lunes, 22 de febrero de 2016

Devastación de la Europa Católica. 7

Devastación de la Europa Católica

Algunas Causas y Consecuencias de la Revolución Protestante

(última de siete partes) 

Por el Hermano David Mary, MICM, terc.

Tomado de: http://catholicism.org/the-devastation-of-catholic-europe-some-causes-and-consequences-of-the-protestant-revolt.html
Traducido del inglés por Roberto Hope

Escocia

Para Escocia, la revolución protestante no se manifestó hasta después de la muerte de su recio dirigente católico, el Rey Jaime V. Hasta el momento de su muerte, Jaime resistió con éxito todos los empeños de su tío, Enrique VIII de llevarlo a la nueva religión. Jaime, católico leal, fue celoso promotor de la corrección de los abusos eclesiásticos en la Iglesia, y enemigo tenaz de la herejía. 103

No obstante, para 1535, se habían formado en Escocia dos bandos opuestos ― uno de ellos incluía a muchos nobles, a la reina madre ― Margarita Tudor, hermana de Enrique ― y a muchos descontentos, súbditos del reino, que secretamente apoyaban las maquinaciones de Enrique VIII y el avance del nuevo orden, mientras que en el otro estaba el rey, la jerarquía de la Igesia, varios nobles católicos y la gran masa del pueblo escocés, que era católico.

Entre los súbditos leales al rey y a la Iglesia estaba un tal David Beaton. Habiendo sido nombrado Cardenal Primado de Escocia en 1538, por la autoridad del Papa Pablo III, Beaton demostró ser un apoyo valioso al Rey Jaime en resistir los errores descabellados de la época.

Enrique trató en vano de desbaratar la alianza de Jaime con Beaton. Dos veces envió Enrique emisarios apremiándole a que siguiera su ejemplo de usurpar la supremacía de la Iglesia en sus dominios. Luego de ver sus intrigas frustradas y resistidas por el Rey y el Cardenal, Enrique recurrió a la violencia. En 1542 se desató una guerra entre Inglaterra y Escocia, y el Rey Jaime murió poco tiempo después de que las fuerzas escocesas fueran derrotadas en la frontera norte de Inglaterra.

El Conde de Arran, Jaime Hamilton, fue entonces declarado regente de Escocia por algunos nobles escoceses que habían vendido sus lealtades a Enrique. La heredera del trono, María Reyna de Escocia, tenía apenas una semana de haber nacido cuando murió su padre; por esa razón se autorizó que Hamilton gobernara durante la minoría de edad de ella.

El Cardenal Beaton fue enviado a prisión por el nuevo gobernante, que abiertamente favorecía las nuevas doctrinas (el luteranismo en esa época). Enrique VIII ideó un plan para que Hamilton arreglara un matrimonio entre María y Eduardo VI, hijo de Enrique. El pueblo escocés descubrió la propuesta alianza con Inglaterra y, en protesta, sacó a Beaton de prisión y forzó a Hamilton a que renovara su lealtad al Papa.

Con el Cardenal Beaton ahora libre para advertir al país del peligro inminente proveniente del sur, Enrique VIII incitó abiertamente un complot para quitar a Beaton de la escena. En 1546, el Cardenal Beaton fue martirizado por su fe y su patria, en la Catedral de San Andrés, por nobles apóstatas de la familia Leslie. 104

Luego se desató en Escocia una guerra civil, e Inglaterra lanzó una invasión en 1547. Con la ayuda de los franceses,  en 1550, Escocia pudo expulsar a Inglaterra de su territorio. Creciendo el número de nobles en el bando de Enrique, y siendo el pueblo gobernado por una regente extranjera, María de Guisa (habiendo sido Hamilton expulsado), no pasó mucho tiempo para que la revolución estallara sobre Escocia.

En 1555, el sacerdote apóstata, Juan Knox  ―buen amigo y discípulo de Juan Calvino, pasó a Escocia y predicó en Edimburgo impunemente contra la antigua fe. Dos años más tarde, los nobles protestantes formaron el grupo de los “Señores de la Congregación”. Este grupo fue una liga quasi-militar empeñada en promover un protestantismo tipo inglés en los territorios gobernados por estos hombres, ambiciosos de poder. 105

En 1559, a consecuencia de la instigación producida por las diatribas de Knox contra la Iglesia, templos y monasterios comenzaron a ser atacados y saqueados. Al año siguiente, Inglaterra (siendo ya gobernada por la Reina Isabel) invadió Escocia por tierra y por mar en apoyo de los “Señores de la Congregación”. 106 La profanación y destrucción de iglesias y abadías siguió extendiéndose, y María de Guisa, la reina regente, murió. Ya habiendo alcanzado la mayoría de edad, María Reina de Escocia, tomó de Francia las riendas del gobierno.

En agosto de 1560, se reunió un parlamento en Escocia, con los “Señores de la Congregación” haciéndose cargo de él, y estando Juan Knox presente como mentor religioso. 107 Este parlamento no había recibido autorización de la nueva reina para reunirse.

Knox propuso y el parlamento aceptó una “Confesión de Fe” protestante, sustituyendo la doctrina y disciplina católica con el calvinismo. Se promulgaron tres estatutos: 1) se abolían las jurisdicciones papal y episcopal, 2) todos los actos anteriores que fueran contrarios al calvinismo quedaban derogados, y 3) se declaraba ilegal la misa bajo pena de confiscación y cárcel y, de ser necesario, de exilio y aun de muerte. (Knox declaró públicamente que “una misa era para él más temible que 10,000 hombres armados”)

El Libro de Disciplina y el Libro de Orden Común, que encarnaban las opiniones de Knox, se hicieron ley para la nueva religión, como lo estableció el Parlamento. Todos los sacramentos, excepto el bautismo y una “cena” calvinista se declararon abolidos. La jurisdicción episcopal fue reemplazada por un consistorio de presbíteros (de ahí el nombre de Iglesia Presbiteriana), auxiliada por ancianos y diáconos. Las propiedades de la Iglesia fueron declaradas confiscadas; y aun cuando Knox había decretado que la propiedad pasara a la nueva “Kirk” Presbiteriana, los nobles se enriquecieron rápidamente con el botín. “Como en Inglaterra, con la avaricia del rey tirano, también en Escocia con la codicia de la nobleza mercenaria, deseosos de apropiarse de la riqueza acumulada de la Iglesia, consumaron una obra que aun los historiadores protestantes han descrito como una revolución más que una reforma” 109

Irlanda

Aunque Irlanda nunca capituló en la Revuelta Protestamte contra la Iglesia de Cristo, vale la pena echar una mirada a su sufrimiento durante este período, a fin de ilustrar el odio demoníaco que los revolucionarios tenían hacia los católicos y la Única Fe Verdadera.

Cuando comenzó la revuelta en Inglaterra, Irlanda era un país conquistado, con soldados ingleses ocupando su territorio. Gracias a eso, Enrique VIII pudo imponer en 1541, sobre un parlamento complaciente, la Ley de Supremacía.  Inmediatemente después, tuvo lugar una gran profanación y destrucción de las más venerables reliquias católicas de Irlanda. Los santuarios y las tumbas de los Santos Patricio, Brígida y Columba de Iona, fueron profanadas y saqueadas, y las reliquias sagradas lanzadas al viento. La guarnición Inglesa en Athlone saqueó y arrasó la Catedral de Clonmacnoise.

En el curso de los siguientes 200 años, todos los monasterios y casas religiosas (unas 550 en número) fueron saqueadas y destruidas en todo el país; sus tierras fueron confiscadas, y las iglesias y edificios conventuales fueron secularizados y destruidos. Las iglesias parroquiales y las iglesis catedrales también fueron confiscadas, y los edificios y los ingresos fueron aplicados a los fines del credo herético. “Se instituyó una persecución religiosa de ferocidad sin precedente que siguió, con pocas y breves interrupciones, por más de dos siglos. Sacerdotes y religiosos fueron enviados al exilio o condenados a muerte; toda manifestación pública de la Fe Católica era suprimida; los santuarios y los emblemas religiosos fueron destruidos o removidos; los días de fiesta católicos fueron secularizados; se prohibía vestir el habito religioso en público; la celebración de la misa, aun en privado se declaró ofensa criminal. Quienes se rehusaron a conformarse a la secta herética fueron molestados, pauperizados y degradados mediante una serie de leyes y un sistema de administración que se han ganado una notoriedad singular en la historia del mundo". Así escribe el historiador Lecky: “La simple profesión de la fe católica excluía a un hombre de toda forma de poder político y municipal, de casi todo medio de adquirir riqueza, conocimientos, dignidad o influencia. Lo sometía al mismo tiempo a impuestos excesivos y opresivos, privándole del derecho de legar su propiedad y de gobernar a su familia a su gusto, le daba poder a cualquier protestante que tuviera una enemistad con él, de injuriarlo y molestarlo de mil maneras; en una palabra a una condición poco mejor que la de servidumbre absoluta.”

La ferocidad y crueldad implacables que caracterizó a las conquistas de Irlanda por los Tudor y los Puritanos, durante las cuales unas dos terceras partes de la población fue segada por la hambruna y la espada 111, y la opresión, el pillaje y la persecución que las siguieron tomaron mucha de su intensidad, del odio y del fanatismo religioso. 112

Epílogo:

Mientras la Revolución arrolló una gran parte de Europa con su avance, hubieron aquellos países donde el protestantismo nunca logró posicionarse ― específicamente España e Italia.

En España, la Iglesia era fuerte y el estado estaba gobernado por recios dirigentes católicos ― Carlos V y Felipe II. Por su empeño y mediante la labor de una Inquisición efectiva, la Revolución nunca llegó a figurar.

Asímismo en Italia, la Inquisición Romana y la lealtad del pueblo al Papa hizo que los protestantes lograran muy pocas incursiones con las cuales pudieran incitar a los hombres a una revolución.

Aun cuando este artículo no se ocupará de la Reforma Católica, la cual tuvo lugar poco después de que comenzara la protestante, pueden decirse algunas palabras acerca de sus causas y sus efectos.

Puede considerarse que la Reforma Católica comenzó en 1527 con el notorio Saqueo de Roma, que tuvo lugar a finales de mayo de ese año. Generalmente se reconoce que Roma fue castigada por Dios por la laxitud de su moral, sus lujos y la gran falta de determinación para corregir los varios y diversos abusos que se habían acrecentado a través de los años. Habían crecido a tal grado, es decir, que imponían una camisa de fuerza que impedía la misión primaria de la Iglesia,

Sin ir a gran detalle sobre las causas del Saqueo de Roma, bastará decir que el Ejército Imperial de Carlos V, que entonces ocupaba Italia debido a guerras con Francia e Italia, se abrió paso a la ciudad de Roma buscando hacer pillaje. Facciones luteranas y diversas otras anti-católicas dentro del ejército “medio enloquecidas del deseo de oro y con odio a la Iglesia Católica, se arremolinaron sobre los muros de la ciudad y comenzaron la matanza y quemazón. Saquearon la sacra capital de la cristiandad con la crueldad más despiadada que cualquiera que la historia hubiera jamás registrado ... Roma quedó enteramente en ruinas” 113 Para cuando terminó, miles de personas habían sido muertas, altares e iglesias habían sido profanadas, objetos sagrados habían sido robados, y el papa había sido hecho prisionero. Una breve reaparición de la peste negra devastó a aquéllos que habían cometido los actos perversos.

Así, de este castigo de Roma y del aprisionamiento por un tiempo del Papa Clemente VII, comenzaría la Reforma Católica. Un papa con deseo de reformar, Pablo III, fue electo en 1534, mismo año en que San Ignacio de Loyola comenzara la Compañía de Jesús. Once años más tarde, en Trento, el más famoso concilio ecuménico de la Iglesia comenzó la larga y ardua tarea de codificar la Fe Católica y de restablecer una fuerte disciplina en los asuntos eclesiásticos. 114 Esta reforma, a eso verdadera, mostraría al mundo que la Iglesia Católica es la divinamente instituida Iglesia de Cristo.

Sin embargo, tan fuerte como se hizo cuando emergió de las cenizas de la Reforma, jamás habría de volver a recuperar todo lo que perdió en términos de prominencia e influencia en el mundo. Sí, seguiría tan fuerte como siempre en su empeño de convertir paganos, judíos, herejes, cismáticos e infieles a la Una Iglesia Verdadera fuera de la cual no hay salvación, pero su influencia sobre las mentes y corazones de la sociedad jamás habría de alcanzar el lugar que en justicia le corresponde.

La Reforma logró dos males infaustos, uno mortal, que fue su separación de la Iglesia Romana de un gran número de príncipes con sus súbditos, y el otro contagioso, que fue el de enfriar más y más la devoción del resto de los príncipes hacia la Sede Papal. Éstos últimos siguieron adorando a Jesucristo en la Eucaristía, siguieron creyendo en la libre voluntad y el purgatorio, siguieron declarándose y manifestándose, en todo lo que no ofendiera su orgullo, hijos amorosos de Cristo y del Papa; pero, actuando como hijos no muy afectuosos, lo expulsaron de sus estados y repelieron a la Iglesia, forzándola a confinarse al santuario invisible de sus dogmas. No proclamaron como Lutero que la Iglesia era invisible, pero la privaron de su visibilidad, apenas permitiéndole las formas sensibles del culto exterior. La iglesia es visible no sólo en la confesión explícita de sus dogmas y en el uso de sus sacramentos, sino también en aquello que constituye la esencia de su visibilidad, la sujeción al Pontífice, Vicario de Jesucristo. Él preside sobre todo hombre católico en el complemento de su individualidad, o sea en su razón. Ahora bien, como la vida social es la vida del hombre, precisamente porque es racional, el Vicario de Cristo no puede gobernar a todo hombre sin tocar, con su autoridad, a la sociedad civil, en la cual existe el complemento del hombre. Los príncipes expulsaron al Papa de esta sociedad, lo confinaron a la Iglesia, y aun cuando a sí mismos se llamaban católicos y cristianísimos, el ateísmo político deshonró la administración de sus estados. Del ateísmo político al religioso [no habría] más que un paso...115

Hasta que el Pontificado Civil no se establezca en el mundo, hasta que el mundo nuevamente reconozca la autoridad divina del Vicario de Jesucristo y se someta a esa autoridad, seguirá descarriado como el hijo pródigo, destinado a alimentar los cerdos de los réprobos.


Notas:
101 Summary of Catholic History, p. 197. 
102 Ibid., pág. 198. 
103 "Scotland", Rt. Rev. Oswald David Hunter-Blair, OSB, MA, Catholic Encyclopedia, Vol. XIII, pág. 622. 
104 "Beaton", Rt. Rev. David Hunter-Blair, OSB, MA, Catholic Encyclopedia, Vol II, pág. 373. 
105 Summary of Catholic History, pág. 203. 
106 "Scotland", pág. 619. 
107 Summary of Catholic History, pág. 204. 
108 "John Knox", Rt. Rev. David Hunter-Blair, OSB, MA, Catholic Encyclopedia, Vol. VIII, pág. 683. 
109 "Scotland", pág. 619. 
110 Framework of a Christian State, págs. 647-648. 
111 La población de Irlanda [antes de las persecuciones] se estimaba generalmente de unos 2 millones. Según un censo levantado en 1659, la población era de 500,091. 
112 Ibid., pág. 89. 
113 Philip II, William Thomas Walsh, TAN Books, págs. 13-14. 
114 Traemos a la atención del lector que la palabra codificar significa "reducir a un código," o "poner en forma sistemática, especialmente por escrito." Ya que la Fe Católica es la misma Fe que había sido confiada por Jesucristo a sus Apóstoles, enseñada, a su vez por ellos, y diseminada por todo el mundo por la Iglesia, no es necesario decir que lo que se hizo en Trento fue una reducción en papel de ciertos dogmas que siempre se habían creído; ni el Concilio de Trento, ni ningún otro concilio ecuménico podía "inventar," "descubrir" o "crear," doctrina. La frase "codificando la Fe Católica," significa el plasmado de la revelación en un lenguaje específico que condenaba la herejía peculiar de la época (el protestantismo). 
115 History of Boniface VIII, pág. 445. 
116 Our Glorious Popes, pág. 90. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escriba su comentario