historia, jamás ha abolido o prohibido las formas litúrgicas ortodoxas, lo cual sería muy ajeno al Espíritu de la Iglesia. Una liturgia ortodoxa, o sea, una que exprese la verdadera fe, nunca es una compilación elaborada según los criterios pragmáticos de ceremonias diferentes, manejados de una manera positivista y arbitraria, hoy de una manera y mañana de otra. Las formas ortodoxas de un rito son realidades vivientes, nacidas del diálogo de amor entre la Iglesia y su Señor. Son expresiones de la vida de la Iglesia, en las cuales se destilan la fe, la oración, y la vida misma de generaciones enteras, y que hacen encarnar en formas específicas tanto la acción de Dios como la respuesta del hombre.[13]

¿Pudieran las leyes de la lógica y de la metafísica permitirnos invertir estos juicios de Newman y de Ratzinger? ¿Pudiéramos decir que, si una forma litúrgica ortodoxa es abolida o prohibida, entonces no puede ser la Iglesia quien lo hace sino más bien hombres de iglesia abusando de su autoridad? ¿Pudiéramos decir que una liturgia que representa una "compilación elaborada según los criterios pragmáticos ... manejados de una manera positivista y arbitraria no es, por esa razón, una liturgia ortodoxa? ¿Pudiéramos decir que cualquier liturgia que no "nace del diálogo de amor entre la Iglesia y su Señor," sino que más bien es confeccionada por expertos académicos y obispos avant garde en docenas de grupos de estudio dirigidos por un secretario con pareceres decididamente anti-tradicionalistas, no es una "realidad viviente," no es una "expresión de la vida de la Iglesia" que "destile la fe, la oración y la vida misma de generaciones enteras"? [14] ¿Pudiéramos decir, en fin, que esta nueva forma de culto, cualquiera otra cosa que pudiera ser, está muy lejos de ser una "encarnación de la acción de Dios y de la respuesta del hombre"?
 

Si, podemos decir todas estas cosas. Esto sólo demuestra la magnitud de nuestro problema. No podemos, de muchas partes doctas pegadas entre sí, armar un entero viviente. No se puede asignar una historia compleja, sutil, con siglos de formación a una "fabricación en sitio," con sólo desear que así sea, como tampoco puede uno producir mágicamente una nación llamada Esperance, patria de una raza de Esperantos, para la cual el Esperanto haya sido su lengua nativa durante siglos. La Misa Novus Ordo es como el Esperanto: una organización perfectamente racional de funciones de lenguaje, lengua materna de nadie, y careciente de toda historia o cultura, excepto aquélla de su comunidad internacional de especialistas. Mientras tanto, la verdaderamente bella, irregular y rica lengua latina con su incomparable canto gregoriano, fue hecha a un lado. Nunca se ha probado con mayor certitud, que los expertos son como los pozos — profundos en un punto, pero estrechos y obscuros — mientras que la tradición, patria del hombre común, es como un océano — irresolublemente vasto, incomparablemente profundo, temible, sublime, abundante en fecundidad y nutrimientos, incitando a viajes sin fin.
 

En su discurso ante el Parlamento Alemán en el Reichstag de Berlín el 22 de septiembre de 2011, el Papa Benedicto XVI distingue entre el mero éxito, que la técnica puede adquirir, y la sabiduría, que viene sólo de la asimilación de la tradición. El papa cita a San Agustín en su descripción de que un gobierno sin justicia es "una banda de ladrones altamente organizada," en la que el poder se separa del bien. El mismo juicio puede hacerse de Bugnini y el Consilium: reunieron mucha experiencia técnica, y su producto final fue aprobado por el poder del papa reinante; pero carecían — y de hecho, repudiaron — la sabiduría de la tradición, y de esa manera perdieron su derecho de manejar la sagrada liturgia de la Iglesia. A final de cuentas, el Consilium acabó siendo una banda de ladrones altamente organizada.
 

Sanando el Cuerpo Herido

Como lo ha dicho de manera elocuente el Obispo Athanasius Schneider, el Cuerpo Místico de Cristo en la Tierra está sufriendo de heridas auto-infligidas. ¿Cómo restañar esas heridas? ¿Pueden ser sanadas? La única manera de hacerlo es atacando la condición que las causa. Las heridas pueden ser vendadas pero no sanarán hasta que el cuerpo esté otra vez sano. Dado que la vida misma del Cuerpo Místico se expresa y se desarrolla en la liturgia, la salud no es posible hasta (y en el grado en que) la propia liturgia esté sana — cuando el santo sacrificio de la misa, las alabanzas del Oficio Divino, y todos los demás ritos sacramentales y litúrgicos sean como deben ser. ¿Y cómo deben ser? Como eran antes de que la pasión moderna por querer mejorarlo todo dominara las mentes del clero en el siglo veinte.
 

Romano Guardini, en su obra El Espíritu de la Liturgia, de 1918, habla de la importancia de recibir una liturgia objetiva, impersonal, estable de "la Iglesia." En la época en que la escribió, podía dar por hecho que todos sus lectores entenderían de lo que estaba hablando: cuando se va a misa u otra clase de liturgia, siempre se ve al clérigo llevando a cabo los ritos que se le han encomendado y determinado por la Iglesia. Si miramos a la Misa Novus Ordo, podemos ver que lo que nos dio Pablo VI ya no es algo objetivo, impersonal y estable, sino una mezcla artificiosa de elementos objetivos y subjetivos, una clase de fuerzas iguales pero opuestas, impersonales y personalizadas, una liturgia que no puede ser estable porque es prisionera de una opcionitis obligatoria y una inculturación invasiva. [15]

Uno no puede y no debe identificar un papa en particular con "la Iglesia." Pablo VI no es la Iglesia; ciertamente, ni Pío V ni Pío X son la Iglesia. El argumento de Guardini, que concuerda con las realidades de la historia y teología católica, tiene sentido solamente si "la Iglesia" significa el cuerpo de Cristo dotado del depósito de la fe y la plenitud del Espíritu Santo, preservando la Tradición con amor y transmitiéndola con autoridad. Obviamente existe una esfera dentro de la cual los papas pueden moverse, pero no puede extenderse a los miembros y órganos plenamente desarrollados del cuerpo litúrgico. Si llegan a tocar estas partes orgánicas, amputándolas o haciéndoles cirugía plástica, o reemplazándolas con miembros biónicos, su obra será ofensiva a Dios y al hombre, y estará condenada al fracaso.[16]
 

Una vez más, no se puede sobre-enfatizar que el método de reforma adoptado después del concilio, con sus supuestos y sus resultados, se deriva de la praxis de teología modernista como se la describe en la Encíclica Pascendi de Pío X. Este modernismo blando permea la litúrgica reformada y, además, inculca un desprecio inconsciente de la tradición entre los fieles que oran conforme a ella. Así como la gente que bebe del grifo agua contaminada o ingesta partículas de asbesto o pintura a base de plomo, sufre por la ingestión, sépalo o no, así el católico que recibe una lex orandi mutilada sufre de la falta de nutrición y de la presencia de sustancias extrañas.

Así, aun cuando la mayoría de los católicos de hoy en día están en un estado de ignorancia invencible con respecto a la reforma litúrgica, soportan pasivamente el vandalismo que sufre la tradición al rezar con ritos que están deficientes en la transmisión de ésta. Esta es la razón por la cual, cuando Dios concede a un católico la gracia de despertar ante los problemas de la reforma litúrgica, y la gracia de sufrir por causa de ellos, está pidiendo al mismo tiempo a ese mismo católico que vuelva y se reconcilie con la tradición mediante una entrega ejemplar para recuperar y utilizar la liturgia tradicional. El católico que se rehúsa a esa graciosa invitación cesa de ser un adepto pasivo y se vuelve un colaborador activo en la incoherencia y el colapso de la Iglesia Católica. Tal entrega al usus antiquor no tiene que implicar que jamás deba orar con los ritos reformados y deba exclusivamente orar con los ritos preconciliares. Sí implica, sin embargo, que pondría en peligro a su propia alma y dañaría el bien de la Iglesia si no acogiera la liturgia tradicional e hiciera progresar su causa tanto como fuera posible, si está en su poder hacerlo. 


La reforma no necesita una reforma, necesita repudio y arrepentimiento. No basta hacer a un lado los abusos o re-introducir elementos tradicionales atropelladamente — algo de incienso por acá, una casulla tradicional por allá, un introito hoy, ad orientem mañana. Eso sería como encimando vendajes en una herida gangrenada o tratar el cáncer con multivitaminas. No, se requiere de algo mucho más radical.


El relato del vellocino de oro en el Libro del Éxodo termina con un verso muy peculiar: Con frecuencia parafraseado en traducción, el verso realmente dice: "Y el Señor envió una plaga sobre el pueblo porque hicieron el vellocino que hizo Aarón" (Ex 32.35). Este verso ilumina una verdad acerca de la complicidad, aun cuando Aarón fue el responsable de darle forma al vellocino, el pueblo consintió con lo que hizo, y por lo tanto comparten la culpa. De manera semejante, los laicos que se adhieren al Novus Ordo que hizo Montini están, en mayor o menor grado, dando su aprobación a sus deficiencias. Ciertamente la gran mayoría no se da cuenta de que que existe una alternativa, pero tampoco los no creyentes que jamás han oído hablar de Cristo y no obstante, los no creyentes ciertamente sufren la carencia de las gracias que habrían recibido si fueran miembros del Cuerpo Místico. De forma semejante, la generalidad de los católicos sufren la carencia  de muchas cosas muy importantes de que los ha privado la reforma litúrgica. Cuando un seglar se percata de estas buenas cosas, tiene la obligación de buscarlas, obligación análoga a la del no creyente de buscar su membresía en la Iglesia. Pues ciertamente la misma Iglesia se halla en su forma más concentrada en la sacre liturgia.


Durante los últimos cincuenta años o más, ha habido voces que claman en el desierto acerca de les defectos y desviaciones de la reforma. No ha habido mucho de escusa por ignorancia por parte de los educados. Pero ahora estamos en una nueva fase de lo que Louis Bouyer se refirió en una ocasión como "la descomposición del catolicismo," específicamente el pontificado del Papa Francisco, que ha tenido el efecto de las sirenas que alarmaban de los ataques aéreos alemanes en Londres, alertando a los ciudadanos para que corrieran a buscar refugio y esconderse en un lugar seguro. La Iglesia está siendo bombardeada por muchos de sus dirigentes y debemos también correr a buscar refugio y escondernos en un lugar seguro — la doctrina, la moral y la liturgia tradicional de la Iglesia Católica, la cual ningún hombre, ni siquiera un papa puede con derecho quitarnos. Esa es la razón por la cual este pontificado es verdaderamente un momento de gracia, un momento para despertar, un momento para reconocer lo que hemos hecho con el legado que hemos recibido, de arrepentirnos de nuestra estupidez, y de tomar la acción pertinente.


Conclusión
El error fundamental del hombre moderno es su concepción de sí mismo de ser tan diferente de lo que el hombre ha sido en otros períodos de su vida que se considera incapaz de someterse con humildad a la tradición. Por suscribirse a este error, el católico moderno se otorga a sí mismo un 'pase' para zafarse del legado común de la Iglesia creando sus propias peculiares estructuras que siempre adulan su ego y satisfacen sus pasiones. Su jactanciosa indiferencia, que por cierto no es otra cosa que una carencia de conocimiento de sí mismo apuntalada por un andamiaje de eslóganes, que con el tiempo se vuelve un estado de enajenación y aislamiento ocasionado por indulgir habitualmente en una concupiscencia desordenada. Convencernos de nuestra inmutable naturaleza humana, caída pero redimida, requiere de un esfuerzo sostenido de control de uno mismo, meditación silenciosa y sometimiento a la oración ritual — en otras palabras, exactamente lo que la Liturgia Latina Tradicional nos provee con abundancia. Así, nos enfrentamos a la paradoja inevitable de que la Misa Novus Ordo, a pesar de haber sido creada para el hombre moderno, no se enfrenta a su vanidad e Hybris, en tanto que la antigua liturgia, tan remota ciertamente en su origen y desarrollo, provoca en los hombres modernos a confrontarse con Dios a través de su régimen disciplinado de oración, gesto, canto y símbolo. Su misma densidad, opacidad e indiferencia solemne provocan una respuesta en aquellos que están hastiados del entretenimiento y de la educación.[17]


Los jóvenes hoy en día pueden estar confundidos acerca de muchas cosas. Pero aquéllos que deseen ser católicos serios tienen clara una cosa: no hay futuro para un una religión futurista que desde ahora se ve pasada de moda y aburrida. Esto es por lo que quieren la antigua, bella, coherente liturgia de la Iglesia. En un mundo donde nada parece ser cierto, esta liturgia es una roca estable, de hecho una montaña coronada con un templo, sobre la cual uno debe construir su vida espiritual, su vida social y su vida familiar. Es una roca en el desierto de la cual siempre fluyen frescas aguas espirituales.


Vista histórica y teológicamente, la así llamada 'Forma Ordinaria de la Misa' es el indulto, la excepción que ha sido permitida que ocupe territorio que en derecho es propiedad de otra. La así llamada 'Forma Extraordinaria' es, en realidad, la costumbre ininterrumpida que jamás fue abrogada y nunca podría ser abrogada. La una es una advenediza con un tenue agarre en su estatus; la otra es un rito inmemorial, con un firme dominio sobre nuestra lealtad. Qué privilegio, qué bendición que hayamos sido conducidos por la inescrutable Providencia hacia el conocimiento y el amor de este tesoro inestimable, gracias a ningún mérito de nuestra parte, sino solamente 'para la alabanza de Su gloria' (Efesus 1:12). "A Él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén."(Efesus 3:21).

Gracias por su amable atención


Notas:
[1] “Ich bin überzeugt, daß die Kirchenkrise, die wir heute erleben, weitgehend auf dem Zerfall der Liturgie beruht.” Milestones, Memoirs 1927–1977 (San Francisco: Ignatius Press, 1998), 148.
[2] Mi crítica es más fundamental que la cuestión de los "abusos litúrgicos", pero de hecho esos abusos siguen ocurriendo en gran número hoy en día y en una amplia distribución por todo el mundo católico. Muchos abusos recientemente documentados se describen en el artículo “The ‘Other’ Abuse Crisis in the Catholic Church that No One is Talking About,” publicado en el sitio de Internet Medim el 29 de febrero de 2019.
[3] Tal opcionalismo está en perfecta concordancia con, por una parte, el pluralismo religioso de Abu Dhabi, por el cual nos enteramos de que Dios todo el tiempo ha querido que hayan muchas religiones, y por otro lado, con el movimiento homosexual/transsexual que hace de la actividad sexual un asunto de preferencias personales y de inclinación subjetiva. La reforma litúrgica pavimentó el camino para el triunfo de estas ideologías antinaturales e irracionales entre los católicos.
[4] So pena de que alguien me acuse de exagerar el problema, podemos leer en un artículo publicado en el National Catholic Register intitulado “St. Paul VI’s ‘Missale Romanum’ Turns 50”  (El Missale Romanum de San Pablo VI cumple 50 años), una perfecta expresión de la mentalidad que aquí estoy criticando: "Las partes opcionales expandidas de la misa que se mencionan en el Missale Romanum también han permitido mayor latitud en la celebración de la liturgia.  El Padre Samuel Martin ... dijo al Register que las variaciones de la anáfora le permiten adaptar la liturgia a las necesidades de sus parroquias, 'Por ejemplo, utilizo la Plegaria Eucarística N° 2 entre semana' dijo 'La N° 3 para funerales y casamientos, y la N° 1 para los fines de semana... ' A pesar de la diversidad, dijo el Padre Martin que la continuidad entre la Misa y el rico patrimonio de fe y de tradición de la Iglesia se deja ver, especialmente cuando reza la Primera Plegaria Eucarística, el canon de la misa.  'Algunas personas se excitan y disfrutan oír el canon' dijo 'Les gusta oír todos esos nombres de los antiguos santos y mártires de la Iglesia. Esa es una de las veces que retenemos continuidad — estas oraciones han sido rezadas por siglos, y va a haber alguien ante el altar de la iglesia de San Juan o de Cristo Rey que estará rezando estas mismas oraciones en los próximos siglos."  Observen las palabras utilizadas: ' se excitan y disfrutan... ' Esa es una de las veces que retenemos continuidad' — ¿en comparación con otras veces en que no la retenemos? difícilmente podríamos inventar una insensatez tal. Es como si el catolicismo de ahora estuviera atrapado en las páginas de Calvin & Hobbes o Dilbert
[5] Ver del Padre Zuhlsdorf en http://wdtprs.com/blog/2019/01/wdtprs-2nd-sunday-after-epiphany-liturgical-unicorn/: “Aun cuando los padres conciliares del Vaticano II dijeron que en la reforma litúrgica que ellos mandaron, nada debiera cambiarse que no fuera verdaderamente para el bien del pueblo y que los cambios debían fluir orgánicamente de lo que venía de antes (SC 23), el re-fraseo, el re-acomodo, la transformación y la creación al mayoreo de nuevas oraciones fue de una magnitud de grado tectónico. El Misal Romano tradicional tiene 1,182 oraciones, de las cuales el 36% llegó al nuevo misal y de ésas, la mitad fue alterada. Solamente el 17% de las oraciones permaneció sin cambio. Además, muchas fueron movidas a otras temporadas del año." ¿Significa esto que el 83% de las oraciones eran defectuosas o necesitadas de actualizarse? El hombre verdaderamente religioso nunca piensa de esta manera, es el proceso de pensamiento de una persona irreligiosa.
[6] Un aspecto moral de esta cuestión es cómo "gastamos" nuestros recursos personales. Siguiendo el principio de nihil operi Dei praeponatur, deberíamos dar lo mejor de nosotros y de nuestro día a Dios en la liturgia, como en una época lo hacían los sacerdotes y los religiosos (y lo siguen haciendo si se adhieren a los ritos tradicionales). En vez de eso, el hombre post-conciliar ha reservado para sí mismo el grueso de su tiempo, de su trabajo, de su energía en un frenesí de activismo antropocéntrico o, francamente, para una perezosa auto-indulgencia, que priva a Dios del sacrificio que le debemos por derecho divino.
[7] Con excepción de los maronitas que tontamente dieron vuelta a sus altares y a sus sacerdotes.
[8] De hecho, realmente ni siquiera estas palabras quedaron invioladas por Pablo VI, quien quitó la frase mysterium fidei de la fórmula que se sigue sobre el cáliz, y la hizo un fragmento aislado al cual los fieles responden con una así llamada 'aclamación memorial' — una falsa invención con sabor protestante.
[9] Charles de Koninck, On the Primacy of the Common Good; (Sobre la Primacía del bien Común) véase la  página 79 de  la versión en línea del texto en inglés.
[10] “Cuándo despertarán los católicos para ver el desbarajuste que ha hecho el Papa Francisco?”
[11] El Padre Hunwicke ha comentado en forma experta sobre estas cosas..
[12] La abolición por el Papa San Pío V de las Secuencias que habían sido incorporadas a la liturgia romana en época relativamente reciente está en un plano totalmente diferente de los cambios radicales introducido en los 1960s y 1970s.
[13] Joseph Ratzinger, "Diez años del Motu Proprio Ecclesia Dei," dictada el 24 de octubre de 1998 en el Palacio Ergrife en Roma. Ratzinger continúa: "Esos ritos pueden morir, si aquéllos que los han usado en una época en particular desaparecieran, o si la situación de esa misma gente cambiara. La autoridad de la Iglesia tiene la facultad de definir y limitar el uso de esos ritos en situaciones históricas diferentes, pero nunca los prohíbe pura y simplemente! Así, el concilio ordenó una reforma de los libros litúrgicos, pero no prohibió los libros anteriores". Por cierto, sigo preguntándome por qué este discurso, que contiene una abundancia de reflexiones sobre la liturgia, fue omitido del Tomo XI de la Colección de Obras de Ratzinger, editado por el Cardenal Müller y publicado en inglés por Ignatius Press. Es una omisión peculiar, como cualquiera puede darse cuenta si estudia el texto, que está disponible en línea. Uno observa, además, el énfasis que Ratzinger pone en "el diálogo de amor entre la Iglesia y su Señor." Éste es lenguaje de novia, de esposa; no es homosexual. El vicio de sodomía invierte y pervierte la eclesiología desde sus cimientos; por lo tanto no puede dejar de invertir y pervertir la liturgia, que es eclesiología en movimiento, la palabra hecha carne.
[14] "En los tiempos confusos que estamos viviendo, toda la competencia y sabiduría teológica científica de aquél que debe hacer los las decisiones finales me parecen de importancia vital. Por ejemplo, creo que las cosas se habrían desarrollado de otra manera en la Reforma Litúrgica si las de los expertos no hubieran sido la última palabra, sino que, además de ellos, una sabiduría capaz de reconocer los límites de un simple "enfoque erudito lo hubiera juzgado" Benedicto XVI al Cardenal  Müller. https://rorate-caeli.blogspot.com/2018/01/for-record-benedict-xvis-letter-to.html#more.
[15] Quizás la causa más poderosa de la naturaleza atomizadora y desestabilizadora de los nuevos ritos es su vernaculización polimorfa en cientos de lenguas modernas. Esto, en y por sí mismo le ha dado el golpe de muerte al Rito Romano como tal,con deferencia a la fantasía de la 'hermenéutica de continuidad"  de Liturgium Authenticam. Sea lo que fuere el caso de las liturgias orientales, la sagrada liturgia es latina, y su latinidad, después de 1600 años no es un mero accidente, sino una propiedad de su ser. No puede haber un rito latino en lengua vernácula más que pueda haber un rito bizantino sin las letanías, el pan con levadura, y "las puertas! las puertas!"
[16] Podríamos parafrasear para nuestros propósitos el anuncio de Southwest Airlines: "Una liturgia sin corazón es sólo una máquina!
[17] Como lo he argumentado en mi libro Noble Beauty, Transcendent Holiness, especialmente en el capítulo 1.


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