domingo, 9 de noviembre de 2014

El Sínodo de Obispos y la Ley Divina

El Sínodo de Obispos y la Ley Divina

por Roberto de Mattei

Extraído de la editorial publicada en el número de septiembre de 2014 de Radici Cristiane
Tomado de la traducción al inglés hecha por Francesca Romana
Traducida al castellano por Roberto Hope

Lo siguiente es un extracto de la editorial escrita por el profesor Roberto de Mattei con anterioridad al Sínodo de la Familia que se llevó a cabo el pasado octubre. Sus reflexiones se derivaban del alarmante instrumentum laboris que se había publicado previamente. Ahora que ya concluyó el Sínodo del 2014, del cual salió un documento preliminar mucho peor de lo que se esperaba, al grado de que poco más de un tercio de los obispos reunidos se opuso fuertemente a que así saliera, y lograron suprimir del documento final los puntos más escabrosos y heterodoxos que contenía el documento preliminar. Sin embargo el Papa no desechó ese documento preliminar; en vez de ello lo dejó abierto para una reflexión adicional de aquí a que el sínodo vuelva a reunirse en octubre de 2015. Tanto el documento preliminar como el documento final prescinden de toda consideración a la ley natural. Por esa razón, consideramos que las siguientes reflexiones del autor siguen siendo muy pertinentes.

Pareciera entenderse que, debido a que el mundo católico ha dejado de comprender la idea de la ley natural, valdría mejor  desecharla, sustituyéndola con algo más concordante con la mentalidad actual.

Esta postura es aún más sorprendente considerando que todos los pontífices recientes habían proclamado vigorosamente la importancia de la ley natural:

Pablo VI en su encíclica Humanae Vitae, del 25 de julio de 1968, en relación con la doctrina moral del matrimonio, nos dice que esto es “una enseñanza que está basada en la ley natural, iluminada y enriquecida por la Revelación divina” (Humanae Vitae N° 4). El Papa Montini hacía referencia a la ley natural a fin de reiterar que, conforme a la Iglesia “cada acto marital debe necesariamente retener su intrínseca relación con la procreación de la vida humana.” (Humanae Vitae N° 11)

En la encíclica Evangelium Vitae del 25 de marzo de 1995, Juan Pablo II basa el valor sagrado de la vida humana (desde su mero comienzo hasta su fin) en la misma ley. En este importante documento, afirma “ toda persona que esté abierta sinceramente a la verdad y a la bondad puede, con la luz de la razón, y la gracia oculta de la fe, llegar a reconocer en la ley natural inscrita en su corazón (cf. Rom 2:14-15) el valor sagrado de la vida humana desde su mero principio hasta su fin” (N° 2). En la encíclica Veritatis Splendor del 16 de agosto de 1993, el Papa que acaba de ser canonizado denunciaba el rechazo de la ley natural como un fruto de “una influencia más o menos obvia de las corrientes de pensamiento que acaban por separar la libertad humana de su relación constitutiva esencial con la Verdad.”  “Es sobre la base de dicha ley – afirmaba el 6 de febrero de 2004 – que puede construirse una plataforma de valores comunes, a cuyo rededor se puede desarrollar un diálogo constructivo con todos los hombres de buena voluntad, y más generalmente, con la sociedad secular."

También Benedicto XVI se refirió frecuentemente a la importancia de esta doctrina: “hay una necesidad urgente de reflexionar sobre la cuestión de la ley natural y redescubrir su verdad” que es “común a toda la raza humana,” [...] “Todos los sistemas legales, tanto internos de los países como internacionales, en última instancia obtienen su legitimidad de sus raíces en la ley natural, en el mensaje ético inscrito en los seres humanos mismos. La ley natural es, en definitiva, el único baluarte válido contra el abuso del poder y los engaños de la manipulación ideológica.” (Discurso en la Universidad Pontificia de Letrán, 12 de febrero de 2007)

En un pequeño y claro volumen dedicado a La Ley Natural en la Doctrina de la Iglesia (Consult Editrice, Roma, 2008) el Cardenal Zenon Grocholewski, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica explica cómo el Magisterio Ordinario en el primer nivel de su enseñanza infalible incluye, junto con el Depósito de la Fe, todo lo que está conectado con él; ergo, también la ley natural. Por lo tanto, la ley natural, de la cual la Iglesia es guardiana, goza de infalibilidad. Ni siquiera un Papa, que ejerce autoridad absoluta dentro de la Iglesia, puede modificar o relativizar la Ley Divina o la Ley Natural que, por el contrario, él tiene el deber de transmitir, difundir y defender. Aquéllos que están pidiendo a la Iglesia que ponga al día sus normas morales, por ejemplo poniendo a parejas que cohabitan a la par con la familia, están pidiendo a la Iglesia una autoridad que ella no tiene.

Junto con las declaraciones de pontífices, deben recordarse las numerosas intervenciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe y en particular el documento Consideraciones en Relación con las Propuestas de Otorgar Reconocimiento Legal a las Uniones entre Personas Homosexuales, del 3 de junio de 2003, dedicado a reafirmar la verdad del matrimonio. La cuestión completa es tratada partiendo del concepto de la moral natural. En este texto del Magisterio se señala claramente que “absolutamente no hay fundamento para considerar que las uniones homosexuales sean en modo alguno similares o aun remotamente análogas al plan de Dios para el matrimonio y la familia. El matrimonio es sagrado, mientras que los actos homosexuales van contra la ley moral natural.” (N° 4)

La ley natural no es una verdad confesional, sino in primis, una verdad que pertenece a la recta razón universal. Es, de hecho, una verdad objetiva inscrita en la naturaleza, no en éste hombre o aquél otro, sino en la misma naturaleza del hombre considerado como tal, en su permanencia y su estabilidad. En este sentido, no es una ley impuesta desde fuera, sino, como nos dice León XIII en la encíclica Libertas del 20 de junio de 1988, "está inscrita indeleblemente en el alma de todo hombre.” La diferencia entre la ley natural y cualquier otra ley positiva está en que las leyes positivas son elaboradas por el hombre, o sea externas, mientras que la ley natural pertenece a la naturaleza espiritual del hombre mismo.

La dificultad principal en la comprensión de la ley natural está en el hecho de que hoy en día la noción de la naturaleza misma del hombre se ha perdido. El Papa Benedicto XVI observó que la ley natural se ha vuelto “un término casi incomprensible para muchos, debido a una concepción de la naturaleza que ha dejado de ser metafísico, sino meramente empírica" (Discurso 12 de febrero de 2007). La ley natural no es de hecho una ley físico-biológica de la naturaleza humana, sino el orden moral y metafísico de la creación, que el hombre puede descubrir a través de la razón.

Todos los Padres y Doctores de la Iglesia hablaron de esta ley, definiéndola a veces como la scintilla animae, la chispa que ilumina la conciencia. Santo Tomás de Aquino es quien mejor ha estudiado y resumido el concepto, definiéndolo como “la participación de la ley eterna en las creaturas racionales.” (Summa Theologiae, I-II q, 91, a.2)

Si se pierde el concepto de la ley natural, estaremos compelidos a aceptar la teoría del género, basada en la negación del propio concepto de la naturaleza humana. El hombre es considerado una entidad puramente material, modificable a voluntad según las necesidades e intereses del momento.

La ley natural, que procede de Dios, es sustituida por una ley positiva impuesta por presión de grupos políticos y de medios de comunicación masivos. En vez de reflejar la ley natural y la Ley Divina, las leyes y el comportamiento humano están siendo adaptadas al ideario de tendencias fluctuantes y anti-cristianas.

Queda claro que, sobre este tema, la discusión en el próximo sínodo de obispos va a estar sumamente acalorada.

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