sábado, 3 de enero de 2015

De una Iglesia Laxa a una Iglesia Agnóstica

De una Iglesia Laxa a una Iglesia Agnóstica

Reinventando a Dios


Editorial de Radicati nella fede, Hoja de noticias de la comunidad católica de Vocogno, diócesis de Novara, Italia.  Diciembre 2014

Tomado de: rorate-caeli.blogspot.com/2014/12/editorial-reinventing-god.html

Traducido del inglés por Roberto Hope

Un Dios que ya no exige nada del hombre es uno que no existe.  Sin embargo ésta ha sido la trágica consecuencia de la Iglesia Post-Conciliar, la cual al promover una visión secular de la misericordia ha llegado a un agnosticismo en la práctica. Si es cierto que existe el ateísmo práctico, o sea aquéllos que viven como si Dios no existiera aun cuando no nieguen su existencia, también existe un agnosticismo práctico, o sea aquéllos que hablan de un dios desconocido que no habla claramente a los hombres, de quien el hombre obtiene lo que quiere de acuerdo con las circunstancias; un dios que esencialmente está ahí sólo para validar, sin pedir mucho a cambio.

Ésta parece ser típicamente la situación de una gran parte del catolicismo de hoy en día, vivido concretamente por la mayoría de los bautizados.

Se proclama un dios de puro perdón, un dios consolador que no pide la conversión personal ni un cambio en la forma de vida. Un dios listo para aceptar nuevos cambios en la sociedad, listo para declarar que una inmoralidad, cuando se vive con un corazón sincero, no es, en esencia, realmente inmoral. Los debates con respecto al reciente Sínodo han dado amplia evidencia de esto. Al matrimonio ya no se le tiene consideración en nuestro Occidente en decadencia, por lo tanto apresurémonos a decir que Dios no está pidiendo su absoluta indisolubilidad. La gente ya no se casa, apresurémonos entonces a decir que, si hay amor sincero entre una pareja que cohabita, esto de alguna manera compensa la falta del sacramento.  Este tipo de actitudes no se relaciona solamente  con el matrimonio, pues podríamos citar muchos otros ejemplos.

A final de cuentas, podemos decir que estamos siendo testigos de una nueva forma de hablar acerca de Dios, un dios que nada le pide al hombre, un dios que nada prohíbe. En la época de las protestas el lema era “prohibido prohibir”.  Hoy en día esta consigna mora en la nueva Iglesia, la Iglesia del Post-Concilio: “Prohibido hablar de un Dios que prohibe”. Ésta parece ser la divisa utilizada para re-programar a los católicos comprometidos, pero sobre todo al clero. Se busca tener un clero acogedor que no le recuerde a nadie de la urgencia de convertirse.  Hablar del castigo, de la penitencia y del temor de Dios están prohibidos. Dicen que la gente necesita de consolación para recuperar su confianza en la Iglesia, así que: ¡no prohiban nada!  Ése es el tedioso estribillo.

De una sola tajada se ha borrado la Sagrada Escritura en su totalidad. o sea todos los Evangelios y el Viejo Testamento.  Se habla de un dios que no encontramos en ninguna parte de la Revelación; de un dios tomado prestado del secularismo masónico, pero que no tiene parecido con pasaje alguno de los evangelios. Un dios que no indica al hombre el camino de la vida alejándose del pecado; sino un dios que tiene prisa por validar lo que los hombres hacen cuando están intoxicados por el pecado.

Además, los esfuerzos de la jerarquía parecen a veces querer controlar sólo a aquella parte de la Iglesia que se toma su tiempo proclamando a un Dios que aborrece y castiga el pecado para que el hombre corrija su camino y vuelva a una vida santa. El “prohibido hablar de un Dios que prohibe” se convierte en “Ya no queremos una Iglesia que prohíba.” En efecto ¿queda aún algo que se prohíba en nuestras parroquias e iglesias?

Debiéramos preguntarnos en qué estarán pensando los fieles y los sacerdotes cuando se proclama la Palabra de Dios en la Misa, cuando oyen a los profetas anunciar castigos de Dios e invitaciones a la conversión, cuando se menciona el fin de los tiempos en los Evangelios, el juicio final y el Glorioso retorno de Cristo.

Es precisamente en estos tiempos, en que ha habido tanta discusión en la iglesia sobre el diálogo con los judíos, que el Viejo Testamento ha sido de hecho enteramente censurado. Es un dios moderno el que está al centro de muchas iglesias, un dios burgués que bendice las preferencias licenciosas con tal de estar con los tiempos, un dios que ya no le pide a uno nada.

Sin embargo, toda esta falsedad ya ha sido castigada. Sí, porque un dios que no te pide nada es un dios que de hecho no existe.  Esto es cierto en las experiencias de vida de la gente ¿qué caso tiene un dios que le dice al hombre que siempre está bien?

Hemos cavado nuestras propias tumbas. El catolicismo modernizado ha cavado su propia tumba predicando un dios que es pura indulgencia; se ha transformado en un catolicismo agnóstico, el cual aun sin negar la existencia de Dios vive separado de Él, pues para la Iglesia Moderna Dios no se conoce. Si Dios me dice que siempre estoy bien, si Él bendice a priori lo que yo elija, si Dios coincide conmigo y con mi voluntad, entonces Él desaparece de mi vida. Ésa es la tragedia de la Iglesia Post Conciliar: que se está volviendo agnóstica.

Y ésta es la razón por la que en la Iglesia se oye hablar tanto del mundo y casi nunca de Dios.

Al experimentar la Navidad, recordémonos a nosotros mismos, en cambio, que Dios vino al mundo, se hizo hombre y nos ha mostrado su cara. Él ha hablado a lo largo de los siglos en el Nuevo y en el Viejo testamento y nos ha pedido que le obedezcamos. Por consiguiente, debemos hacerle caso.

La iglesia debe simplemente ser el eco fiel del Señor que nos habla.

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