Palabras claras, palabras proféticas
Por Marco Bongi
Publicado originalmente en italiano
en Riscossa Cristiana
Tomado de la traducción al inglés
hecha por Francesca Romana y publcada en Rorate Caeli
http://rorate-caeli.blogspot.com/2014/05/clear-words-prophetic-words.html
Traducido del inglés por Roberto Hope
“Nos estaremos viendo confrontados
más y más con alguno que, diciendo hablarnos en nombre de Dios, nos
diga que no necesitamos de Él”
Escuché estas ominosas palabras
pronunciadas por Alessandro Gnocchi en la reunión anual de Civitella
del Tronto celebrada el 8 de marzo de 2014. El título de la
conferencia de Gnocchi fue: “La Crisis de lo Sagrado y la Iglesia
Arrodillada ante el Mundo.”
En una primera lectura, el título de esa conferencia suena provocativo y un tanto excedido. Sin embargo, he reflexionado
sobre él algún tiempo – no como teólogo, pues no lo soy – sino
como un simple laico que observa lo que está pasando a su alrededor.
He llegado a la conclusión de que
ésas, de hecho, son “palabras proféticas”
Aquí van algunas reflexiones
sencillas sobre el tema
1) En definitiva ¿qué es la libertad
religiosa expresada en el documento conciliar Dignitatis
Humanae? En los años que siguieron al documento, la diplomacia de la
Santa Sede no hizo mucho a nombre del Concilio (y por lo tanto de
Dios) sobre la exigencia de quitar toda referencia a una religión de Estado de las constituciones ¿o sí? En otras palabras a la Santa
Sede ese documento le pide que en nombre de Dios declare que Dios no
es importante.
2)¿ No pasa lo mismo con el
ecumenismo? En nombre de Dios nos quieren forzar a creer que las
diferencias entre las varias religiones, cristianas o no cristianas –
tomando todo en consideración – son desdeñables. O sea, si Dios
está presente en la Eucaristía o no lo está, si Cristo es el Hijo
de Dios Encarnado o no lo es, si careciendo de fe no es posible
agradar a Dios o sí lo es – para los ecumenistas todo esto carece
de importancia. Por consecuencia en nombre de Dios nos quieren forzar
a creer que Dios no tiene importancia.
3) ¿Y la cuestión de la Misa de Todos
los Tiempos? Si piensa usted un poco en ello, los innovadores odian
esa Misa porque le atribuye demasiada importancia a Dios y a la
dimensión trascendental de nuestra relación con Él. En nombre de
Dios quieren obligarnos, por contra, a darle importancia al hombre,
a la asamblea y a la “cena comunitaria.”
4) La rudeza e intransigencia, que no
admite discusión, que los pastores modernos lanzan contra toda
guerra iniciada supuestamente en nombre de la Religión es también
escandalosa: que pelear una guerra en defensa de Dios es blasfemia,
un crimen inexcusable. Mucho más comprensibles para ellos son las
insurrecciones del pueblo; por ejemplo la ocupación de fábricas y
las llamadas guerras de liberación. ¿Qué significa eso? Es obvio.
que Dios no les es importante, que no tiene sentido pelear para
defenderlo, y si esto usted todavía no lo entiende, le ordenamos que
lo entienda en nombre de Dios Mismo.
5) Podrían encontrarse muchos otros
ejemplos, pero viendo el futuro cercano, me gustaría mencionar
brevemente lo posible y probable: la readmisión de los divorciados
y vueltos a casar a los sacramentos. Ciertamente van a obligarnos a
aceptarlo en nombre de la autoridad de Dios, no obstante que Dios
claramente ha dicho: “lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre.” Moraleja: La ley de Dios no es importante, y en nombre de
Dios mismo le digo que debe usted creer eso.
6) Y la práctica (o lo que les gusta
llamar “la pastoral”) sigue fielmente la nueva teología. ¿Qué
queremos decir con esto? Imponer, de hecho, la comunión en la mano,
impedir la genuflexión al comulgar (pues el reclinatorio ha sido quitado); expulsar, de hecho, de la catequesis y de las homilías,
toda mención del pecado, de los novísimos y de la objetividad de la
moral.
Esta es la razón por la que en mi
opinión, las palabras de Alessandro Gnocchi, son verdaderamente
proféticas, en el sentido más auténtico de la expresión. Las
preguntas finales resultan, consecuentemente, inevitables,
aun cuando parezcan un tanto provocativas:
¿Pueden las autoridades eclesiásticas
enseñar esas cosas? Forman parte de sus poderes legítimos? ¿Tienen
los fieles el deber de obedecer esas órdenes?
Y por último:
¿Puede Dios aceptar ser echado a un
lado como un inútil juguete por mucho tiempo más?
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