Campanas de Navidad
por William Wadsworth Longfellow
Traducido por Roberto Hope
A las campanas en la Navidad
viejos villancicos les oí cantar,
dulces y vehementes esto repetían:
"Paz haya en la tierra
a los hombres de buena voluntad."
Pensé cómo, cuando el día llegó
los campanarios de la Cristiandad
repiqueteaban así, sin cesar:
"Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad."
Hasta que, sonando y cantando, en su travesía
el mundo pasó de la noche al día,
Una voz, un repique, un canto sublime:
"Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad."
Luego, de su boca, tan negra y maldita,
cañones se oyeron tronar por el Sur,
y su ruido ahogaba el canto de los villancicos:
"Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad."
Fue como si algún cruel terremoto
los fogones del continente hubiera roto
y desolado los hogares que nacido habían de
"Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad."
Y, desesperado, bajé la cabeza
"No hay paz en la Tierra," me dije a mí mismo;
"Pues el odio es grande y sólo hace mofa de
'Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad.'"
Luego, repicaron la campanas aun más hondo y fuerte:
"Dios no ha muerto ni duerme.
el Mal fallará, el Bien se impondrá con
'Paz haya en la Tierra
a los hombres de buena voluntad.'"
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