¿Qué se Propone Monseñor Ganswein?
Por Christopher A. Ferrara30 de mayo de 2016
Tomado de: http://www.fatimaperspectives.com/sv/perspective861.asp
Traducido del inglés por Roberto Hope
Durante su reciente presentación del libro Beyond the Crisis in the Church: The Pontificate of Benedict XVI, Monseñor Georg Ganswein, quien sirve como secretario personal del “Papa Emérito” Benedicto XVI, de manera inexplicable y muy misteriosa dio mayor profundidad, y consecuentemente un nuevo ímpetu, a la idea de que la renuncia de Benedicto al papado estuvo matizada por una “nueva concepción del papado", según la cual Benedicto retuvo para sí un aspecto pasivo del oficio petrino, pasándole el ejercicio activo a Francisco.
En el curso de la presentación del libro, Ganswein hizo comentarios que de seguro reflejan la percepción del propio Benedicto sobre la situación, incluyendo el significado preciso del texto de la renuncia, fraseado cuidadosamente para referirse al “ministerio del Obispo de Roma, sucesor de San Pedro”. Es inconcebible que Ganswein meramente hubiera expresado su propia opinión del asunto sin haberlo antes consultado con Benedicto.
Según Ganswein, aun cuando “no hay dos Papas” como resultado de la renuncia, hay no obstante “un estado en cierta forma excepcional así querido por el cielo” conforme al cual "el ministerio papal dejó de ser lo que había sido antes...” Benedicto más bien “lo ha transformado profunda y perdurablemente” en forma tal que “no ha abandonado el oficio de Pedro [sino que] ha innoovado este cargo” de modo que es “de hecho un ministerio ampliado — con un miembro activo [Francisco] y un miembro contemplativo [Benedicto].”
Antonio Socci observa que sólo hay dos conclusiones posibles : una que no tiene sentido y la otra de una gran significación trascendental. La primera conclusión, como lo expresa Socci, es que Benedicto ha creado “un punto de inflexión trascendental que de hecho entraña una mutación radical del papado, que ahora se ha convertido en un órgano colegiado (pero esto es imposible según la doctrina católica).” Ciertamente es imposible y por lo tanto el traerlo a colación resulta absurdo. No importa lo que Benedicto piense haber hecho; ningún Papa tiene la potestad para cambiar la naturaleza de un oficio establecido a perpetuidad por Dios Encarnado. O sea, ningún Papa tiene el poder de alterar la constitución divina de la Iglesia. Como hasta Juan Pablo II lo dijo cuando estaba por someterse a una cirugía mayor: “Tiene Usted que curarme, pues no hay lugar para un papa emérito”.
La otra conclusión, dice Socci, es que “este discurso [el de Ganswein] trae a luz la 'nulidad' de la renuncia de Benedicto XVI.” De hecho, si la renuncia de Benedicto al papado se basaba en la premisa de esta falsa opinión, de que seguiría como un 'miembro contemplativo' de un oficio petrino 'ampliado' en virtud de una innovación que él mismo recién había originado, entonces ¿cómo podría no ponerse en duda la validez de esa renuncia matizada? ¿No es que Benedicto sigue considerándose a sí mismo en cierto sentido Papa? Y de ser así ¿cómo puede decirse que él ha renunciado al papado de manera inequívoca?
Ciertamente, como lo comentó Ganswein: “Por esta razón, Benedicto no ha renunciado ni a su nombre ni a la túnica blanca. Por esta razón, el apelativo correcto con el cual él se refiere a sí mismo, aun ahora, es el de 'Santidad', y por esta razón, además, no se retiró a algún monasterio remoto, sino que permaneció dentro del Vaticano...”
No ofrezco una respuesta acerca de cómo esta total novedad afecta la renuncia de Benedicto al papado. Eso es algo que la Historia tendrá que juzgar — si de veras hay algo que juzgar. Yo solamente planteo otra pregunta: ¿Por qué es ahora cuando Monseñor Ganswein está empujando este punto, habiendo ya transcurrido tres años de tumultuoso pontificado del Papa Francisco? Muy seguramente estas observaciones fueron bien ponderadas con anterioridad. De manera que ¿que es lo que él se propone?
Una pista puede encontrarse en la asombrosa referencia que hizo Ganswein a la perfidia que se obró en el cónclave del 2005, durante el cual la llamada “mafia de San Gallen”, que incluye a los infames cardenales Daneels y Kasper, tramaron la elección del Cardenal Bergoglio. Sorprendentemente, Ganswein se refiere a este acontecimiento como un simple hecho histórico, notando que el cónclave del 2005 entrañó “una lucha dramática entre el partido ´Sal de la Tierra' [de orientación Ratzingeriana], que gira alrededor de los cardenales López Trujillo, Ruini, Rouco Varela y Medina, y el 'grupo San Gallen', que gira alrededor de los cardenales Daneels, Martini, Silvestrini y Murphy-O'Connor...”
Ganswein luego vincula la lucha en el cónclave con dos hechos reveladores: Primero, la homilia del Cardenal Ratzinger al inicio del cónclave, en la cual censuró “la dictadura del relativismo, que no reconoce nada definitivo y considera como medida última el propio yo y la voluntad propia.” Segundo, la petición del Papa Benedicto a los fieles, inmediatamente después de su inesperada elección, de que rezaran por él para que no fuera a “huir por miedo a los lobos.”
Esto es ciertamente muy extraordinario. A fin de cuentas, los comentarios de Ganswein implican que el papado de Benedicto estuvo siendo atacado por fuerzas malignas de principio a fin. Deja eso claro cuando ridiculiza la idea de que algo tan trivial como “Vatileaks” haya forzado a Benedicto a abandonar su cargo: “Ese escándalo era demasiado pequeño como para provocar algo de tal envergadura, y algo mucho mayor [motivó] la medida de importancia histórica milenaria, cuidadosamente ponderada, que Benedicto tomó.”
Hágase las conjeturas que Usted quiera. Pero no subestime el significado de los comentarios de Ganswein en medio de lo que claramente es el papado más perturbador de que se tenga memoria en la Iglesia: ése del sucesor de Benedicto, en circunstancias misteriosas sin precedentes.
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