Descubriendo al Verdadero Cristóbal Colón
Parte 3 y última
Por Solange Hertz (RIP)
(Artículo tomado de un capítulo de su libro On the Contrary)
Tomado de: https://www.tumblarhouse.com/lounge/column/discovering-columbus
Traducido del inglés por Roberto Hope
Misionero al otro mundo
Si Colón estada demasiado ilustrado para creer que él había sido el primero en descubrir América, también habría sospechado que tampoco era el primer cristiano en poner pie ahí, pues alguna vez había sido opinión general el que América había sido evangelizada en tiempos apostólicos.
Si Colón estada demasiado ilustrado para creer que él había sido el primero en descubrir América, también habría sospechado que tampoco era el primer cristiano en poner pie ahí, pues alguna vez había sido opinión general el que América había sido evangelizada en tiempos apostólicos.
En su carta a los corintios, San Clemente habló del 'otro mundo' como algo de conocimiento general, y aun el mismo San Pablo les dice a los colosenses que ellos “han recibido el mismo evangelio como lo ha sido también en todo el mundo” (Col 1:6). Hay referencias consistentes a un 'mundo más allá del océano´en los escritos de los padres; de manera notable San Hilario y San Ambrosio, por no decir Santo Tomás de Aquino y su maestro, San Alberto Magno, el Venerable Beda, San Jerónimo, Tertuliano, Macrobio, San Isidoro de Sevilla, Rabanus Maurus, y otras autoridades religiosas inferiores. San Agustín considera probable esa opinión, que con el tiempo fue filtrada a personajes seculares como Averroes, Dante, Roger Bacon y Sir John Mandeville.
Escribiéndole a Colón el 5 de agosto de 1495, el letrado Jaime Ferrer de Blanes dice: “'La Providencia Divina e Infalible envió al gran Apóstol Tomás del Occidente al Oriente para promulgar en las Indias nuestra santa ley cristiana y a vos, Señor, Ella lo despachó en la dirección opuesta, del Oriente al Occidente, de modo que, de conformidad con la voluntad divina, vosotros habéis llegado a las partes más lejanas de la India superior con el fin de dejar que los descendientes oigan lo que los ancestros han descuidado de la predicación de Santo Tomás, a fin de que se cumpla la palabra, “Su voz ha avanzado por toda la tierra hasta los confines del mundo” (Rom 10:18)
Se han encontrado cruces en Paraguay, México, las Bahamas, Yucatán y Perú, en donde las ceremonias religiosas dejan ver vestigios de bautismos y eucaristías, junto con ayunos, prácticas penitentes, y confesión oral a confesores obligados a mantenerlas en secreto, por no mencionar consagraciones de reyes, exorcismo, agua 'bendita' procesiones, peregrinaciones y bendición de casas nuevas. El celibato y la vida religiosa no eran desconocidos. El obispo Bartolomé de Las Casas, contemporáneo de Colón, uno de los primeros evangelizadores que siguieron al descubrimiento, escribió convincentemente de rastros de Santo Tomás encontrados en el Brasil portugués, parte de un conjunto de evidencia, demasiado extenso para pasarse por alto. El historiador protestante Prescott relata que Piedrahita, cronista de los Muyscas, se había satisfecho de que San Bartolomé había hecho una visita al Perú.
Entre los indios americanos muchos relatos pasaron de generaciones anteriores, relacionados con un santo cuyas doctrinas, transmitidas a ellos por sus antepasados, eran reconocidas inmediatamente cuando las oían predicadas de nuevo por los misioneros post-colombinos. Según Veytia, América había sido evangelizada una segunda vez en el siglo V o VI. Como sus predecesores, estos nuevos predicadores, que sembraron ambos continentes con artefactos cristianos, por desgracia no pudieron duplicar lo que San Pedro y sus amigos lograron en Roma, donde la doctrina se mantuvo viva gracias a muchos ayudantes que los sucedieron. En América, los conversos fueron abandonados a sus propios recursos, y con el tiempo la fé desapareció. Colón debe haber sabido mucho de esto, si no es que más. Se habría regocijado de ver las crónicas de Piedrahita, corroboradas en las revelaciones de la Venerable María de Agreda, a quien Nuestra Señora le reveló que la “India Citerior” había en verdad sido confiada a la predicación de San Bartolomé. [13]
Cristóbal, el Portador de Cristo.
No siendo un misionero en el sentido estricto de la palabra, Colón no obstante puede ser correctamente llamado Apóstol de América en el orden temporal. Mucho tiempo después de Alejandro VI, dos papas más, Pío IX y León XIII, declararon formalmente que su misión fue de Dios. Otros lo han hecho por implicación. A pesar de todos los esfuerzos de sus detractores, nunca se ha hallado una explicación puramente natural de su empresa. Su biógrafo judío, Simón Wiesenthal, se ha unido a autores cristianos aseverando, “El que elementos religiosos hayan tenido una gran parte en los pensamientos de Colón es evidente en todos sus escritos. Puede causarnos algo de sorpresa que su concepto de navegar hacia occidente para llegar a las Indias fue menos el resultado de teorías geográficas que de su fe en ciertos textos bíblicos — específicamente el Libro de Isaías.” [14]
Un texto tal es el verso que dice, “Pues como los nuevos cielos y la nueva tierra, que yo haré que se presente ante mí, dijo el Señor: así permanecerá tu semilla, y tu nombre.” (Is 66:22). El verso en el que Dios predice: “Me han buscado los que antes no preguntaban por mí, me han encontrado los que no me buscaban. Dije: Mírenme, mírenme, a una nación que no llamó mi nombre” (Is. 65:1) habría no sólo previsto el descubrimiento de América sino su evangelización. El anteriormente citado Libro de las Profecías de Colón está repleto de pasajes de este profeta, especialmente los que se refieren a ‘las islas’ y los ‘extremos’ y ‘las partes más remotas de la tierra.’
Creía firmemente que “Dios me hizo mensajero del nuevo cielo y la nueva tierra, de la cual habló en el Apocalipsis de San Juan después de haber hablado de ello por boca de Isaías, y me enseñó cómo buscarlo.” Para él la indicación más fuerte de la existencia de un continente gigantesco del otro lado del globo no se encontraba en el conocimiento natural sino en el libro apócrifo de Esdras, que dice que el mundo es seis partes tierra y sólo una séptima parte agua. En su correspondencia, con frecuencia se refería al carácter exclusivamente religioso de su empresa.
A Rafael Sánchez le escribió: “Esta grande y vasta empresa se debe a ningún mérito mío. Se debe a la santa fe católica, a la piedad y religiosidad de nuestros monarcas. Pues el Señor ha dado a hombres lo que la inteligencia no podía concebir ni alcanzar.” En una carta a los soberanos españoles, dice: “He visto y estudiado todas las escrituras, cosmografía, historias, crónicas, filosofía y otras artes que el Señor abrió a mi comprensión. Pude sentir Su mano sobre mí, de manera que se me hizo claro que era factible navegar de aquí a las Indias; y Él desató en mí la determinación para ejecutar la idea.”
“Y yo llegué a Vuestras Altezas con este ardor. Todos los que oyeron de mi empresa la rechazaron riendo, mofándose de mí. Ni las ciencias que arriba mencioné ni las citas autorizadas de ellas sirvieron para nada. Sólo en Vuestras Majestades permaneció la fe y la constancia. ¿Quién duda que esta iluminación haya sido del Espíritu Santo?. Doy testimonio de que Él, con maravillosos rayos de luz, me consoló a lo largo de las Santas y Sagradas Escrituras, alentándome a proseguir, y continuamente .... me inflaman con un sentido de urgencia.... Ya he dicho que para la realización de la empresa de las Indias ni la razón ni las matemáticas ni los mapamundis me fueron útiles, más bien, la profecía de Isaías se cumplió completamente.”
Un emprendimiento misionero
El autonombrado mensajero del nuevo cielo y la nueva tierra se hizo a la vela el viernes in Nomine Domine Jesu Christi con la figura de Cristo en la Cruz ondeando del mástil de su carabela insignia, la Santa María, luego de que él y sus marineros hubieran confesado sus pecados, oído misa y recibido la Santa Comunión. Se cantaba el Salve Regina cada atardecer, y cuando se divisó tierra a las 2 de la mañana del viernes 12 de octubre de 1492, Colón ordenó inmediatamente que se entonara el Te Deum. Al romper el día plantó la Cruz en la isla que, de inmediato, fue nombrada San Salvador en memoria del Salvador llevado a ella, por fin después de tanto tiempo — o quizás una vez más.
Por tan crucial ocasión él y su tripulación ofrecieron la siguiente oración: “Oh Señor, Todopoderoso y Eterno Dios, por Vuestra Santa Palabra Vos creasteis los cielos, la tierra y el mar; bendito y glorificado sea Vuestro Nombre, y alabada sea Vuestra Majestad, la cual se dignó hacer uso de nosotros, vuestros humildes siervos; que Vuestro Santo Nombre sea proclamado en esta segunda parte de la tierra.”
Aquí, como en otras partes, Colón tomó posesión a nombre de Cristo Rey por la Corona de Castilla con el canto Vexilla Regis. Los autores protestantes deliberadamente suprimieron esta plantación de Cruces de sus crónicas, prefiriendo considerarlas como ceremonias oficiales de una naturaleza política, pero el propio Colón, hablando de la Hispaniola, observó que lo hizo “principalmente en recuerdo de Jesucristo nuestro Salvador y en honor del Cristianismo.” Claramente considerándose el precursor de la fe en el Nuevo Mundo, en sus visitas a los poblados indígenas siempre ponía
atención en las variedades de piedras que consideraba apropiadas par la construcción de iglesias.
Luego del Descubrimiento, escribió exuberantemente a los monarcas españoles “Y ahora deben el Rey, la Reina, los príncipes de todos los dominios así como toda la Cristiandad, dar gracias a nuestro Salvador Jesucristo de que nos haya concedido tal victoria y grande éxito. Que se mande hacer procesiones, que se celebren festividades solemnes, que las iglesias se colmen de ramos y flores. Que Cristo sea agradado en la tierra como en el cielo, al ver la próxima salvación de tanta gente que hasta ahora estaba perdida. Regocijémonos por la exaltación de nuestra fe, así como por el aumento de nuestra prosperidad temporal, en la cual no sólo España sino la Cristiandad habrá de participar.”
Advierte a los soberanos, “Os digo que Vuestras Majestades no deben permitir que extranjero alguno ponga pie en esta tierra y haga comercio aquí si no es cristiano católico,” así de bien entendía la naturaleza del falso ecumenismo que estaba cocinándose con la reforma desde entonces. Agrega que ningún español debe venir “si no es verdaderamente cristiano, dado que la preparación y ejecución de esta empresa no tiene otro propósito que el de aumentar la gloria de la religión cristiana.” En cuanto a los nativos, creía firmemente que “Al instante en que los misioneros aprenden a hablar su lengua se vuelven cristianos. Espero en el Señor que Sus Altezas habrán de decidir pronto enviar a algunos, para que tan numerosos pueblos se unan a la Iglesia.”
Deseaba que fueran “tratados con el mayor respeto, porque son la mejor gente del mundo, y especialmente porque tengo una grande esperanza en el Señor, de que Vuestras Altezas los hará cristianos.” Uno de sus primeros proyectos en Haití fue un colegio teológico, para que con el tiempo sirviera de centro de propaganda para la evangelización de todo un nuevo mundo. En las minas de oro de Veragua sólo permitía trabajadores de buena moral, porque, decía él, el oro estaba destinado a Jesucristo — para disgusto evidente de muchos hidalgos que se habían unido a su expedición con el propósito más práctico de hacerse ricos tan pronto como fuera posible. El conflicto de intereses entre aquéllos que buscaban el oro y aquéllos que buscaban las almas, inevitablemente habría de causar dificultades mayores, no sólo para la Corona y la Iglesia, sino antes que nadie, para Colón.
El interior de Colón: su vida espiritual
Como Bourne lo ha hecho notar, los relatos que Colón enviaba a España estaban particularmente desprovistos de planes visionarios, y revelaban su sentido extraordinariamente práctico en las situaciones más diversas y dificultosas. Aunque disfrutó de poco éxito como gobernador, algunos de los elementos del sistema colonial español, ahora reconocido como probablemente el mejor que el mundo haya jamás visto, pueden hallarse derivados de los cimientos puestos por Colón. Sus escritos incluyen la poseía más exquisita y están repletos no sólo de citas de las Escrituras, sino de descripciones detalladas de la flora y fauna. Fue capaz de predecir las corrientes y mareas ecuatoriales, además de la ubicación exacta del futuro Canal de Panamá.
Si hemos de dar crédito a la lluvia de flechas que en respuesta a sus oraciones cayó contra una sublevación de los caribes, pudo haber hecho milagros. Armado con el primer capítulo del Evangelio de San Juan, dijo haber exorcisado en una ocasión un tifón: Cómo resistió él solo un motín en Jamaica sigue siendo hasta ahora un misterio. Su uso ingenioso de un próximo eclipse de luna para persuadir a algunos indios reacios, a alimentar a su hambrienta tripulación, se ha argumentado como prueba de su acostumbrada sagacidad, pero él nos dice que la idea le vino en respuesta de su oración desesperada. Las extraordinarias dificultades que enfrentó, no sólo contra hombres y contra los elementos sino contra enfermedades incapacitantes personales, incluyendo su casi ceguera, son asunto de sobria consideración. Convencido de que el demonio estaba bien al tanto de sus objetivos, en su diario durante el segundo viaje, el 6 de enero de 1943 escribió de: “Satanás tratando de prevenir el viaje como lo ha hecho siempre hasta ahora”
Fue ayudado de manera singular por varias personas religiosas, especialmente por “dos frailes que le fueron siempre constantes” aun cuando al principio de su empresa “todos en conjunto consideraban su proyecto una burla.” Éstos pudieron haber sido el Dominico Fray Diego de Deza, tutor del príncipe Juan y posteriormente arzobispo de Sevilla, y el franciscano Fray Juan Pérez de la Marchena, prior del convento de La Rábida; ambos promotores fervientes del descubrimiento. Cuando Colón, viudo y sin un centavo, con un hijo que criar, buscaba un patrocinador. Fray Juan le ofreció asilo y tuvo a su cargo al joven Diego hasta que su padre pudo volver a casarse. Como antiguo confesor de la reina, fue Fray Juan quien puso a Colón en contacto personal con Isabel. Él fue el sacerdote que ofreció la primera misa de acción de gracias luego del descubrimiento.
Perspectiva de fines espirituales
La primera misa de que se tiene registro en tierras del Nuevo Mundo fue dicha en el siguiente viaje por Fray Antonio de la Marchena, el astrónomo erudito que acompañó a Colón a recomendación de Isabel. Fray Juan parece haber desempeñado un papel más oculto. Cuando estaba en España, Colón solía pasar largos períodos haciendo retiro en La Rábida, y fue desde ahí que le escribió al Papa sobre su descubrimiento, expresando su deseo de levantar un ejército de 50,000 soldados y 5,000 caballos para librar de los infieles al Santo Sepulcro.
Tenía este objetivo en mente cuando obtuvo de los Monarcas Españoles los fuertes términos de los cuales les recordaba con frecuencia: Que “del descubrimiento en adelante y pudiera llamarme Don y ser Alto Almirante del Mar Océano y Virrey perpetuo y gobernador de todas las islas y continentes que yo fuera a descubrir y adquirir o que fueran a ser descubiertos y adquiridos en el océano; y que esta dignidad deberá ser heredada a mi hijo mayor y así descender para siempre de generación en generación.” Además de las necesidades de su familia, su testamento estipulaba que el Virreinato se usara no sólo para mantener la soberanía española y una capilla y hospital en Haití, sino para el reclutamiento y equipamiento de un ejército para la recuperación del Santo Sepulcro y para ayudar a la Santa Sede en caso de cisma o de otras dificultades.
De su segundo matrimonio, Colón esperaba asegurar su sucesión. Leyendo correctamente el temperamento revolucionario de Europa, esperaba por este medio mantener los nuevos territorios libres de triquiñuelas políticas. Sabía que el Rey Fernando, aun siendo un monarca capaz, no estaba animado por los mismos altos motivos como lo estaba la reina, pues tan pronto como el Descubrimiento se hizo realidad, Fernando había comenzado a evadir los términos del contrato, ofreciéndole a cambio un dominio pensionado en Castilla. Colón se mantuvo en sus derechos, pero su nieto capituló, a cambio de los títulos de Duque de Veragua y Marqués de Jamaica. (Un moderno descendiente, a quien le gustaba la cría de toros, de hecho consintió aparecer como atractivo principal en la Feria Mundial de Chicago, por el centenario de 1892. Providencialmente fue declarado en bancarrota luego de ofrecer 30,000 francos a cualquiera que escribiera una nueva biografía de su ancestro en la cual se suprimieran todas las referencias al mundo sobrenatural.
Pasión y muerte
Ya en su propio tiempo, Colón fue traicionado. Asediado entre los colonos de América que se quejaban de que se negaba a dejar que los indios quedaran sometidos a ellos — en especial los hidalgos, que se rehusaban a hacer trabajo manual — y sus enemigos en España, que lo acusaban de esclavizar a los nativos, llegó a ser juzgado in absentia a instigación de la burocracia naval de Sevilla, que estaba controlada por su archienemigo Juan de Fonseca. Como sabemos. Fue devuelto a españa en cadenas, nombrándose en lugar suyo a un gobernador 'temporal'. Tan persuasivos fueron sus adversarios, que hasta fueron capaces de usar contra él, documentos falsificados, que hasta la gran Isabel titubeó un momento antes de ordenar su liberación.
Fue característico de Colón que en adelante mantuvo las cadenas colgadas en su habitación y pidió que fueran enterradas con él. Cuando trató de hacer una circunnavegación del globo en su cuarto y último viaje, estaba estropeado en su salud y forzado a mendigar su justo salario. Obstruido en cada paso por insubordinaciones y traiciones, sostenía a sus marineros de su propio bolsillo — aun a los amotinados — cuyos salarios el gobierno se negaba a pagar. En España sus traidores eran premiados con buenos empleos, y en cambio aquéllos fieles a él no podían encontrar empleo. En las colonias, después de 1497, la Corona hizo caso omiso de las restricciones que había pedido Colón contra el aceptar colonizadores con mala reputación moral y admitió a criminales, exceptuando solamente a “herejes, traidores, falsificadores y sodomitas.”
La primera carta que llegó del viejo mundo al nuevo fue una escrita por Isabel a Colón. Fechada el 16 de agosto de 1494, comenzaba así: “Damos muchas gracias a Nuestro Señor. Esperamos que esta labor vuestra causará que nuestra Santa Fe Católica sea extendida grandemente... nos parece que todo lo que desde un principio nos dijisteis que iría a pasar ha sucedido en su mayor parte, con tanta precisión como si vos lo hubierais visto ocurrir antes de decírnoslo.” La más profunda compenetración existía entre estas dos grandes almas. En su última entrevista privada con Isabel, se dice que los dos rompieron en lágrimas al contemplar la interferencia persistente que se hacía a sus planes por sus amados amerindios “comprados con la sangre de Cristo,” cuya conversión estaba tan cerca de su corazón.
Isabel murió de penas y agotamiento en 1504, unos días después de que Colón hubiera regresado de su último viaje. Mientras ella yacía en su lecho de muerte, Colón estaba en Jamaica, abandonado por una tripulación amotinada y tentado violentamente a la desesperación. Nos dice que estando allá “medio dormido” oyó “una voz de lo alto que le dijo así: '¡oh insensato, hombre lento para creer y para servir a vuestro Dios, Dios de todo! ¿Qué más hizo por Moisés o por David su siervo? Desde vuestro nacimiento Él siempre ha cuidado de tí. Cuando Él os vio de una edad que le satisfacía, maravillosamente hizo que vuestro nombre resonara en la tierra...'”
“De la prisión del mar océano, que los tenía atados con tan fuertes cadenas, Él os dio las llaves, y fuisteis obedecido en tantos territorios y ganasteis tan honroso reconocimiento entre los cristianos! ... Los privilegios que da y las promesas que hace Dios, no los rompe, ni dice luego de que ha recibido el servicio, que su intención era otra y que debe entenderse de otra manera.” y la voz concluyó diciendo, “No temáis, confiad. todas estas tribulaciones están escritas en mármol y no sin causa.”
Menos de dos años después, Colón siguió a su reina a la tumba. Según su hijo Fernando, “Con gran dolor por su gota, lleno de pesar por las posesiones que se le habían quitado, y asolado por otras tribulaciones, entregó su alma al Señor el Día de la Ascención ... luego de haber recibido los Sacramentos de la Iglesia y dicho las siguientes últimas palabras: 'Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu'.”
Haya Colón muerto en santidad o no, probó ser el instrumento que Dios eligió para revelar el mundo a sí mismo en toda su dimensión física. No 'personificó' su época, la hizo lo que fue. Por medio de él, Dios trajo el nuevo mundo al viejo mucho como en el principio, habiendo creado a Eva mientras Adán dormía, Él la dio a Adán' (Gen. 2:22). De pronto dos se hicieron uno, y Adán jamás volvió a ser el mismo. Bajo el designio divino, Colón efectuó un cambio muy parecido, ampliando toda la historia humana como ningún otro ser meramente humano jamás lo había hecho.
Nadie que ahora viva no ha sido de alguna manera afectado, tanto material como espiritualmente, por el regalo que hizo Colón de una mitad del mundo a la otra. Como sucedió después de la aparición de Eva, nada en el orden temporal ha permanecido igual desde entonces.
Cuando Nuestro Señor aseguró a sus discípulos que “todavía no es el fin,“ les dijo “hasta que el evangelio haya sido predicado en todas las naciones” antes de que su triunfo final pudiera tener lugar (Marcos 13:7, 10). Sólo después de que “este evangelio del reino haya sido predicado en todo el mundo como testimonio a todas las naciones... habrá de llegar la consumación” (Mateo 24:14) Cuando Cristóbal Colón, fiel a su nombre de Christo-ferens trajo a Cristo a las Américas, adelantó ese Día de manera inconmensurable.
Colón e Isabel fracasaron en su objetivo de rescatar la Tierra Santa, pero lo que lograron probó ser incomparablemente más grande. Al traer el resto del mundo al alcance de la Cristiandad, probaron ser fieles a los apóstoles en cuanto al orden temporal, bendiciendo a todos los pueblos con la posibilidad de gozar, aun en esta tierra, del gobierno misericordioso de Cristo Rey.
En ese punto crucial de la historia cuando las Cruzadas dieron su lugar a la Contra-Revolución, hicieron posible lo que Dios había prometido a la humanidad por medio de su profeta Malaquías: “Pues desde donde sale el sol hasta el ocaso, grande es Mi nombre entre los gentiles y en todo lugar se ofrece sacrificio, y se ofrece a Mi nombre una oblación pura: pues Mi nombre es grande entre los gentiles dice el Señor de los Ejércitos”
La Misa Católica, la oblación pura aceptable a Dios ha vertido la sangre redentora de Cristo por todo el mundo en preparación para el conflicto final de tiempos apocalípticos. Como lo dice Roselly de Lorgues:
“En cada hora del día y de la noche, la inmolación de la Víctima Divina se renueva en los dos hemisferios... mientras la noche cubre con sus sombras el hemisferio oriental, el augusto sacrificio se ofrece en lo alto de los Andes y entre las islas del Pacífico. El sol incesantemente brilla en las ceremonias de la Iglesia de Jesucristo. El poder de la unidad católica se manifiesta de modo impresionante en la permanencia de este homenaje rendido a Nuestro Señor, pues en este globo es solamente la Iglesia Católica la que ofrece esta inmutable perpetuidad de aspiraciones al cielo.”
Esto hicieron posible Colón e Isabel. Es difícil de creer que esta misma Santa Misa de los Apóstoles, a la que ellos asistieron, sea ahora evitada como si fuera algo impuro, por aquéllos que se caracterizan como artesanos del “nuevo orden de relaciones humanas” introducido por el Papa Juan XXIII, Pero como habremos de ver, el Santo Sacrificio de la Misa ha sido la que ocupa el primer lugar entre las preocupaciones de la Serpiente.
[1] 24 de junio de 1991 [2] Newsday, Long Island N. Y. 12-Oct-90 [3] El viejo adagio usado por los alquimistas, los Rosacruces y los masones, que significa 'destruir y reconstruir' [4] Francis Patrick Kenrick, The Primacy of the Apostolic See Vindicated (La Primacía de la Sede Apostólica Reivindicada) Baltimore, 1855. [5] Ver del Reverendo Peter de Roo, Material para una Historia del Papa Alejandro VI, sus Parientes y su Época; John Nicholas Murphy, The Chair of Peter (La Silla de Pedro) Margaret T. Munro, A Book of Unlikely Saints (Un Libro de Santos Improbables); A Leonetti, DSP, Papa Alessandro VI; también, Rohrbacher, Histoire Universelle de L’Eglise Catholique; Capefigue, L'Eglise pendant les Quatre Derniers Siecles, Mgr. Mgr. Justin Fevre, “Biography of Pope Alexander VI” (Biografía del Papa Alejandro VI) en Nouvelles Annales de Philosophie Catholique, ed. Louis de Savigny. [6] Ver Seraphim Canoutas, Christopher Columbus, a Greek Nobleman (Cristóbal Colón, un Noble Griego) St. Marks Prtg., 80 Fourth Ave., New York, 1943. [7] Se han traducido al inglés por vez primera por Kay Brigham en Christopher Columbus - His life and discovery in the light of his prophecies (Cristóbal Colón – Su vida y decubrimiento a la luz de sus profecías), CLIE, Terrassa, Barcelona, 1990 [8] Arizona Rep. 29-ene-67 [9] W.T. Walsh, Isabella of Spain, the Last Crusader (Isabel de España, la Última Cruzada) , Cap. 19. [10] Roselly de Lorgues, Les Calomniateurs Modernes du Serviteur de Dieu. Una nueva edición francesa de la biografía de Colón por de Lorgues’ ha sido publicada recientemente por Editions Sainte Jeanne d’ Arc, 1992, 18260 Villegenon. [11] Edward Gaylord Bourne, Spain in America (España en América), 1904 [12] Ver Solange Hertz, Saint Christopher Columbus? (San Cristóbal Colón?), Big Rock Papers, Leesburg, Va. 1975 [13] Mistica Ciudad de Dios, Parte III, Libro vii, Cap. 13. [14] S. Wiesenthal, Sails of Hope, the Secret Mission of Christopher Columbus (Velas de Esperanza, La Misión Secreta de Cristóbal Colón), MacMillan, New York, 1973, p. 122.
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