domingo, 7 de diciembre de 2014

Reflexiones de una Esposa y Madre Conversa a la Fe Católica

Algunas Reflexiones de una Esposa y Madre y Conversa a la Fe Católica

por la Dra. Maike Hickson

Reseña del libro The Family under Attack de Don Pietro Leone


Tomado de http://rorate-caeli.blogspot.com/2014_12_01_archive.html
Traducido del Inglés por Roberto Hope

Como traté de argumentarlo en un artículo reciente que me publicó Christian Order[1], cuando la Iglesia trata del tema del matrimonio y de la familia, debe primera y persistentemente estar muy atenta a Los Pequeños, aquellos niños vulnerables que no pueden defenderse por ellos mismos y que por lo tanto requieren de la protección de la Iglesia en su misión de ayudar a los pobres – y de esa manera también a los “Pobres entre los Pobres” (en las palabras del Cardenal Gerhard Müller): los hijos de padres divorciados; los “huérfanos por divorcio.”

Como lo expliqué en el citado artículo de Christian Order, lo que me motivó a sentarme a escribir sobre estos temas fue, en parte, el que, como mis propios padres se divorciaron cuando era yo apenas una niña, puedo hablar desde el fondo de mi corazón sobre el sufrimiento que un divorcio trae en la vida de los hijos.  Por otra parte, debido a que, además, soy una conversa a la fe católica, habiendo vivido una buena parte de mi vida en una atmósfera atea y secular y dentro de ese ambiente social, puedo también hablar con convencimiento sobre la importancia de la enseñanza moral tradicional de la Iglesia Católica y de cómo, a nosotros que estábamos perdidos, nos ayuda a llevar una vida mejor, no aquella vida más restringida y más inhumana que, con frecuencia, indirecta y peyorativamente se insinúa en algunos de los argumentos que nos llegan de los mismos que se profesan ser reformadores de la Iglesia. Cuando esos reformadores nos dicen que la actual enseñanza moral de la Iglesia no responde de manera suficiente a las necesidades de la gente de nuestro tiempo, se desprende necesariamente que ellos piensan que las leyes de Dios son insuficientes; que el mismo Cristo aparentemente carecía de una visión a suficientemente largo plazo para prever todo esto.

En la reflexión siguiente, me propongo a comentar sobre dos partes del libro de Don Pietro Leone; aquéllas que también se relacionan con temas que son cercanos a mi propia experiencia.

Empezaré con sus comentarios (contenidos en el Capítulo 6) sobre el aumento de la impureza en nuestro alrededor y en la intrusiva sociedad secular.  Nuestro autor columbra  la conexión que hay entre la pérdida de la fe y el aumento en la impureza – una devastación moral que finalmente, así como tan gravemente, afecta a los hijos, como bien lo sabemos. El autor dice: “... el rechazo de Dios ha engendrado una ceguera al significado objetivo y a lo bueno de la castidad, del matrimonio y de la procreación, así como otra ceguera a las gracias sobrenaturales [actual, sacramental y santificante], que son asequibles y necesarias para su cumplimiento.” (155)  Lo que ahora se entiende de la castidad, del matrimonio y de la procreación ha sido enturbiado en su significado de esa manera.  Lo que el Padre demuestra es que, cuando el amor no es gobernado y dirigido por la razón y por una enseñanza moral clara, pronto resulta reducido a su parte sensible, a su parte inmoderadamente pasional y, por lo tanto, pronto se embrutece y se degrada.  De hecho, pronto resulta en una forma egoísta de amor que deja de ser solícito con la otra parte, y más bien busca satisfacer los deseos propios.

 Debido a que un mundo sin Dios es, en todas sus esferas, más inhumano, el amor será buscado más y más como una forma de consolación.  El autor demuestra cómo aquellos padres egoístas que dejan de seguir las leyes morales de Dios, tienden a “descuidar y abandonar a sus hijos, y a abusar de ellos” (157) de distintas maneras; y de esa forma efectivamente infunden en sus propios hijos el anhelo de una forma superior de amor, porque en el propio ambiente sensible de ellos, nunca lo han experimentado. Hasta pueden quizás esperar, por lo tanto, poder hallar las formas de amor más generosas (un amor de benevolencia, no sólo uno de concupiscencia).  El amor, sin embargo, es ahora más y más probablemente percibido y concebido en sus formas meramente sensibles y pasionales, que llegan de manera inmediata a los sentidos. Un amor más hondo, más calmo, mas sereno, que esté colmado también de un sentido del deber y de una responsabilidad formativa y protectora es, por lo tanto, más probable que falte en ellos.

Don Pietro Leone mismo lo expresa tan bien en su libro, y nos da, asimismo, tantos argumentos y tan buenos, donde se contrapone a la idea prevalente de que en relaciones extramaritales pueda haber “elementos buenos” . Aun cuando admite que estas uniones ilícitas (y con frecuencia adúlteras) puedan traer algún alivio al corazón, dadas las heridas infligidas por una falta de cariño en el pasado, de todos modos esas heridas no pueden sanar completamente, sino que hasta explícitamente agregan nuevas lesiones, en cuanto a que en la pareja no se respetan el uno al otro de una manera tan completa, como lo hacen las personas que se unen la una a la otra mediante un voto (que hasta constituye una promesa irrevocable hecha ante Dios) en un matrimonio sacramental. El Padre agrega: “Y ya que la relación extramarital falla en cuanto al trato con el debido respeto entre las partes, o sea con el pleno amor marital, las maltrata y abusa de ellas y les inflige nuevas heridas.” (160)   También describe este amor como un amor que es gobernado en gran medida por el deseo sexual y que lo despoja de las leyes morales del amor, o sea la castidad, el matrimonio y la procreación.  Tales relaciones extramaritales en su mayor parte evitan tener hijos, pues sólo duran mientras las pasiones subsisten, quizás unos cuantos meses, quizás unos cuantos años” (161) Sin embargo, sólo el verdadero matrimonio puede ser perdurablemente fructífero y bueno.  “La procreación sólo es lícita dentro del contexto del matrimonio, pues sólo el matrimonio puede proveer el soporte para la educación de hijos felices y bien equilibrados.” (164 nota al calce).  El Padre muestra aquí nuevamente su interés especial por los hijos, por su protección y su formación.

El problema general de las “relaciones amorosas” sin una unión matrimonial y sin intención alguna de procreación de hijos (como fruto de un amor mutuo y leal) es que se intensifica por los medios modernos de comunicación, que de múltiples maneras excitan e incitan los deseos de tener placeres sexuales. Además, los programas de “educación sexual” tales como los que promueven las Naciones Unidas, fomentan una “visión puramente hedonista de la sexualidad”.(163)  El mundo moderno de esa forma rebaja aun la dignidad natural del hombre y desprecia la capacidad del hombre de formar toda union matrimonial leal y duradera y de sostener una más alta disciplina y cultura, promoviendo sus tradiciones más profundas y nobles y su perseverancia fiel. Se nos trata de reducir a meros seres sensoriales, casi como animales, incapaces de cumplir nuestra palabra o de establecer una unión honorable – o de hacer un voto verdadero (una promesa irreversible).

Cuando pasamos al capítulo sobre la contra-concepción (Capítulo 5) nos damos cuenta de cómo la orientación hacia la bendición que son los hijos, da al matrimonio su dirección fructífera y perdurablemente significativa. Don Pietro Leone muestra cómo, lamentablemente,  la enseñanza reciente de la Iglesia ha sido alterada, fundamentalmente en lo que concierne a los Fines del Matrimonio, y alterada en detrimento de éste, piensa él.  Por ejemplo, el Papa Pablo VI, así como el Papa Juan Pablo II, el Nuevo Catecismo y el Nuevo Derecho Canónico, afirman todos ellos que el fin primario del matrimonio es el “amor” y ya no, como se afirmaba tradicionalmente, la procreación de los hijos.  El bien mutuo de los esposos ahora va antes que el bien de los hijos.

Citando al Papa Pío XII, el autor nos ilustra de cómo esta inversión de prioridades había sido rechazada anteriormente por el Magisterio, mostrando cómo la perfección del marido y la mujer debía estar subordinada a la procreación, y la educación de los hijos debía ser cultivada y sostenida.

Nuestro autor también hace referencia a la Sagrada Escritura (especialmente al Génesis) donde se muestra claramente que Dios creó al Hombre y a la Mujer, y les ordenó “Creced y multiplicaos y henchid la tierra..” con hijos, e hijos bien educados.  En este sentido, el amor sexual no es más que un medio para un fin más alto y un bien mayor, y este amor conyugal y apoyo mutuo deben subordinarse a otros bienes más grandes, específicamente “la conservación de la especie". (138)  El Padre nos recuerda sabiamente que las características físicas y psicológicas del hombre y de la mujer los preparan para la procreación; específicamente “el hombre tiene una propensión natural a trabajar por el sustento de la familia y en cambio la mujer tiene una propensión hacia el cuidado y la educación de los hijos.” (138)

Asimismo, Don Pietro Leone describe de manera contundente el sutil cambio que han sufrido los Fines del Matrimonio durante el Siglo XX, comenzando ya desde la Encíclica Casti Connubis (del 31 de diciembre de 1930).  El Padre presenta una crítica clara y convincente de una evolución ligeramente novedosa que se infiltró en la redacción del Magisterio Papal y que ha traído muchos malos frutos.

Varios elementos de Personalismo Magisterial están en evidencia aquí: el subjetivismo, junto con una preocupación con la psicología, el amor y la persona; el desdeño de la objetividad junto con el de la tradición y de las enseñanzas del Magisterio anterior; así como de los argumentos basados en la Sagrada escritura y en la Ley Natural.

La razón de por qué este giro tiene tantas consecuencias es la siguiente: cuando los esposos contraen matrimonio con el propósito principal de satisfacerse y hacerse felices a ellos mismos, pierden de vista el sentido del deber y de la apertura hacia la vida.  Sólo estarán abiertos a recibir hijos si les conviene a sus necesidades, y a su tiempo, y si sienten que no les impide inmoderadamente, ni les es incómoda para, la felicidad que perciben.  En pocas palabras, dadas las propensiones pecaminosas de nuestra naturaleza caída, tal concepto tenderá a promover el subjetivismo y el egoísmo.  Por contra, cuando los matrimonios se contraen con un claro sentido de la misión a largo plazo, específicamente de “poblar el cielo” y de esa manera también dar mayor gloria a Dios, proporcionándole más almas que le alaben y le agradezcan en la Beatitud de la Vida Eterna, comenzarán sus matrimonios sacramentales con una actitud muy diferente, una de generosidad y también de sacrificio.  Estos esposos se orientarán hacia lo que Dios quiere de ellos; no al revés, lo que quieren de Dios o lo que quieren para ellos mismos.

Por lo tanto, el Padre pone correctamente lo que desarrolla acerca de los Fines del Matrimonio, en el mismo capítulo en el que trata de la contra-concepción. Una vez que el propósito primario del matrimonio ha sido alejado del de tener hijos, es sólo cuestión de tiempo para que los católicos comiencen activamente a utilizar medios para evitar tenerlos.  Pero si tenemos un abundante amor a Dios, y estamos agradecidos a él por habernos creado y somos hijos leales de Dios que seguimos sus mandamientos, no querremos hallarnos carentes en nuestra generosidad recíproca.  ¡Las familias grandes son una bendición! ¡Muchos hijos son una bendición!  Hablamos  del Bonum Prolis, lo bueno de la prole, lo bueno de los hijos-  Don Pietro Leone muestra de manera muy hermosa en varios de los pasajes que cita cómo, desde tiempos  antiguos, la Iglesia había mantenido esta actitud de generosidad que así llevó, correlativamente, a su muy restringida regla en lo concerniente a los “cálculos” del control natural de la natalidad.  Como lo enseñó el Papa Pío XII, el uso continuado del acto marital sin apertura a la procreación no teniendo una razón grave para ello “sería un pecado contra la propia naturaleza de la vida matrimonial” (147).  Además, como de manera importante lo señala el Padre Pietro Leone, por sí solo, el hecho de que uno de los cónyuges, desde el inicio de un putativo matrimonio, haya tenido la intención de evitar tener hijos, hace al matrimonio inválido desde su inicio (y con más razón cuando haya resuelto a hacer el matrimonio enteramente infértil.)

Finalmente, el Padre Pietro Leone también contrapone una vez más la enseñanza novedosa con la enseñanza tradicional de la Iglesia en lo concerniente a los Fines del Matrimonio, analizando la encíclica “pro-vida” Humanae Vitae emitida por el Papa Pablo VI en 1968.  El autor resume su análisis previo y más completo de la siguiente manera:

Observamos que Humanae Vitae propone un uso extendido del control natal natural. Hemos visto en el resumen anterior cómo elogia esta práctica en términos radiantes.  Observamos también que al proponer un uso extendido del control natal natural, jamás amonesta contra un uso excesivo, como lo había hecho Pío XII, y eso en tonos solemnes (150).

Para concluir mis pocas observaciones sobre el verdaderamente excelente libro de Don Pietro Leone, me gustaría afirmar una vez más lo importante que es la enseñanza moral tradicional de la Iglesia para llevar una vida buena en esta tierra, y cómo una preparación que fortalece para la mayor aventura (y riesgo) de alcanzar la Beatitud. Aun visto en un plano puramente natural, la doctrina de la Iglesia hace mucho sentido, y hace sentido sabiamente porque viene de Dios que nos creó a todos (la ley moral podría verse como algo análogo a las “instrucciones del fabricante” para que las cosas funcionen bien como fueron diseñadas.)  Esto es lo que yo misma llegué a ver mucho antes de que recibiera el don de la gracia de la fe sobrenatural.  Después de experimentar la belleza de la liturgia tradicional, lo que llegué a ver es la belleza de la enseñanza moral de la Iglesia. ¡Era tan convincente en su sabiduría y verdad!  Se confirmó en mi propia vida en un mundo secular, que había sido tan permeado de una atmósfera de gente cohabitando, abortando y divorciándose. Como lo expresa tan claramente Don Pietro Leone, una vida así desordenada y escuálida, de no corregirse, sólo lleva hacia abajo, no hacia arriba.  Agradezco a Dios el haberme conducido fuera de este lodo y de esta constriñente asfixia, hacia Su vastedad espiritual y belleza y felicidad; y agradezco también a Don Pietro Leone por presentar estos argumentos en defensa de la enseñanza tradicional de la Iglesia, tan claros, y accesibles a tanta gente – no sólo a la gente ilustrada – tanto católica como no católica, para que puedan finalmente encontrar la verdadera felicidad – sin recurrir a estratagemas o a su autoengaño.

Considero que el libro del Padre es una hábil forma de apologética – que desde el comienzo se basa en premisas naturales, no sobrenaturales, (como la apologética de Santo Tomás con los musulmanes en su Summa Contra Gentiles) – en relación con la enseñanza moral de la Iglesia Católica, que tanto se necesita en estos días.  El libro de Don Pietro Leone debería imprimirse y distribuirse ampliamente y ser entregado a todos los que participaron en el pasado Sínodo del 2014 y a los prospectos a participar en el aún más importante Sínodo de Obispos que se celebrará en el 2015.  El libro del Padre Leone nos proporciona el razonamiento y los argumentos efectivos para convencer a muchos del mundo pecador e inatento de ahora, sobre cómo la guía moral tradicional de la Iglesia Católica podría (y debería) llevar a todos a una vida más fructífera, más satisfactoria, y finalmente más feliz en esta tierra (y todavía más feliz en la vida de eterna Beatitud prometida en adelante)

[1]    Maike Hickson, “Mercy For the Little Ones,” Christian Order, Septiembre de 2014.

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