jueves, 24 de septiembre de 2020

Sobre Jacques Maritain

 Sobre Jacques Maritain

Reseña del libro The Very Rich Hours of Jacques Maritain, de Ralph M. McInerny

por Peter A. Redpath

Tomado de: https://ndpr.nd.edu/news/the-very-rich-hours-of-jacques-maritain/
Traducido del inglés por Roberto Hope


Para la mayoría de nosotros, el ver a un artista maestro trabajar, es siempre cautivador y aleccionador. Este es el tipo de conclusión a la que creo que mucha gente va a llegar al terminar de leer la monografía The Very Rich Hours of Jacques Maritain por Ralph Mc Inerny. Entrar en contacto con un gran intelecto, aun a gran distancia, es un deleite. Ser introducido a un gran intelecto, en un forma personal, por un autor magistral, es doblemente enriquecedor. Por donde quiera que se le vea, éste es un hermoso libro. En partes, es también controvertido.

Al juicio de cualquier estudioso serio y sereno, Jacques Maritain fue un gran intelecto y un ser humano extraordinario, un enigma en cierto modo, mucho como Sócrates de Atenas. Fue un hombre nacido de una madre feminista y dominadora, "una de las primeras mujeres divorciadas de Francia" (p. 208), la que, a su vez, había nacido de una relación adúltera de su abuelo. Hijo de un padre que no contaba para nada, cuya vida terminó en suicidio, y nieto de uno de los más destacados librepensadores y políticos de su país, Jules Favre, Maritain, que más tarde se habría de enorgullecer de ser 'revolucionario' y amigo de Saul Alinski, recibió su primera instrucción cristiana de un tutor protestante, y en su juventud fue radicalizado por el marido socialista de la cocinera de la familia, François Baton. Desde temprana edad, nos dice Mc Inerny, Jacques desarrolló una aversión a la 'temible burguesía' (p. 9). En su juventud, cuando asistía al Lycée Henry IV y estudiaba retórica, se entregó al socialismo, y ya en esta época, desarrolló su "deseo romántico de convivir con 'el pueblo'", un desprecio de la gente de 'la derecha' que visceralmente habría de conservar durante gran parte de su vida, y, lo que McInerny apropiadamente llama un 'radicalismo romántico' sin el cual no podemos entender muchas de sus alianzas políticas y su pensamiento de más adelante. En esta época, entabló su afamada amistad con Ernest Psichari, nieto del apóstata racionalista Ernest Renan (pp 8-10)

Llegado el tiempo, Maritain culminó sus años universitarios en la Sorbona y conoció ahí a la inmigrante judía rusa Raïssa Oumansov. En el Jardin des Plantes habían resuelto cometer suicidio porque vivían en una atmósfera intelectual asfixiada del positivismo librepensador, en la cual no podían hallar aire fresco metafísico que respirar, sólo para ser salvados por Henri Bergson. Con el tiempo se casaron, y principalmente como resultado de la decisión de Raïssa habrían de vivir juntos en celibato, relación mística que habría de incluir a la hermana de la esposa, Vera, formando de esa manera lo que llamaron un "pequeño rebaño" (pp. 10-46)

No se requiere avanzar mucho en el texto para ver el hilo intelectual que utiliza McInerny para tejer esta historia biográfica: "La vida de Jacques Maritain puede entenderse solamente como una búsqueda de la santidad por medio del estudio de la filosofía durante toda la vida y, al final de ella, teología" (p207). No hay mejor manera, pues, de dividir el texto que modelar y ordenar sus partes principales siguiendo el libro canónico medieval de las horas: Maitines y Laudes, seguido de Prima y Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas.

Según McInerny, "Maritain fue un filósofo que se metamorfoseó en teólogo en sus últimos años" (p. 3). Su búsqueda espiritual y la de Raïssa, había comenzado años atrás, tan lejos en el pasado como las conferencias de Bergson, a las que habían asistido con Charles Péguy. Después de casarse en 1904, cosa que la madre de Jacques, Geneviéve Favre difícilmente habrá podido considerar apropiada, la joven pareja comenzó a leer a, y conoció a su improbable padrino espiritual, Leon Bloy.

Así comenzó la historia de la conversión de Maritain. Para 1905, bajo la influencia de Bloy, el propósito dominante de su vida fue "hacerse perfectos tal como su padre celestial es perfecto, volverse santos." Con Raïssa llevando la cabeza, comenzaron a dividir su día en torno a ejercicios espirituales. Bajo la influencia de Bloy, se hicieron especialmente apegados a Nuestra Señora de La Sallette, principalmente en sus apariciones y Secreto (pp. 32-40). Para 1918, luego de que "el Santo Oficio emitiera un decreto prohibiendo toda clase de trato o discusión acerca de la aparición o del Secreto, viajaron a Roma, donde Jacques consultó con su mentor y amigo, el Padre Reginald Garrigou-Lagrange, y confrontó a Benedicto XV sobre el asunto (p 41).

Esta confrontación, en la que Maritain, como joven converso no mostró titubeo alguno para expresar su desacuerdo con el Papa sobre un tema espiritual, le da armas a McInerny para sustentar su argumento de que no podemos explicarnos el posterior flirteo de Maritain con Action Française y la política de la extrema derecha, más que como un lapsus de juicio provocado por su "susceptibilidad a la opinión de sus consejeros espirituales" (p42). McInerny percibe a Raïssa como la principal fuente de esa interpretación histórica revisionista, del infamante giro político de Jacques. La interpretación común que los estudiosos de Maritain dan a su asociación con Action Française es culpar a sus directores espirituales, especialmente al Padre Humbert Clérissac, en cuyas viles garras supuestamente cayeron los Maritain luego de que el abad benedictino Dom Delatte les había recomendado a Clerissac como director espiritual (p. 48). McInerny nos recuerda sobriamente que Maritain en manos de nadie era masilla de moldear. Una mejor explicación es el "radicalismo romántico" que duró toda su vida, una ingenuidad política de la cual, como McInerny lo reconoce, Jacques nunca se pudo liberar por completo. Nunca se sentía confortable en el mundo práctico. Al contrario, "sus excursiones hacia lo práctico" asemejaban al "filósofo Platón siendo arrastrado, contra su inclinación, al campo de la política" (p.64)

Los Maritain siguieron con su perfeccionamiento espiritual como oblatos de San Benito. El año entonces era el 1913. Jacques publicó su primer libro, La philosophie Bergsonienne en el cual, entre otras cosas, atacaba de manera excesiva, y en mi opinión vergonzosa, al hombre que le había ayudado a salvarse del suicidio. El mismo año, pasó de dar clases en el Collège Stanislas a ser profesor adjunto del Institut Catholic.

El año siguiente fue trágico para la joven pareja. Psichari y Charles Péguy murieron en combate el último año de la Primera Guerra Mundial. También murió el Padre Clérissac. La tristeza de los Maritain se compensó por haber sido presentados al Padre Dehau, que habría de llegar a ser Cardenal Charles Journet, quien sustituyó al Padre Clérissac como su consejero espiritual y amigo el resto de su vida.

En pocos, años la fortuna de ellos cambió dramáticamente, en gran medida como resultado de un legado que recibieron de un burgués. Pierre Villard había tomado un curso sobre filosofía alemana, impartido por Jacques en el Institut Catholic, y había vaciado su alma en el filósofo. Villard murió en combate durante la guerra y dejó su patrimonio en herencia a Maritain y a Charles Maurras, jefe de Action Française.

Esta riqueza caída del cielo permitió a Jacques, Raïssa y Vera mudarse a Meudon en 1924, donde Jacques comenzó sus famosos Círculos de Estudio Tomista. Los quince años que pasaron ahí fueron tumultuosos. Maritain trataba de rivalizar con la influencia literaria negativa de André Gide sobre la cultura francesa y entró en conflicto público con Jean Cocteau. Entre las cosas que McInerny nos dice que causó el conflicto entre Gide, Cocteau y Maritain fue la celebración que Gide hizo de la homosexualidad en su libro Corydon, y el estilo de vida escandaloso de Cocteau como homosexual adicto a las drogas, y el carácter general de "el enfant terrible de la innovación artística" (p.100)

Para mediados de los años 1920s y 1930s, Maritain había comenzado a profundizar en el estudio de Santo Tomás de Aquino. Esa inmersión filosófica y teológica habría de causar que su vida intelectual entrara a su edad de oro. Durante esta época, nos dice McInerny, Maritain "asestó un hachazo a las raíces de la cultura moderna en su libro Tres Reformadores" (p. 141). Publicó obras importantes sobre la filosofía cristiana, el arte y el escolasticismo, René Descartes, epistemología, poesía, humanismo cristiano, y judaísmo. En 1939 publicó El Ocaso de la Civilización, en el cual atacaba al nuevo paganismo que generaba el tipo de pensamiento político expresado por Carl Schmitt. Los años 1930's habrían de verle entrar en conflicto con viejos amigos como Paul Claudel, sobre la postura política que Maritain sostuvo ante la Guerra Civil Española. Y se haría amigo de Étienne Gilson.

El más extendido conflicto de la Segunda Guerra Mundial le ocasionaría abandonar Francia en 1940 y comenzar su amorío con los Estados Unidos, en donde prestaría servicio como líder de los Franceses Libres de Charles De Gaulle. Este período sería testigo del paso de los Maritain a Princeton, la publicación de los libros de Jacques, Hombre y Estado, y Filosofía Moral, y de otros libros sobre metafísica, arte y poesía, su labor con la UNESCO, su cargo de embajador ante el Vaticano, y las muertes de Vera y de Raïssa.

Este período también produciría una controvertida correspondencia, recientemente descubierta, entre Maritain y el Cardenal Journet sobre el tema del control artificial de la natalidad. A pesar de la aceptación de Maritain, en su correspondencia, de algunas formas de control artificial de la natalidad, McInerny arguye que, con base en la clara lealtad al Magisterio, que exhibió Maritain cuando la condenación de Action Française, podemos suponer que su respuesta a la encíclica Humanae Vitae del Papa Pablo Sexto, habría sido una de "total aceptación" (p. 183).

Luego de la muerte de Vera y de Raïssa, Jacques volvió a Francia, donde se unió a los Pequeños Hermanos de Jesús en Toulouse. Mientras dedicaba tiempo trabajando en su diario sobre su esposa y se inmersionaba en temas litúrgicos y estudios teológicos en preparación para su muerte, la diseminación de lo que McInerny correctamente llama "el libro más controvertido que jamás hubiera publicado" (p. 202) presta credibilidad a la interpretación que hace McInerny sobre la lealtad de Maritain al Magisterio sobre la cuestión del control de la natalidad. No tengo duda de que algunos intelectuales católicos se habrán de irritar por la proposición de McInerny acerca de la lealtad de Maritain al magisterio en esta cuestión. También objetarán de lo que dice acerca de la influencia del Padre Clérissac sobre Maritain, y sobre asuntos relacionados con Gide y Cocteau. Sin embargo, McInerny tiene sólidas razones para lo que afirma.

Lo que sea que fuere el caso, yo creo que ningún estudioso que se precie de serlo puede, como McInerny dice seriamente, "dejar de ver a Maritain en otros términos que en los de una búsqueda de la perfección cristiana, la santidad" (p.210). Ni puede un estudioso serio dejar de reconocer que este pequeño libro es una gran introducción a la vida y obra de Jacques Maritain, escrito por uno de los mejores intelectuales católicos de nuestros días.

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