lunes, 20 de diciembre de 2021

La Larga Derrota - Parte 2

 

La Larga Derrota, La Cristiandad y sus Defensores, 1789 al Presente. 

Parte 2 

Defensores del Imperio

 

Por Charles A. Coulombe

Tomado de: https://catholicism.org/the-long-defeat-christendom-and-its-defenders-1789-to-the-present-part-2-defenders-of-empire.html

Traducido del Inglés por Roberto Hope

Aun cuando veremos cada nación occidental en su turno, es importante recordar que desde el mero inicio de la Cristiandad -  que podemos fechar desde la unión hecha por Cristo del Reinado Davídico con la naciente Iglesia el jueves en que lavó los pies de sus apóstoles - la fe ha tenido un aspecto temporal igual que un aspecto espiritual. Armenia, Etiopía y Georgia, todos ellos se hicieron reinos cristianos antes de que Constantino el Grande otorgara tolerancia para la Iglesia por medio del Edicto de Milán, Sin embargo, fue Constantino quien puso en movimiento el proceso que habría de culminar con el Gran Edicto de Tesalónica de Teodosio, que hizo del catolicismo la Religión de Estado del Imperio Romano, y del Bautismo la inserción no sólo en la Iglesia sino en la Ciudadanía Romana. Por tal razón bien podríamos llamar a Constantino tanto Padre de Europa como Primer Europeo, aunque esos títulos se les dan generalmente a otros. Desde entonces los términos Europa, Occidente, Cristiandad, y el Imperio fueron vistos más o menos coincidentes. He explorado anteriormente estos conceptos en otro artículo en estas mismas páginas.
Por supuesto, la palabra Imperio puede malinterpretarse fácilmente. Lo que nuestros ancestros tenían en mente no era un régimen centralizado como el de Napoleón. Más bien podía no sólo comprender uno o más Emperadores con igualdad de jerarquía, sino también - conforme el Imperio decaía en Occidente - podía también cobijar bajo sus alas teóricas reinos bárbaros separados, tales como los Francos o los Visigodos. Cuando Odoacer depuso al último emperador de Occidente en el año 476 DC, envió la diadema Imperial de regreso a Constantinopla, declarando que, de ahí en adelante, habría otra vez solo un Emperador.
El Emperador Justiniano intentó sin éxito restaurar el Imperio como un Estado unificado - aunque sí logró recuperar el África del Norte, Italia,y una pequeña parte de España. También se hizo coronar Emperador por el Papa, cuya posición él fijó en su famoso código de leyes, "Deseamos que todos los pueblos sujetos a nuestro benigno Imperio vivan en la misma religión que el Divino Pedro, el Apóstol, dio a los Romanos, y que la dicha religión declara que fue introducida por él mismo, y que es bien sabido que el Pontífice Dámaso, y que Pedro, Obispo de Alejandría, hombre de santidad apostólica abrazó, eso quiere decir que, de acuerdo con las reglas de disciplina apostólica y con la doctrina evangélica, debemos creer que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo constituyen una única deidad, dotada con igual majestad y unida en la Santísima Trinidad."
Un siglo después de Justiniano, los Mahometanos arrancaron Siria, Palestina y Egipto. Los Emperadores Bizantinos se volvieron más preocupados por esa amenaza - y la Iconoclasia de varios de ellos planteó una tensión definitiva en su relación con el Papado y el Occidente. Los francos asumieron el papel de protectores del Papa, culminando con el Papa León III renovando el Imperio en Occidente al coronar al Beato Carlomagno. Ese Gran Emperador, que ciertamente merece la veneración religiosa, política y literaria que ha recibido desde entonces hasta nuestra época, así como, después de Constantino, el título de Padre de Europa - fue, sin embargo, la causa del 'problema de los dos Emperadores'. Sin embargo, grande como era ese problema, la perspectiva de la Tradición Imperial tanto en Oriente como en Occidente, tuvieron muchas más similitudes que diferencias entre Oriente y Occidente, y esto seguiría a pesar del Gran Cisma.
Ambos Emperadores, del Sacro Imperio Romano y del Imperio Bizantino, así como posteriormente los gobernantes de Austria y de Rusia, que aducían ser sus sucesores, utilizaron el Águila de Dos Cabezas como una poderosa representación simbólica del hecho de que litúrgica y filosóficamente, todos ellos afirmaban desempeñar el mismo papel de sucesor de los Césares, dirigente temporal de todos los pueblos cristianos alrededor del mundo y principal protector laico de la Iglesia de Cristo — en pocas palabras el mismo papel que para él veía Constantino el Grande, consagrado por el Papa San Silvestre I. Quizás quien mejor simboliza esta perspectiva fue el Emperador del Sacro Imperio Romano Otto III. Descendiente de dos santas y una sierva de Dios  (las santas Matilde y Adelaida, y la Emperatriz Theofania de Bizancio), en su breve vida intentó sin éxito revivir el imperio enteramente en línea con sus dos líneas de ascendencia imperial, Fue a su vez sucedido por su primo San Enrique el Emperador, y la consorte de éste, Santa Cunigunda. La dinastía se extinguió en una llamarada de santidad.
La primera vez que esta Res Publica Christiana en Oriente y Occidente intentaría funcionar como un cuerpo conjunto con un objetivo común fue de hecho la Primera Cruzada; quizás el último fue la Liga Santa de 1684, Tomadas en conjunto, las Cruzadas en Tierra Santa, en España y en otros lugares fueron a la vez el punto más alto y el más bajo de este ideal. No demasiado sorprendente, fue de entre aquéllos más profundamente interesados en esta luchas que vinieron muchos de los intentos de terminar el Cisma entre Oriente y Occidente - los emperadores Bizantinos Alexios I, Manuel I, Miguel VIII, Juan V, Manuel II, Juan VIII, y, por supuesto, el último - Constantino XI, quien ha sido declarado beato. Pero sus esfuerzos fueron de tanto en cuanto igualados por Emperadores de Occidente, Conrado III, Federico I, el ambivalente Federico II, Carlos IV, y más notablemente, Segismundo. Éste mencionado al último, con todo y que no fue capaz de terminar el Cisma de Oriente, recuperar Tierra Santa, o sacar a los turcos de Constantinopla, fue no obstante capaz de acabar con el Cisma de Occidente. Gracias a haber convocado al Concilio de Constanza, fue capaz de reducir de tres a uno el número de individuos que afirmaban ser el Papa.
El Papa Pablo, que había tomado a los herederos Bizantinos bajo su protección en Roma, negoció el matrimonio entre la sobrina del beato Constantino XI, Sofía, y el Gran Duque Iván III de Moscú. Los sucesores de Iván de ahí en adelante, reclamaron haber heredado la sede del Imperio de Oriente para ellos, Moscú era la Tercera Roma. Pero si los rusos pensaban que llevaban la mano en aducir ser los sucesores del Imperio Romano, la Casa de Habsburgo reafirmaría tener ese derecho en Occidente. Debido a una serie de matrimonios afortunados, el heredero Habsburgo de Austria, Bohemia, Hungría, los Países Bajos, Borgoña, España y su nuevo Imperio Americano y mucho más, en 1517 Carlos V fue electo como Emperador del Sacro Imperio Romano (ganándoles al Rey Francés, Francisco, y al propio Enrique VIII de Inglaterra, de esa manera subrayando que en cierto sentido, el Imperio incluía toda la Cristiandad de Occidente). Sus viajes en paz y en guerra lo llevó por todas las porciones europeas de los reinos que tenía alrededor del mundo. Él fue el primero de quien pudo decirse que en sus dominios el sol nunca se ponía.
Pero eso no duró mucho tiempo, no sólo se aliaron los franceses con los turcos, sino que la Revuelta Protestante también ocurrió durante su reinado - ambos desgajando de la fe a la Europa del Norte y desgarrando la unidad espiritual del Imperio. Las tensiones así desatadas no sólo resultaron en guerras civiles y derramamientos de sangre en Francia, en los Tres Reinos de las Islas Británicas, en Escandinavia y en otras regiones, y dio lugar a la sangrienta Guerra de los Treinta Años. El Sacro Imperio Romano sobrevivió la Guerra - pero a costa de dejar que su desunión política y espiritual, y la de Europa en conjunto quedara consagrada en la ley.
Sin embargo, hubo figuras que soñaron con restaurar esa perdida unidad. Abarcando desde tales consejeros de Carlos V como el Cardenal Gattinara hasta el filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibnitz (quien aspiraba, junto a la restauración de la unidad política, también la de la unidad religiosa; no obstante ser protestante, él afirmaba haber probado la verdad de la transubstanciación por medio de las matemáticas). Pero ay, éstas ideas, a nada llegaron. Ciertamente, la Ilustración corroyó las creencias en todos los tres sectores del mundo cristiano, y al final, la Revolución Francesa estalló y redujo el Continente a escombros. De esas cenizas surgió Napoleón, quien intentó hacer de sí mismo un nuevo Carlomagno; en esto fracasó. Pero para impedirle reclamar la corona existente del Sacro Imperio Romano, el incumbente de la Casa de Habsburgo, Francisco II, abdicó al trono e intentó disolver el Imperio. De ahí en adelante, él sería Francisco I, y él y sus sucesores serían solamente "Emperadores de Austria."
Pero la pregunta surgió inmediatamente de si este acto era legal. El Visconde Bryce señala: "Gran Bretaña en 1806 se había rehusado a reconocer la disolución del Imperio. Y puede ciertamente sostenerse que en cuestión de derecho, el Imperio nunca se extinguió en absoluto, sino que vivía como un tipo de espíritu incorpóreo. Pues es claro que, hablando técnicamente, la abdicación de un soberano destruye solamente sus propios derechos, pero no disuelve el estado sobre el cual él preside. Quizás el Elector de Sajonia podría legalmente, como Vicario Imperial durante un interregno, haber convocado a que se reuniera un colegio electoral y eligiera un nuevo Emperador." Bryce, The Holy Roman Empire p. 416, nota o.) Qué es lo que hizo tan importante el que Gran Bretaña se hubiera rehusado a reconocer el acto del Emperador es que su Rey, en esa época Elector de Hanover, tenía voz en el gobierno del Imperio y voto en la elección de cualquier futuro Emperador. En gran medida el mismo caso ha sido planteado por Klaus Epstein:
"Aun cuando no hay duda de que Francisco tenía el derecho personal de abdicar a la Corona que ya no deseaba portar, ciertamente no tenía poder constitucional para disolver el tejido de obligaciones del Imperio en sí. El imperio, como todos los estados soberanos, había sido formado con la intención de seguir a perpetuidad, y el emperador había jurado mantenerlo de la mejor manera que estuviera al alcance de sus posibilidades. Violó el juramento de su coronación cuando declaró el imperio disuelto, y omitió consultar al Congreso reunido en Ratisbona sobre este procedimiento altamente irregular. Uno puede argüir, por lo tanto, que la orden de ejecución del Imperio fue técnicamente ultra vires [más allá de su poder] y consecuentemente nulo y sin validez, y el imperio legalmente siguió existiendo después de 1806." (The Genesis of German Conservatism, p. 668)
No obstante eso, los ruegos de diversos terceros (incluyendo el Papado y los prusianos) no se hizo intento alguno en el Congreso de Viena por revivir al Sacro Imperio Romano Germánico. En lugar de ello, una Confederación Germánica fue creada para más o menos tomar su lugar político, y una Alianza Quíntuple de Austria, Rusia, Prusia, Francia y Gran Bretaña fue creada para reforzar el así llamado "Sistema de Congreso" que duró lo que duró la Restauración - hasta 1830. Recayó en el Zar Alejandro I de Rusia - heredero, como él se consideraba, de Bizancio - el tratar de encontrar una base religiosa para la nueva Europa. El resultado fue la Santa Alianza. Con todo, el Sultán, el Papa, y el Príncipe Regente de Gran Bretaña rehusaron unirse (cada uno de los tres por razones diferentes), todos los demás príncipes europeos sí se unieron.
Aun así, el sistema se desvaneció gracias a renovadas revoluciones, la Guerra de Crimea, las Guerras de Unificación Alemana e Italiana, y demás. Lo que surgió para mantener la paz fueron dos distintos bloques de poder - la Triple Alianza y la Triple Entente. Esto duró hasta 1914 y la Primera Guerra Mundial. Aquí los herederos de la Tradición de Habsburgo - los Archiduques Francisco Fernando y Carlos - habrían jugado un papel clave de no ser porque el primero haya sido asesinado y el otro constreñido por circunstancias fuera de su control (la esposa de Carlos, Su Graciosa Majestad Zita, de ancestría portuguesa, francesa, española e italiana, acentuaba su orientación hacia Occidente). Ambos deseaban no solamente federalizar Austria Hungría, sino hacerse aliados de países tales como Gran Bretaña y Rusia, a fín de afianzar la independencia de Alemania de su país. Su visión sin duda habría asegurado la paz en Europa por un tiempo considerable.
Como resultó, la guerra dejó a Europa en ruinas; la paz dictada por Woodrow Wilson reemplazó la estabilidad de Austro-Hungría con raquíticos estados que los sucedieron - tan plagados de problemas de nacionalidad como lo habían estado sus predecesores, pero sin el efecto estabilizador de los Habsburgo y de la Iglesia Católica. Alemania fue reducida a la inestable República Weimar, y las naciones 'victoriosas' fueron desangradas en extremo. Con el tiempo, estas dificultades se acentuaron con la Gran Depresión y el surgimiento de dictadores que culminó en la Segunda Guerra Mundial. Muchos intelectuales europeos de inclinación conservadora temían que el Continente Madre fuera dividido en esferas por sus dos hijos más grandes y más poderosos - los Estados Unidos y la Unión Soviética.
No de sorprender, aun cuando esas ideas podían haberse encontrado en cualquier país, muchas vinieron de Alemania y Austria, cuyos intelectuales conservadores casi instintivamente volvían a la idea Imperial como una manera de crear una Europa que estaría lo suficientemente suelta como para permanecer independiente y suficientemente descentralizada para permitir que todas las regiones desarrollaran sus propias identidades. Pero, como habremos de verlo repetidamente en esta serie, la afinidad de ideas muchas veces es anulada por choques de personalidad o de temperamento. En el período de entreguerras esta irritable compañía incluía nombres tales como Karl Anton de Rohan, Richard von Coudenhove-Kalergi, Gonzague de Reynold, Denis de Rougemont, Jean de Pange, Hubertus von Lowenstein-Scharffeneck; Hugo von Hofmannsthal, y muchos otros. Algunos, como von Coudenhove-Kalergi, contemplaban edificar una clase de "Estados Unidos de Europa;" otros, visualizaban un "Occidente" - Abendland, como lo llaman los alemanes - más medievalmente inspirado.
Aún cuando la Segunda Guerra Mundial habría de forzar a estos pensadores a elegir entre colaborar con, o resistir a, los Nazis, las secuelas de ésta llevaron a hombres influidos por sus ideas a posiciones de poder o, por lo menos, a niveles de prominencia. La primera variedad incluía a Alcide de Gasperi, Robert Schuman, y Konrad Adenauer, cuyos intentos de llevar la enseñanza social católica a influir en la política modificada de la postguerra, produjeron lo que se llama "Democracia Cristiana", pero también esperaban infundir una Europa Unida con tales valores - conscientemente invocando la memoria de Carlomagno - sirvieron como fundadores de lo que se ha convertido en la Unión Europea. Charles de Gaulle - y en menor grado, Winston Churchill - compartían sus opiniones.
El principal de una variedad de personajes influyentes pero carentes de poder, era el Archiduque Otto von Habsburg, hijo de Carlos y Zita. Imbuido con el alcance Pan-Europeo de la historia y los ideales de su familia, había adquirido un sentimiento "europeo" mientras estuvo en el exilio en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, Pero, por supuesto, él también veía la unidad europea en términos de la "idea imperial," como una clase de revivido Sacro Imperio. Para ese fin, durante los años 1950s, trabajó con grupos y publicaciones tales como el Abendländische Bewegung [Movimiento Occidental], su publicación Neues Abendland, y el Centre Européen de Documentation et d'Ínformation. Colaborando con el Archiduque en este emprendimiento, para construir una Europa que fuera católica, tradicional, y suficientemente fuerte como para repeler el comunismo, había un impresionante reparto de académicos, intelectuales y otros, sacados de todas partes del Continente. Los dos primeramente nombrados sucumbieron ante lo que ahora llamaríamos una "campaña de cancelación," dirigida por la revista alemana de izquierda, Der Spiegel. Él también prestó apoyo a esa legendaria revista norteamericana, Triumph. Pero en 1972, el Archiduque llegó a presidente de la Unión Paneuropa de von Coudenhove-Kalergi. Desde ese púlpito, no sólo siguió promoviendo su idea para Europa, sino también para recordar a sus lectores . y al Parlamento Europeo luego de su admisión en esa institución - de la existencia del Bloque Soviético que, después de todo, segúia siendo parte de Europa. Fue el co-inspirador y co-iniciador del "Pícnic Peneuropeo" en 1989, que tuvo un efecto enorme en la caída de la Cortina de Hierro. Habiendo alcanzado ese logro, prestó su influencia para un rápido acceso a la Unión Europea de las naciones liberadas, tan pronto como fuera posible.
Desafortunadamente, conforme pasaron los años, tanto la Unión Europea como la Democracia Cristiana sufrieron un cambio radical - en pocas palabras, la fe se esfumó de ambas, y ha sido reemplazada por el hedonismo burocrático que conocemos demasiado bien en los Estados Unidos. Desde la muerte del Archiduque en el 2012, se ha vuelto irreconocible. Muchos grupos de derecha que habrían coincidido con él en la mayoría de los aspectos, rechazaron la Unión Europea como resultado de ello. Pero hay otros que, rechazando lo que se ha vuelto la Unión Europea, de todas maneras quieren que vuelva a su orientación original - o si no, queren reemplazarla a nombre de la verdadera Europa Cristiana. De manera que veamos dos de éstos:
La Unión Paneuropa persevera, con secciones nacionales en la mayoría de los países europeos. Plantea su postura sobre el papel de la fe en Europa muy claramente: "El cristianismo es el alma de Europa. Nuestra misión está caracterizada por la imagen cristiana del hombre y por el imperio de la ley. Apelando a los valores comunitarios europeos, la Unión Pan-Europa se opone a toda tendencia que erosione la fuerza intelectual y moral de Europa."
En Italia está la Asociación "Identita Europea." que tiene un programa semejante, pero también ve mas lejos: "Alentando una Identidad Europea no tenemos la intención de promover una 'cultura occidental' que absorba y disuelva todas las diversidades en un intento de nivelación. Por el contrario, nuestro objetivo es agrandar esta identidad más allá de las fronteras de Europa, así recuperando aquella gran parte de nuestro continente 'que está fuera de Europa' - de la Argentina al Canadá y de Sudáfrica a Australia - que ven al viejo continente no como un distante ancestro sino como la verdadera patria." El símbolo de la organizción es el Chi Rho o crismón, cuyo uso se explica así: "Adoptando el crismón como símbolo y haciéndolo propio, la Identidad Europea tiene el propósito de subrayar cómo su vocación está basada en la conciencia de la cercana relación que hay entre la vocación ecuménica del Imperio Romano, la cultura cristiana universalista y el espíritu europeo, y cómo el tercero representa la continuación medieval y moderna de las dos primeras. El crismón se refiere al tema del Reinado de Cristo y a su título de 'Hijo de la Justicia,' que significa que no hay paz, no hay orden civil, donde no hay Justicia en primer lugar."
Como se encuentra ahora, tanto las raíces católicas de Europa como su misma identidad están severamente amenazadas hoy en día por varios factores. Hablando humanamente, el Continente Madre debe recuperar la fe que la edificó si es que habrá de sobrevivir. Los actuales dirigentes de la Unión Europea hablan de 'valores europeos.' Pero donde en el occidente esa frase es tomada por la dirigencia como que significa Infanticidio, Pornografía, Confusión de género y todo lo demás - en la Europa Central esa misma frase significa Fe, Familia, Patria, Legado, etcétera. Si esta ultima perspectiva habrá de prevalecer, las naciones de la Europa Central deben trabajar en conjunto - y dadas las mutuas antipatías a pesar de su ethos compartido - esto requerirá el mismo aglutinante que los mantuvo unidos anteriormente, el Altar Católico y el Trono de los Habsburgo. Si la Europa Central logra hacer eso, será tanto un ejemplo a seguir como un catalizador para el resto del Continente Madre. Una vez que Europa vuelva a sus cabales, seguramente nuestras naciones hijas de ultramar habrán de seguir el ejemplo. Siendo todo eso el caso, en nuestra siguiente parte habremos de examinar el Monarquismo de hoy en día en el viejo Imperio de Habsburgo.

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(Continuará)

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