Paso ahora a la segunda parte de esta
conferencia, en la cual trato de analizar las razones para el tan
extraordinario colapso en la fe y la moral que he descrito.
CONCILIO VATICANO II
Si nos preguntáramos cuál es la
causa del derrumbe de la fe y de la moral en todo el mundo en los
últimos cincuenta años, yo argumentaría que no hay una causa
única. Son muchas las causas. La vida se ha vuelto demasiado cómoda
y segura. La televisión, el Internet, y la pornografía constituyen
otra razón. La mentlidad científica, que afirma predominar sobre la
fe es otra razón más. Y uno podría preparar un ensayo completo
sobre cada una de estas razones. Pero en esta conferencia quisiera
concentrarme en una causa que, más que cualquiera otra, ha´producido
un colapso en la fe. Específicamente el Concilio Vaticano II.
{Nota: el siguiente párrafo fue
agregado por el autor durante su presentación y luego añadido al
texto]
La opinión que voy a estar
exponiendo es, sin duda alguna, controversial, pues hay muchos que
todavía creen que el Concilio fue algo bueno, y que estuvo bien
abrir la Iglesia al mundo, no obstante la situación que he descrito
en la parte primera. También hay muchos otros que creen que no
podría haber habido nada malo en el Concilio, ya que creen que ese
Concilio fue inspirado por el Espíritu Santo; yo trataré este
asunto más adelante, Pudiera agregar que recuerdo bien cómo mi
padre, que era un católico devoto, siguió creyendo por muchos años
que algún bien habría de salir del Concilio, y a mí sólo me
quedaba contestarle con la frase del Evangelio que dice que por
sus frutos los conoceréis. La paradoja es, entonces, que el
Concilio, que debía haber sido algo bueno, si fuera uno a juzgar por lo que ocurría en la mayoría de los concilios anteriores, resultó ser exactamente lo opuesto
El Concilio Vaticano II fue
inaugurado el 11 de octubre de 1962. Recuerdo muy bien este
acontecimiento. Creo que puedo decir que soy el último de la
generación que recuerda cómo era la vida bajo el Papa Pío XII y
antes del concilio. Comparo a Pio XII con el emperador romano Marco
Aurelio, quien fue el último emperador romano que mantuvo intacto el
imperio antes de que las hordas bárbaras del Este gradualmente lo
hicieran resquebrajar. Marco Aurelio fue un gran emperador, pero
cometió el error de no haber nombrado a alguien adecuado para
sucederlo, y Pío XII cometió el mismo error. [Nota del autor: Se
cree sobradamente que el Cardenal Siri era el candidato a sucesor
favorecido por Pío XII, pero quizás Pío XII no había nombrado
suficientes cardenales de calibre semejante. Por otro lado hay cierta
evidencia que señala que tuvo lugar cierta irregularidad en el
cónclave de 1958. Ciertamente fue una gran sorpresa que Juan XXIII
hubiera sido electo, debido a su avanzada edad.] Aun cuando Pío XII
fue papa durante 20 años, desde 1939 hasta 1959, sólo llevó a cabo
dos consistorios para nombrar nuevos cardenales, uno en 1946 y el
otro en 1953.
Examinemos ahora lo que tuvo lugar en
el Segundo Concilio Vaticano. La cuestión crucial al inicio del
Concilio era la conformación de las diez comisiones conciliares. La
Curia Romana había preparado su lista de cardenales que apoyaban la
enseñanza tradicional de la Iglesia. Mientras tanto, los obispos
liberales de Alemania, Austria, Suiza, Bélgica, Holanda y Francia, y
sus aliados de todo el mundo, preparaban su contra-lista de
candidatos liberales. El que organizaba al grupo liberal era el
Cardenal Frings, arzobispo de Colonia. Me habría gustado conocerlo,
pero desafortunadamente no pude hacerlo, a pesar de que yo vivía a 5
minutos, caminando, de la Catedral de Colonia, que puede verse en el
anuncio de la plática de esta noche. Pero él había sufrido un
infarto y no estaba disponible. Sin embargo, sí conocí al liberal
cardenal Belga, Suenens, en 1975 y me gustaría narrarles la
conversación que tuve con él, a fin de darles una idea de su manera
de pensar. Le dije: “Su Eminencia, estoy muy preocupado de que
en el presente haya tan pocas vocaciones al sacerdocio.” Me
miró y entendió exactamente lo que yo quería decir pues era un
hombre muy inteligente, y me respondió: “Le voy a poner en
contacto con una muy buena casa pentecostalista.” Yo también
entendí exactamente lo que quería decir. No sólo no le preocupaba
la falta de vocaciones sino que no quería que hubiera vocaciones.
Después del Concilio, todos los 11
obispos de Belgica cerraron sus seminarios y dejaron solamente una
casa de estudios. Por muchos años el número de nuevos seminaristas
ha sido menos de 10. En 2010 y 2011 hubo cinco nuevos candidatos aun
cuando antes del Concilio había habido cientos de nuevos
seminaristas cada año en Bélgica. De 1988 en adelante un
considerable número de jóvenes que querían hacerse sacerdotes
pasaron a Holanda para ser preparados allá, porque en Bélgica eran
activamente disuadidos. El resultado es que en muy poco tiempo ya
casi no van a quedar sacerdotes. Cuando llegué a la Universidad
Católica de Lovaina en 1972, cada orden religiosa tenía su casa de
estudios en la ciudad. Los jesuitas tenían dos casas y los
franciscanos tres. En una ciudad de 60,000 habitantes uno tenía la
opción, de entre más de cien misas, a cuál ir en domingo, y muchos
sacerdotes decían misa en forma privada. Hoy en día quedan como
diez misas en toda la ciudad.
Ahora bien, en el Concilio Vaticano,
más del 50% de los candidatos elegidos para integrar las comisiones
pertenecían al grupo liberal. Esto es algo que nunca antes había
pasado en la historia de la Iglesia. En el Primer Concilio Vaticano
en 1870, había habido un grupo que se oponía a la declaración de
la infalibilidad papal, pero este grupo llegaba a sólo el 20% de los
obispos. La dominancia de los obispos liberales en las comisiones del
Concilio Vaticano II llevó a que se emitieran documentos llenos de
ideas liberales y acarreó la ola de destrucción que siguió al
Concilio, como voy ahora a demostrar.
El joven Padre Ratzinger había sido
el asesor liberal del Cardenal Frings en el Concilio. Pero en una
entrevista por radio en 1969 declaró que la Iglesia estaba pasando
por una era semejante a la Revolución Francesa y que estaba luchando
contra una fuerza que trataba de aniquilarla de manera definitiva. El
27 de junio de 1972, en el noveno aniversario de su coronación, el
Papa Pablo VI declaró que el humo de Satanás había entrado en la
Iglesia por alguna grieta.
Ahora bien, si uno desea destruir a
la Iglesia Católica desde adentro, la primera y mejor manera de
hacerlo es destruyendo el corazón de la Iglesia, o sea el Santo
Sacrificio de la Misa, y eso es precisamente lo que tuvo lugar en el
Segundo Concilio Vaticano. Veamos lo que pasó:
La tarea del Concilio era la de
examinar los textos de las constituciones y decretos que habían sido
preparados con antelación, enmendarlos y luego someterlos a voto.
Estos textos o esquemas habían sido preparados durante un período
de tres años y cinco meses anterior al Concilio. Se habían
preparado 20 textos. En julio de 1962, siete de ellos se enviaron a
los obispos de todo el mundo. Los 17 obispos de Holanda se reunieron
en ‘s Hertogenbosch (incidentalmente en el edificio donde yo más
tarde enseñé filsofía durante diez años) y decidieron que no les
gustaban los primeros 4 textos: Pero les gustó el 5° sobre la
lturgia y sugirieron que fuera el que se tratara en primer lugar en
el Concilio
Luego pidieron al dominico belga,
Padre Schillebeeckx, que escribiera un comentario sobre el texto. El
Padre Schillebeeckx (nacido en 1914 y muerto en 2009) era el teólogo
oficial de la jerarquía holandesa y profesor de teología en la
Universidad Católica de Nymegen, donde yo enseñé filosofía
durante cinco años. Recuerdo haber visto al P. Schillebeeckx
viajando en bicicleta por las calles de la ciudad. El P
Schillebeeckx cayó fuertemente bajo la influencia de la
fenomenología, y notablemente bajo la influencia del ateo Heidegger,
quien nació en 1889 y murió en 1976, probablemente el filósofo más
grande del Siglo XX. Schillebeeckx había estudiado en París, donde
conoció a representantes del movimiento de la Nueva Teología, que
incluían a Marie-Dominique Chenu e Yves Congar. También estudió al
teólogo protestante Karl Barth. Schillebeeckx fue muy influyente en
el Concilio, pues redactaba discursos para el Cardenal Alfrink de
Holanda, y ejerció una importante influencia en el Capítulo III de
Lumen Gentium, sobre la colegialidad de los obispos, que restringe la
autoridad del Papa. En el período post-conciliar apoyaba la
abolición de la obligación del celibato para el clero. En 1974
publicó “Jesús, Un Experimento en Cristología”, en el
cual de hecho negaba la resurrección como un hecho histórico. En
obras posteriores defendía la idea de que la ordenación en el
sacerdocio católico no se deriva de la sucesión apostólica.
Este P. Schillebeeckx, pues, fue
quien propuso que los primeros cuatro textos que iba a examinar el
Concilio fueran vueltos a redactarse por completo, y escribió un
comentario anónimo apoyando el quinto, sobre la liturgia, que había
sido preparado por un gran número de obispos alemanes, holandeses y
austriacos El comentario del P. Schillebeeckx fue traducido al latín,
al francés y al inglés y distribuido entre los Padres Conciliares
conforme iban llegando a Roma. El resultado fue que el texto o
esquema sobre la liturgia fue el primero que se trató en el
Concilio.
La Constitución de la Sagrada
Liturgia fue aprobada finalmente en la segunda sesión del Concilio.
Veamos ahora lo que decía. No puedo citar el texto completo y por lo
tanto he elegido algunos pasajes significativos.
§25 “. Revísense cuanto antes
los libros litúrgicos, valiéndose de peritos y consultando a
Obispos de diversas regiones del mundo.”
§30 “.Para promover la
participación activa [en la liturgia] se fomentarán las
aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas,
los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales.”
§31 “En la revisión de los
libros litúrgicos, téngase muy en cuenta que en las rúbricas esté
prevista también la participación de los fieles.”
§33 menciona que el sacerdote
“preside la asamblea”
§34 En esta modificación de la
liturgia “Los ritos deben resplandecer con noble sencillez;
deben ser breves, claros, evitando las repeticiones inútiles,
adaptados a la capacidad de los fieles y, en general, no deben tener
necesidad de muchas explicaciones.”
§ (1) “..debe haber lectura de
la Sagrada Escritura, más abundante, más variada y más apropiada.
”
(2) El carácter del sermón “es
una proclamación de las maravillas obradas por Dios en la historia
de la salvación...”, lo cual yo parafrasearía diciendo que
esto significa que no debe haber sermones sobre el pecado o el
infierno.
§35 (4) “Foméntense las
celebraciones sagradas de la palabra de Dios en las vísperas de las
fiestas más solemnes, en algunas ferias de Adviento y Cuaresma y los
domingos y días festivos, sobre todo en los lugares donde no haya
sacerdotes, en cuyo caso debe dirigir la celebración un diácono u
otro delegado por el Obispo.”
§36 “Ya que el uso de la lengua
materna, sea en la misa, en la administración de los sacramentos, u
ptras partes de la liturgia pueden frecuentemente ser de gran ventaja
para el pueblo, los límites de su empleo pueden extenderse... Queda
a la autoridad eclesiástica territorial ... decidir si y en qué
medida ha de usarse la lengua vernácula...”
§37 “ La Iglesia no pretende
imponer una rígida uniformidad.... ni siquiera en la Liturgia: por
el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades peculiares
de las distintas razas y pueblos. Estudia con simpatía y, si puede,
conserva integro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra
que no esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y
aun a veces lo acepta en la misma Liturgia, con tal que se pueda
armonizar con el verdadero y auténtico espíritu litúrgico."
§ 38 “Al revisar los libros
litúrgicos.... se admitirán variaciones y adaptaciones legítimas a
los diversos grupos, regiones, pueblos, especialmente en las
misiones...”
§ 40 “Sin embargo, en ciertos
lugares y circunstancias, urge una adaptación más profunda de la
Liturgia...La competente autoridad eclesiástica territorial, ...
considerará con solicitud y prudencia los elementos que se pueden
tomar de las tradiciones y genio de cada pueblo para incorporarlos al
culto divino....”
§50 “... suprímanse aquellas
cosas menos útiles [de la misa] que, con el correr del tiempo, se
han duplicado o añadido..”
§ 53 “Restablézcase la
«oración común» o de los fieles ..... principalmente los domingos
y fiestas de precepto, para que con la participación del pueblo se
hagan súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los
que sufren cualquier necesidad, por todos los hombres y por la
salvación del mundo entero.”
§ 57 “el Concilio decidió
ampliar la facultad de concelebrar...”
§ 58 “ Elabórese el nuevo rito
de la concelebración ...”
Me gustaría agregar que el 7 de
noviembre de 1962, el Papa Juan XXIII también dijo un discurso en el
cual se declaró favorable al uso del lenguaje vernáculo en la misa.
Entre otras cosas dijo: “La vida cristiana no es una colección
de costumbres antiguas.”
Con base en los textos que he citado
no es de sorprenderse que tuvieran lugar experimentos en la liturgia,
ya que fueron autorizados expresamente por el Segundo Concilio
Vaticano. Recuerdo haber visto en el periódico, alrededor de 1966,
una foto de un sacerdote jesuita en Holanda, que decidió decir misa
sin vestiduras en un escritorio de oficina. Todos los experimentos y
adaptaciones que han tenido lugar y siguen teniendo lugar en la misa
moderna tienen un fundamento firme en los documentos del Segundo
Concilio Vaticano.
Debemos tener presente que la misa
moderna promulgada por el Papa Pablo VI en 1969 simplemente es la
puesta en práctica de las instrucciones trazadas por el Segundo
Concilio Vaticano. También es importante saber que esta misa
moderna es idéntica al servicio de comunión anglicano, palabra por
palabra, excepto por las palabras de la consagración. En otras
palabras el Concilio Vaticano estableció normas que hacían posible
redactar una misa ecuménica que pudiera ser dicha por un ministro
protestante con excepción de las palabras de la consagración. Esta
misa moderna se dice de frente al pueblo y está expuesta a una larga
serie de abusos. Cuando menos, es una dilución de la misa
tradicional, y la esencia de la misa, específicamente el Sacrificio,
ha sido atenuada por completo. En el mejor de los casos, la misa
moderna es una pálida sombra de la misa tradicional y no proporciona
el mismo grado de gracias que tan seriamente necesitan los católicos
en el mundo moderno. [Nota del Autor: Algunos de los cambios están
planteados meramente de manera implícita. Por ejemplo, el Concilio no prescribió que el latín fuera abolido en todo el
mundo. Pero prescribió que se introdujera la “oración de los
fieles”, que difícilmente puede decirse en latín y por
consiguiente llevó inevitablemente a la abolición del uso del
latín].
Quisiera agregar como nota personal
lo siguiente: Siendo aún quinceañero, recuerdo haber pensado,
cuando se publicó la Consitución sobre la Liturgia, que en vez de
hacernos oir misa en la lengua vernácula habría sido mejor elevar
los estándares educativos a manera de que todos pudieran seguir la
misa en latín. No hay nada utópico en eso, ya que hasta hace no más
de 200 años, la gente común de Irlanda tenía bastante buen dominio
del latín.
Cuando se planteó la propuesta en el
Concilio de que a la gente se le debería dar la libertad de asistir
a Misa en un día distinto del domingo, recuerdo haber pensado que
hubiera sido bueno el obligar a la gente a oir misa en domingo y
además en algún otro día de la semana que cada quien eligiera, a
fin de contrarrestar la influencia del mundo moderno. Pero todas las
propuestas hechas en el Concilio condujeron a una reducción en los
estándares.
Debemos estar muy agradecidos con el
Papa Benedicto XVI por haber restablecido el honor a la Misa
Tridentina. Sin embargom necesita señalarse que la forma en que hizo
esto revela una inversión en la correcta escala de valores. A la
Misa Tridentina en el Motu Proprio se le refiere como la forma
extraordinaria de la liturgia y a la misa de Pablo XVI se le refiere
como la forma ordinaria. En realidad es a la Misa Tridentina a la que
se le debiera referirir como la forma ordinaria pues es la
antiquísima forma de la misa, que contiene partes que vienen desde
los inicios de la Iglesia.
Con el motu proprio nos hallamos,
consecuentemente, muy lejos de la restauración de la Misa
Tridentina. La razón es que cualquier restauración que se hiciera
de la Misa Tridentina, la misa tradicional de la Iglesia, implicaría
un rechazo del Segundo Concilio Vaticano, y de hecho, al presente,
todos los católicos tradicionales rechazan el Concilio Vaticano
Segundo, pues rechazan las normas trazadas por el Concilio.
Surge, pues, la pregunta de si los
católicos deben rechazar el Concilio Vaticano Segundo. Esta es una
cuestión de la que los tradicionalistas rehuyen; erróneamente en mi
opinión. La primera respuesta a esta pregunta consiste en señalar
que el Concilio Vaticano II no fue un concilio dogmático.
En su discurso inaugural el 11 de
octubre de 1962, el Papa Juan XXIII declaró claramente que el
Concilio habría de ser de carácter pastoral, con la intención de
utilizar nuevos métodos para propagar la fe católica. Por
consiguiente, nada hay obligatorio en los documentos del Concilio.
Como ya vimos, el Concilio fue copado
por los obispos liberales y sus documentos han sido calificados,
correctamente, como bombas de tiempo, las cuales explotaron tan
pronto como el Concilio terminó.
En segundo lugar está la pregunta de
si el Espíritu Santo guió al Concilio Vaticano II. El 25 de
noviembre de 1962, en su cumpleaños número 81, el Papa Juan XXIII
les dirigió unas palabras a los estudiantes del Colegio Propaganda
Fide en Roma y les dijo que él estaba convencido de que Dios estaba
guiando al Concilio. Eso, por supuesto, implica que él no
consideraba que fuera un dogma el que el Espíritu Santo estuviera de
hecho guiando al Concilio. My reflexión personal es que, despues de
todo, el Espíritu Santo es santo, y por consiguiente sólo está
presente cuando lo que busca un concilio es la santidad. Pero el
objetivo declarado de este concilio no fue la santidad sino el
aggiornamento, palabra italiana que significa modernización;
o sea alinear a la Iglesia con el mundo moderno, que no es lo mismo
que buscar la santidad. No puede ser el caso de que, documentos
llenos de ideas liberales pudieran ser obligatorios para los
católicos.
El Papa Benedicto XVI estaba
profundamente consciente del problema de armonizar el Concilio
Vaticano II con lo que enseñaba la Iglesia antes del Concilio. Como
cardenal, admitió que Gaudium et Spes, la Constitución
Pastoral de la Iglesia en el Mundo Moderno, fue un anti-syllabus,
que significa que fue una contradicción directa con el Syllabus
de Errores que publicó el Papa Pio IX en 1864. Yo argumentaría
que es una postura peligrosa para los católicos el decir que aceptan
el Concilio Vaticano II con excepción de esos pasajes que
contradicen la enseñanza católica tradicional. Hay tantos pasajes
que contradicen la enseñanza católica tradicional que yo arguiría
que es de la mayor importancia rechazar por completo el Concilio
Vaticano II y considerarlo igual como pasó con el Segundo Concilio
de Éfeso, del año 449, que posteriormente fue repudiado por el
Concilio de Calcedonia en el año 451. [Nota del editor: El autor
corrigió posteriormente esta afirmación, reconociendo que una mejor
analogía sería utilizando el Segundo Concilio de Constantinopla,
que fue un concilio ecuménido válido, pero que fue tan perjudicial
para la vida de la Iglesia que finalmente fue desdeñado y olvidado.]
Los católicos en general están ignorantes de lo que realmente dijo
el Segundo Concilio Vaticano. Necesitan conocer lo que dijo el
Concilio y lo que está mal en él y por qué es incompatible con la
fe y ésta es una tarea importante de educación.
Hemos examinado brevemente cómo el
Segundo Concilio Vaticano trazó normas para diluir la parte más
importante de la vda católica. En esta ponencia, me limitaré a sólo
otro más, pero vital, vicio del Concilio Vaticano II,
específicamente su clara implicación de que no es necesario ser
católico para alcanzar la salvación. Examinemos, pues, el Decreto
sobre Ecumenismo. Cito:
§3 ”...por causa de las varias
discrepancias existentes entre ellos [refiriénddose a otros
cristianos] y la Iglesia católica... se interponen a la plena
comunión eclesiástica no pocos obstáculos, a veces muy graves, que
el movimiento ecumenista trata de superar”....”Es más: de entre
el conjunto de elementos o bienes con que la Iglesia se edifica y
vive, algunos, o mejor, muchísimos y muy importantes pueden
encontrarse fuera del recinto visible de la Iglesia
católica:”....”Los hermanos separados practican no pocos actos
de culto de la religión cristiana, los cuales...son aptos para dejar
abierto el acceso a la comunión de la salvación.“ “[estas]
Iglesias y comunidades separadas... no están desprovistas de sentido
y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de
Cristo [lo que sea que eso signifique] no ha rehusado servirse de
ellas como medios de salvación..“
§4 “Por 'movimiento ecuménico'
se entiende el conjunto de actividades y de empresas que...se
suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos.”
...”Tales son... 'el diálogo' entablado entre peritos y técnicos
en reuniones de cristianos de las diversas Iglesias o
comunidades....Por medio de este diálogo, todos adquieren un
conocimiento más auténtico y un aprecio más justo de la doctrina y
de la vida de cada comunión”... y...participan en la oración
unánime.” ”...para que poco a poco por esta vía, superados
todos los obstáculos que impiden la perfecta comunión eclesiástica,
todos los cristianos se congreguen en una única celebración de la
Eucaristía, en orden a la unidad de la una y única Iglesia”...
§8 “En ciertas circunstancias
especiales, como sucede cuando se ordenan oraciones "por la
unidad", y en las asambleas ecumenistas es lícito, más aún,
es de desear que los católicos se unan en la oración con los
hermanos separados.”.. “Sin embargo, no es lícito considerar la
comunicación en las funciones sagradas como medio que indiscriminadamente pueda usarse para restablecer la unidad de los cristianos.
Esta comunicación depende, sobre todo, de dos principios: de la
significación de la unidad de la Iglesia y de la participación en
los medios de la gracia.”
Lo primero que uno observa acerca del
decreto sobre el ecumenismo es que las diversas denominaciones han de
mantener un diálogo sobre una base de igualdad. Ya no aparece la
cuestión de la conversión. Esa no fue ciertamente la actitud de
Cristo ante ls fariseos. Él no dialogó con ellos, sino que los
llamó raza de víboras. San Pablo no se puso a establecer un
diálogo ecuménico a fin de adquirir una mejor comprensión de los
judíos en Grecia y en el Asia Menor.
El resultado de 50 años de
ecumenismo no ha sido la utópica irrealidad propuesta por el Concilio;
el resultado del diálogo ecuménico ha sido que muchos católicos
han perdido la fe. Recuerdo a un muchacho en mi clase de la escuela
que decidió hacerse protestante. También recuerdo muy bien en 1966
cuando mis padres decidieron que debían asistir a una reunión
ecuménica al aire libre, en gran medida contra sus deseos, pero
porque eso se había decidido en el Concilio Vaticano II. Llovía
fuertemente y estuvimos parados afuera con nuestros paraguas y
rezamos un Padre Nuestro con los protestantes. También nos dieron
sermones un sacerdote católico y un ministro protestante, y al
terminar, mi hermana comentó que el del ministro protestante había
sido mucho mejor sermón que el del sacerdote católico.
Yo menciono estas anécdotas sólo
para dar una idea de la atmósfera enteramente cambiada que surgió
después del Concilio. Pero el punto realmente importante, la
revolución, consiste en el hecho de que el Segundo Concilio Vaticano
declara abiertamente que uno puede permanecer fuera de la Iglesia
Católica y aun asi alcanzar la salvación. El Cardenal Ratzinger
escribió en varios de sus libros que era innecesario para los judíos
convertirse a la Iglesia Católica para lograr su salvación. Juan
Pablo II besó el Korán, que niega que Dios tenga un hijo y niega
que Cristo haya muerto en la Cruz. El Papa Benedicto participó en un
servicio judío en la sinagoga de Colonia y también oró viendo en
dirección a la Meca, con un clérigo musulmán, en la mesquita azul
de Istambul. El 27 de octubre de 1986 Juan Pablo II oró con más de
100 representantes de diferentes religiones en Asís. Éstos son los
frutos del Segundo Concilio Vaticano, que declaró, en contradicción
con todas las enseñanzas anteriores de la Iglesia, que la salvación
puede alcanzarse fuera de la Iglesia Católica no sólo en casos de
excepción, sino como regla general. Esto es una blasfemia y la mayor
de todas las herejías, pues significa que fue totalmente innecesario
que Cristo muriera en la Cruz.
Este punto lo entendía bien el
teólogo jesuita alemán Karl Rahner, quien inventó una teoría para
resolver el problema. Tuve la fortuna de ver a Karl Rahner en1971 en
el University College de Dublín, donde yo estudiaba. Él entendía
el inglés, pero sólo hablaba en alemán; hasta donde yo podía ver,
se consideraba a sí mismo enormemente importante. Tenía un
secretario jesuita que tradujo su conferenca al inglés. Después de
su conferencia contestó preguntas y yo recuerdo que una monja le
hizo una pregunta a la que respondió en alemán: “Le escribí al
Papa una carta en latín acerca de esa pregunta la semena pasada”
Karl Rahner nació en Friburgo en
Breisgau, en Alemania, en 1904 y murió en Innsbruck, Austria, en
1984. Su doctorado fue rechazado porque se puso demasiado bajo la
influencia de Heidegger, quien por un tiempo había sido jesuita,
hasta que abandonó la Iglesia Católica. Rahner solía hablar de
Heidegger como maestro suyo y Heidegger en su vejez solía visitar
regularmente a Rahner en Friburgo. Antes del Segundo Concilio
Vaticano Rahner trabajó con Yves Congar, Henri de Lubac y
Marie-Dominique Chenu, quienes estaban asociados con el movimiento de
la Nueva Teología, partes de la cual habían sido condenadas por el
Papa Pío XII en su encíclica Humani Generis. En 1962 fue informado
Rahner por sus superiores que se hallaba bajo pre-censura porque sus
puntos de vista no eran ortodoxos. Rahner, como Schillebeeckx, negaba
que la Resurrección haya sido un hecho histórico en tiempo y lugar,
como la muerte de Jesús. Rahner también rechazaba el concepto de la
transsubstanciación en la Sagrada Eucaristía y propuso reemplazarlo
con el de “transfinalización”, teoría que fue luego condenada
por el Papa Pablo VI en su encíclica Misterium Fidei de 1965.
Sin embargo, en 1962, el Papa Juan XXIII había decidido nombrar a
Rahner como experto en el Segundo Concilio Vaticano. Rahner fue uno
de los siete teólogos que colaboraron en Lumen Gentium, la
Constitución Dogmatica de la Iglesia.
La receptividad del Concilio hacia
otras tradiciones religiosas puede relacionarse con las nociones de
Rahner de renovación de la Iglesia, la revelación salvífica
universal de Dios y su deseo de apoyar y alentar el movimiento
ecuménico. Rahner no creía que pudiera haber cosa tal como un ser
humano sin gracia. Para él la gracia es un elemento constitutivo de
la existencia humana. Rahner es famoso por su teoría de un
cristianismo anónimo, que es la teoría de que la gente que nunca ha
oído hablar del evangelio puede salvarse por Cristo. Hasta sostenía
que los Cristianos pueden aprender de otras religiones y del
humanismo ateo porque la gracia de Dios opera en ellos. La presencia
de Cristo en otras religiones opera en y a través de su espíritu.
Rahner y Hans Urs von Balthasar también sostenían la opinión de
que el infierno está vacío. Ahora es gracias a su teoría del
cristianismo anónimo que Rahner podía mantener que hizo sentido
para Cristo el morir en la Cruz, ya que Cristo ganó la gracia para
que todos se salvaran, ya que todos poseen esta gracia, hasta gente
que jamás ha oído de Cristo o que lo rechaza, y consecuentemente
uno puede salvarse fuera de la Iglesia sin dificultad alguna y sin
necesidad de conversión.
Uno podría hacerse la pregunta de
por qué el Papa Juan XXIII habrá invitado a teólogos bien
conocidos por su heteroodoxia a participar como expertos en el
Concilio Vaticano II. Es cláro que tan atrás como 1925, el papa Pío
XI consideró deseable el remover al Padre Roncalli de Roma. Las
razones precisas no están claras, pero fue enviado como visitador y
luego como delegado apostólico a Bulgaria donde se pensaba que no
podría hacer daño. En 1935 fue nombrado delegado apostólico a
Turquía y Grecia, otra vez países que casi no tienen católicos. Su
gran promoción vino cuando el Papa Pío XII lo designó al elevado
cargo diplomático de nuncio en París. Juan XXIII sin duda sufría
de un ingenuo optimismo. En la sesión de apertura del Concilio dió
un discurso en el que dijo:
“Consideramos que debemos
disociarnos enteramente de los profetas de calamidades, que
continuamente predicen lo peor... en la prerspectiva de ellos, la
sociedad contemporánea es nada más que ruina y calamidades, y
comparada con los siglos pasados nuestra era muestra nada más que
deterioro...”
En relación con los errores del
mundo moderno anunció que él consideraba más oportuno aplicar
misericordia más que rigor, y que la Iglesia debería mostrar la
fuerza de su doctrina más que condenar los errores. En este aspecto
fue en contra de la tradición de la Iglesia que desde sus principios
había siempre condenado las herejías y excomulgado a aquéllos que
las profesaban,
Sin embargo, el optimismo ingenuo de
Juan XXIII era típico de su tiempo. Este optimismo comenzó con la
Revolución Industrial en el Siglo 18, cuando el progreso material y
científico llevó a gente no pensante a olvidar que el progreso
material no conduce al progreso moral. El optimismo de la era se
refleja mejor en la filosofía del Alemán Hegel (que nació en 1769 y murió en 1831), el más grande filósofo del siglo 19, quien creía
que la marcha de la historia es la marcha de la humanidad hacia Dios.
Se refleja en la filosofía de Augusto Comte (que nació en 1798 y
murió en 1857) quien creía que la tercera y última era, la era
positivista o científica en la historia humana, comenzaba en sus
tiempos. Se refleja en la filosofía utópica de Karl Marx (que nació
en 1818 y murió en 1883) quien también creía que la era final en
la historia habría llegado cuando el capitalismo fuera finalmente
derrotado y todos viviéramos en un paraíso comunista. Está
reflejado en la ingenua filosofía de Teilhard de Chardin (que nació
en 1881 y murió en 1955) quien negaba el pecado original y creía
que la humanidad estaba evolucionando hacia Dios, a quien llamaba el
punto omega. Esta es la era cuando el Presidente Kennedy anunció
“Vamos a la luna”.
Hoy en día es difícil transmitir el
optimismo extraordinario de los 60's. Mucha gente creía que el
Concilio Vaticano daría entrada a una nueva era del Espíritu Santo,
cuando ya no se hablaría más del pecado, sino solamente del amor.
No había nada nuevo en este optimismo ingenuo. En los primeros años
del Siglo 13, Amalrico de Bena ya enseñaba en la Universidad de
París que quien permaneciera en el amor de Dios no podría cometer
pecado alguno, y sus seguidores enseñaban que él había sido el
fundador de la nueva era del Espíritu Santo, que no hay infierno y
que todos, tarde o temprano, iríamos al cielo,
Juan XXIII parece haber sufrido de
este ingenuo optimismo. Creía, como Sócates, que saber lo que es
correcto es hacer lo que es correcto. Unos cuantos días antes de la
clausura de la primera sesión del Concilio Vaticano II, el teólogo
suizo Hans Küng (nacido en 1928) fue invitado a hablar en Pánel de
Prensa de los Obispos de los EUA. En su discurso, mencionó que,
cuando en privado se la preguntó a Juan XXIII por qué había
convocado un concilio, se había acercado a la ventana, la había
abbierto y había dicho: “Dejemos que entre un poco de aire fresco
en la Iglesia .”
Como varios otros seguidores de la
Nueva Teología, Hans Küng fue llamado personalmente por Juan XXIII
para actuar como experto en el Concilio Vaticano II. Fue esta acción
lo que lanzó al Teólogo Suizo a los grandes vientos de la
publicidad mundial. Luego de ser elegido, Hans Küng se habría de
convertir en una de las grandes, si no es que la más grande,
estrella del pensamiento conciliar. Fue este voto de confianza de
Juan XXIII lo que impulsó hacia adelante la carrera teológica de
Küng en la Universidad de Tübingen. Así pues, la fama de Küng se
debe en gran parte a Juan XXIII. Küng escribió su tesis doctoral
acerca del teólogo protestante suizo Karl Barth. Küng fue el primer
teólogo católico del siglo veinte que negara la infalibilidad del
papa, y como resultado se le quitó el derecho de enseñar teoología
católica. En 1988, publicó un libro intitulado Morir con
Dignidad, en el cual él trata de justificar la eutanasia. No
obstante eso, Küng nunca ha sido excomulgado y el 26 de septiembre
de 2005, el Papa Benedicto lo invitó a una plática cordial en el
Vaticano. Esto no es para sorprenderse, pues había sido a instancias
de Küng que Joseph Ratzinger fue también nombrado profesor de
teología dogmática en la Universidad de Tübingen.
La repercusión inmediata del
Concilio Vaticano II fue que muchos sacerdotes optaron por no vestir
ropa que los distinguiera como tales, contraviniendo así el canon
669 §1 del Código de Derecho Canónico. Muy pronto, gran número de
ellos olvidaron sus votos de celibato. El concilio había dicho que
la Iglesia necesitaba ser modernizada y adaptarse al mundo moderno,
que la Misa necesitaba urgentemente ser modernizada y que la
salvación podía encontrarse fuera de la Iglesia Católica. Muy
pronto la gente sacó sus propias conclusiones, específicamente que
la enseñanza moral de la Iglesia había dejado de ser tan estricta
com lo había sido antes. El número de personas que iba a confesarse
y a misa los domingos comenzó a caer.
El gran cambio vino en 1968. Hasta
entonces la Iglesia había enseñado que el acto sexual fuera del
matrimonio era un pecado mortal, y la gran mayoría de los católicos
jóvenes habían tratado seriamente de mantenerse castos antes del
matrimonio. Pero en 1968 esta actitud cambió por completo. La
rebelión contra la autoridad que se propagó por todas las
universidades de Europa en ese año no fue tanto una rebelión contra
la autoridad como una revolución sexual. De esa época comenzó a
aceptarse ampliamente que la actividad sexual extramarital era algo
natural y hasta deseable. En esa época se llamaba sexo premarital,
pero desde entonces sólo algunas veces conduce al matrimonio y se ha
convertido muy frecuentamente en el rechazo del matrimonio y la
aceptación de la cohabitación. Era considerado irrealista que la
gente joven no practicara el sexo, y la Iglesia tuvo culpa en esto,
pues la Iglesia abolió la abstinencia de carne en viernes, el ayuno
antes de la Santa Comunión, el ayuno durante la Cuaresma y todo el
concepto de penitencia y de tomar la Cruz; todo esto en el nombre del
Segundo Concilio Vaticano. La abolición de la penitencia y de la
disciplina trajo también, sin duda, las dificultades que muchos
sacerdotes experimentaron de mantener sus votos de celibato.
Yo creo que uno podría describir con
exactitud el colapso de la obediencia al sexto mandamiento en 1968
como algo comparable con la caída del Muro de Berlín en 1989. Una
vez que el sexto mandamiento ya dejó de ser considerado obligatorio
bajo pena de pecado mortal, todo el edificio moral de la Iglesia
gradualmente se fue colapsando. Una vez que el auto-control necesario
para observar el sexto mandamiento se ha perdido, la vida de gracia
se pierde, y toda la capacidad de vivir una vida de amor a Dios y al
prójimo se pierde con ella. Citaré tan sólo dos de los numerosos
pasajes en las epísolas de San Pablo:
1 Cor. 6:9: No os engañéis: Ni
los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los
afeminados, ni los que se acuestan con varones entrarán al Reino de
Dios.
Efesios 5:5: Pues de esto podeis
estar seguros: Ninguna persona inmoral, impura o avariciosa – tal
persona es un idólatra – habrá de heredar el reino de Cristo y de
Dios.
Creo que podría decirse que la
abolición práctica del sexto mandamiento ha llevado a la
destrucción de la familia en Europa, como en todos lados, y ha
conducido al colapso de la fe. Pero el Segundo Concilio Vaticano es
enteramente responsable de esta situación. Si se me pidiera que
resumiera el Segundo Concilio Vaticano en sólo una oración, creo
que diría que fue un intento de quitar la Cruz al cristianismo; en
otras palabras, quitar la misma esencia del cristianismo; un intento
de producir una cómoda forma moderna de cristianismo: no el
cristianismo de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, sino un
cristianismo con la Resurrección pero sin la Pasión y Muerte en la
Cruz.
Otro aspecto de la misma realidad fue
ocasionado por el filósofo francés Jacques Maritain (nacido en 1882
y muerto en 1973). Maritain nació en una familia liberal
protestante. Estudió en la Sorbona de París, donde conoció a su
futura esposa Raissa, una judía rusa. Tenían tal pesimismo de la
vida que en 1901 hcieron el voto de suicidarse juntos si no fueran
capaces de encontrar un significado a la vida en el lapso de un año.
Sin embargo en menos de un año hallaron el sentido de la vida
asistiendo a las conferencias del gran filósofo judío francés
Henri Bergson (nacido en 1859 y muerto en 1941).
Ahora bien, Bergson tiene una teoría
que habría de hacer un gran impacto en Maritain. Él cree que hay
dos tipos de religión, que los llama religión estática y religión
dinámica. Religión estática es lo que él considera ser la
religión primitiva. En la religión primitiva hay un dios que
prohibe ciertos actos y que castiga a aquéllos que desobedecen. Se
inventa la vida después de la muerte para permitir al dios primitivo
castigar a aquéllos que desobedecen. El dios primitivo está también
ahí para que el hombre pueda rezarle pidiéndole ayuda para sus
necesidades
La esencia de la religión dinámica,
en cambio, es el misticismo. El misticismo no es sólo un movimiento
hacia la vida de Dios, sino un movimiento por el cual la vida divina
se le comunica a la humanidad, como es el caso del misticismo de los
grandes místicos cristianos. Dios es amor y el objeto del amor y
desea la transformación del hombre por el amor. En 1907 Maritain
descubrió los escritos de Santo Tomás de Aquino y llegó a
convertirse en uno de los principales tomistas del siglo 20. Pero
nunca perdió la actitud hacia le religión que había aprendido de
Bergson. Tuvo una carrera muy distinguida. De 1945 a 1948 fue el
embajador francés a la Santa Sede y luego enseño en Princeton. Él
defendía los derechos naturales, tal como los sostuvieron el
filósofo inglés Locke, la Declaración de Independencia de los
Estados Unidos y la Revolución Francesa. Él es el autor de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas
de 1948.
Maritain fue un pensador liberal que
favorecía un estado democrático pluralista, y apoyó a los
comunistas en la guerra civil española de 1936-1939. Él argumentaba
que la autoridad viene del pueblo, no de Dios, en contra de las
palabras que dijo Cristo a Poncio Pilatos. En 1936 Maritain publicó
un libro intitulado Humanismo Integral en el cual abogaba por
una democracia liberal y se oponía a la idea de que cualquier
religión tuviera una posición privilegiada en la sociedad. También
propone una teoría naturalista de lo que es bueno y lo que es malo,
o sea, una teoría que omite a Dios. Durante los años cincuenta del
siglo pasado el pensamiento de Maritain estuvo cerca de ser condenado
por su naturalismo, pero evitó el ser condenado gracias al apoyo de
su antiguo amigo Giovanni Battista Montini, el futuro Papa Pablo VI,
que en ese entonces era secretario sustituto de Estado. Mientras
Maritain fue embajador en el Vaticano, solía ver a Montini dos veces
a la semana en promedio, y con frecuencia cenaban juntos.
En el segundo consistorio que tuvo en
1953, el Papa Pio XII se rehusó a hacer cardenal a Montini, ya que
había sido la cabeza no oficial de la facción católica liberal
bajo Mussolini y había basado sus ideas en el humanismo integralde
Maritain. Irónicamente, aunque Montini era un liberal moderado, si
Pío XII lo hubiera hecho cardenal, el Concilio Vaticano II
probablemente nunca hubiera tenido lugar. Pero después de que se
hubo hecho papa, Pablo VI dedicó a Maritain su “Mensaje a los
Hombres del Pensamiento y de la Ciencia” presentado el 8 de
diciembre de 1965, en la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano
II. También lo abrazó públicamente en la Plaza de San Pedro. Él
declaró abiertamente “Soy un discípulo de Maritain. Lo llamo
mi maestro”. En su encíclica Populorum Progresso (1967)
Pablo VI defendió el “humanismo verdadero” y citó a
Maritain como su fuente. El 30 de junio de 1968 el Papa Pablo VI leyó
su solemne profesión del “Credo del Pueblo de Dios” en la
Plaza de San Pedro en Roma. Pablo VI sólo hizo cambios mínimos al
borrador preparado por Maritain.
Este es el antecedente de la
revolución que ha ocurrido en la presentación de la fe católica
desde el Concilio Vaticano II. Hasta entonces, se entendía
perfectamente que Dios premia el bien y castiga a los malos, como se
declara claramente en el Nuevo Testamento. Debemos, por lo tanto,
temer el castigo de Dios. “El temor de Dios es el el comienzo de
la sabiduría”, como lo dice el Salmo 111, verso 10, y el mismo
verso se halla en el Libro de la Sabiduría 9:10. San Agustín había
dicho claramente que una de las razones por las que debe haber vida
después de la muerte es para que Dios pueda premiar el bien y
castigar el mal, y esta opinión había sido adoptada hasta por el
gran filósofo alemán, no-cristiano, Immanuel Kant. Sin embargo
desde el Segundo Concilio Vaticano fue propagada la opinión de
Bergson, de que no debemos considerar a Dios como un Dios castigador,
y debemo sólo hablar de amor. Arriba cité el párrafo 35 de la
Constitucuón sobre la Liturgia Sagrada que dice que el sermón de la
misa "debe ser uno de proclamación de las maravillosas obras
de Dios en la Historia de la Salvación...”
Este nuevo enfoque para proclamar el
evangelio está basado en una nueva visión del hombre ques es
enteramente falsa; específicamente la del filósofo francés Juan
Jacobo Rousseau (nacido en 1712 y muerto en 1778), quien inspiró el
comunismo moderno. Rousseau avanzó la idea de que la naturaleza
humana es esencialmente buena, y que sólo fue la introducción de la
propiedad privada lo que causó que se hiciera mala. Pero Aristóteles
señaló en el capítulo final de su Etica a Nicómaco, o sea la
final de diez libros sobre ética, que los tratados de ética están
bien y son buenos para unos pocos jóvenes de mente noble, pero que
la gran mayoría de la humanidad necesita leyes respaldadas por
sanciones, precisamente porque la naturaleza humana no es
naturalmente buena. De hecho una ley sin sanción de plano no es
ley. Pero precisamente es esta visión del hombre, de que tiene una
naturaleza caída y la necesidad de leyes respaldadas por sanciones,
lo que está negado implícitamente por el Concilio Vaticano II.
Trataré de resumir diciendo que el
deterioro de la fe en Europa y la destrucción de la moral que ha
venido con ello durante los últimos cincuenta años tiene muchas
causas, como lo mencioné arriba. De hecho, jamás ha sido fácil ser
católico, y las fuerzas de oposición al catolicismo en la sociedad
de hoy son mayores que nunca. A menos de que estemos bien preparados,
por medio de una buena educación como la que se proporciona en el
Fisher More College, encontraremos que es dificil de sobrevivir. Pero
la mayor dificultad con que nos topamos es la oposición dentro de la
misma iglesia. Hasta el Concilio Vaticano II, el enemigo se
encontraba principalmente fuera de la Iglesia, no adentro. Ahora el
enemigo está bien establecido dentro de la Iglesia y podría resumir
este enemigo como la tentación de quitar a la Cruz del cristianismo.
“A menos de que el hombre tome su cruz y me siga, no puede ser
mi discípulo” dice Cristo. Y por lo tanto debemos decir con
Cristo en el Jardín de Getsemaní: “Si este cáliz no puede
pasar, entonces beberé de él”, y “no se haga mi voluntad
sino la vuestra”
Dr. John Dudley
Profesor of Filosofía y de los
Clásicos
The College of SS. Thomas More and John
Fisher
Conferencia pública presentada el 4 de
abril de 2013, ligeramente modificada.
El autor acepta comentarios de todo
tipo, enviados a: john.dudley@fishermore.edu