domingo, 27 de septiembre de 2020

Alianza Iglesia-Partido Demócrata

El Estado Profundo se ha aliado con la Iglesia Profunda para quitar a Trump.

 y de esa manera darle entrada al Nuevo Orden Mundial. 

Por el Arzobispo Carlo María Viganó

Tomado de LifeSiteNews – Viernes, septiembre 25, 2020 - 1:58 pm hora del centro

Traducido del inglés por Roberto Hope

En el contexto de este artículo, por Estado Profundo se quiere decir un estado dentro de otro estado y, de manera semejante, por Iglesia Profunda se quiere decir una iglesia que no es la Católica, dentro de la Iglesia Católica. - Nota del traductor.

“Corruptio optimi pessima.”: San Gregorio el Grande


Tratar de encontrar una coherencia entre la acción reciente de la Sociedad de Jesús y las intenciones originales de San Ignacio de Loyola será una tarea ardua, si no imposible; al punto de que, en retrospectiva, uno considere que la reconstitución de la Orden en 1814, luego de su supresión por Clemente XIV en 1773, haya sido un desatino. No es de sorprender que, en el proceso de disolución y auto-demolición al cual está sometido todo el cuerpo eclesial, la contribución de los jesuitas haya sido – y siga siendo – decisiva. No es coincidencia que, desde el 2013, aun el trono más alto de la Iglesia haya estado ocupado por un jesuita, Jorge Mario Bergoglio, aun cuando esto sea en violación de la Regla Ignaciana que prohíbe a los miembros de la Sociedad de Jesús ocupar puestos en la jerarquía.

En el contexto geopolítico internacional, el papel de Italia pudiera parecer en cierta forma marginal, pero en realidad, Italia es el campo de prueba de los experimentos de ingeniería social que la agenda globalista trata de hacer extender a todos los gobiernos del mundo en el lapso de los próximos diez años, tanto en la esfera económico-política como en la religiosa. Es, pues, comprensible por qué La Civiltà Cattolica y su omnipresente director, el Padre Antonio Spadaro, S.J., se han consumido en corrompidas aprobaciones, tanto de la izquierda italiana, como de la mundial, incluyendo el Partido Demócrata de los Estados Unidos y el Partido Comunista de China. Por otra parte, la cercanía ideológica de la Sociedad de Jesús con los movimientos revolucionarios, que se remonta a los primeros síntomas de 1968, y cuyos fundamentos ideológicos fueron establecidos por el Concilio Vaticano II y hallaron su mayor expresión en la teología de la liberación, luego de que la condenación del comunismo fuera expurgada de los documentos preparatorios del Concilio es muy evidente. Es significativo que muchos de los protagonistas de esa malhadada época en Ibero América, luego de la indulgencia y las sanciones moderadas en las décadas recientes, hayan sido rehabilitados y promovidos por el jesuita argentino.

Ver a Prodi y a Gentiloni [dos ex-primer ministros] junto al Padre Spadaro en la presentación del ensayo "Nell' anima della Cina" [En el Alma de China] a nadie debería sorprender: son la expresión de ese deplorable "catolicismo adulto" que pasa por alto la necesaria consistencia de los católicos en la política, deseada por Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero que mantiene unido a ese heterogéneo bestiario del progresismo en nombre del ambientalismo maltusiano, la admisión indiscriminada de inmigrantes, la teoría del género, y el indiferentismo religioso sancionado en la Declaración de Abu Dabi. La Conferencia de Asís – 'Economía de Francisco' – y la próxima encíclica Fratelli Tutti, confirman la impronta antropocéntrica y el giro ambientalista de la iglesia bergogliana que, en vez de la valiente y 'políticamente incorrecta' proclamación del Evangelio por todas las naciones. ha preferido las más fáciles aclamaciones ambientalistas e inmigracionistas de la agenda mundialista, las cuales son dramáticamente riesgosas para nuestra Civilización Occidental. Y el Presidente Trump ha comprendido esto demasiado bien.

Prodi y Gentiloni en Italia –  y agregaríamos también al Premier Conte, dado su origen y su educación – tienen sus contrapartes en los Estados Unidos, en personalidades que se dicen católicas, como Joe Biden, Nancy Pelosi y Andrew Cuomo, todas las cuales apoyan orgullosamente el aborto y la indoctrinación en la teoría del género, y todas las cuales favorecen los movimientos Antifa y Black Lives Matter que están literalmente incendiando las ciudades americanas. Un análisis balanceado y honesto de los patrocinadores internacionales de estos partidos, estos movimientos 'espontáneos'  del catolicismo progresista revela un alarmante hilo conductor común que pasa por todos esos llamados filántropos que manipulan las fortunas políticas y económicas del planeta mediante financiamientos enormes. En días recientes, se ha publicado en las noticias que los jesuitas de los Estados Unidos han recibido subvenciones de casi dos millones de dólares (en el curso de cuatro años) de George Soros, y parece ser que el propio acuerdo entre la Santa Sede y el régimen comunista de China ha sido financiado por grandes donativos anuales de Beijing a las arcas del Vaticano, que están en un estado desastroso. El hecho de que la Iglesia haya caído prosternada ante las restricciones de la pandemia, suspendiendo celebraciones litúrgicas y cerrando iglesias alrededor del mundo, ha llevado a producir un daño económico colateral considerable, por lo cual los donativos chinos y el lucrativo negocio de acoger a inmigrantes representa una evidente compensación.

Los Estados Unidos están viendo cómo los mas altos niveles y centros de influencia cultural de la Iglesia Católica Americana están poniéndose desvergonzadamente del lado del candidato demócrata y, más generalmente, a favor de todo el aparato que se ha estado consolidando en las décadas recientes dentro de la administración pública. El Estado Profundo, enemigo jurado de Trump, se ha unido a la Iglesia Profunda, que no se reserva críticas y acusaciones contra el presidente en el poder, y al mismo tiempo le guiña el ojo indecorosamente a Biden y a Black Lives Matter, siguiendo servilmente la narrativa impuesta por los grandes medios de comunicación. Tiene poca importancia que Trump sea abiertamente pro-vida y defienda los principios no negociables a los cuales los Demócratas han renunciado – lo importante es transformar la Iglesia Católica en el brazo espiritual del Nuevo Orden Mundial, para que éste obtenga el imprimatur de la autoridad moral más alta del mundo, algo que habría sido imposible con Benedicto XVI.

¡El Secretario de Estado Pompeo hizo bien en censurar la renovación del acuerdo secreto firmado entre Bergoglio y Xi Jinping! Su lúcida denuncia trae a luz la aberrante actitud del Vaticano, la traición a la misión de la Iglesia, el abandono de la comunidad católica china en aras de un siniestro cálculo político, y la manera como esto se ajusta con el pensamiento de los mundialistas. Tampoco es de sorprender la rencorosa reacción a esta censura, de los jesuitas y del progresismo católico, empezando con Avvenire [el diario de la Conferencia Episcopal Italiana]. Si Bergoglio puede afirmar con impunidad que 'Trump no es cristiano', evocando los fantasmas del Nazismo y el populismo ¿por qué el Secretario de Estado de los EUA no habría de tener el derecho de expresar su opinión – con el más que legítimo objetivo de seguridad internacional – acerca de la connivencia de la Santa Sede con la dictadura comunista, que es más feroz pero también más poderosa e influyente que nunca? ¿Por qué el Vaticano, que permanece callado ante la promoción del aborto por el Partido Demócrata y ante la violación de los derechos humanos más básicos en China, habrá de considerar que la Administración Trump no tiene derecho de interferir en un acuerdo que tiene obvias repercusiones en el equilibrio político internacional? Causa tanto asombro ver que la parresia de confrontación política que se requiere en palabras, se contradice en hechos por aquéllos que ven sus planes perversos salir a la luz. Y no está claro por qué un acuerdo que se nos presenta como absolutamente transparente y libre de puntos obscuros se haya mantenido en secreto y no pueda ser leído por el cardenal chino, Joseph Zen, quien bien merece leerlo.

Por otra parte, si tomamos en consideración que, entre quienes se ocuparon de la redacción del Acuerdo entre la Santa Sede y el Partido Comunista Chino estaba el entonces Cardenal McCarrick. quien había sido enviado en su nombre por Bergoglio, también podremos entender por qué las actas del proceso canónico que llevó a reducirlo al estado laico se mantienen bajo un velo de secreto: en ambos casos una operación de transparencia y de verdad es urgente y necesaria, porque el honor y la autoridad moral de la Iglesia Católica ante la vista de todo el mundo está en juego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escriba su comentario