sábado, 25 de diciembre de 2021

La Larga Derrota - Parte 3

La Larga Derrota, La Cristiandad y sus Defensores, 1789 al Presente. 

Parte 3 

El Águila Tiene dos Cabezas

Por Charles A. Coulombe

Tomado de: https://catholicism.org/the-long-defeat-christendom-and-its-defenders-1789-to-the-present-part-3-the-eagle-has-two-heads.html

Traducido por Roberto Hope

 
Como vimos en la parte anterior, la Casa de Austria llevó las tradiciones del Sacro Imperio Romano Germánico hasta el siglo XX a través de la relativamente nueva construcción política llamada Austro-Hungría. Conducida a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial por Francisco José, su último rey-emperador fue el Beato Emperador Carlos, cuya igualmente devota reina-emperatriz es ahora también Sierva de Dios. Después de la prematura muerte del soberano santo, su infatigable esposa guió a sus ocho hijos a través de los horrores de principios del siglo XX. Su hijo mayor, el Archiduque Otto, como vimos, cambió sus esfuerzos, de aquél de restaurar la Monarquía - rota como había sido en trozos étnicos - a el de unificar Europa. La caída de la Unión Soviética permitió, con su ayuda, la entrada de la mayor parte del bloque oriental - incluyendo sus antiguos reinos de Hungría, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia y Croacia - a la Unión Europea. Pero eso permitió también el reavivamiento del sentimiento monárquico, que en Austria nunca había muerto enteramente, ni en sus adyacentes fragmentos Habsburgo del Tirol Meridional y Trieste (italianos desde 1918).
Ciertamente, la impronta institucional de los Habsburgo permanece en toda la extensión de sus antiguos territorios, tanto en la Iglesia como en el Estado. A pesar de las tendencias secularizantes de las décadas pasadas, siguen habiendo capillas que funcionan en varias oficinas de gobierno. Tanto turistas como residentes acuden en masa a las residencias de los Habsbugo tales como los Hofburgs de Viena e Innsbruck, Schönbrunn, Eckartsau, Laxenburg, Brandys, Artstetten. la Kaiservilla de Ischl, el Castillo de Praga, Konopiste, el Castillo de Buda, Godolfo, el Castillo de Bratislava, etcétera - y muchas veces llevan las marcas de sus constructores. En el Parlamento Húngaro, la reavivada Guarda de la Corona protege la Corona Sacra de San Esteban, portada por última vez por el Beato Carlos. Los ejércitos de Austria, Hungría, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia, y aun en cierto grado Polonia, conservan muchas de las tradiciones de la era de los Habsburgo - esto es particularmente cierto entre las unidades de la Guardia Presidencial. Las instituciones culturales y educativas fundadas durante la época de la Dinastía también se regocijan de sus orígenes. Aun en países como Polonia, Ucrania, Rumana, Serbia y Montenegro existe una diferencia significativa en las actitudes políticas y patrones de votación entre las regiones que habían formado parte de Austro-Hungría y aquéllas que no, que los sociólogos han llamado el 'Efecto Habsburgo'.
El Funeral de Estado del Archiduque Otto en 2011, mostró al mundo cuán fuerte permanece el afecto por la Casa de Habsburgo. Como con las exequias de su madre en 1989, el réquiem del Archiduque fue acompañado de diversas unidades militares y guardias civiles restauradas de todo el anterior Imperio (más notables entre las últimas fueron Sankt Veit, la propia Guardia Trabante de Carintia que, agrupadas en sus uniformes alrededor del féretro, traían reminiscencias de la antigua Guardia Imperial). Como suele suceder, esta clase de unidades - como nuestra propia Legión de Comandos Militares Históricos del Centenario en los Estados Unidos - abarcan a horcajadas los campos de la representación y de los ideales del soldado-ciudadano. Hasta hay una Cancillería Militar que sirve de algo parecido a una cámara de compensación entre ellas. Sin duda, muchos de los miembros tienen diferentes grados de lealtad a la Vieja Monarquía; ciertamente están a disposición para cualquier evento que concierna a la Casa Imperial.
Por supuesto, la cabeza de esa Casa y heredero de sus tradiciones es el Archiduque Carlos de Habsburgo. nieto del (hasta ahora) último Emperador. Encabeza varias organizaciones cuyos miembros son más o menos monárquicos: La Orden del Toisón de Oro, un antiguo cuerpo de caballería; la Orden Real y Militar de San Jorge, una organización de caballeros dedicados expresamente a los ideales del Santo; las Fraternidades Estudiantiles Católicas Monárquicas Austriacas; los "Caballeros Europeos del Vino," una asociación de conocedores de las viñas; la Asociación Europea de Tiradores, que comprende grupos de tiradores de arco y de arma de fuego de todo el continente; la rama austriaca de la Unión Paneuropea; el Escudo Azul, que trabaja por defender los tesoros del mundo en tiempos de guerra; la Unión Europea de Paracaidistas (cuyo dirigente refleja su propia rama en el servicio militar); y un número de otras más. El Archiduque tiene un aparato administrativo consistente en un pequeño grupo de personal que sirve para coordinar sus actividades y premiar grupos que él considere meritorios de su patronazgo con el sello "Sub Auspiciis", modelado en su sello personal.
Para marcar su cumpleaños número 60, se celebró un desfile imperial en la ciudad austriaca de Korneuburg (que ese día también se insertó en la ruta cultural 'Vía Habsburg') el 26 de junio de 2021, donde este autor tuvo el gusto de estar presente. Ahí, con la presencia de tantos grupos de reinstauración y los ayudantes, y la participación del Archiduque, el evento se veía y sentía como un acontecimiento oficial en una monarquía. Pero este sentimiento de un 'imperio fantasma' puede experimentarse en cualquier número de eventos por todo lo que fue Austro-Hungría, incluyendo la celebración anual del nacimiento de Francisco José en su pueblo de Ischl, la 'Audiencia con el Emperador Carlos' en Brandys, Chequia, y el Baile del Emperador en Kornueburg mismo. Más que una mera re-creación como las de nuestras Ferias de Renacimiento, estos eventos no solamente invocan el espíritu de la monarquía y recuerdan a los espectadores de lo que habían tenido - también hablan de lo que podría volverse a tener.
Dicho eso, hay ciertamente monárquicos activos tales como Weisse Rose [Rosa Blanca] y la Alianza Negro-Amarilla, que busca reinstalar a Carlos no solamente a su trono austriaco, sino a aquéllos de Hungría, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia y Croacia. Haciendo eco de esos esfuerzos en Austria, están el Grupo 'Regnum' de Hungría, el Koruna Czecia en Chequia, el Concilio Real Croata, y varios otros. Por supuesto, entre estas y todas las demás organizaciones hasta aquí mencionadas hay diferencias de opinión con respecto a objetivos, ideologías específicas y - el flagelo de todo grupo - personalidades. Pero, como habremos de ver en otros países, hay una dificultad dominante y básica de círculo vicioso con el monarquísmo en la Europa Central. Por un lado, el papel tradicional del soberano como padre de todo su pueblo, hay siempre un temor de identificase con un lado- Por otra parte, los monárquicos instintivamente ven en el heredero del trono de su país al dirigente y guía en el esfuerzo de restauración. Es un enigma observado tanto tiempo atrás como en la Revolución Francesa, cuando el exiliado Luis XVIII amonestaba a sus seguidores de no ser "más monárquicos que el Rey". Su dirigente, Georges Cadoudal. respondió bruscamente, "si Su Majestad espera recuperar su corona, más nos vale serlo." Es un dilema que en sí mismo parece insoluble.
Sin embargo, como sucedió entre Luis XVIII y Cadoudal - ninguno de los cuales podían haber previsto al momento de ese intercambio las circunstancias que llevarían a la Restauración en 1814, hay otras fuerzas en juego. La primera, desde luego, es la antes mencionada devoción a la santa última pareja Imperial, cuya intercesión por la causa está sin duda continuando en el Cielo como lo fue en la Tierra. El número de santuarios al beato Emperador en sus antiguos reinos sigue creciendo, igual como ocurre en los Estados Unidos, y uno no puede dejar de pensar que esto está teniendo efecto.
Más allá de esto, se hace más aparente en los países medulares de la Europa Central - Hungría, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia, Polonia y Croacia - tienen más en común uno con el otro en términos de creencias y de buenas costumbres que lo que tienen con la moralmente corrupta dirigencia de Europa Occidental y de Norteamérica. Además, comparten un temor hacia Rusia. Estos dos fenómenos tienen sus raíces en la experiencia compartida que estos países tuvieron del comunismo, no tienen deseo alguno de que se les re-imponga por las activistas elites de Occidente, ni ser dominadas por un vecino oriental no comunista que esté luchando contra el mismo legado (y conserve una parte del mismo personal). Además, también existe el miedo a la inmigración masiva proveniente del mundo islámico. Emprendimientos tales como Visegrad y la Cooperación de Defensa Centro Europea (que incluye a Austria) bien puede ser el inicio de una unidad más cercana ocasionada por la necesidad.
No obstante, estos países siguen poseídos por el odio étnico agitado por el nacionalismo del siglo XIX y exacerbado por las experiencias del siglo XX. Para superarlas, la necesidad mutua no basta - debe haber algo positivo. Aquí es donde la Casa de Habsburgo y la Iglesia tienen mucho que ofrecer. La resurrección de Austria Hungría como había sido antes es imposible; la creación de una Federación Monárquica Centro Europea - suficientemente unida para mantener a raya a los enemigos extranjeros, pero suficientemente suelta para permitir diferencias nacionales - paradójicamente puede pronto no meramente ser posible sino esencial si estas naciones han de sobrevivir en una forma como la actual. Irónicamente, tal escenario se asemeja mucho a las ideas del Archiduque Francisco Fernando y del beato Emperador Carlos, de unos 'Estados Unidos de la Gran Austria' bajo la dirigencia de Habsburgo. ¡Si tan sólo eso hubiera podido hacerse realidad sin la matanza ocurrida en la Primera Guerra Mundial y las revoluciones y conflictos que la sucedieron!  Puede ser que la reconstrucción, el verano pasado, de la Columna Mariana en Praga destruida en 1918 para demostrar la victoria sobre el Altar Católico y el Trono de los Habsburgo) puede presagiar tiempos mejores.
Y ¿qué decir de Austria misma? Bien, su liderazgo político es tan ridículamente activista como cualquiera en Washington o en Bruselas, y ciertamente mucha de su elite desea ser tan imbécil como cualquiera en Occidente. Pero la triste realidad es que Austria siempre será de décima categoría en Europa Occidental; en cambio, en la Europa Central sí tiene cachet. Una Europa Central resurgente sin duda atraerá a Austria hacia ella - ¡y sin duda la dirigencia austriaca afirmará que la idea fue toda de ella! Aquí hay una gran ironía. A fin de alcanzar el principio perenne de la Dinastía de Habsburgo, de una Europa cristiana, unida, pacífica y libre, el Archiduque Otto llegó a pensar que era más importante tratar de alcanzar el ideal Paneuropeo de católicos devotos tales como Adenauer, Schumann y de Gasperi, que laborar en su propia restauración. Pero siendo las condiciones actuales lo que son, bien puede ser que una reinstalación de los Habsburgo en Europa Central es ahora esencial para construir la clase de Continente que ellos visualizaron.
En el desfile del Emperador en Korneuburg, yo traía conmigo a dos amigos - ambos en sus jóvenes 20s-. Uno era Eslovaco, y el otro del Tirol Meridional (ahora en Italia) de habla germánica. Aun cuando suficientemente amigables el uno con el otro desde antes, viendo marchar las unidades frente al heredero de los Emperadores Habsburgo les llevó a decirme que nunca antes se habían percatado de que eran compatriotas. Para el católico creyente, las tierras del antiguo Imperio - bueno, para ser justos, de toda Europa - se parecen al Castillo de la Bella Durmiente. Uno no debe decir  quién debe besar a quién, qué espada debe sacarse de qué piedra, o que desafío fue lanzado a qué Caballero Verde. Pero si los pueblos de la Europa Central han de seguir siendo ellos mismos, los durmientes deben despertar y los huesos vivir; lo que es ahora un sentimiento debe volverse una causa. Ahora, más que nunca, necesitan el lema de los Habsburgo: ¡Viribus Unitis!

 

(Continuará) 

 

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