sábado, 8 de febrero de 2014

Vaticano II y la Libertad Religiosa

El Padre Ratzinger sobre el Vaticano II y la Libertad Religiosa
Por el Hermano Alexis Bugnolo
Fechado 4 de abril de 2006
Traducido por Roberto Hope


En su libro, "The Theological Highlights of Vatican II" (Los Aspectos Sobresalientes del Vaticano II -- publicado por Paulist Press en 1966) el joven teólogo Padre Joseph Ratzinger trata la tesis novedosa de ese Concilio acerca de la libertad religiosa (págs. 143-147)
Veamos algunos de sus argumentos a favor de esta nueva tesis:
1) “Éste no era un problema acerca de la verdad y el error, sino acerca de la coexistencia de la gente, en la que con frecuencia la verdad y el error están entremezclados. La gente cierta­mente no puede convivir si afirma lo que cree que es verdad por medios distintos de aquéllos que son consistentes con la verdad” (pág. 143)
La premisa menor que está implícita en esa afirmación es que la enseñanza tradicional de la Iglesia, de que el Estado en algunos casos puede imponer obligaciones religiosas, no es consistente con la verdad, porque solamente la libertad religiosa irrestricta es consistente con los derechos a la actividad religiosa de los individuos humanos. Esta tesis es aparentemente idéntica a la del Modernismo, que afirma que la religión es no otra cosa que la manifestación externa del sentido religioso que está innato en el hombre y que, consecuentemente, toda religión es igualmente verdadera, siendo ésta nada más que una manifestación objetiva de un sentimiento subjetivo interior.
Decir que el reconocimiento de la Fe Católica por el Estado y el reconocimiento de la Fe Católica por los ciudadanos católicos (estamos hablando del la Historia de Europa del Siglo 5 al 20) es inconsistente con la paz necesaria para que los creyentes y los no creyentes “convi­van” (sea lo que esto signifique) es un ataque radical contra la verdad de la historia, la razón y la lógica.
Uno tendría que imaginar que la Iglesia Católica practicó métodos de imposición violenta de su religión sobre los no creyentes, y que los no creyentes jamás hicieron algo por el estilo. Pero la historia misma no confrma esto: Las conquistas no se llevaron a cabo por orden del Rey de España ni de la Iglesia. Las Cruzadas en el Medio Oriente tenían como único propósito el de alcanzar para los católicos la libertad de acudir a los Lugares Santos a ejercer su culto (libertad de religión que los gobernantes islámicos negaban), por la fuerza de las armas (libertad que ahora niegan los modernos estados liberales.) Las cruzadas contra los albigenses fueron en respuesta a la imposición de las sectas y los gobiernos herejes que asesinaban a inocentes mediante inanición forzada por “los puros.” Aquéllas contra los husitas fueron en respuesta a la rebelión de los herejes husitas que asesinaron a miles de inocentes católicos en Bohemia. Ninguno de los pogromos que ocurrieron contra los judíos en Europa tuvo la sanción aprobatoria de la Iglesia. Sí; hubieron individuos, tanto católicos como no católicos, que cometieron crímenes; pero la libertad religiosa es una noción que aplica a las relaciones del Estado con los individuos y con los subgrupos, hacia los cuales el Estado tiene o no el derecho, sobre su propia base, mas no sobre la base de los crímenes de los individuos.
Ataca también la lógica porque el reconocimiento de la Fe Verdadera por estados y por individuos nunca tuvo el propósito de calificar como un crimen el tener creencias diferentes, o el que hubera no católicos viviendo entre los católicos; nadie era forzado a hacerse católico. Hubieron, sin embargo, casos de aquéllos que se hacían pasar por católicos, pero que enseñaban lo contrario, o que fingían ser católicos y aprovechaban eso para minar el orden civil: Este tipo de criminales, en el campo que sea, el de la enseñanza, el de la ciencia, el de la medicina, el del derecho, el de los negocios o el de las finanzas, son encausados todos los días por las modernas democracias liberales sin que nadie ponga el grito en el cielo. El tema de la Fe Verdadera no es menos legítimo que el de cualquier otra disciplina o ciencia que ataña al orden público.
También ataca a la razón, pues si uno está hablando acerca de la Verdad, entonces, por supuesto, el poder del Estado, que viene de la Verdad, nunca puede estar en oposición a la Verdad, pues eso sería una contradicción. Pero si por “verdad” queremos decir la determina­ción subjetiva de la conciencia auto-formada del individuo, entonces “verdad” no es más que un “sentimiento no objetivo” y no es verdad. Y consecuentemente, esta objeción de Ratzinger es infundada, irracional y falsa.
2) “El esquema posiivamente proclama la libertad de culto y de creencias, no sólo para indi­viduos, sino también para comunidades religiosas dentro del marco de buen orden público. Esto está en línea con el carácter social de la naturaleza humana y, consecuentemente, con toda religión verdaderamente humana. Todo esto puede inferirse de la escritura; sin embargo verdaderamente va más allá de este horizonte bíblico.” (pág. 145)
Esto es falso: La Sagrada Escritura relata cómo Dios le ordenó a Josué que destruyera aque­llas comunidades que adoraban ídolos. Y el antiguo pueblo judío fue castigado por Dios por haber tomado algún botín de estas comunidades y no haber destruido todo, hombres, muje­res y niños. Por lo tanto, si Ratzinger estuviera en lo correcto, entonces Dios habría pecado, pues violó los derechos de toda religión verdaderamente humana. Consecuentemente, Dios es malo y, consecuentemente, Dios no es Dios. Su tesis es inherentemente blasfema, tanto como lo es falsa.
3) “la libertad religiosa es asunto de coexistencia política y social, que no afecta la relación del hombre con la verdad sino sólo afecta la concretización histórica de la verdad. La libertad es algo vulnerable, que puede fácilmente destruirse a sí misma si se usa sin restricción. La libertad por sí misma exige que la libertad del individuo sea protegida contra el abuso de la libertad en sus múltiples formas. Tal exigencia, sin embargo, puede a su vez llevar a desaten­der la libertad. No hay normas ni pautas certeras en esto.” (pág 146)
Aquí Ratzinger admite con candidez que la enseñanza del Vaticano II sobre la “libertad reli­giosa” no garantiza la “libertad religiosa”. Reconoce entonces que esa enseñanza es funda­mentalmente equívoca y política, y no considera la cuestión última de la Verdad.
4) “Lo más controvertido fue el tercer recién enfatizado aspecto. El texto trata de hacer énfa­sis en una continuidad de las declaraciones oficiales de la Iglesia sobre este asunto. También dice [en su introducción] que “deja intacta la doctrina católica sobre el deber moral del hom­bre y de las comunidades hacia la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo” (n. 1). Aquí el término “deber” tiene una aplicación dudosa para las comunidades en su relación con la Igle­sia. Más adelante en la Declaración, el texto mismo corrige y modifica las afirmaciones ante­riores, proponiendo algo nuevo, algo que es muy distinto de lo que, por ejemplo, se halla en las declaraciones de Pío XI y Pío XII. Habría sido mejor omitir estas fórmulas de compro­miso o reformularlas en línea con el texto subsecuente. De esta manera, la introducción nada cam­bia del contenido del texto, y en consecuencia no debemos considerarlo más que como una falta menor.” (pág 147)
Aquí el P. Ratzinger critica abiertamente el documento del Vaticano II y dice que tiene faltas. Aquéllos que creen que el Vaticano II es infalible, deben reconocer que, hasta quien aho­ra es Papa, no lo considera así.
En segundo lugar, el P. Ratzinger admite abiertamente lo novedoso y la inconsistencia de la nueva enseñanza contenida al final del documento sobre Libertad Religiosa con toda la ense­ñanza anterior de Iglasia y hasta con la reafirmación que se encuentra en los párrafos intro­ductorios del propio documento. Dice Ratzinger que podemos pasar por alto ese párrafo y arguye que la segunda mitad es verdadera mientras que la primera es falsa.

No necesita decirse más acerca de la insistencia de Benedicto XVI de que sólo se trata de dos métodos de interpretación que compiten entre sí, uno que falsifica al Concilio y otro que no. A menos, por supuesto, que él quiera decir que lo que dijo en 1966 tomando y eligiendo de entre los textos del Concilio, rechazando algunos pero aceptando los novedosos, es la manera auténtica de interpretar el Conclio. De ser así, entonces está diciendo que el método que se basa en el reconocimiento de que el Vaticano II rechaza el pasado, es tanto falso como verdadero al mismo tiempo, o por lo menos, debe admitir que estaba mintiendo enton­ces, y/o está mintiendo ahora.

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