El Padre Ratzinger sobre
el Vaticano II y la Libertad Religiosa
Por el Hermano Alexis
Bugnolo
Fechado 4 de abril de 2006
Traducido por Roberto Hope
En su libro, "The
Theological Highlights of Vatican II" (Los Aspectos
Sobresalientes del Vaticano II -- publicado por Paulist Press en
1966) el joven teólogo Padre Joseph Ratzinger trata la tesis
novedosa de ese Concilio acerca de la libertad religiosa (págs.
143-147)
Veamos algunos de sus
argumentos a favor de esta nueva tesis:
1) “Éste no era un
problema acerca de la verdad y el error, sino acerca de la
coexistencia de la gente, en la que con frecuencia la verdad y el
error están entremezclados. La gente ciertamente no puede
convivir si afirma lo que cree que es verdad por medios distintos de
aquéllos que son consistentes con la verdad” (pág. 143)
La premisa menor que
está implícita en esa afirmación es que la enseñanza tradicional
de la Iglesia, de que el Estado en algunos casos puede imponer
obligaciones religiosas, no es consistente con la verdad, porque
solamente la libertad religiosa irrestricta es consistente con los
derechos a la actividad religiosa de los individuos humanos. Esta
tesis es aparentemente idéntica a la del Modernismo, que afirma que
la religión es no otra cosa que la manifestación externa del
sentido religioso que está innato en el hombre y que,
consecuentemente, toda religión es igualmente verdadera, siendo ésta
nada más que una manifestación objetiva de un sentimiento subjetivo
interior.
Decir que el
reconocimiento de la Fe Católica por el Estado y el reconocimiento
de la Fe Católica por los ciudadanos católicos (estamos hablando
del la Historia de Europa del Siglo 5 al 20) es inconsistente con la
paz necesaria para que los creyentes y los no creyentes “convivan”
(sea lo que esto signifique) es un ataque radical contra la verdad de
la historia, la razón y la lógica.
Uno tendría que
imaginar que la Iglesia Católica practicó métodos de imposición
violenta de su religión sobre los no creyentes, y que los no
creyentes jamás hicieron algo por el estilo. Pero la historia misma
no confrma esto: Las conquistas no se llevaron a cabo por orden del
Rey de España ni de la Iglesia. Las Cruzadas en el Medio Oriente
tenían como único propósito el de alcanzar para los católicos la
libertad de acudir a los Lugares Santos a ejercer su culto (libertad
de religión que los gobernantes islámicos negaban), por la fuerza
de las armas (libertad que ahora niegan los modernos estados
liberales.) Las cruzadas contra los albigenses fueron en respuesta a
la imposición de las sectas y los gobiernos herejes que asesinaban a
inocentes mediante inanición forzada por “los puros.” Aquéllas
contra los husitas fueron en respuesta a la rebelión de los herejes
husitas que asesinaron a miles de inocentes católicos en Bohemia.
Ninguno de los pogromos que ocurrieron contra los judíos en Europa
tuvo la sanción aprobatoria de la Iglesia. Sí; hubieron individuos,
tanto católicos como no católicos, que cometieron crímenes; pero
la libertad religiosa es una noción que aplica a las relaciones del
Estado con los individuos y con los subgrupos, hacia los cuales el
Estado tiene o no el derecho, sobre su propia base, mas no sobre la
base de los crímenes de los individuos.
Ataca también la lógica
porque el reconocimiento de la Fe Verdadera por estados y por
individuos nunca tuvo el propósito de calificar como un crimen el
tener creencias diferentes, o el que hubera no católicos viviendo
entre los católicos; nadie era forzado a hacerse católico.
Hubieron, sin embargo, casos de aquéllos que se hacían pasar por
católicos, pero que enseñaban lo contrario, o que fingían ser
católicos y aprovechaban eso para minar el orden civil: Este tipo
de criminales, en el campo que sea, el de la enseñanza, el de la
ciencia, el de la medicina, el del derecho, el de los negocios o el
de las finanzas, son encausados todos los días por las modernas
democracias liberales sin que nadie ponga el grito en el cielo. El
tema de la Fe Verdadera no es menos legítimo que el de cualquier
otra disciplina o ciencia que ataña al orden público.
También ataca a la
razón, pues si uno está hablando acerca de la Verdad, entonces, por
supuesto, el poder del Estado, que viene de la Verdad, nunca puede
estar en oposición a la Verdad, pues eso sería una contradicción.
Pero si por “verdad” queremos decir la determinación
subjetiva de la conciencia auto-formada del individuo, entonces
“verdad” no es más que un “sentimiento no objetivo” y no es
verdad. Y consecuentemente, esta objeción de Ratzinger es infundada,
irracional y falsa.
2) “El esquema
posiivamente proclama la libertad de culto y de creencias, no sólo
para individuos, sino también para comunidades religiosas
dentro del marco de buen orden público. Esto está en línea con el
carácter social de la naturaleza humana y, consecuentemente, con
toda religión verdaderamente humana. Todo esto puede inferirse de la
escritura; sin embargo verdaderamente va más allá de este horizonte
bíblico.” (pág. 145)
Esto es falso: La
Sagrada Escritura relata cómo Dios le ordenó a Josué que
destruyera aquellas comunidades que adoraban ídolos. Y el
antiguo pueblo judío fue castigado por Dios por haber tomado algún
botín de estas comunidades y no haber destruido todo, hombres,
mujeres y niños. Por lo tanto, si Ratzinger estuviera en lo
correcto, entonces Dios habría pecado, pues violó los derechos de
toda religión verdaderamente humana. Consecuentemente, Dios es malo
y, consecuentemente, Dios no es Dios. Su tesis es inherentemente
blasfema, tanto como lo es falsa.
3) “la libertad
religiosa es asunto de coexistencia política y social, que no afecta
la relación del hombre con la verdad sino sólo afecta la
concretización histórica de la verdad. La libertad es algo
vulnerable, que puede fácilmente destruirse a sí misma si se usa
sin restricción. La libertad por sí misma exige que la libertad del
individuo sea protegida contra el abuso de la libertad en sus
múltiples formas. Tal exigencia, sin embargo, puede a su vez llevar
a desatender la libertad. No hay normas ni pautas certeras en
esto.” (pág 146)
Aquí Ratzinger admite
con candidez que la enseñanza del Vaticano II sobre la “libertad
religiosa” no garantiza la “libertad religiosa”. Reconoce
entonces que esa enseñanza es fundamentalmente equívoca y
política, y no considera la cuestión última de la Verdad.
4) “Lo más
controvertido fue el tercer recién enfatizado aspecto. El texto
trata de hacer énfasis en una continuidad de las declaraciones
oficiales de la Iglesia sobre este asunto. También dice [en su
introducción] que “deja intacta la doctrina católica sobre el
deber moral del hombre y de las comunidades hacia la verdadera
religión y la única Iglesia de Cristo” (n. 1). Aquí el término
“deber” tiene una aplicación dudosa para las comunidades en su
relación con la Iglesia. Más adelante en la Declaración, el
texto mismo corrige y modifica las afirmaciones anteriores,
proponiendo algo nuevo, algo que es muy distinto de lo que, por
ejemplo, se halla en las declaraciones de Pío XI y Pío XII. Habría
sido mejor omitir estas fórmulas de compromiso o reformularlas
en línea con el texto subsecuente. De esta manera, la introducción
nada cambia del contenido del texto, y en consecuencia no
debemos considerarlo más que como una falta menor.” (pág 147)
Aquí el P. Ratzinger
critica abiertamente el documento del Vaticano II y dice que tiene
faltas. Aquéllos que creen que el Vaticano II es infalible, deben
reconocer que, hasta quien ahora es Papa, no lo considera así.
En segundo lugar, el P.
Ratzinger admite abiertamente lo novedoso y la inconsistencia de la
nueva enseñanza contenida al final del documento sobre Libertad
Religiosa con toda la enseñanza anterior de Iglasia y hasta con
la reafirmación que se encuentra en los párrafos introductorios
del propio documento. Dice Ratzinger que podemos pasar por alto ese
párrafo y arguye que la segunda mitad es verdadera mientras que la
primera es falsa.
No necesita decirse más
acerca de la insistencia de Benedicto XVI de que sólo se trata de
dos métodos de interpretación que compiten entre sí, uno que
falsifica al Concilio y otro que no. A menos, por supuesto, que él
quiera decir que lo que dijo en 1966 tomando y eligiendo de entre los
textos del Concilio, rechazando algunos pero aceptando los novedosos,
es la manera auténtica de interpretar el Conclio. De ser así,
entonces está diciendo que el método que se basa en el
reconocimiento de que el Vaticano II rechaza el pasado, es tanto
falso como verdadero al mismo tiempo, o por lo menos, debe admitir
que estaba mintiendo entonces, y/o está mintiendo ahora.
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