domingo, 19 de junio de 2016

El Credo Conciliar de la Iglesia del Hombre

El Credo Conciliar de la Iglesia del Hombre


Por Louie Verrecchio

Tomado de: https://harvestingthefruit.com/the-conciliar-creed-of-the-church-of-man/
Traducido del inglés por Roberto Hope

En su Audiencia General del 28 de octubre de 2015, Jorge Mario Bergoglio, también conocido como Papa Francisco, dictó la que pudiera ser considerada una concisa 'Profesión de Fe' de la Religión Mundial Única de la Roma Apóstata; llamémosla el Credo Conciliar de la Iglesia del Hombre.

Por cierto, Francisco no es el primer obispo vestido de blanco en abrazar la Iglesia del Hombre que emergió después del Concilio Vaticano II, y sus principios antropocéntricos, pero él ha sido su más audaz evangelista hasta ahora.

Como tal, es más bien franco (por lo menos para los que tienen oídos para oír) en su deseo de sonsacar a las almas ingenuas para alejarlas de la Roma Eterna y de la Santa Madre que nutre a sus hijos de esperanza celestial,  y de darles a cambio los confines sofocantes de una religión terrenal que ofrece poco más que tiernos sentimientos fugaces, nacidos de puro sentimentalismo.

En este punto, examinemos este Credo Conciliar de la Iglesia del Hombre a través de los ojos de un así llamado “tradicionalista”, también conocido como católico.

Citando el quincuagésimo aniversario de Nostra Aetate – la Declaración sobre la Relación de la Iglesia Católica con las Religiones no Cristianas –del Concilio Vaticano II,  Francisco abrió su discurso así:

El Segundo Concilio Vaticano fue un tiempo extraordinario de reflexión, diálogo y oración, que buscaba renovar la mirada de la Iglesia Católica sobre ella misma y sobre el mundo. Una lectura de los signos de los tiempos con la mira hacia una actualización orientada en una doble fidelidad: fidelidad a la tradición eclesial y fidelidad a la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Uno observa con gratitud la claridad con la que Francisco habla del propósito para el cual se convocó al Concilio; renovar la mirada de la Iglesia Católica sobre ella misma y sobre el mundo.

Antes que nada, sea dicho que la Iglesia nunca ha sido llamada a mirar sobre sí misma o sobre el mundo; ¡más bien, está llamada a ver hacia Cristo para cooperar con Él en la redención del mundo!

Dicho eso, Francisco dice algo de verdad.

A diferencia de los veinte anteriores concilios ecuménicos de la Iglesia, el Vaticano II nada tuvo que ver, en absoluto, con su misión real; la de responder a cuestiones doctrinales de honda importancia, y mucho menos la de tratar de evitar cualquier tipo de crisis eclesial. En vez de ello, el Concilio fue convocado para “poner al día” a la Iglesia conforme a las exigencias del hombre moderno.

Esta puesta al día, según Francisco, se llevó a cabo no en fidelidad a su Fundador y Cabeza, Cristo Rey, ni de la misión que Ël le dio, sino más bien a “los hombres y mujeres de nuestro tiempo”

¡Por supuesto! De dientes para afuera mencionó la “tradición eclesial” pero, seamos claros: La auténtica tradición eclesial está siempre y en todo lugar ordenada a la cristianización de todo el mundo para la salvación de las almas, o sea bautizando a todas las naciones, enseñándoles a observar todo aquéllo que Jesús mandó.

Como Francisco pasó a aclarar, sin embargo, no es ésta la misión de la Iglesia del Hombre, la cual él gobierna; más bien es la de promover la Religión Mundial Única de la Roma Apóstata.

Tomando de Nostra Aetate, Francisco habla de los siguientes puntos “siempre actuales”.

La creciente interdependenca de los pueblos ... la búsqueda humana del significado de la vida, del sufrimiento, de la muerte, cuestiones que siempre acompañan nuestro viaje ,,, religiones en busca de Dios o del Absoluto, dentro de nuestras diversas etnicidades y culturas.

Como para pasar por alto cualesquier cuestiones que lógicamente pudieran surgir concernientes a los peligrosos errores que permean a todas las religiones no católicas, habló de la “mirada benévola y atenta de la Iglesia” hacia estas religiones, repitiendo con el Concilio, “ella nada rechaza de lo que es bello y verdadero en ellas.”

Tocando ahora uno de los principales principios del Credo Conciliar de la Iglesia del Hombre, cita  Nostra Aetate. diciendo:

La Iglesia considera con estimación a los creyentes de todas las religiones, apreciando su entrega espiritual y moral.

¿Qué más claro puede decirse?

El centro primario de la Roma Apóstata y de la Iglesia del Hombre es el hombre mismo, es al hombre a quien esta iglesia prodiga con estimación

En contraste, la Santa Madre Iglesia se centra en Cristo Rey como su foco primario. Como tal, su “mirada benévola y atenta” y su estimación es siempre y en todas partes dirigida hacia Él, y no, como Francisco orgullosamente profesa en nombre de la Iglesia del Hombre, a todas las religiones del mundo, sin distinción alguna.

Para el verdadero seguidor de Cristo, o sea para el ciudadano de la Roma Eterna, no puede expresarse “aprecio” por la “entrega espiritual y moral” de aquellos hombres que rechazan a Nuestro Bendito Señor. Hacer eso no sólo sería una grave ofensa contra Cristo, lo cual tendría que ser nuestra preocupación primaria, sino que también consignaría a todos los que así se entregan, a la muerte eterna. ¡Cómo osaríamos hacerlo!

Francisco continúa:

La Iglesia, abierta al diálogo con todos, es al mismo tiempo fiel a las verdades en que ella cree, comenzando con la verdad de que la salvación que se ofrece a todos tiene su origen en Jesús, el Único Salvador, y que el Espíritu Santo está obrando, como fuente de paz y amor.

No se dejen arrullar por el indebido uso de frases familiares robadas de la tradición Católica, más bien céntrense en el mensaje medular que se está transmitiendo, que es esencialmente éste:
Jesucristo y la Santa Iglesia Católica, Su Cuerpo Místico, no es tanto el único camino de salvación fuera del cual nadie se salva, en lugar de ello, la salvación simplemente tiene su “origen” en Jesucristo.

Esta es una distinción clave, una que permite a aquéllos que viven en la Iglesia del Hombre afirmar que la salvación puede ser alcanzada por aquéllos que rechazan la fe católica a favor de alguna comunidad religiosa que esté claramente fuera de la Iglesia,

Esto queda perfectamente claro en el Decreto sobre Ecumenismo del Concilio Vaticano II, Unitatis Redintegratio, que dice, acerca de las “Iglesias y Comunidades Separadas”, o sea de las comunidades heréticas y cismáticas, demasiado numerosas para enumerar.

Pues el espíritu de Cristo no se ha abstenido de usarlas como medios de salvación que derivan su eficacia de la misma plenitud de gracia y de verdad confiada a la Iglesia.

De nuevo aquí, no se dejen ustedes arrullar hacia la complacencia por el calificativo “que derivan su eficacia de la misma plenitud de gracia y de verdad confiada a la Iglesia”

Estas comunidades no tienen eficacia alguna,  como comunidades, con respecto a la salvación.

Aun así, el mensaje del Concilio se ha hecho perfectamente claro desde entonces, en el comportamiento de los clérigos, aun de los cargos más elevados; la Iglesia Católica se percibe ahora sólo como una comunidad de salvación entre muchas otras a las que uno pudiera pertenecer.

Los Capitanes de la Nueva Iglesia se sienten justificados en mantener esta falsedad porque no están dispuestos a ir más allá que decir, como lo proclamó Francisco, que la salvación tiene su origen en Jesús, lo cual es muy diferente a profesar que la salvación sólo puede alcanzarse en Cristo Jesús y por consiguiente en Su Cuerpo Místico que está presente aquí en la tierra, la Iglesia Católica.

Los modernistas son en verdad muy sutiles, pero es reduciendo a Nuestro Señor a “origen de salvación” como se convencen a sí mismos y a otros de que el camino a la salvación no está confinado a su Cuerpo Místico.

En todo caso, Francisco no se contenta con hablar sólo de los bautizados más bien parece decir que todos los hombres están destinados al mismo final. cuando cita “el origen común y el destino común de la humanidad”.

¿Comparten los pecadores un mismo destino con los mártires y los santos?

¡Ciertamente que no!

Dicho eso, para verdaderamente entender la mente de Francisco y el Credo Conciliar de la Iglesia del Hombre, que él profesa con candor, debemos tener presente el hecho de que aquéllos que viven en la Iglesia del Hombre no están preocupados por la salvación de las almas; éste es un interés del católico que ellos ya dejaron de compartir.

Vean ustedes, la Religión Mundial Única de la Roma Apóstata ve la salvación como algo ya dado; y por lo tanto se ocupa sólo de inquietudes meramente temporales

Escuchemos a Francisco una vez más:

El Concilio, con la Declaración Nostra Aetate, ha indicado el camino: “Sí” a redescubrir las raíces judías del cristianismo; “no” a toda forma de anti-semitismo, de culpar a los judíos por todo mal, de discriminación o de persecución derivada de ello. Conocimiento, respeto y estimación de uno al otro son el camino. En verdad, si esto aplica en particular a las relaciones con los judíos, aplica también de la misma manera a las relaciones con otras religiones.

Vaya,pero si se expresa tanta perspicacia hasta en la menor de las palabras para aquéllos que se afanen en escudriñar todas las cosas a través de un cristal católico.

Nótese que Francisco proclama como camino el “conocimiento, respeto y estimación” de todas las religiones, hasta aquéllas que de plano rechazan a Cristo.

Mis amigos, dándose cuenta o no, Francisco está afirmando llanamente lo que todo católico digno del nombre ha reconocido desde hace mucho tiempo ― para la Roma apóstata ¡Jesucristo ya dejó de ser el Camino para llegar al Padre! ¡Ha sido reemplazado rudamente por esfuerzos terrenales dirigidos a glorificar al hombre!

Aquéllos que verdaderamente creen que Jesucristo es el Camino no pueden sino contener su “respeto y estimación” por aquellas religiones que rechazan a Cristo.

Una vez más, me veo obligado a reiterar que la Iglesia del Hombre no se preocupa de la misión que Cristo dio a Su Iglesia. Francisco deja esto perfectamente claro cuando dice:

El diálogo que necesitamos [entre todas las religiones del mundo] no puede sino estar abierto y ser respetuoso, y de esa manera probar ser fructífero. El respecto mutuo es la condición y, al mismo tiempo, es el objetivo del diálogo interreligioso: respetar el derecho de los demás a la vida, a su integridad física, a las libertades fundamentales, explícitamente a la libertad de conciencia, de pensamiento, y de religión.

¿Cuál es el objetivo?

Ciertamente no es la salvación de las almas; tampoco es el alcanzar la verdad ni la vida, sino simplemente el “respeto” humano ordenado sobre un falso “derecho” a la “libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de religión.”

Continuando, el Papa Francisco se extiende con algún detalle sobre la misión terrenal de la Iglesia del Hombre diciendo:

El mundo, viéndonos a los creyentes, nos exhorta a cooperar entre nosotros y con los hombres y mujeres de buena voluntad que no profesan religión alguna, pidiéndonos respuestas efectivas respecto a numerosas cuestiones: paz, hambre, la pobreza que afecta a millones de personas, la crisis ambiental, la violencia, especialmente aquélla cometida en nombre de la religión, la corrupción, la decadencia moral, la crisis de la familia. de la economía, de las finanzas,y especialmente de esperanza.

Para Francisco, “creyentes” son no sólo los cristianos, sino los judíos, los musulmanes, así como otros que dicen practicar cualquier tipo de “religión”. Esto se hace claro conforme continúa:

Nosotros los creyentes no tenemos recetas para resolver estos problemas, pero tenemos un gran recurso: la oración. Los creyentes rezamos. Debemos rezar. La oración es nuestro tesoro, de la cual obtenemos conforme a nuestras respectivas tradiciones, la petición de los dones a los que aspira la humanidad.

No dejen engañarse por el llamado a la oración.

Como lo deja claro la abominación que tuvo lugar en los jardines del Vaticano en Junio de 2014 por orden de Francisco, no toda oración es recta. (Para aquéllos que pudieran haberlo olvidado, un clérigo musulmán entonó una oración del Corán que pide a Alá que conceda la victoria sobre los infieles.)

Por un lado, uno pudiera ser movido a enojarse ante estas palabras.  ¿Cómo puede este hombre, adorado por muchos en todo el mundo como el “Papa del Pueblo”, declarar que la Iglesia no tiene “una receta” para los problemas del mundo?

¡Es una atrocidad!

Por otra parte, debe reconocerse que Francisco está siendo enteramente franco, y eso sorprendentemente, si sólo estamos dispuestos a escuchar.

Nos está diciendo lo que cree. Está recitando, no la fe de la Iglesia, sino el Credo Conciliar de la Iglesia del Hombre. Además, está diciendo la verdad ― ¡la iglesia que él desea construir encima y contra la Iglesia de Cristo no tiene una cura para la condición humana!

Lo más que Francisco puede ofrecer, por lo tanto, es una invitación para unírsele enfocándose en el hombre, en su supuesta “dignidad” y sus “derechos”, haciendo del hombre un ídolo, y su condición temporal la preocupación predominante de la vida.

Es una invitación muy distinta de la de San Pedro (y de sus fieles sucesores) que exhortaba a los enemigos del Señor:   Haced penitencia y sed bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo, por la remisión de sus pecados.Y habréis de recibir el don del Espíritu Santo (Hechos 2;38)

Con cada día que pasa, parece ser, está haciéndose más y más difícil para los hombres de buena voluntad y de inteligencia moderada negar que Roma ha caído de hecho en apostasía, y el cabecilla de la manada en este momento es Francisco.

En conclusión, propongo una predicción basada en las siguientes palabras dichas por Francisco durante su audiencia:

Ha habido tantos acontecimientos, iniciativas, relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas en estos últimos 50 años, que es difícil recordarlos todos. Un acontecimiento particularmente significativo fue la reunión en Asís el 27 de octubre de 1986. Fue deseada y promovido por San Juan Pablo II... La llama encendida en Asís se ha esparcido por todo el mundo y es un signo permanente de esperanza.

Antes de que pase a lo obvio, observe cómo la flama del Espíritu Santo que vino a la Iglesia en Pentecostés, la verdadera e inextinguible señal de “esperanza” para la humanidad como se imparte en el bautismo, ha sido corrompida al servicio de la Religión Mundial Única de la Roma Apóstata.

¡Es engañosa y repugnante!

Ahora, mi predicción:

No puede haber duda de que Francisco pronto habrá de anunciar su intención de convocar a Asís IV, y las abominaciones que uno pudiera esperar que tengan lugar ahí serán nada menos que espeluznantes.

Aun cuando algunos pudieran ver esto como malas noticias, yo me inclino a verlo como buenas noticias, porque habrá una nueva ocasión para que todos puedan atestiguar la única bendición que tiene por ofrecer este desastroso pontificado; específicamente, evidencia incontrovertible que da fe, tanto de la magnitud de la crisis de la Iglesia de hoy, como del hecho innegable de que entre los hombres no hay mayor peligro para las almas que transitan en la tierra en estos momentos que un tal Jorge Mario Bergoglio.

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