lunes, 5 de noviembre de 2018

La Muerte de Norteamérica y su Posible Renacimiento 1

La Muerte de Norteamérica y su Posible Renacimiento


Por Lawrence Auster


Parte 1



Tomado de: https://chechar.wordpress.com/2013/03/14/austers-unpublished-chapter/
Traducido del inglés por Roberto Hope



"Cualquier cantidad grande de judíos librepensadores es 'indeseable si se quiere mantener o desarrollar una sociedad en la cual pueda florecer una tradición cristiana', dijo T.S. Eliot en 1934. Estaba en lo correcto" — David A. Hollinger, Science, Jews and Secular Culture, 1996.

"... el gran apoderamiento por parte de escritores judeo-americanos soñando en voz alta acerca de los sueños de todo el pueblo americano" — Leslie Fiedler, Partisan Review, 1967.

Lo que sigue es un capítulo — escrito en 1998 y sin haber sido editado ni alterado desde entonces — del extenso libro inédito sobre la inmigración masiva procedente de países fuera de Occidente, sus consecuencias, y temas relacionados, en que yo trabajé durante la mayor parte de los 1990s. Estaba intitulado tentativamente "The Death of America and its Possible Rebirth" (La Muerte de América y su Posible Renacimiento). Un editor de derechas ha expresado su interés en el manuscrito y estoy en el proceso de organizar los capítulos que terminé desde hace mucho tiempo, para su publicación. Mientras tanto, este capítulo puede leerse como un artículo completo en sí mismo. (Nótese: es muy largo, de más de 11000 palabras.)

Anoche leí el artículo entero por primera vez después de quince años e hice algunas correcciones en puntuación y ortografía. Veo una falta seria en el artículo: que carece de suficientes salvedades serias que muestren que las actitudes objetables que yo atribuyo a los "judíos" — o sea al pueblo judío o la comunidad judía como tal  — no son, por supuesto, de ninguna manera compartidas por todos los judíos. Pero en este momento carezco de la fuerza de voluntad y de la capacidad física para re-escribir el capítulo. Por lo tanto, espero que los lectores habrán de entender que cuando hablo de "judíos" no quiero decir todos los judíos ni quizás tampoco la mayoría de los judíos, sino a un grande e influyente segmento de la población judía.

Podríamos ver el problema de esta manera: La gran mayoría de los judios son extremadamente liberales, pero un gran número de gentiles de raza blanca (quizás la mayoría) son también liberales y así seguirán siendo. Para expresarlo de otra manera, una gran mayoría de los judíos no se identifican con, ni apoyan a, la raza blanca, pero una gran mayoría de gentiles de raza blanca tampoco se identifican con, ni apoyan a, la raza blanca. Un número significativo de judíos son conservadores y tradicionalistas (no estoy hablando aquí de la mayoría de los jasídicos, que simplemente no son parte de nuestra nación y civilización) y creo que aquellos judíos son una parte positiva de nuestro cuerpo político y del crecimiento a futuro de un movimiento tradicional, y a última instancia, quizás generaciones adelante, de una America renacida, que yo llamo la América 3.0, que se habrá separado de la América liberal, la América 2.0, que por ahora ha destruido definitivamente y reemplazado a la América original, la América 1.0.

Así que, para entender mejor de dónde parto, los lectores pudieran querer saltarse a la última sección "Cómo oponerse a la agenda judía sin anti-semitismo", y leerla primero. 

Aquí va el artículo:


Los judíos, multiculturalistas típicos.

Hemos echado una mirada a las culturas de inmigrantes de razas distintas de la blanca, que desde afuera han estado desplazando a la América blanca, así como a la cultura nihilista que ha estado carcomiendo a la sociedad blanca desde adentro. Pero hay un grupo que yace en la intersección de estos fenómenos; un grupo étnica y religiosamente distinto, de origen inmigrante relativamente reciente, pero también parte de la raza blanca — aun cuando diferente en gran medida — y con una importante influencia en la cultura dominante. Hablo, por supuesto, de los judíos. Dado el papel extraordinario que este extraordinario pueblo ha desempeñado en la América moderna, ninguna discusión seria sobre la diversidad étnica en la América moderna puede pasarlos por alto. Sin embargo, debido a su trágica historia de pueblo perseguido, y debido a su propia habilidad para establecer los términos del discurso permisible, alcanzada a través de su rol de vanguardia en la vida intelectual americana, es imposible en la sociedad de hoy en día conducir una discusión honesta sobre el tema del impacto judío en la cultura. No obstante que puede hablarse críticamente de cualquier otro grupo étnico, aun cuando sea sólo hasta un grado limitado, nada que sea crítico, aun implícitamente, es permitido decir o inferir acerca de los judíos. Una encuesta de opinión conducida por la Liga Anti-Difamación que investigaba actitudes antisemitas en América captó perfectamente los supuestos prevalentes de lo que es permisible decir de los judíos. Si la gente que respondió a la encuesta indicó su acuerdo hasta con opiniones verídicas acerca de los judíos, tales como que "las industrias del cine y de la televisión están en gran medida manejadas por judíos", la encuesta consideró eso como evidencia de anti-semitismo. Usando una definición tan amplia de antisemitismo, la Liga, no es de sorprender, siempre encuentra mucho antisemitismo en América. [ADL National Study, May 1992].

Si 'antisemitismo' ha de ser un término que tenga un significado y no sólo sea un arma para amedrentar a la gente al silencio, entonces su uso debe pasar la misma prueba definicional que hemos establecido para la palabra 'racismo'. Así como el comportamiento debe ser moralmente malo para ser con justicia considerado racista, así también debe ser moralmente malo para ser con justicia considerado antisemita. A menos que ser impolítico sea inmoral, no es más antisemíta acometer una disquisición crítica racional acerca del desempeño de los judíos en la sociedad americana, que es racista acometer una disquisición crítica racional acerca del desempeño de los negros, o de los chinos o de los blancos protestantes o de cualquier otra raza.

Aun cuando este tipo de disquisición honesta pueda implicar un desafío a las agendas políticas y culturales promovidas por las organizaciones judías, no constituye una amenaza para los judíos, ni como individuos ni como comunidad. A pesar de los exagerados temores de los judíos sobre este asunto, el anti-semitismo ha decaído de manera constante desde la segunda guerra mundial. Los judíos no enfrentan intolerancia seria alguna excepto por parte de algunos nacionalistas negros (que de todos modos están fuera del alcance del coloquio racional de Occidente), y de un minúsculo, aunque creciente, número de blancos marginados, algunos de los cuales son serios antisemitas. De hecho, podría argumentarse que el actual aumento de antisemitismo en los márgenes de la sociedad blanca ha sido impulsado en grado significativo por el hecho de que jamás se permite expresar opiniones críticas de la influencia judía, aun cuando el desempeño de esta pequeña minoría en la política americana siga creciendo espectacularments ante los ojos de todos. Prohibirle a la gente comentar sobre un fenómeno tan notable no conduce a una salud mental o social. No deja salida a las energías normales de la crítica — ni de la simple queja — excepto a un resentimiento obscuro e inarticulado, a mensajes de odio cifrados, a teorías conspiratoriales, a teorías diabólicas, etc.

Delicado como lo es, el tema del impacto judío en la cultura es ineludible en un libro que pretende tratar acerca de la inmigración y la diversidad: Los judíos son y siempre han sido la minoría arquetípica. Durante toda su historia desde la expulsión de las elites judías de Babilonia a principios del siglo quinto antes de Cristo (época en que los israelitass comenzaron a ser llamados 'judíos'), los judíos han vivido como una minoría conspicua y perseguida intermitentemente entre mayorías no judías. Por esta razón, muchos judíos contemporáneos consideran la esencia del ser judío como su identificación con el Forastero (quienquiera que el Forastero pudiera ser) combinado con una hostilidad, o por lo menos con una actitud profundamente cuestionante ante la cultura mayoritaria.

Los judíos, de Europa oriental llegaron a América como inmigrantes cuya religión, tradiciones populares, y características eran extrañas a las de la población americana histórica. Aun cuando han hecho aportaciones fenomenales a la vida americana en muchos campos y se han asimilado a un grado mucho mayor que lo que pensaban algunos conservadores de hace cien años, los judíos también cambiaron a los Estados Unidos (como poca gente lo reconoce porque el tema es tabú) de muchas y no siempre positivas maneras. En términos de identidad nacional, los judíos fueron un instrumento en la reformulación de América como una sociedad universalista basada estrictamente en ideología más que en la noción de pueblo, cambio que erigió el escenario para una inmigración masiva de gente del Tercer Mundo, y la mucho más profunda redefinición de America como una sociedad multicultural. En términos de moral, muchos intelectuales, escritores y comediantes judíos deliberadamente minaron el antiguo ethos Victoriano Anglo Americano; programa de subversión moral/cultural que llegó a su climax en la contracultura de los años 1960s y la cultura nihilista dominante de los 1980s y 1990s. En términos de política, los judíos fueron instrumento para reemplazar el orden constitucional americano de auto-control, con las políticas estatistas de compasión irrestricta.

Así, conforme los judíos, más o menos exitosamente. se adaptaron a los Estados Unidos, los Estados Unidos — al redefinirse como un país universal, al renunciar a su cultura anglo-sajona cristiana, y al adoptar políticas de compasión, se adaptó a los judíos. El patrón de la interacción de los judíos con la cultura mayoritaria es un caso de libro de texto, del efecto de la diversificación étnica en una sociedad anfitriona.

Los judíos rehicieron a los Estados Unidos.

La creencia tradicional es que todos los inmigrantes, independientemente de sus antecedentes culturales y de su número, pueden asimilarse igualmente bien. Pero hasta los mismos judíos, ahora que han alcanzado una posición de poder incontestable en la vida americana, admiten que esta noción es falsa. Como escribe el conocido abogado y profesor de derecho Alan Dershowitz en su exitoso libro Chutzpah (Desfachatez) de 1991:

"Los judíos han sido extraordinariamente prósperos en América. No nos hemos fusionado en ningún crisol ajeno. En lugar de ello, hemos remoldeado el crisol para acomodar nuestras inusuales dimensiones. En el proceso, también nosotros nos hemos remoldeado en cierto modo para encajar en nuestro contorno" (Págs 6 y 7) 

En otras palabras, los judíos no se asimilaron a América (o como Dershowitz concede a regañadientes, sólo se asimilaron "en cierto modo"); más bien remoldearon a América para "acomodar nuestras inusuales dimensiones."

Dershowitz afirma un derecho semejante de redefinir el judaísmo:
"Yo hago, consecuentemente, lo que las religiones ortodoxas dicen que no debe hacerse: Yo elijo y selecciono — sobre una base de principios, espero — de entre las prácticas religiosas, y selecciono aquéllas con las que deseo cumplir. Es mi religión, después de todo, y no veo por qué yo no pueda ser el árbitro final cuando se trate de su contenido" (p 12)

Nótese el arbrumador narcisismo. El judaísmo es su religión, por lo tanto, puede definirlo según su capricho — una filosofía de lo más conveniente para un hombre que abandonó la ortodoxia de su familia pero, no obstante, insiste en su total judaísmo. Del mismo modo, América es su país, por lo tanto, América es cualquier cosa que a él le plazca decir que es — una filosofía de lo más conveniente para un hombre abiertamente hostil a la civilización histórica americana."No tenemos que comprometer ni nuestro americanismo ni nuestro judaísmo," declara Dershowitz "ni puede nadie más definir nuestro americanismo ni nuestro judaísmo por nosotros" (pp 4-5). Esto, en resumen, es una desfachatez, que Dershowitz define como auto-asertividad y audacia ante la autoridad, pero que la mayor parte de la gente considera una inmitigada y desvergonzada arrogancia. Como sea que fuera definida, Dershowitz la celebra en sus correligionarios judíos, y los alienta a cultivarla.

Así, escribe con admiración acerca de David Bazelon, ex juez presidente de la Corte Federal de Apelaciones del Distrito de Columbia, para quien Dershowitz trabajó como asistente legal.

"El Juez Bazelon raramente iba a la sinagoga, pero era un juez judío en toda la extensión de la palabra. Veía al mundo a través de sus antecedentes judíos. Su humor era frecuentemente expresado en yiddish. Sus discursos hacían referencia a la literatura rabínica. Se describía a sí mismo como un americano secular con un 'alma judía'. Si un acusado merecía compasíon — o alguna otra forma de remedio legal — pero el recurso de Habeas Corpus no era técnicamente aplicable a la situación, Bazelon me hacía un guiño y me ordenaba que encontrara algún fundamento para un 'recurso de rachmones'. Rachmones es la palabra hebrea-yiddish que significa 'compasión'."

"Bazelon fue siempre un forastero, un cuestionador, aun siendo uno de los juristas más influyentes de su época." [pp 58-59]

En un retrato inadvertidamente devastador, vemos al juez que presidió la segunda corte más importante de los Estados Unidos ocupado afanosamente en reformular la ley constitucional anglo-americana de acuerdo con su sentido de compasión de forastero judío, mientras le guiñaba el ojo a su joven asistente legal. Igualmente revelador es el tributo que Dershowitz da a Bazelon y a otro mentor suyo, el juez de la Suprema Corte Arthur Goldberg. "El judaísmo de ellos — su rachmones — resonaba en mí de manera más potente que su judaísmo de ritual." (p. 60). Es claro que estos judíos seculares, principales arquitectos del moderno estado omnicompetente, consideran su agenda liberal como un sustituto emocionalmente gratificante de la tradición religiosa que han abandonado.

Desafortunadamente, el culto de Chutzpah, que apenas comenzamos a explorar aquí, no puede descontarse como una postura extrema entre los judíos americanos. Más bien al contrario, la extraordinaria popularidad de este libro y las laudatorias reseñas recibidas de muchos sectores de la opinión pública judía, sugieren que sus opiniones — en particular su afirmación narcisista de un derecho de los judíos de rehacer a América — son representativos: Hasta Ruth Wisse, una dura crítica de Chutzpah, observa que "lamentablemente la perspectiva de Dershowitz parece resonar profundamente entre la judería americana." [Ruth Wisse, reseña, Commentary, Septiembre de 1991]

No obstante la estructura crítica de la presente disquisición, debemos siempre recordar que hay una diferencia fundamental entre los judíos y otros inmigrantes europeos por un lado, y los inmigrantes no europeos por el otro. En tanto que los inmigrantes de la Europa meridional y oriental cambiaron la cultura americana en algunas formas dramáticas, América siguió en el fondo síendo una nación. En contraste, la inmigración no europea desde 1965 ha cambiado a América, de ser una nación, a convertirse en un imperio multiétnico. Al mismo tiempo, debemos entender que los cambios culturales traídos por los inmigrantes de la vuelta del siglo y sus descendientes, prepararon el terreno para que ocurrieran los cambios más radicales que vinieron después.


(Continuará)

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