Carta Abierta a todos los Cardenales de la Santa Iglesia Católica
(dirigida también a todos los Patriarcas, Arzobispos y Obispos, que tienen una alta co-responsabilidad)
por Josef M. Seifert
Traducida del inglés por Roberto Hope
30 de Abril, Fiesta de Santa Catarina de Siena
Eminencias, Reverendos Cardenales, Arzobispos y Obispos de la Iglesia Católica
Escribí la siguiente carta hace dos y medio años a un cardenal con quien por años me he mantenido en términos amistosos y quien poco antes de eso, como muchos otros obispos y cardenales dijo en una entrevista, que también había sido publicada, que criticar al Papa Francisco es un gran mal que debe ser erradicado. El cardenal a quien me dirigí respondió a mi carta de manera extremadamente afectuosa, pero hasta donde yo sé, no se ha tomado acción alguna.
En vista de la muerte del Papa Benedicto XVI y de la noticia de que el Papa Francisco ya firmó una carta de renuncia a su cargo que surta efecto en el caso de que ocurra un deterioro significativo de su salud, y por lo tanto, en vista de que un cónclave habrá de convocarse pronto, considero que el contenido de esta carta es de interés para todos los cardenales y también para los arzobispos y obispos, Por lo tanto, re-dirijo esta carta, de la cual he quitado toda señal que indique a qué cardenal fue dirigida originalmente. como una carta abierta a todos los cardenales, de hecho, a todos los que en varios grados tienen responsabilidad en la Iglesia. Que el Espíritu Santo conceda que todo lo que contiene esta carta que corresponda a la verdad y a la voluntad de Dios sea fructífero para el bien de la Iglesia y de muchas almas, y que ninguna palabra contenida en ella pueda dañar a la Iglesia, Esposa de Cristo. Escojo la Fiesta de Santa Catarina de Siena para su publicación porque ella de una manera singular combinó la reverencia más íntima al Papa como Vicario de Cristo en la tierra con una rigurosa crítica a dos Papas distintos. Ahora pasemos al texto de la carta, que cada uno de ustedes puede leer como si fuera dirigida personalmente a él.
Eminencia, Reverendo Cardenal:
Debo confesar que estoy preocupado y entristecido por una declaración presuntamente proveniente de Usted acerca de la crítica al Papa Francisco. Usted dijo en una entrevista, si ha de confiarse en los medios de comunicación, que la crítica al Papa Francisco es "decididamente un fenómeno negativo que debe ser erradicado tan pronto como sea posible" y enfatiza que el Papa "es el Papa y garante de la fe Católica."
¿Cómo puede usted decir que la crítica al papa es un mal? ¿Qué no ya el Apóstol Pablo criticó a Pedro, primer papa, fuertemente y de manera pública? ¿Qué no Santa Catarina de Siena criticó a dos papas todavía más duramente?
Parece usted no entender por qué muchos católicos pueden criticar al Papa Francisco aun cuando es "el Papa". En cambio, yo no entiendo cómo, a toda apariencia, todos los cardenales con excepción de los cuatro que plantearon la Dubia han permanecido callados y no cuestionan críticamente al papa. Pues hay mucho que el Papa Francisco dice y hace que debería producir no sólo cuestionamientos críticos sino criticismo por caridad. Recordemos la Declaración sobre la Fraternidad de Todos los Pueblos firmada por el Papa Francisco junto con el Imam Ahmad Mohammad Al-Tayyeb, que dice:
"El pluralismo y la diversidad de religiones, color, sexo, etnicidad e idioma son deseados por Dios en Su sabiduría, por la cual Él creó los seres humanos." (Aun más molesta es la versión en inglés: [que traducida el español sería "El pluralismo y la diversidad de religiones, color, sexo, raza e idioma son deseados por Dios en Su sabiduría, por la cual creó los seres humanos"].
¿No sería una herejía y una terrible confusión afirmar que Dios - de igual manera como quiso que hubieran dos sexos; o sea por su voluntad positiva - también deseó directamente la diferencia de religiones y, por lo tanto, toda idolatría y herejía? Sí ¡no es la Declaración de Abu Dhabi mucho peor que una herejía, específicamente una apostasía? ¿Cómo puede Dios con su voluntad creadora positiva haber deseado religiones que rechazan la divinidad de Jesús, negar la Santísima Trinidad, negar el bautismo y todos los sacramentos y el sacerdocio? O cómo puede Él siquiera haber querido el politeísmo o el culto al ídolo Baal o a la Pachamama? No contradice esto enteramente el mensaje del profeta Elías y de todos los demás profetas y las palabras de Jesús?
¿No deberían todos ustedes, cardenales y obispos expresar su firme "non possumus" cuando Francisco exige que este "documento" sea la base de formación de sacerdotes en todos los seminarios y facultades de teología?
Dios jamás puede haber querido directa y positivamente o aprobado ni siquiera las confesiones cristianas heréticas sino meramente haberlas permitido, ya que éstas niegan los pilares de la fe bíblica y católica como la enseñanza bíblica de que nuestra salvación eterna no es forjada sólo por la gracia de Dios, sino que requiere de nuestra libre cooperación y buenas obras. ¿Cómo puede Él, con su voluntad positiva directa querer que haya religiones que rechazan todo el fundamento de la fe cristiana y a Cristo mismo?
Cierto como es en sí mismo que "el papa es el papa y garante de la fe," esta aseveración no puede ser aplicada al papa que firmó la Declaración de Abu Dhabi y la difundió alrededor del mundo y que ha dicho y hecho muchas otras cosas contrarias a la enseñanza consistente de la Iglesia.
Su afirmación de que uno debe promover las alianzas civiles/uniones civiles de homosexuales contradice directamente las claras declaraciones del Magisterio de la Iglesia (cfr. las consideraciones sobre los proyectos de reconocimiento legal de la cohabitación entre personas homosexuales del 3 de junio de 2003, publicadas bajo el pontificado del Papa San Juan Pablo II), pero sobre todo toda la Sagrada Escritura y la tradición de la Iglesia por entero! ¿No deben todos ustedes Cardinales, como lo hizo el Obispo Athanasius Schneider, hacer un verdadero acto de caridad por el Papa y expresar esto públicamente y de manera tan clara como él, con toda la debida contundencia?
El Papa Francisco -- digo esto con dolor de corazón-- no es el "garante de la fe", sino que está constante e incrementalmente destruyendo los fundamentos de la fe y de la moral con ésta y muchas otras declaraciones y proclamaciones. Hasta donde yo sé, jamás ha habido un papa en la historia de la Iglesia que haya afirmado tamañas monstruosidades. ¿Cómo debo contestarle a un estimado y profundo creyente luterano amigo mío, por cuya conversión he estado rezando durante años, su carta donde me dice que con esta Declaración de Abu Dhabi la Iglesia Católica ha abandonado el campo del cristianismo?
¿No está claro que el próximo papa debe condenar como apóstata esta enseñanza de Abu Dhabi que Francisco envía a todos los seminarios sacerdotales y facultades de teología católicas? Cómo puede la Iglesia justificar la anatemitación y condonación del Papa Honorio por una desviación de la verdad de la Fe infinitamente menor, si no condena tales atroces declaraciones de Francisco? ¡no tienen todos los cardenales que escribirle como un solo hombre al Papa y pedirle que retire esa declaración apóstata?
¿No deben ustedes cardenales ponerse a temblar ante el momento cuando Cristo los llame a explicar cómo cumplieron el solemne mandato misional de Jesús, si no protestaron en contra de la Declaración de Abu Dhabi, que dice lo diametralmente opuesto a las palabras de Jesús?
Por último, cuando estaban los once sentados a cenar Él se les apareció ... Y les dijo: Vayan ustedes a todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura. Aquél que crea y sea bautizado se salvará, pero aquél que no crea se condenará (Marco 16:14),
¿Cómo pudieron ustedes también permanecer callados ante las más que justificadas dubia del Cardenal Cafarra - quien me llamó en la víspera de su muerte y a quien le tuve que prometer seguir defendiendo la fe - y las de los otros tres cardenales luego de Amoris Laetitia o siquiera criticar estas dubia? De entre todos los cardenales, solamente estos cuatro cardenales que plantearon las dubia han formulado preguntas corteses sobre la herejía teológico-moral de Amoris Laetitia, de negar acciones implícita e intrínsecamente malas. El esplendor de los buenos y la existencia siempre y en todos lados (ut et omnibus) de actos malos ha sido reconocida como la base de toda ética desde Sócrates y fue enseñada por San Juan Pablo II como el fundamento inamovible de la ética y de la enseñanza moral de la Iglesia.
¿No deberían todos los cardenales haber estado de acuerdo con el Cardenal Carlo Cafarra y los otros tres cardenales de las dubia y exigido una explicación, ayudando de esa manera al Papa a proclamar la verdad? ¿No deberían todos los cardenales haberse plantado como un solo hombre y apoyado la fraterna correctio que el Cardenal Burke anunció pero nunca llevó a cabo?
Precisamente por el anuncio del Cardenal Burke de que los cuatro cardenales habrían de practicarle una correctio fraterna al papa en caso de silencio por parte de éste sobre esta cuestión moral central, pero ya pasaron varios años y esta correctio fraterna no se ha llevado a cabo, sea por parte del Cardenal Burke o por parte de otros cardenales; algunos laicos y sacerdotes han criticado esta perversión de la doctrina en varias declaraciones, y han, por decirlo así, salido al quite por ustedes, cardenales, para defender la verdad y el depositum fidei, igual como los laicos lo habían hecho junto con San Atanasio y otros pocos cardenales u obispos que se habían mantenido fieles en la época de la herejía arriana, contra la cual el Papa Liberio y la mayoría de los obispos se vieron muy blandos.
Pero en vez de nosotros miseri laici (laicos miserables) como con humor afectuoso me llamó el (entonces todavía monseñor) Carlo Cafarra ¿no les incumbe a ustedes cardenales que deberían estar dispuestos a entregar su sangre por la fe verdadera, elevar su voz contra las herejías de las cuales los críticos del Papa han probado que un número de ellas han sido cometidas o por lo menos sugeridas por el Papa Francisco? En vez de una prohibición contra las denuncias que critican declaraciones del papa ¿no existe más bien una obligación de corrección fraterna o reprimenda filial?
Y ahora Usted levanta su voz no para una defensio fidei sino para callar a esos críticos, de hecho, quiere usted "erradicar toda crítica."
¿No deberían todos los cardenales protestar en muchos otros casos, v.gr. cuando un Papa introduce arbitrariamente un cambio teológica y eclesiásticamente incorrecto en el Catecismo Católico, que contradice las claras palabras de Dios en la Sagrada Escritura (ya contenida en el Libro del Génesis) y muchas declaraciones doctrinales de los papas acerca de la pena de muerte formulada en tradición ininterrumpida igual que en hechos históricos, o cuando, contra mucha palabras enérgicas de Jesús y dogmas de la Iglesia Católica- habla de un infierno vacío o aun como los testigos de Jehová, afirma que las almas de pecadores incurables no van al infierno sino que son aniquiladas?
Querido amigo, este escenario de un Papa que negó la existencia de una iglesia Verdadera y la fe en unam sanctam, catholicam et apostolicam ecclesiam, si no explícitamente, sí implícitamente en Abu Dhabi, y se comporta como señor por encima de las enseñanzas de Jesucristo y de la Iglesia, y de tantos cardenales que callan, es una irritación para muchos creyentes como yo, pone nuestra fe en peligro y causa inmenso daño a la Iglesia y a las almas.
Le pido, sin embargo, que levante la voz por la llana verdad y también que motive a otros cardenales a que enseñen la verdad a tiempo y a destiempo, aunque esto pudiera revelar la terrible crisis y cisma en la iglesia, en medio de la cual nos encontramos ahora y aun cuando algunas pusillae animae pudiera ver en eso un scandalum.
Esta no es una cuestión cultural de un papa iberoamericano. No es cuestión de gustos o de temperamento. No, es el dar el sí o el no a Cristo que nos dijo que predicáramos el evangelio a todos los pueblos y todas las naciones, quien crea en Él se salvará pero quien no crea en él se condenará. ¿Puede de hecho el Papa abrogar este mandato misional mediante la Declaración de Abu Dhabi?
¿Puede él siquiera honrar personalmente y premiar a especialistas en teología moral que contradicen la médula de la enseñanza moral bíblica y de la Iglesia, y las encíclicas Humanae Vitae, Evangelium Vitae y Veritatis Splendor, elevándolos a miembros de la Academia Pontificia para la Vida? Cómo pueden ustedes, Cardenales, (y especialmente Usted, que durante tantos años trabajó bajo el Papa San Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI han servido a la Iglesia de manera tan fiel) permanecer callado en esto y en tantas otras "desolaciones del santuario" en vez de hacer mucho más de lo que hacen los laicos y teólogos críticos para hacer todo lo posible proclamar esas muchas verdades de la fe que el Papa abierta o tácitamente contradice tanto en palabras como en hechos (como por ejemplo la celebración de la Reforma Protestante, la erección de de una estatua de Lutero en el Vaticano, la estampilla de correos que celebra la Reforma, el culto a la Pachamama en los jardines del Vaticano y an la Basílica de San Pedro, etc.) e implorarle que encuentre la brújula segura de la doctrina sólo en la verdad de la Sagrada Escritura y en los dogmas inmutables de la Iglesia y no permitirle que cambie siquiera una iota en ellos por no decir en la sustancia de la fe?
Con una profunda pena por las muchas heridas de la Iglesia, la Esposa de Cristo y en amor a Jesús y a la Iglesia fundada por Él en la roca de Pedro.
Suyo en Cristo
Joseph
Post data: Espero del fondo de mi alma su respuesta en palabra y obra, lo que sería un acto de amor por Jesús, por María, por la Santísima Trinidad, por la Iglesia, por el alma del Papa y por muchas otras almas. Con San Juan Pablo, le digo ¡corragio! ¡Luche valientemente y sin reserva por la verdad, por Cristo y por la Iglesia y por las almas, incluyendo la del Papa Francisco, y por la unión de todos los cristianos, la cual es posible sólo en la verdad!
Profundamente unido a Usted en Cristo
Joseph
Profesor Dr.en fil. habil. Dr. honoris causa Josef M. Seifert, actualmente catedrático de filosofía en la Universidad de Munich.